Un pastel sin receta
Eso es Londres, un pastel sin receta. La frase no es mía. Es el título del libro escrito por una española, Lala Isla, que lleva en el Reino Unido desde hace más de 30 años. Casada con un poeta galés y madre de un joven de 22 años, Lala se recrea en una especie de divertida autobiografía en la que trata de entender y explicar, desde su punto de vista de española, muchos de los mitos, leyendas y costumbres de esta ciudad más allá del Picadilly Circus o el Trafalgar Square de los turistas.
Hablo de ella y su libro por dos razones. La primera porque me siento en deuda. Su lectura me acompañó en mis primeros viajes en el piso superior del nº 7, que es el bus que me lleva desde mi casa, en North Kensington, hasta la esquina de Berners Street, donde está la corresponsalía. Y la segunda porque creo que es la mejor recomendación que puedo hacer desde este London Connection que da sus primeros pasos. Es la respuesta a algunos de los blogueros que han tenido la paciencia de leer mi primer comentario y en quienes encuentro, como no podía ser de otra forma, una curiosidad común: Londres.
¿Qué tiene esta ciudad que la hace tan especial?¿Por qué es atractiva a pesar de los fríos y grises inviernos? ¿Por qué son así los ingleses? ¿Por qué en vez de comer repostan?
Preguntas absurdas algunas y obsesivas otras cuyas respuestas uno puede encontrar en ese “pastel sin receta" de Lala que a mí me sirvió para ir entendiendo esta ciudad-país a los pocos días de llegar de Rabat.
En cualquier caso, esta ciudad y sus gentes siguen siendo un enigma para mí. Para qué engañarles. Sean comprensivos y entiendan que, al menos de momento, cualquier explicación que les dé será la de un recién llegado. Eso sí, tomo nota de todo. Desde lo que dicen los más veteranos en la plaza hasta lo que me comentan mis hijos, observadores imparciales de una realidad para ellos nueva. Por ejemplo, el más pequeño me preguntó hace unos días cómo es que en Marruecos éramos ricos y ahora en Londres casi somos pobres.
Sigo buscando una buena respuesta. Como a lo de la cinta adhesiva en las orejas del príncipe Carlos.