Hice la Polaroid el sábado pasado a eso del mediodía. Llevo encima la Polaroid Land (que compré de segunda mano por 20 dólares hace unos meses) para hacer fotos como ésta: de azul arrebatado y avivadas por la promesa de cielo.
El clima era excepcional -octubre es el mes más radiante en la caprichosa y temperamental climatología de San Francisco-. Era un día perfecto para ir a Fort Mason, el antiguo asentamiento militar situado al norte del pijísimo distrito de Marina, sobre la espectacular línea de costa de la bahía.
Gracias a la sana costumbre de reutilizar que cultivan los estadounidenses con perfección -y que en España nunca hemos practicado, acaso porque nos parece que lo usado es sinónimo de inservible y nos sentimos nuevos ricos cuando conjugamos el verbo estrenar-, ninguno de los 49 almacenes y galpones del viejo fortín, algunos de enorme dimensión (todo el complejo ocupa 490 hectáreas de terreno), fueron derribados cuando los militares consideraron obsoletas las instalaciones.
La tutela y gestión de Fort Mason, construido sobre el mismo emplazamiento del fortín de San José, establecido por los colonizadores españoles en 1776, pertenecen ahora al U.S. National Park Service, la agencia federal responsable de los lugares de interés natural e histórico de los EE UU. El complejo, incluidas las colinas del parque del mismo nombre, forma parte desde 1976 del primer parque nacional urbano del país, el Area Recreativa Nacional del Golden Gate.
Las enormes barracas edificadas sobre pilotes de madera encajados en el fondo marino que fueron utilizadas como muelles de barcos de guerra y también como refugio para los vecinos desplazados tras el devastador terremoto y el incendio de 1906, son ahora el Fort Mason Center, un lugar vivo, abierto a la cultura y el ocio y administrado por una organización non profit, sin ánimo de lucro.
Hay salas de teatro, una biblioteca pública, restaurantes, escuelas de artes y oficios, varios museos, una escuela de música, cafeterías, galerías, una sala de conferencias [mapa de las instalaciones en PDF]... Además, mucho espacio para escapar, pescar, pasear o sentarse y pasmar con la belleza del enclave y la armoniosa silueta del Golden Gate Bridge, el puente que parece una escultura.
Fort Mason acogió el sábado y el domingo a varias decenas de los 800 artistas que participan en el cuarto fin de semana de Art Span, el festival de open studios (estudios abiertos), que se celebra desde hace 36 años durante todos los fines de semana de octubre en San Francisco. Es la iniciativa de este tipo más veterana de los EE UU.
La idea básica de Art Span es que los creadores abran su espacio de trabajo al público. Es una oportunidad única para entrar en los límites privados donde se cuece el guiso artístico y saborearlo a bocajarro. En ocasiones se trata de estudios que son también viviendas. En otras, como el caso de Fort Mason, del encuentro artista-receptor en un espacio adecuado para el charloteo, la cercanía y, si se tercia y el bolsillo lo permite, la compra de pintura, escultura, grabado, fotografía, estampados...
En el Art Span de Fort Mason hablé con tres artistas: dos estadounidenses con ancestros mexicanos que dejaron el idioma español en el difícil camino de la emigración y un colombiano que se encontró en San Francisco con una especie de paraíso en la tierra.
Fernando Reyes
Un ex banquero que hace "realismo contemporáneo"
Nieto de mexicanos, aunque no sabe hablar español. Nació en Fresno (California) y trabajó durante 17 años en un banco antes de darse cuenta de que su pasión era pintar.
- De banquero a pintor, un cambio radical, ¿no?
- Sí, desde luego... Estaba creciendo. Llegó un momento en que me dije: "esto no es lo que quiero hacer el resto de mi vida". Tenía la sensación de que me estaba perdiendo algo... La pasión por dibujar siempre estuvo dentro de mí.
- Hay una gran oposición social a la manera en que se comportan los bancos. ¿Comparte esa sensación?
- Totalmente. Estoy muy feliz de no haber seguido trabajando en un banco, sé que hice lo correcto, sobre todo porque era empleado del Bank of America [la entidad más criticada por el movimiento Occupy Wall Street].
- ¿Cómo es que no sabe hablar español?
- Cuando fui a la escuela, en los años sesenta, no nos dejaban hablar español en el colegio y, por extensión, para evitar que nos discriminaran, nuestros padres tampoco lo hablaban en casa. Mi generación perdió el español. Puedo entenderlo, pero me gustaría hablarlo...
Xavier Viramontes
"Nunca pude hablar con mi abuela"
Hijo de mexicanos de Durango que entraron en los EE UU como ilegales en los años treinta. Tampoco sabe hablar español.
- ¿Por qué?
- Mi familia no nos hablaba español porque pensaban que nos causaría problemas en la escuela. Ninguno de los siete hermanos lo hablamos. Mi mamá y mi papá conversaban en español cuando tenían algún secreto que contar, pero los hijos no nos enterábamos de nada.
- ¿Tiene usted un sentimiento de pérdida?
- Hay una desconexión, sí. Mi abuela sólo hablaba español, de modo que nunca pude hablar con ella. No es una cosa buena. Ahora hay educación bilingüe y todo es más fácil, pero en mi tiempo no había excepciones: o hablabas inglés o repetías curso.
- Y sin embargo su obra artística es latina...
- Claro, tremendamente. Hay un montón de raíces latinas en mi trabajo. Con buena parte de mi obra estoy contando la historia de mi familia.
Roberto Montoya-Mejía
"En San Francisco me encontré a mí mismo"
Nació en Colombia, pero vive en San Francisco desde 1964. Se siente a sus anchas en la ciudad.
- ¿Cómo es que acabó aquí?
- Desde pequeño soñaba con venir a los EE UU para ser libre, para no tener que vivir bajo yugos políticos o religiosos como los nuestros, porque en mi país uno tiene que ser católico quiera o no quiera, seguir todos los rituales. Yo quería encontrarme a mí mismo y que miraran a mí. Yo quiero ser yo, Roberto Montoya.
- ¿Consiguió romper las cadenas?
- Lo he logrado, sin duda. Aquí soy yo y no me parezco a nadie, como dice el proverbio.
- ¿Qué influencia tuvo San Francisco en el cambio?
- San Francisco es la ciudad más liberal de los EE UU, donde uno puede ser libre... Yo soy gay y aquí he podido realizarme como gay sin tener que pretender que soy otra persona. Me siento el hombre más feliz del mundo desde el día en que no tuve que pretender que soy otro. Es lo mejor que esta ciudad me ha dado. He viajado mucho por el mundo, pero no cambio esta ciudad por ninguna otra. Voy a morir aquí. Aunque adoró Colombia, me siento más de allá que de acá.