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A toro pasado

A toro pasado voy a contar una anécdota vivida hace una semana. El fin de semana pasado, el sábado 28 de mayo, fui al fútbol. A ver una final en Wembley. En el viaje de ida, con el metro repleto de aficionados de los dos equipos, pero, así, a ojo, más del Manchester United que del Barcelona, pedía yo desde mi desapasionamiento futbolero -pero acompañada de dos culés con camiseta y bufanda- que el partido fuera limpio, sin expulsiones (sobre todo del Man Utd) y sin penalties (sobre todo contra el Man Utd). Y, por encima de todo, que ganara quien ganara lo hiciera claramente, que nadie pudiera discutir lo justo del resultado. Más que nada lo pedía yo por tener  la fiesta del viaje de vuelta en paz, sin altercados.

Para cuando  nos tocó volver en metro ya no se veían camisetas, ni bufandas del Manchester United en el estadio de Wembley, ni en sus aledaños, pero en mi vagón del metro, de bote en bote, había dos rezagados junto a quienes tuvimos que apretujarnos. Yo y los dos parientes que me acompañaban.  "Vaya, también es mala suerte que para dos rezagados que quedan me toquen a mí" pensé yo, que en esto de ir a estadios de fútbol estoy un poco verde. Y aquí empezaron las sorpresas agradables.

Eran dos hombres de mediana edad, cuarentones o cincuentones, y desde el primer momento entablaron conversación amable y con sentido de humor. Pidieron un "souvenir" del Barça y mi hermano les regaló uno de los banderines que había en los asientos del estadio. Uno de ellos, lata de cerveza en mano -y era evidente que no era la primera, ni la tercera del día- empezó a decir cosas del tipo que era una bendición haber visto jugar al Barcelona (con la derrota 3-1 en caliente) y, muy especialmente, a Messi. Que era Dios, que era mejor que Maradona y que Pelé. Y que le dejaría esa bandera del Barça en herencia a sus nietos como testigo de que había visto jugar a ese equipo... Ya he dicho que esa cerveza no era la primera del día. Por nuestra parte tuvimos que hacer la concesión de que Georgie Best fue casi tan bueno como Messi. Y, claro, callar lo que sabíamos de la cara oscura de su luna.

Del rato detenidos en la estación de Wembley Park a la de Baker Street fueron veinte o treinta minutos en que nos estuvieron deleitando con una amplia muestra de su repetorio de canciones, la mayoría con tanto ingenio poético y talento musical como groserías (sobre todo, machistas). Al final nos despedimos con besos y abrazos.

En unos asientos, alejados de la conversación, había un grupo de jóvenes aficionados del Barça desconcertados, si no molestos, porque no entendían que si su equipo era el que había ganado fuesen los ingleses quienes monopolizaran los cantos en ese vagón. Mi otro pariente, un primo, les decía algo así como "dejadlo, no cantéis. Nosotros tenemos mejor equipo, pero a cantar no hay manera de que les podamos ganar".

Cuento esta anécdota porque me dio por reflexionar y por pensar que tal vez, si en lugar de coincidir unas personas ya maduras y que hablábamos inglés y por encima de todo queríamos tener la fiesta en paz, se hubiesen juntado aficionados de otro perfil y con dificultades para comunicarse entre ellos, tal vez, ese viaje de vuelta en un vagón de metro abarrotado habría sido una experiencia desagradable en lugar de lo que para nosotros fue un rato de lo más ameno y divertido.

En los casi dos años que llevo en Londres he percibido que el Manchester United es uno de los equipos más detestados en Inglaterra. Es muy probable, pero  en ese trayecto en metro se ganaron un par, o tres, de simpatías.

Y tal vez todo fuera una anécdota intrascendente. Sin más.

PD A los habituales de este blog a quienes, como diría el gran Pepe Isbert, debo una explicación, se la voy a dar. O casi. Mi ausencia se ha debido a una serie de elementos que se han vuelta en contra. Y uno de ellos es que una vez más se cumple eso de que quien mucho abarca poco aprieta, y me he encontrado con que no podía seguir contribuyendo a este blog con la dedicación que quienes lo visitan se merecen.      

Miguel Ángel Idígoras


El título de este blog “London.es” no es más que una declaración de intenciones. La realidad de esta ciudad británica –que para muchos es la menos británica de las ciudades británicas- y de un país pero desde la perspectiva de un español.
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