Crimen, circo y excursión al teatro de la culpa
El caso de las niñas de Alcasser fue un punto y aparte en la exhibición del dolor en España. La falta de pudor y el escaso tacto con que se trató aquellos escabrosos crímenes, despertó muchas conciencias sobre la ética además de alertar escrúpulos sobre la mancebía a la que puede llegar la televisión por un puñado de audiencia.
Italia tiene su Alcasser de manera periódica. Son crímenes horrendos que se van desentrañando como una piojosa madeja ante los espectadores en todas las cadenas de televisión ( en este juego entran tanto las públicas como las privadas). El último es el asesinato de Sarah Scazzi.
La joven desapareció en un lugar del profundo sur durante una tórrida tarde de agosto. Desde entonces, su pueblo, Avetrana tiene un lugar en todos los informativos y todas las conversaciones. Tras semanas de búsqueda, el tío confesó la autoría del crimen. Reveló que había abusado del cadáver de su sobrina antes de esconderlo dentro de una cisterna. Pero como en los culebrones, nunca llega el capítulo final. El siguiente golpe de escena fue la detención de la prima. ¿Quién asesino a Sarah?
¿El tío con ayuda de la prima o la prima con ayuda del tío? Ambos siguen en la cárcel. La policía continúa con la investigación mientras todas las televisiones conectan en directo con la casa y el informador de turno inicia su crónica con el típico “estamos aquí. Éste es el teatro del horror donde fue asesinada Sarah. En ese garaje su tío la estranguló o, ¿fue en la habitación que tenemos aquí arriba donde su prima terminó con su vida?”. El morbo no sabe de confines del pudor.
En las últimas semanas, familias enteras se han acercado hasta ese punto perdido en el mapa. Padres, madres, niños y abuelos, miran a través de la verja buscando el espíritu errante de la niña muerta o la cuerda asesina que terminó con su vida. Elucubran y se empapan del crimen antes de ir a degustar un buen “pranzo”, que el domingo es día del señor y la comida debe tener un rango exclusivo. No les quita el hambre pensar que, quizás, puedan haber inspirado el último hálito de Sarah. No queda un soplo de recato en esa gente que ha llegado, incluso, a organizar viajes en autobús desde regiones vecinas para visitar el pueblo y la casa donde murió Sarah Scazzi
Pese a llevar semanas invadiendo páginas de periódicos y largas horas de televisión en Italia y tener conmovido al país, la prensa extranjera apenas se ha hecho eco del execrable asesinato.
La disección del dolor que vimos con el caso de Alcasser fue repugnante, pero nadie tuvo la ocurrencia de organizar viajes en autobús para hollar en el teatro del horror..