2 posts de noviembre 2009

Los asentamientos judíos o el cuento de nunca acabar.

Gilo, el asentamiento judío donde el gobierno israelí ha autorizado la construcción de 900 nuevas viviendas, está cerca de mi casa. Se le llama asentamiento pero en realidad es una ciudad construida en territorios ocupados por Israel en la guerra de 1967. Se entra por una gran calle que tiene cuatro carriles, dos para cada sentido. Hay transporte público, escuelas, supermercados, restaurantes y centros comerciales. Allí viven 50.000 colonos judíos y no es la colonia más grande. Maale Adummin tiene unos 65.000 y otros, como Ariel, pasan de 25.000 y tienen polígonos industriales en los que hay establecidas algunas grandes multinacionales.


Conocer los asentamientos es necesario porque el término español no refleja la realidad de la situación. Cuando lo empleamos en castellano, nos viene a la cabeza una población más o menos pequeña habitada por unas decenas o centenares de colonos. De esos también hay, pero no son los más problemáticos en el conflicto entre israelíes y palestinos. Los que realmente constituyen un obstáculo para la paz son los grandes asentamientos como Gilo, Maale Adummin, Ariel o Har Homa construidos más por razones políticas, que habitacionales. Por ejemplo, el de Ariel domina el acuífero central de Cisjordania; Maale Adummin, Pisgat Zeev o Har Homa forman un cinturón alrededor de los barrios palestinos de Jerusalén Este que altera el equilibrio demográfico de la ciudad y aísla los barrios musulmanes ocupados del resto de Cisjordania, lo que algún día podría ser el futuro Estado Palestino. UN propósito al que también ayuda el muro de separación que Israel construye unilateralmente, ignorando las fronteras reconocidas por las Naciones Unidas, las anteriores a la guerra de 1967.


Tanto el muro como los asentamientos son ilegales según el Derecho Internacional. La mayoría de los expertos coinciden en que las colonias judías son contrarias, principalmente, al artículo 49 del Cuarto Convenio de la Convención de Ginebra, sobre las “deportaciones, traslados y evacuaciones” y en mi opinión, también al 47 sobre la “intangibilidad de derechos de las personas” , en este caso, las que viven en los territorios ocupados. Además, la mayoría de la comunidad internacional considera que violan varias resoluciones del Consejo y la Asamblea General de las Naciones Unidas.


La legislación interna israelí distingue entre asentamientos legales e ilegales pero para el derecho internacional, todos son ilegales. De ahí la polémica levantada en la Unión Europea porque los productos de las colonias, fabricados en los territorios ocupados y no en Israel, se están beneficiando de los acuerdos preferenciales del estado hebreo con la Unión aunque son contrarios al Derecho Internacional. Quienes se establecen en allí –particulares y empresas – se benefician, por ejemplo, de que los precios del suelo son más baratos.


Los asentamientos son uno de los obstáculos fundamentales para el proceso de paz, estancado desde la llegada de Benjamin Netanyahu al poder. Más de 450.000 colonos judíos viven en los territorios ocupados – Jerusalén Este, Cisjordania y los altos del Golán –. Los palestinos, las Naciones Unidas y la mayoría de la comunidad internacional piden que Israel congele su crecimiento y el gobierno de Ramala lo exige para volver a sentarse en la mesa de negociaciones.


En un principio, el presidente Obama apoyaba esa postura hasta que su secretaria de estado, Hillary Clinton, abofeteó al jefe de gobierno palestino, Mahmoud Abbas, al exigirle que negociara sin precondiciones. Días después, Abbas anunciaba que no se presentaría a la reelección y la diplomacia palestina, ante el estancamiento de las negociaciones, ponía en marcha una iniciativa para recabar apoyos entre la comunidad internacional y llevar ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la posibilidad de proclamar el Estado Palestino. Netanyahu lo tachó de inaceptable y puso sobre la mesa – en una sutil estrategia negociadora que se conoce como “no quieres caldo, pues tomo dos tazas” – 900 nuevas viviendas en el asentamiento de Gilo.


La UE se mostró consternada por la ampliación y Estados Unidos dijo que en un momento en el que se estaba tratando de reactivar las negociaciones, este no era el mejor gesto. Pero, ninguno ha hecho nada.


Básicamente esa es la historia de los asentamientos. La que explica porqué en más de 40 años las colonias judías en los territorios palestinos han alcanzado una población de casi 500.000 personas. Un episodio más en la historia de la ocupación israelí, la más larga del siglo XX y continúa en el XXI.

¿Terroristas Judíos?

Jaakov Tytell es un colono judío que aparece con cara de pocos amigos en la foto que ha distribuido la policía israelí. Su mirada parece la de alguien profundamente convencido de lo que hace. Las fuerzas de seguridad israelíes le han detenido, entre otras "proezas", por el asesinato de dos palestinos –un taxista y un pastor – y por mandar una bomba a la casa de un judío mesiánico, que causó graves heridas a un chico de 13 años, y otra a la casa de un conocido profesor universitario israelí.

El caso no está cerrado. Ahora, la policía investiga si además estuvo implicado en otro tipo de ataques similares que aún están por resolver.

Según los medios de comunicación locales, Tytell es un extremista de la derecha judía religiosa nacido en Estados Unidos. Uno de esos tipos convencidos de que Israel no puede renunciar a un sólo milímetro cuadrado de Eretz Israel, la tierra que Yahvé prometió al pueblo elegido, que incluye el territorio palestino. Para estos radicales, las fronteras internacionales no tienen sentido y ellos deben luchar por esas tierras.

-Es metódico y calculador – aseguraba un experto en la radio israelí – por eso nos ha costado 12 años detenerlo.

Tytell está casado y tiene cuatro hijos. En su casa, se han encontrado fusiles de asalto, pistolas y material explosivo. Según el ministerio del Interior, ya ha confesado ser el autor de varios atentados. Una nota que se encontró en uno de ellos, decía que buscaba venganza contra los palestinos por los atentados suicidas cometidos por Hamas.

La mayoría de la prensa israelí le califica de presunto terrorista que actuaba de forma aislada. Otros medios de comunicación advierten del problema que puede suponer que cunda su ejemplo entre una comunidad tan radical, como son los colonos judíos. 450.000 personas que viven en multitud de asentamientos po toda Cisjordania, considerados ilegales por el Derecho Internacional. Se trata de poblaciones que, en muchos casos, son auténticas ciudades con decenas de miles de habitantes.

-No hay que menospreciar a estos salvajes –me dice Yohav, el camarero de la cafetería donde suelo tomar café al ir al trabajo– Ya mataron a Rabin y mira el de la Mezquita de Hebrón... Se cargó a cincuenta, ¿no?

-Cincuenta y seis –preciso – y también era americano

-Sí, de Brooklyn

Yohav es un joven camarero nacido en Haifa, en la costa, al norte del país. Es delgado, cuida su aspecto y no le gusta el ambiente religioso y estricto de Jerusalén. Durante muchos años vivió en Tel-Aviv, hasta que su novia consiguió un buen trabajo en esta ciudad disputada y se mudaron. Es laico -yo diría que de izquierdas- y no le gustan ni los colonos, ni los religiosos. Forma parte de los israelíes partidarios de la solución de los dos estados para los que los asentamientos son un obstáculo para la paz.

-Tytell es un terrorista y ya tenemos bastante con los terroristas de Hamas –continúa Yohav- el Estado debe demostrar que somos una democracia. Tiene que actuar con contundencia.

Hace malo. Mucho viento y lluvia racheada. Me abrocho la cazadora mientras termino mi café expreso y no puedo evitar preguntarle a Yohav antes de salir.

-Por cierto, si los tribunales le encuentran culpable de terrorismo, ¿destruirán su casa? –pregunto porque, desde mediados de la segunda intifada, el ejército israelí destruye las casas de los terroristas suicidas palestinos como forma de disuadir a otros que quieran seguir su ejemplo.

-Sabes que no estoy de acuerdo con eso –replica Yohav.

-Tienes razón –respondo mientras pago mi café y me arrepiento de haber hecho esa pregunta a uno de los muchos israelíes que no comulgan con los fanáticos.

Óscar Mijallo


¿Desde qué muro? Porque aquí hay muchos muros.
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