4 posts de octubre 2010

Crimen, circo y excursión al teatro de la culpa

El caso de las niñas de Alcasser fue un punto y aparte en la exhibición del dolor en España. La falta de pudor y el escaso tacto con que se trató aquellos escabrosos crímenes, despertó muchas conciencias sobre la ética además de alertar escrúpulos sobre la mancebía a la que puede llegar la televisión por un puñado de audiencia.

Italia tiene su Alcasser de manera periódica. Son crímenes horrendos que se van desentrañando como una piojosa madeja ante los espectadores en todas las cadenas de televisión ( en este juego entran tanto las públicas como las privadas). El último es el asesinato de Sarah Scazzi.

La joven desapareció en un lugar del profundo sur durante una tórrida tarde de agosto. Desde entonces, su pueblo, Avetrana tiene un lugar en todos los informativos y todas las conversaciones. Tras semanas de búsqueda, el tío confesó la autoría del crimen. Reveló que había abusado del cadáver de su sobrina antes de esconderlo dentro de una cisterna. Pero como en los culebrones, nunca llega el capítulo final. El siguiente golpe de escena fue la detención de la prima. ¿Quién asesino a Sarah?


¿El tío con ayuda de la prima o la prima con ayuda del tío? Ambos siguen en la cárcel. La policía continúa con la investigación mientras todas las televisiones conectan en directo con la casa y el informador de turno inicia su crónica con el típico “estamos aquí. Éste es el teatro del horror donde fue asesinada Sarah. En ese garaje su tío la estranguló o, ¿fue en la habitación que tenemos aquí arriba donde su prima terminó con su vida?”. El morbo no sabe de confines del pudor.

En las últimas semanas, familias enteras se han acercado hasta ese punto perdido en el mapa. Padres, madres, niños y abuelos, miran a través de la verja buscando el espíritu errante de la niña muerta o la cuerda asesina que terminó con su vida. Elucubran y se empapan del crimen antes de ir a degustar un buen “pranzo”, que el domingo es día del señor y la comida debe tener un rango exclusivo. No les quita el hambre pensar que, quizás, puedan haber inspirado el último hálito de Sarah. No queda un soplo de recato en esa gente que ha llegado, incluso, a organizar viajes en autobús desde regiones vecinas para visitar el pueblo y la casa donde murió Sarah Scazzi

Pese a llevar semanas invadiendo páginas de periódicos y largas horas de televisión en Italia y tener conmovido al país, la prensa extranjera apenas se ha hecho eco del execrable asesinato.

La disección del dolor que vimos con el caso de Alcasser fue repugnante, pero nadie tuvo la ocurrencia de organizar viajes en autobús para hollar en el teatro del horror..

Chismes en la consulta médica

Mi médico de cabecera en Roma es un tipo afable, mediana edad y aspecto de que no morirá de estrés. Acudo poco a él pero cada vez que lo hago vuelvo a casa cargado, como Papa Noel, con un montón de anécdotas. La consulta y la sala de espera brotan del metamundo neorrealista que nunca abandonará este país.

Cuando llego, la enfermera me saluda como si estuviera allí todos los días.

-Señor Diesss, buenas tardes.

Respondo y busco acomodo en una sala de 30 metros cuadrados. Ante mis ojos, anacrónicos sofás y sillas de diferentes camadas dispuestos en anárquico orden. Es un colmena y la enfermera la reina. Su silla está dispuesta en un ángulo de tal manera que no se le escape ni un detalle de los pacientes. Se encuentran en plena conversación. Deduzco pronto que se ven en la consulta con la asiduidad de quien queda con un amigo para beber unas cervezas: hay complicidad entre ellas.

-Ahora vengo- suelta de repente la enfermera levantándose de su trono.

En ese momento, en que la colmena no tiene reina, irrumpe en escena un nuevo personaje: Un anciano que entra arrastrando los pies, con los hombros vencidos por los años y una mirada bonachona que le vale el eterno salvoconducto de San Pedro. Coincide su llegada con la salida del paciente dentro de la consulta. ¡Qué oportunidad!

-Señoras- dice dirigiéndose al grupo que parlotea-. ¿Me dejan pasar, por favor? Vengo sólo a que el doctor me ponga un timbre.

No hace falta insistir más. Las señoras se lo permiten. En esta escena he quedado relegado al lugar de los cuadros y las macetas. Nadie ha contado conmigo para dejar pasar al venerable octogenario para que le pongan el sello. No importa: tengo un buen libro a mano y una sucesión de chismes prometedores a mi alrededor.

Pasan los minutos. Vuelve la enfermera. El señor del sello sigue dentro.

-¿Cómo es que no ha entrado ninguna de vosotras? ¿No ha salido ya el paciente anterior?- pregunta la enfermera.

-Sí, pero ha venido un señor para que el doctor le pusiera un sello y nos ha pedido si le dejábamos pasar- responde una de las tertulianas.

-¿Sello?- pregunta la enfermera-. Ha venido para que el doctor le renueve el carné de conducir.

Me espantó al imaginar conduciendo a ese pobre hombre que lleva la vista puesta en los zapatos mientras arrastra torpemente los pies. Han pasado 15 minutos. A lo mejor es que el señor se ha quedado tieso delante del doctor, pienso. Ellas, ajenas a mi luctuosa reflexión, siguen, entre risas, su amena charla.

-¿Te puedes imaginar a ese señor conduciendo?- dice una.

-A mi marido, que tiene 80 años, le acaban de renovar el permiso. Yo he ido donde el médico a quejarme porque, después del ictus del año pasado, no puede conducir. Pero el doctor, me ha dicho que el hombre ha pagado y que a su juicio está bien. Cualquier día, mi marido me va a dar un disgusto porque se empeña en coger el coche y casi le tengo que ayudar a caminar.

-¡Cómo está el mundo!

-Y a éste, ¿se lo darán?

-Tarda mucho- asegura la enfermera-. Creo que trata de convencer al doctor.

Las elucubraciones se cortan cuando se abre la puerta de la consulta. El anciano concita todas las miradas. Hasta yo abandono el libro para comprobar qué ha pasado con el hombre que apenas camina con la mirada perdida en sus propios zapatos.

El señor da las gracias por la deferencia de esos 20 minutos que le hemos cedido las señoras y yo. Enfila hacia la puerta con una amplia sonrisa de satisfacción por la misión cumplida. En su mano lleva unos papeles. Con su lento, escueto y torpe paso abandona la consulta. Seguramente tendrá el coche aparcado a la puerta. En doble fila, por supuesto.

El Papa probeta

Desde que el mundo es mundo y supimos que Dios creó al hombre, ciencia y ética caminan por riscos afilados ulcerándose la piel y arriesgando con despeñarse en el vacío.

La designación del Nobel de Medicina a Robert Edwards despierta uno de los fantasmas del clero: ¿qué ocurre con los embriones? Millones de ellos están condenados a la muerte, al olvido..., argumenta el presidente de la Pontificia Academia de la Vida, Ignacio Carrasco, para calificar como premio “ fuera de lugar” el galardón otorgado al científico británico. El monseñor catalán ha colocado una carga de trinitrotolueno en las ásperas relaciones. La explicación de que con la fecundación “in vitro” se trata a la persona como animal, es poco convincente. Los hallazgos de la medicina, en fase inicial, se prueban en laboratorios, con animales. Interrogantes morales sobre el ser que nace y dignidad de la procreación, son también cuestiones del debate.

La Iglesia tiene unos cimientos sólidos, pétreos y casi inamovibles. El paso de los siglos ha visto condenar a Galileo por una teoría revolucionaria que sólo el tiempo y un Papa sabio rectificaron. El perdón de Vaticano llegó 300 años después. Quizás haya servido para que el padre de la astronomía descanse ahora entre las estrellas de todo lo que le persiguió la Iglesia en la tierra.

Las afirmaciones de Ignacio Carrasco han resultado tan extemporáneas que el mismo portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ha salido a decir que se trata de pensamientos propios y no la reflexión de la Santa Sede. Pero tampoco ha dicho el padre Lombardi que se alegra de que el hombre que devolvió la ilusión a parejas infértiles haya obtenido el reconocimiento de la Academia Sueca.

Millones de personas existen hoy gracias a este científico. Empiezan a ser padres. Pronto serán abuelos. Algunos tomarán los hábitos y quizás vivan atormentados porque su credo lacera su propia existencia. Puede que todo cambie el día en que desde el Balcón de la Gloria de San Pedro salude un pontífice que nunca lo hubiera sido sin el descubrimiento de Edwards.

Contador nuestro que vas al infierno

Cuatro ciclistas españoles acusados de dopaje en unos días. La fibra de carbono se ha convertido en un pesado plomo que lastra el deporte a la ciénaga más turbia. Marga Fullana es la única pecadora confesa que lanza un esputo sobre su gran carrera.

De todos ellos, Contador es quien más dolor ha esparcido entre el aficionado: son días azarosos para ese que nos devolvió el dorado deseo del triunfo en julio. Las tertulias se llenan de entendidos en el tema, de expertos y pastores del deporte limpio.


Me acuerdo de Jarmila Kratochvilova y de Marita Koch. Invencibles de ayer que hoy, seguramente, estarían en la cárcel. Recuerdo aquellas deportistas de la RDA embarazadas meses antes de una competición y obligadas a abortar cuando ésta había pasado.

Me acuerdo de Pantani que subía como los ángeles y, de repente, se convirtió también en un contrarrelojista. Pantani y Chava seguirán escalando los Tourmalets del cielo porque para ellos todo fue cuesta arriba en la tierra e hicieron de la pendiente su manera para que todos disfrutáramos. Ahora, los ángeles aplaudiran sus gestas.


El tramposo no va siempre por delante de la ley. Es la investigación la que avanza y emplea a los deportistas como cobayas. El deportista limpio de ayer hoy podría ser un sucio tramposo. Algún invencible de hoy sería un estafador con las reglas de mañana. Pocos, como Marga, se la juegan de manera voluntaria.


Ben Jonson resultó más torpe que Carl Lewis y fue linchado. Los ilusos piensan que sólo con un buen entrenamiento y una físico portentoso Lewis pudiera lograr todo lo que hizo.

Indurain se retiró muy pronto, en plena madurez, cuando aún anhelábamos ver la segunda edición de la contrarreloj de Luxemburgo. Su “adiós” coincidió con el de Martín Fiz. Los éxitos de ambos llegaron simultáneamente. Compartían médico

La gacela, Florence Griffith, nos enamoró en Los Angeles. Muchos de los que la endiosaban, hoy la arañarían con sus propias uñas por tramposa.

¿Y qué pasó con la escuadra del Inter de Helenio Herrera? ¿Y con la Fiorentina de los años 80.?Varios de aquellos jugadores han muerto en extrañas circunstancias y otros están gravemente enfermos. Y, y, y...

Las excusas que han dado muchos de esos llamados “tramposos” componen un inventario de curiosidades: Cuando pillaron a Rumsas lleno de sustancias dopantes, dijo que eran para su suegra. Vandenbrouke que las llevaba para el perro. Ullrich lo achacó a un beso en una discoteca, el mediofondista alemán, Bauman, a la pasta dentífrica. Otros que nos son más cercanos, a una noche loca de sexo oral.

La cantidad encontrada en la sangre de Contador es mínima. No altera su rendimiento. Pero los organismos internacionales buscan castigos ejemplificadores. Y alguien ha apuntado a Contador como ejemplo de su firmeza aunque la traza de clembuterol, sea tan pequeña que hasta pueda deberse a la ingesta de una carne. ¡Mecagüen la ternera! Y encima es vasca. Yo que siempre creí que comer carne con label era un seguro de ingesta sana.

Iñaki Díez


Iñaki Díez es el corresponsal de Radio Nacional en Italia, un país que conoce perfectamente y que analiza con gran habilidad.
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