En este país no es frecuente que los medios de comunicación hablen de España. Mucho menos que, como ha sucedido hoy, un periódico como el New York Times le dedique su editorial.
En este país, cuando un medio de comunicación habla de España suele hacer un retrato con el que no necesariamente nos identificamos: Se come muy bien (cada vez mejor), se vive muy bien, trabajamos poco y tenemos muchas vacaciones. Nuestro crecimiento económico ha sido demasiado rápido y se ha cobrado a veces un precio muy alto (la construcción descontrolada, por ejemplo, ha arruinado nuestras costas y quizás nuestro modelo económico). Nos hemos incorporado con éxito a la democracia pero nuestro sistema, a veces, todavía cojea y tenemos cierta tendencia a la barbarie, la barbaridad y el barbarismo (especialmente en nuestras fiestas populares).
El editorial de New York Times va un poco de todo esto pero especialmente de lo último:
Una injusticia en España
El magistrado más conocido de España, Baltasar Garzón, está siendo perseguido en un caso manejado políticamente y que no debería haberle llevado nunca ante los tribunales.
Está acusado de ignorar la ley de amnistía de 1977 cuando decidió investigar la desaparición de más de 100.000 personas durante la guerra civil española de los años 30 y la decada de represión franquista que le siguió. La acusación fue realizada por dos grupos de ultra-derecha que temían una investigación abierta sobre la época de Franco. Desgraciadamente, un compañero de Garzón comparte la acusación y esta semana le ha imputado.
Como consecuencia, será suspendido de sus funciones hasta el juicio. Si lo condenan, podría ser apartado hasta durante 20 años y terminar, de hecho, con una carrera dedicada a perseguir a terroristas y dictadores por sus crímenes. Esto agradaría a sus enemigos pero sería una parodia de la justicia.
Los delitos reales en este caso son las desapariciones, no la investigación de Garzón. Si, como parece, hubo crímenes contra la humanidad según las leyes internacionales, la amnistía española de 1977 no puede absolverlos legalmente. Los presuntos culpables están todos muertos y el señor Garzón dejó hace tiempo esa investigación en manos de la jurisdicción competente, tribunales locales en las zonas donde las víctimas fueron enterradas.
Garzón es un arriesgado y controvertido magistrado que ha hecho muchos enemigos durante años. Ha instruido casos contra los terroristas vascos y Al Qaeda, poderosos políticos españoles, dictadores latinoamericanos y capos de la mafia rusa.
Le atraían casos de alto perfil como su intento de juzgar al ex dictador chileno Augusto Pinochet y muchas veces abarcaba demasiado. Pero su principal objetivo ha sido siempre acabar con la impunidad de los poderosos y extender el ámbito de las leyes internacionales sobre los derechos humanos.
Garzón debería seguir haciendo este trabajo lo antes posible. España necesita una explicación honesta de su turbulento pasado, no perseguir a los que tienen el valor de denunciarlo.
http://www.nytimes.com/2010/04/09/opinion/09fri2.html?scp=2&sq=spain%20&st=cse