Londres compra tiempo
Acostumbrados como nos tienen a que las negociaciones sobre el Brexit parezcan el Grand National, el acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido sobre el periodo transitorio tienen un sospechoso aire a componenda de urgencia. A apretón de manos para la foto.
La puesta en escena de Michel Barnier, el jefe negociador europeo y el ministro británico David Davis, con las banderas de la UE y el Reino Unido de fondo, habla de sintonía entre las partes. De interés mutuo por solventar el engorroso asunto de la salida british del club comunitario. Es cierto que lo acordado es importante: situar a cada una de las partes en su sitio y definir sus obligaciones durante el periodo que va desde la declaración de salida hasta la puesta en práctica de la misma. Pero todo el mundo sabe que será en ese momento, a partir del 1 de enero de 2021, cuando comenzarán los verdaderos problemas, si antes no se ha hecho nada por remediarlos.
De momento todos ganan. Es lo que dicen unos y otros. Bruselas ha impuesto duras condiciones y Londres las ha aceptado. Paga la factura, asume los derechos de los ciudadanos y el veto español sobre Gibraltar. A cambio gana tiempo para seguir bajo el paraguas comunitario. Menudo apaño, dirá alguno.
Así que uno mira a su alrededor para entender qué pasa y acaba sospechando que la causa de que Londres acepte ahora lo que en febrero parecía imposible tiene de fondo un tercero: Vladimir Putin.
Son muchos los que piensan que el Kremlin inició la "crisis de los espías" con el Reino Unido dos semanas antes de las elecciones presidenciales porque tenía un objetivo claro: mostrar la debilidad de la premier británica. Evidenciar la soledad de Londres y de Theresa May, la líder que con más contundencia se ha enfrentado a Moscú. El presidente ruso siempre ha sido consciente de que, iniciada la salida del Reino Unido de la Unión Europea, difícilmente el resto de países iba a respaldar a May más allá de la habitual retórica de condena. Como así ha sido.
Nadie espera medidas de embargo o sanciones económicas a nivel comunitario. Salvo que la “crisis de los espías” alcance dimensiones que nadie desea. Así que Putin, en su cálculo, ha acabado haciendo lo que mejor sabe hacer: perseguir a sus enemigos de manera implacable, (hasta el banco de un parque si hace falta) y, de paso, intentar provocar la división en la Unión Europea. Mostrar también la debilidad comunitaria.
Parece que el plan le ha salido mal y que el resultado ha sido justo el contrario. Incluso May ha ganado en popularidad según las últimas encuestas. Esta desgarbada señora puede parecer débil, incluso que su política esté llena de defectos, pero caer en las trampas del Kremlin no es uno de ellos.
En esta ocasión el lobo se ha encontrado con el rebaño perfectamente a cubierto. Ninguna oveja se ha separado del grupo. Y Londres, mientras no tenga nada mejor, ha comprado tiempo para seguir a refugio en él. Sabe que fuera siguen acechando.