12 posts de septiembre 2011

Susana Baca: "Los indignados tienen toda la razón"

Susana Baca (Foto: Jose Ángel González)

Susana Baca (Foto: Jose Ángel González)

Susana Baca (Foto: Jose Ángel González)
Susana Baca (Lima, 1944) actuó hace unas horas en San Francisco. Fue una deuda pendiente: el concierto había sido postergado hace dos meses, días después de que la cantante aceptase la cartera de Cultura en el Gobierno del presidente de Perú, Ollanta Humala.

El teatro Herbst estaba casi repleto y la cantante, musicóloga, maestra y, ahora, ministra, no defraudó. Hice las fotos que encabezan esta entrada durante el concierto.

Tras la actuación, entrevisté a la autora de Eco de sombras (2000), Afrodiaspora (2011) y otra decena más de discos de recuperación del legado afroamericano.

La conversación fue corta, pero la ministra no eludió pronunciarse cercana a la revuelta global de los indignados, que "tienen toda la razón" en descreer de la clase política, dijo, porque "los políticos sólo han pensado en ellos con mucho egoísmo" y "han roto los sueños de la gente".

También aseguró que se conforma con el raquítico presupuesto anual asignado a su ministerio (esta semana se había presentado en Lima como "la ministra mendiga"), unos 25 millones de euros, una cantidad que reconoce corta, pero con la que intentará sacar adelante sus primeras propuestas legislativas, la Ley de Cultura y el reglamento de la Ley del Artista, normativas que intentarán poner orden, por primera vez, en la regulación de la creación peruana.

 

"Los EE UU son una cárcel de oro"

José Rosales

José Rosales
Nacido en México D.F.
Comisario de la Galería icTus y cocinero, 24 años

Vino a dar el callo, a ser, como él dice, "parte de la masa trabajadora" de los EE UU, "una cárcel de oro" donde hay dinero pero es necesario sudar mucho y a todas horas para alcanzarlo. "Aquí no existe el piel con piel. Todo es puro trabajo".

Entró en el país hace seis años. Por la frontera y con su pasaporte mexicano. Se quedó como ilegal para buscarse la vida. Estuvo en Fresno (Nevada) y San José (California), trabajando con nombre falso para que la Migra no siguiera su rastro.

Lo detuvo la Policía porque lo pillaron conduciendo sin licencia, "como tantos otros". No lo trataron demasiado bien, pero tampoco lo deportaron. "Comprobaron que no tenía criminal record, que no era un terrorista, y me pusieron una multa".

Ahora tiene permiso de residencia. Esta casado con una coreana-estadounidense y entre los dos llevan la galería icTus, en el número 1769 de la calle 15, entre Valencia y Guerrero, en el barrio de la Misión de San Francisco.

José se encarga de coordinar la programación musical del local, que ahora está de reformas para preparar la nueva exposición, Inmaterial, una instalación de Mary Conrad.

"Esto es mi necesidad. Sin la música no sé vivir", afirma tajante. En México tocaba la guitarra en un grupo punk ("era un rebelde, puro relajo"), pero se embriagó del son jarocho del estado de Veracruz y de las infinitas noche de fandango, con danza zapateada y poesía cantada hasta que sale el sol. "Me enamoré. Me conquistó la convivencia comunitaria de los fandangos: no dejar de tocar en toda la noche. Estás cantando, tocando, tomando... Me encanta ese ritual".

 En la programación musical de icTus, José intenta no caer en ningún extremismo. En la galería actuan músicos jóvenes, sobre todo latinos, que tocan bossa, hip-hop, flamenco y, sobre todo, que fusionan géneros. Para las próximas semanas están anunciados el brasileño Joseh Garcia y el cantautor Alejandro Chávez. El calendario completo puede consultarse en el grupo de Facebook de la galería.

icTus no da para vivir, es un "proyecto a largo plazo" que quiere encontrar apoyo de las autoridades municipales. "Es posible que nos den un grant [subvención] de la ciudad, porque trabajamos con la comunidad y organizamos clases y talleres gratuitos a niños del barrio con los artistas que programamos, pero se necesita veteranía y trayectoria".

Mientras tanto, José se gana la vida trabajando como cocinero, paga 1.400 dólares de alquiler por el apartamento de una habitación donde vive y su idea de los EE UU ha cambiado. "Cuando vivía en México odiaba este país. Lo veía como un lugar para ir de vacaciones y prefería conocer México mejor antes que venirme aquí".

Siente que su destino está dentro de esta "cárcel de oro" donde los horarios son de 24 horas. "Mi plan cuando entré era llegar, trabajar y regresar, pero ahora no regreso. Este país no tiene cultura y somos los que venimos quienes la hacemos".

 

La mayor colección de música norteña del mundo es de este hombre

Chris Strachwitz

Chris Strachwitz empezó a coleccionar discos a finales de los años cincuenta. Tenía poco más de veinte años -nació en 1931 en  Gross Reichenau, en la Baja Silesia, un pueblo que entonces era alemán y ahora pertenece a Polonia- y desde 1947 vivía en los Estados Unidos.

En los salones de cine descubrió el embriagador sonido del jazz e investigando los vientres en los que esta música había sido concebida, se enteró de que el vasto territorio del país tenía ritmos tan diversos como los paisajes y las etnias. 

Blues, country, hillbilly, cajun, gospel, tex-mex, working songs...  Strachwitz estaba sediento del sonido vernáculo de la tierra.

Frecuentó durante años (aún lo sigue haciendo, a los 80) ventas de garaje, almacenes en liquidación, emisoras de radio en bancarrota, colecciones privadas despreciadas por los herederos de un muerto... Se citó en vacíos aparcamientos con turbios ejecutivos de casas discográficas que llevaban en el maletero del Cadillac todos los viejos discos de 78 revoluciones por minuto del archivo de la empresa, viajó a lejanas subastas en el interior de Texas, buceó entre los restos de casas destruidas por tornados...

- Todo lo hice para deducir dinero de mis declaraciones de impuestos, explica Strachwitz con una carcajada en su despacho-babel de El Cerrito, un pueblo del este de la bahía de San Francisco en el que se asienta la casa discográfica Arhoolie Records, fundada en 1960, uno de los sellos independientes más prestigiosos en la conservación de la música rural.

De los cientos de miles de discos de la colección personal del fundador de Arhoolie, hay unos 130.000 que constituyen un especial tesoro, una lección cantada de historia, tragedia, esperanza y sueños: The Frontera Collection (La colección de la frontera), que guarda la práctica totalidad de las grabaciones musicales de la fecunda música mexicano-estadounidense, también llamada música norteña, editadas entre 1905 y 1990.

Están trabajando en el proceso de catalogarlas y digitalizarlas. Empezaron en 2001 pero queda mucha labor por delante: hay miles de acetatos de 78 y 45 revoluciones por minuto, elepés y cintas de casete que todavía esperan para ser fichados.

La biblioteca sonora (sin ánimo de lucro) puede escucharse en parte en línea. Un archivero, Antonio Cuellar (que también es músico: toca en el grupo de ska latino La Plebe), se dedica a digitalizar las canciones, etiquetarlas por género, artista, discográfica y palabras clave, escanear los discos y, cuando existen, las cubiertas.

De gran parte de los artistas no hay ni una sola referencia. Se trata de aficionados o cantantes eventuales que cobraban diez dólares por grabar una canción para casas discográficas efímeras que pretendían colarse en el mercado de la música de baile norteña.

La riqueza tímbrica es pasmosa: han catalogado casi tres mil subgéneros.  Algunos permiten presentir sabores desconocidos: vals bajitos, tragedias rancheras, merequetengues, tokimbés, yaravis, tortilla music, chiviricos, orquidea porro…

La temática tampoco se queda corta: ejecuciones, trabajos esclavizantes, asesinatos por honor, adulterios, muertes accidentales, sed de amor, abusos, borracheras, mala fortuna, suicidios, tiroteos, lamentos…

Strachwitz, que muestra el almacén (prefiere llamarlo "hogar") de The Frontera Collection en el vídeo que acompaña esta entrada, tuvo el coraje de enfrentarse en los tribunales a los siempre avaros Rolling Stones, que en 1971 quisieron hacer pasar por suya, para evitarse el pago derechos, la canción You Gotta Move  del disco Sticky Fingers (1971).

Ante los jueces Strachwitz demostró que la pieza era de Mississippi Fred McDowell y del reverendo Gary Davis, dos pioneros del blues rural. Los Rolling Stones pactaron un arreglo extrajudicial a cambio de la retirada de la demanda, incluyeron a los compositores reales en todos los prensajes futuros del disco y pagaron las consiguientes regalías. Con el dinero el bluesman Mississippi Fred McDowell, que vivía casi en la indigencia, pudo edificar su primera casa en propiedad.

- Mick Jagger y Keith Richards nunca vinieron a verme. No tengo el placer. Me hubiera gustado invitarles a unas cervezas por el favor que nos hicieron, dice Strachwitz.

 

Óscar 'Bandido' Gómez: una muerte sin aclarar en las playas de California

Francisco Dominguez speaks to his audience. Photo Francisco Domínguez.

Óscar Bandido Gómez murió a los 21 años. Su cadáver apareció en una playa cerca del campus de la Universidad de California Santa Bárbara en noviembre de 1994.

La autopsia encontró señales de fuertes golpes en la cabeza y la Policía cerró el caso al considerar que se había despeñado por un risco.

La familia del joven, de ascendencia mexicana, no aceptó la versión -ni la accidental ni la de un posible suicidio- y expresó en público el convencimiento de que Óscar había sido asesinado.

¿Por qué? Porque era incómodo y peleón.

Desde los 17 años, Gómez colaboraba con la emisora de FM KDVS, una radio comunitaria y sin afanes comerciales montada por estudiantes en 1964 en la ciudad de Davis, dos horas al norte de San Francisco.

Desde su programa, La onda chicana, que se emitió dos centenares de veces, denunció la discrimación que sufrían los mexicanos en los EE UU; hizo campaña contra la proposición 187, que despojaba a los indocumentados de todo tipo de cobertura médica y social; apoyó al  Ejército Zapatista de Liberación Nacional; criticó la three strikes law, que limita las castigos de redención social, y proclamó la necesidad de que los inmigrantes recuperasen el espíritu combativo del movimiento chicano de los años sesenta y setenta.

No era un personaje complaciente y, suponen sus amigos y familiares, podía tener enemigos interesados en acallar su voz.

El realizador Pepe Urquijo, que fue amigo de Gómez, lleva seis años trabajando en Radio Bandido, un documental que pretende reconstruir la vida del activista muerto hace casi 17 años y, sobre todo, aclarar las circunstancias opacas de su muerte.

El cineasta ha recibido muy poca colaboración de la oficina del sheriff de Santa Bárbara. A pesar de que toda la documentación sobre el caso debería ser de libre acceso al público, Urquijo se ha encontrado con que trabajar con la unidad que investigó la muerte de Gómez es "muy muy difícil", según declaró este verano.

El otro gran escollo es el económico. Para completar la producción, en la que ha empleado mucho esfuerzo y dinero, intentó recaudar fondos con una campaña de crowdsourcing a través de Kickstarter.

Presentó el proyecto The Death of Radio Bandido: A Chicano Mystery (La muerte de Radio Bandido: un misterio chicano) con la pretensión de encontrar 22.000 dólares (unos 16.000 euros), pero las aportaciones sólo llegaron a poco más de 9.000 (6.600). Las condiciones de la empresa establecen que el dinero no puede ser cobrado si no se alcanza la pretensión inicial. En plata: cero dólares.

Urquijo sigue en la brecha. En el grupo de Facebook dedicado al documental hay casi 1.200 miembros. En la página web del cineasta también aparecen formas de ayudar.

El tráiler que inserto al final de la entrada ha sido cedido y realizado por Urquijo. Me he limitado a colocar subtítulos en español en los testimonios y locuciones hablados en inglés.

 

"En diez años los latinos van a decidir la política de los EE UU"

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Este hombre, uno de los dieciseis candidatos a la alcaldía de San Francisco, se llama John Avalos. Es uno de los dos políticos de origen latino que intentarán ganar las elecciones locales del próximo 8 de noviembre.

Avalos no figura entre los favoritos, pero quizá sea el candidato más alternativo en una ciudad donde ganan los demócratas desde 1964. Se le tilda de progresista y cuando, en abril, anunció que se presentaba, algunos de sus rivales precisaron que añadiría "distinción" a la contienda.

Tiene 47 años, es hijo de una oficinista y un estibador y sindicalista portuario y fue el primero de una familia de siete hermanos que consiguió un título universitario.

Nieto de mexicanos, quizá descendiente de españoles ("nunca lo he investigado"), está casado con la profesora de la enseñanza pública Karen Zapata, hija de peruanos. Tienen dos hijos (9 y 6 años) y ambos son alumnos de colegios públicos.

Desde hace dos años y medio Avalos está metido en política. Fue elegido en 2008 como representante del Distrito 11 en el Board of Supervisors de San Francisco, que ejerce el poder legislativo de la ciudad-condado. Como presidente del Comité de Economía y Presupuestos le tocó hacer frente al déficit local. A finales del año pasado sacó adelante una normativa que obliga a otorgar a vecinos de San Francisco la mitad de las horas de trabajo creadas por obras públicas.

De estilo llamativo (elegante, desenvuelto, amante de la bicicleta -que utiliza para ir a trabajar a diario-, amigo de desear feliz cumpleaños a Bob Dylan en un pleno, promotor de una iniciativa de condena al ataque de Israel contra la flotilla internacional contra el bloqueo de Gaza), Avalos no contará con el apoyo financiero de las grandes empresas de high-tech radicadas en la ciudad o el cercano Silicon Valley, a las que ha anunciado que no concederá ningún privilegio como alcalde, porque desea que la ciudad "deje de ser de las grandes corporaciones y vuelva a manos de los trabajadores y las familias".

Debido a este discurso, radical en un territorio que idolatra a los emporios del punto com, la campaña de Avalos es la más modesta. El candidato prefiere presentarse como el líder de un "movimiento" social que apuesta por las pequeñas empresas y la "economía local".

Durante la entrevista del siguiente vídeo, Avalos habla de la inevitable emergencia latina en los EE UU, cuyo umbral establece para dentro de una década; su idea de San Francisco como ciudad santuario para los inmigrantes y los valores de solidaridad que experimentó en sus visitas a España.

Calle Valencia, Nerd Street

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Estas fotos son la constatación de otra guerra perdida. La ganaron los especuladores inmobiliarios gracias a la colaboración de los hipsters, los nerds y los jóvenes emergentes del 2.0.

 El Distrito de la Misión de San Francisco, donde viven más de 50.000 personas, es el centro de la sociedad latina de la ciudad y uno de los barrios culturalmente más activos de los Estados Unidos. Aquí se consolidaron los movimientos raciales y sindicales chicanos, la música mexicano-americana, el punk en español, el muralismo...

Hasta que llegó Internet.

A finales de la década de los años noventa la burbuja punto com hizo que los yuppies que buscaban fortuna en el cercano Silicon Valley se trasladasen en masa a San Francico. A los nuevos emigrantes veinteañeros y treintañeros con dinero les gustó el barrio latino: abierto, vibrante y con un microclima propio que evita las nieblas que llegan del Pacífico.

¿Consecuencia? Derribo de locales y edificios para construir apartamentos de lujo, aumento exorbitado de los alquileres, cierre de comercios de toda la vida y apertura de locales clasistas para que los nuevos profesionales emergentes disfruten de su ocio y alto nivel de vida. Los yanquis llaman al proceso gentrificación, aburguesamiento meteórico, subida de precios y desplazamiento obligado de los habitantes originales.

La calle Valencia es una de las arterias vertebrales de la Misión. Los gringos pronuncian el nombre de una manera singular: algo así como Valencha. Hice todas las fotos de esta entrada en sus límites, en concreto entre los cruces con las calles 16 y 22.

Es el territorio de lo nerdo (de nerd, la tribu urbana de los gafapasta y la toxicomanía tecnológica).

Jobs-san-fran-chronicleok En Valencia Street si no tienes -y luces- un ordenador Mac no eres nadie. Mejor si es un Air de última generación.

El iPhone se da por supuesto en una ciudad donde el diario de mayor circulación difundió en  primera plana el retiro de Steve Jobs por motivos de salud con la misma amplitud tipográfica-catastrófica que merecería la declaración de la III Guerra mundial.

Mientras tanto, un apartamento de dos habitaciones, que antes del boom punto com podía costar 600 dólares al mes (unos 440 euros) no sale ahora por menos de 2.500 en el mejor de los casos.

Más de dos mil familias han tenido que mudarse a otras zonas o ciudades del área de la Bahía de San Francisco.

Los locales comerciales han triplicado el precio y la mitad de las tiendas tradicionales, casi todas negocios familiares, han sido sustituidas por boutiques, cafeterías, restaurantes, peluquerías y otros badulaques trendy.

Durante los primeros años de la gentrificación, el vecindario latino trató de combatir la perversión especulativa con acciones que fueron desde la protesta y la presión social hasta la acción directa.

Myep_lexus El colectivo Mission Yuppie Erradication Project (Proyecto de Erradicación de los Yuppies de la Misión) impulsó campañas de radicalismo extremo en 1998, divulgando los restaurantes preferidos por los nerdos e invitando a ejercer el vandalismo contra sus coches.

Al año siguiente, la Policía detuvo a uno de los portavoces de la organización con la acusación de que tenía en casa manuales para fabricar artefactos explosivos.

Aunque el movimiento anti gentrificación se mantiene vivo, la cruda realidad es que la Misión sigue siendo terreno de desarrollo de maniobras especulativas.

La zona industrial del noreste del barrio es el nuevo objetivo. Desde 1991 han cambiado de uso 160.000 metros cuadrados de construcciones, en origen dedicados a pequeñas industrias, talleres y negocios y ahora destinados a lofts de lujo.

Jello Biafra, el cantante y poeta del grupo punk Dead Kennedys, fundado y radicado en San Francisco, hizo que este año la polémica se avivase con la canción Monte Carlo Dot Com, donde, con su acidez habitual, reclamaba que las pandillas latinas de la Misión arremetiesen contra las "pirañas de la alta tecnología".

 

Volando con la palabra y la luna

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La ceremonia conmemora la plenitud de la luna. Como toda epifanía, es abierta. Como en toda fiesta, predomina la sonrisa. Como todo ritual, se ampara en lo imprevisible.

Digan lo que digan las diversas formas de calendario, cada noche de luna llena en San Francisco se celebra una Lunada. La última, a la que corresponden las fotos y el vídeo, fue el lunes pasado.

Llamarlo evento acaso sea injusto. Hay un horario, una ubicación (Galería de la Raza, en la calle 24 con Bryant, corazón de la Misión) y unos tickets de entrada que cuestan cinco dólares, es verdad, pero incluso este último condicionante puede ser anulado si usted se acerca llevando consigo alguna vianda para compartir con los demás. El lunes había nachos, un bizcocho, tomates, manzanas y garbanzos.

La Lunada se define, en inglés, como literary lounge & open mic, algo así como salón literario y micrófono abierto.

Quien tenga ganas de leer, recitar, cantar, improvisar o ejercer cualquiera de las formas de danza verbal sólo necesita apuntarse en una lista y atenerse a las simples reglas de la cortesía y las inevitables del reloj (cinco minutos como máximo por orador). A cambio: un micrófono del que cuelga una pluma de ave -amuleto para recordar que todos podemos vivir sobre el asfalto o la polvareda pero alguna vez tenemos derecho a alzarnos y volar- y un auditorio receptivo.

El encuentro lunar de poetas, chamanes, bardos y otros alambristas es bilingüe español-inglés y se celebra desde hace una década. La actual coordinadora, maestra de ceremonias y animadora es la poetisa, escritora, cantante y mujer incansable Sandra García Rivera, capaz de iluminar la noche pese a haber cruzado el día anterior la bahía con su vida a cuestas para mudarsse de San Francisco a Oakland.

En la Lunada del lunes, como en todas, a los espontáneos que se animaron a vérselas con el micrófono y su pluma voladora, se sumaron invitados especiales: el sanador Jorge Molina; el poeta Miguel Robles, que aparece en el vídeo leyendo parte de At 24th & Mission, una epopeya urbana de sueños rotos, y la cantante y compositora Diana Gameros, que canta Juárez, un tema dedicado a su ciudad natal, la fronteriza y violenta tierra de los llantos de niñas muertas y los atardeceres más bellos del mundo. La voz estremecedora con la que comienza el vídeo es de Lorenz Mazon Dumuk.

Los dos 11-S de Ana Tijoux

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Ana Tijoux cantó en San Francisco hace unas horas. Era una fecha delicada: el décimo aniversario del 11-S.

Desde la tarima del Regency Ballroom, la chilena emparentó dos 11-S, el de 2001 y el de 1973. En ambos hubo aviones: hace diez años contra las Torres Gemelas y hace 38 contra el Palacio de la Moneda de Santiago.

"Es tonto no darse cuenta de que los atentados y los golpes de Estado nos influyen. Es tonto pasar de la política, porque la política no pasa de nosotros. Cada acto es político", dijo Tijoux a los centenares de asistentes al concierto, el último de una gira por los EE UU que ha vuelto a situarla como una de las cantantes de rap en español más queridas por el país.

En el mismo speech tampoco dejó en el tintero la combativa compositora las protestas de meses de los estudiantes chilenos por una educación gratuita y de calidad. "Esos muchachos y muchachas son unos héroes y debemos reconocer que están luchando por todos nosotros, que nos representan a todos, vivamos donde vivamos".

Anamaría Merino Tijoux nació hace 34 años en Lille (Francia), país en el que se habían refugiado sus padres tras el golpe militar de Augusto Pinochet contra el gobierno democrático de Salvador Allende.

El año natal, 1977 (que lleva tatuado en la mano derecha), y la condición de exiliada, son claves en la carrera de Tijoux, que regresó a vivir a Chile en 1993.

Por la canción autobiografíca 1977, Tijoux arañó el cielo el año pasado: fue citada como una de las cantantes-compositoras con más futuro por Thom Yorke, líder de Radiohead, y consiguió una nominación para los premios Grammy.

Ana Tijoux, que en tres días regresa a Chile, me sopló que en su próximo disco colaborará Jorge Drexler y que se embarcará en su país en un concierto en apoyo de los mapuches.

Tras la actución de San Francisco, en un ruidoso camerino, hablé la compositora chilena sobre sus sensaciones en los EE UU -el país que financió e inspiró el golpe de Pinochet-, la honestidad y la rebeldía.

El museo está en el callejón

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Dos pequeños callejones de San Francisco, ambos en el distrito de la Misión, acaparan más arte que algunos museos. Como valor añadido, están al aire libre y en espacios públicos. Es decir: no te obligan a pasar por la tienda-boutique antes de regresar al mundo real de los bolsillos secos.

Suelen aparecer en las guías, pero no padecen la esclerosis de los spots para turistas. Hay obras nuevas con frecuencia. Un mural tapa al anterior y aquí no ha pasado nada. La pintura en las paredes ha de ser efímera o no ser.

Balmy es el callejón decano en acoger murales. Las pinturas empezaron en 1971 y actualmente hay unas setenta. Los murales son también los más clásicos en la tradición político-social de los mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.

En las paredes, puertas de garajes, medianeras y vallas de los patios de las casas unifamiliares del lugar conviven artistas (Frida Kahlo, Tina Modotti), mártires de la lucha por los derechos humanos (el arzobispo salvadoreño Óscar Romero, asesinado en 1980), elegías sobre la justicia social, referencias a culturas indígenas y proclamas políticas...

Los murales del callejón son administrados y mantenidos por una organización comunitaria. Hay un centro de interpretación que organiza visitas guiadas y proporciona información a los curiosos.

un cuarto de hora andando está Clarion Alley, que comunica las calles Mission y Valencia.

Aquí las obras son mucho más modernas y predominan el street art y el grafiti. Mantienen el tono de la demanda política, pero están más anclados en la actualidad, con referencias a la agresiva política migratoria de los EE UU, las revueltas de Argelia y Egipto o las críticas frontales al sistema capitalista.

Los murales del callejón -que, como Balmy, es una zona residencial de viviendas- están en manos de la organización artístico-comunitaria Clarion Alley Mural Project, que ahora coordinan los artistas Megan Wilson, Jet Martinez y CUBA.

Desde el comienzo de la iniciativa, en 1991, en Clarion se han pintado 150 murales, algunos hace solamente unas semanas.

Las fotos las hice ayer por la tarde, pero quizá todo haya cambiado mañana. En los callejones la sorpresa es siempre posible.

Sin dolores en Dolores

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Ni fiestas patronales, ni especial orgullo en materia sexual, ni victoria de la justicia social... Just a sunny day. Sólo un día de sol. ¿Hay algo que merezca mayor celebración?

Las fotos las hice el viernes pasado. ¿Lugar? El único posible en un día brillante: el parque Mission Dolores, o, como dicen los gringos, todavía ajenos a la fonética latina pese a la que les viene encima (somos aquí 48 millones según el último censo, 20 de ellos en este estado, California), Delores Park.

Dolores es un quita penas sin margen de error ni organización previa. Llega un DJ con generador, mesa y altavoces, se twittea la cita y en media hora la rave está montada.

Ojo: sin dogmas. Aquí nada es de obligado cumplimiento y el mini Woosdtock es, sobre todo, suave. A pocos metros de la pista sobre césped del dubstep hay gente transitando por la senda del equilibrio silencioso del chi kung, una nerd pavoneándose de MacBook, parejas en ropa de baño, familias de merienda, lectores solitarios, jugadores de tenis en las seis canchas públicas y gratuitas...

Con algo más de 50.000 metros cuadrados, Dolores no es de los parques más grandes de San Francisco, pero goza del microclima de privilegio del distrito de la Misión, protegido de la niebla del Pacífico por las colinas y, seguramente, por las bendiciones de la misión franciscana establecida,en 1776, por los primeros misioneros españoles.

En el parque es posible comprar sin mayores dramas y a las claras, marihuana de primera calidad, casi siempre derivada de las recetas para uso médico del cannabis, legalizado en California desde 1996,  aunque en 2010 fracasó un intentó de generalizar la despenalización.

Aunque no hay declaraciones oficiales al respecto, la Policía de San Francisco participa tácitamente de la consideración del Dolores como zona de libre consumo de weed (hierba, maría). No hay vigilancia especial. Prima el civismo y el dejar hacer.

Como me dijo una amiga en una tarde de relajada lentitud, "Dolores quita los dolores".

 

 

Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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