El botón de reinicio
martes 18.mar.2014 por Dori Toribio 8 Comentarios
La crisis de Ucrania es también un asunto doméstico en Washington. Como suele suceder con tantos capítulos de la política exterior de la Casa Blanca, las tensiones con Rusia están siendo interpretadas en clave nacional y aprovechadas para lanzar ataques políticos contra el presidente Barack Obama. Vienen de voces conservadoras, de momento, en el Congreso y los medios. Reprochan a Obama su debilidad internacional, su falta de liderazgo firme ante Rusia y su tibia respuesta a un antagonista histórico. Ya lo apuntaron respecto a su gestión de las crisis en Libia, Irán y Siria. Pero el volumen de estas voces aumenta ahora, en este espinoso duelo frente a Rusia, que despierta viejos fantasmas y que es ya uno de los grandes retos exteriores que enfrenta esta administración.
La llamada “doctrina Obama”, cuya efectividad sólo la historia será capaz de valorar, es cuestionada por muchos dentro y fuera de este país. Lo que el presidente de Estados Unidos ha definido en más de una ocasión como su determinación a regresar a la mesa de la diplomacia multilateral, lejos del unilateralismo de anteriores gobiernos. “Ya no somos el policía del mundo”, le gusta repetir a Obama. Su estrategia de cautela, prudencia, consenso internacional y liderazgo desde la segunda fila es difícil de encajar para propios y ajenos.
“La respuesta de Barack Obama no podría haber sido más débil”, aseguraba el senador y ex candidato presidencial republicano, John McCain, después de que la Casa Blanca anunciara esta semana sanciones contra once altos funcionarios rusos y ucranianos tras el referéndum en Crimea. “Obama hace que América se vea débil”, escribía antes en un artículo de opinión publicado por el diario New York Times, exigiendo mayor contundencia contra el presidente Putin. “El precio de un liderazgo fallido”, añade hoy el ex candidato republicano, Mitt Romney, en el Wall Street Journal, donde aprovecha para cargar contra la política exterior de Obama y la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton. Algo que otros republicanos están haciendo también, para no dejar pasar la oportunidad de apuntar contra la gran favorita hacia las presidenciales de 2016.
Insisten estos días en recordar aquel momento en el que la administración Obama anunció un nuevo inicio en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. La entonces secretaria de Estado fue la primera en escenificarlo. En 2009, Clinton recibió al ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, con un regalo. Una pequeña caja verde envuelta con un lazo, que contenía el mítico “botón rojo”. Al que Washington le había querido cambiar el significado y convertirlo en un “botón de reinicio”. “Me gustaría entregarle este pequeño regalo que representa lo que el presidente Obama, el vicepresidente Biden y yo hemos estado diciendo. Queremos reiniciar nuestra relación y lo vamos a hacer juntos”, explicó Clinton. “Hemos trabajado duro para encontrar la palabra rusa correcta. ¿Es esta?”, preguntó la secretaria de Estado riendo. Lavrov contestó que no. Se habían confundido en la traducción. El pretendido botón de reinicio, cuya palabra en ruso es “perezagruzka”, decía en su lugar “peregruzka”, que significa “sobrecarga”.
Aquel mal traducido botón de inicio, al igual que la pisoteada línea roja que Obama trazó ante el gobierno sirio contra el uso de armas químicas, se ha convertido en símbolo fácil de la debilidad exterior del presidente de Estados Unidos en el discurso de la oposición. Pero pese a que dicen saber lo que la Casa Blanca no debería estar haciendo, nadie parece tener una propuesta alternativa y sensata para la gestión diplomática, política y militar de esta crisis.