El otro Israel
Acabo de llegar de vacaciones y abro mi correo electrónico. Tengo un mensaje de Abraham, un judío argentino que se queja, en un tono educado, de que no trato con imparcialidad a Israel. Dice que sólo enseño lo malo y el conflicto con los árabes. Mantiene que su país tiene otras muchas cosas positivas.
-Es como si tuvieras un jardín muy bonito en el que ha cagado un perro y vos solo enseñás la mierda -me decía el portero, también argentino, del Restobar, un restaurante cercano a la residencia del primer ministro, Benjamin Netanyahu.
La verdad es que ese Israel, el que está aislado del conflicto, es difícil de ver. Por ejemplo, el portero de ese restaurante lleva un detector de metales para evitar que se cuele un suicida palestino y cause una masacre -como ya ocurrió hace años en ese mismo local y en otros tantos-. En los supermercados y centros comerciales hay que atravesar un arco de detección y vaciarse los bolsillos por la misma razón.
La obsesión por la seguridad convierte a Israel en un país marcado por el miedo y le hace reaccionar de forma tremendamente agresiva ante cualquier atisbo de amenaza. En ocasiones esa reacción es tremendamente desproporcionada. El ultimo episodio fue la ofensiva sobre la Franja de Gaza. Murieron unos 1.400 palestinos, la mayoría civiles, 10 militares israelíes y tres civiles hebreos.
Es un conflicto presente en la vida cotidiana.
En Jerusalén, es frecuente ver a civiles armados por la calle como en el lejano oeste -si bien es cierto que, casi siempre, son colonos radicales o ultraderechistas-.
Civiles judíos armados
La propaganda y la diplomacia israelíes tratan de convencer a la opinión pública y a los medios de comunicación internacionales de que existe ese "otro israel". El de los avances tecnológicos, el turismo y la fiesta de Tel Aviv. Ese país existe pero está tan inmerso y tan rodeado por el conflicto que ya es parte de él y no puede separarse. Esta es una nación que, desde su creación, ha librado una guerra cada diez años y que, debido a la ocupación de los territorios palestinos, está en constante conflicto.
Cuando una mujer israelí tiene un hijo varón, sabe que éste deberá ir al ejército durante tres años. Conozco a una israelí de origen uruguayo que tiene tres niños. Dos son chicas y el pequeño es un chico de 7 años. Está preocupada por las niñas, pues tendrán que ir al ejército, aunque sabe que sólo si ellas quieren, ingresarán en una unidad de combate. El caso del chico es diferente. Casi con toda seguridad tendrá que servir en un destino peligroso o en un frente de guerra.
Segunda guerra del libano, 2006
-No sé como lo voy ha hacer, pero él no combatirá -me decía mientras encendía un cigarrillo-. Lo mandaré fuera, porque tenemos doble nacionalidad. Yo tengo pasaporte estadounidense y allí no tienen que hacer el servicio militar.
Feretro de un soldado israelí
No hace mucho, la modelo israelí Bar Rafaeli -ex de Leonardo Di Caprio- pasó de ser un icono nacional, a repudiada oficial por la opinión pública israelí. La razón: se las ingenió para librase de hacer "la mili". Se inventó un matrimonio con un hombre mayor que ella que luego se descubrió falso. Su belleza no ha podido con la ignominia de no querer servir a la patria. En su caso no fue por miedo a la guerra sino más bien porque no quería hacer una pausa de dos años que hubiera perjudicado seriamente su carrera.
Otro ejemplo más de que el conflicto marca, casi a cada paso, la vida de los israelíes tanto como la de los palestinos.