7 posts de octubre 2011

Noche sin nacionalidad

Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González

Empiezas en un enorme bar de paredes oscuras con un grupo de mariachis dándole duro al corrido y acabas bailando en la calle con una pandilla de rusos.

Las noches de la Misión son ecuménicas, laten sin nacionalidad.

En medio de la calle Valencia, poco antes de la medianoche, un tipo vestido de centurión romano confiesa -sin apariencia de toxicidad- que le apetecía salir así, a la romana.

Unas manzanas más al este, una marinera soviética sale a fumar: medias de rejilla, gorra de plato de la armada bolchevique y liguero a la vista...

- Tenía ganas de una noche rusa.

En el local del que ha salido se han refugiado los Balcanes: acordeón, trombón de varas y copas de vodka.

En el Amnesia -el nombre es adecuado: nadie garantiza que mañana recordarás los delitos que has cometido esta noche- hay una pistola cargada con tres balas. Tocan Mano Cherga, pandilla de bodas, bautizos y funerales nada sacros; Chervona, carnavaleros en busca de la polka definitiva, y Makrú Música, un colectivo multinacional que hace una suerte de cumbia-reggae aflamencado. El grupo lo montó el español Raúl Vargas, que toca el cajón y vive en San Francisco desde hace unos cuantos años.

  Raul Vargas - Foto: Jose Ángel González

  Cruzaré - Makrú music

Tres pintores latinos en el Art Span de Fort Mason

Foto: Jose Ángel González

Hice la Polaroid el sábado pasado a eso del mediodía. Llevo encima la Polaroid Land (que compré de segunda mano por 20 dólares hace unos meses) para hacer fotos como ésta: de azul arrebatado y avivadas por la promesa de cielo.

El clima era excepcional -octubre es el mes más radiante en la caprichosa y temperamental climatología de San Francisco-. Era un día perfecto para ir a Fort Mason, el antiguo asentamiento militar situado al norte del pijísimo distrito de Marina, sobre la espectacular línea de costa de la bahía.

Gracias a la sana costumbre de reutilizar que cultivan los estadounidenses con perfección -y que en España nunca hemos practicado, acaso porque nos parece que lo usado es sinónimo de inservible y nos sentimos nuevos ricos cuando conjugamos el verbo estrenar-, ninguno de los 49 almacenes y galpones del viejo fortín, algunos de enorme dimensión (todo el complejo ocupa 490 hectáreas de terreno), fueron derribados cuando los militares consideraron obsoletas las instalaciones.

La tutela y gestión de Fort Mason, construido sobre el mismo emplazamiento del fortín de San José, establecido por los colonizadores españoles en 1776, pertenecen ahora al U.S. National Park Service, la agencia federal responsable de los lugares de interés natural e histórico de los EE UU. El complejo, incluidas las colinas del parque del mismo nombre, forma parte desde 1976 del primer parque nacional urbano del país, el Area Recreativa Nacional del Golden Gate.

Las enormes barracas edificadas sobre pilotes de madera encajados en el fondo marino que fueron utilizadas como muelles de barcos de guerra y también como refugio para los vecinos desplazados tras el devastador terremoto y el incendio de 1906, son ahora el Fort Mason Center, un lugar vivo, abierto a la cultura y el ocio y administrado por una organización non profit, sin ánimo de lucro.

Hay salas de teatro, una biblioteca pública, restaurantes, escuelas de artes y oficios, varios museos, una escuela de música, cafeterías, galerías, una sala de conferencias [mapa de las instalaciones en PDF]... Además, mucho espacio para escapar, pescar, pasear o sentarse y pasmar con la belleza del enclave y la armoniosa silueta del Golden Gate Bridge, el puente que parece una escultura.

Fort Mason - Foto: Jose Ángel González

Fort Mason acogió el sábado y el domingo a varias decenas de los 800 artistas que participan en el cuarto fin de semana de Art Span, el festival de open studios (estudios abiertos), que se celebra desde hace 36 años durante todos los fines de semana de octubre en San Francisco. Es la iniciativa de este tipo más veterana de los EE UU.

La idea básica de Art Span es que los creadores abran su espacio de trabajo al público. Es una oportunidad única para entrar en los límites privados donde se cuece el guiso artístico y saborearlo a bocajarro. En ocasiones se trata de estudios que son también viviendas. En otras, como el caso de Fort Mason, del encuentro artista-receptor en un espacio adecuado para el charloteo, la cercanía y, si se tercia y el bolsillo lo permite, la compra de pintura, escultura, grabado, fotografía, estampados...

Foto: Jose Ángel González
Foto: Jose Ángel González

Foto: Jose Ángel González

Foto: Jose Ángel González

Foto: Jose Ángel González

Foto: Jose Ángel González

Foto: Jose Ángel González

Foto: Jose Ángel González

En el Art Span de Fort Mason hablé con tres artistas: dos estadounidenses con ancestros mexicanos que dejaron el idioma español en el difícil camino de la emigración y un colombiano que se encontró en San Francisco con una especie de paraíso en la tierra.

Fernando Reyes - Foto: Jose Ángel González
Fernando Reyes
Un ex banquero que hace "realismo contemporáneo"

Nieto de mexicanos, aunque no sabe hablar español. Nació en Fresno (California) y trabajó durante 17 años en un banco antes de darse cuenta de que su pasión era pintar.

- De banquero a pintor, un cambio radical, ¿no?
- Sí, desde luego... Estaba creciendo. Llegó un momento en que me dije: "esto no es lo que quiero hacer el resto de mi vida". Tenía la sensación de que me estaba perdiendo algo...  La pasión por dibujar siempre estuvo dentro de mí.

- Hay una gran oposición social a la manera en que se comportan los bancos. ¿Comparte esa sensación?
- Totalmente. Estoy muy feliz de no haber seguido trabajando en un banco, sé que hice lo correcto, sobre todo porque era empleado del Bank of America [la entidad más criticada por el movimiento Occupy Wall Street].

- ¿Cómo es que no sabe hablar español?
- Cuando fui a la escuela, en los años sesenta, no nos dejaban hablar español en el colegio y, por extensión, para evitar que nos discriminaran, nuestros padres tampoco lo hablaban en casa. Mi generación perdió el español. Puedo entenderlo, pero me gustaría hablarlo...

Xavier Viramontes - Foto: Jose Ángel González
Xavier Viramontes
"Nunca pude hablar con mi abuela"

Hijo de mexicanos de Durango que entraron en los EE UU como ilegales en los años treinta. Tampoco sabe hablar español.

- ¿Por qué?
- Mi familia no nos hablaba español porque pensaban que nos causaría problemas en la escuela. Ninguno de los siete hermanos lo hablamos. Mi mamá y mi papá conversaban en español cuando tenían algún secreto que contar, pero los hijos no nos enterábamos de nada.

- ¿Tiene usted un sentimiento de pérdida?
- Hay una desconexión, sí. Mi abuela sólo hablaba español, de modo que nunca pude hablar con ella. No es una cosa buena. Ahora hay educación bilingüe y todo es más fácil, pero en mi tiempo no había excepciones: o hablabas inglés o repetías curso.

- Y sin embargo su obra artística es latina...
- Claro, tremendamente. Hay un montón de raíces latinas en mi trabajo. Con buena parte de mi obra estoy contando la historia de mi familia.

Roberto Montoya-Mejía - Foto: Jose Ángel González
Roberto Montoya-Mejía
"En San Francisco me encontré a mí mismo"

Nació en Colombia, pero vive en San Francisco desde 1964. Se siente a sus anchas en la ciudad.

- ¿Cómo es que acabó aquí?
- Desde pequeño soñaba con venir a los EE UU para ser libre, para no tener que vivir bajo yugos políticos o religiosos como los nuestros, porque en mi país uno tiene que ser católico quiera o no quiera, seguir todos los rituales. Yo quería encontrarme a mí mismo y que miraran a mí. Yo quiero ser yo, Roberto Montoya.

- ¿Consiguió romper las cadenas?
- Lo he logrado, sin duda. Aquí soy yo y no me parezco a nadie, como dice el proverbio.

- ¿Qué influencia tuvo San Francisco en el cambio?
- San Francisco es la ciudad más liberal de los EE UU, donde uno puede ser libre... Yo soy gay y aquí he podido realizarme como gay sin tener que pretender que soy otra persona. Me siento el hombre más feliz del mundo desde el día en que no tuve que pretender que soy otro. Es lo mejor que esta ciudad me ha dado. He viajado mucho por el mundo, pero no cambio esta ciudad por ninguna otra. Voy a morir aquí. Aunque adoró Colombia, me siento más de allá que de acá.

Nudismo urbano sin toallas

Foto: Jose Ángel González

George Davies (izquierda), 65 años
Turtle Bi Liberty, 69 años
Naturistas urbanos

Están aquí, frente a la gasolinera, en la transitada esquina entre las calles Market y Castro. Son las cinco de la tarde del viernes pasado.

Uno de ellos sostiene un cartel que dice No War (No a la guerra).

El otro lee Adventures in the Orgasmatron: How the Sexual Revolution Came to America, una biografía publicada este verano sobre Wilhelm Reich, el teórico y desarrollador de la idea de la energía orgónica, la fuerza fundamental -y sexual- que según algunos psiconalistas hace que el universo funcione.

Nada demasiado extravagante para una tarde de sol en San Francisco. Circunstancia diferencial: están en pelota picada, aunque Turtle Bi Liberty (medio nativo americano: el Turtle es por su animal totémico, la tortuga, el Bi "por bisexual" y el Liberty porque le da la gana) ha preferido quedarse con las zapatillas y los calcetines.

- ¿Por qué está aquí desnudo?
- Porque me he dado cuenta de que si estoy desnudo la gente lee mi cartel con más interés que si estuviese vestido.

- ¿Se siente usted parte del 99%?
- Sí, desde luego.

- ¿Por qué no pide entonces el final de la guerra y la reducción drástica de los gastos militares como hacen los indignados en el campamento de Occupy San Francisco?
- No he ido a desnudarme a su campamento porque les están presionando la Policía y el alcalde con excusas. Les dicen que no pueden tener tiendas, calentar comida... Es tanta la presión que sufren que no quiero añadir un motivo más.

Davies, que sólo lleva puestas unas gafas de sol (de diseño), da una respuesta bastante más relacionada con el placer del momento.

- Estoy desnudo porque estamos a 25 grados y luce el sol.

Cada vez que pueden repiten la ceremonia de lo que llaman "libre expresión del cuerpo". Llegan vestidos a cualquier zona del barrio de Castro, una especie de república de tolerancia donde la "libertad es una especie de religión", se quitan la ropa y se dedican a exponerlo con ningún drama y ante el escaso interés de los vecinos.

Aunque a veces pueden leerse algunas cartas en contra del naturismo urbano en los diarios, la polémica, que en otros lares tendría carácter, al menos, de pregunta parlamentaria, se ha reducido a una circunstancia, digamos, técnica.

En septiembre el concejal de distrito Scot Wiener propuso que los nudistas llevaran consigo "una toalla o algo" para poder asentar sobre ella sus culos cuando decidiesen sentarse.

El diario de mayor circulación de la ciudad, el San Francisco Chronicle, al que por aquí llamamos simplemente The Chron -que se acerca bastante a chronic, crónico- aprovechó el momento toalla para publicar un editorial flamígero pidiendo mano dura contra la gente en pelotas: "No se quite los pantalones. La mayoría no queremos ver tanto de usted. Incluso en una ciudad conocida por su tolerancia y comportamiento inusual, practicar el nudismo en público puede asustar a los jóvenes y ofender a los adultos... La gente que insiste en bajar por la calle Market sin ropa debe ser denunciada".

  ButtguardianEn una bonita chingada a los conservadores con disfraz de progresismo, el San Francisco Bay Guardian  organizó una quedada bajo el lema ¿Cuántas personas desnudas caben en una plaza pública? y distribuyó con su semanario la ilustración de la izquierda [aquí está en pdf]: un recortable titulado El culo guardián para asentar las nalgas, realizado en material "cien por cien reciclable".

A Davies y Liberty le trae sin cuidado la polémica sobre la higiene de sus posaderas. Ellos siguen a lo suyo.

El primero, que a los 13 años decidió que la vida en una casita en los suburbios "no tenía sentido" y que reside en San Francisco desde hace cuarenta años ("he realizado aquí algunos experimentos genéticos... hijos, ya me entiende"), cree que no hay espacio para la vuelta atrás:

- He aprendido que nunca debes decir nunca, pero no aprecio síntomas de que la libertad y la tolerancia de esta ciudad vayan a cambiar.

Liberty opina que Castro "es una comunidad que acepta" y no cree que "haya una sola persona en todo San Francisco a la que le importe lo que pasa aquí. Quizá si practicásemos el nudismo en un parque, al lado de una escuela o en un barrio conservador...".

- ¿En qué barrios, por ejemplo?
- La experiencia no dice que los que viven al lado de la costa del Pacífico, donde hay más niebla, son más conservadores... Pero, gracias a dios, son conservadores demócratas, no republicanos.

- ¿Y si alguien les denuncia?
- Si un ciudadano, un residente, va a la Policía y dice que quiere presentar una denuncia contra estas personas desnudas y la Policía viene y nos da una citación, tendríamos a un valiente civil que se siente lo suficientemente fuerte como para poner su nombre como la persona que encabeza una denuncia para eliminar el nudismo del distrito gay... No he encontrado a nadie que sea capaz. Que lo hagan, me gustaría, porque necesitamos un líder, nos vendría bien tenerlo para enfrentarnos juntos a un problema. Que lo hagan  si quieren, que nos denuncien... No debería decir esto, porque es revelar datos al enemigo, pero lo hago porque va a salir en España y no lo van a leer aquí.

Foto: Jose Ángel González

Deeper than Blue

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

Primero, una confesión. Mi piel, como mi edad, es una maldito accidente biológico. Yo no tengo la culpa de esta desgraciada y malquerida palidez.

Segundo, un ejemplo de mi fanatismo racial. Cuando Curtis Mayfield murió, el 26 de diciembre de 1999, a los 57 años, uno de los días más tristes de mi vida, escuché cien veces seguidas People Get Ready, la canción que compuso y cantó en 1965 con los Impressions. Mi único himno nacional.

Tercero, no vine a los Estados Unidos buscando el rastro de orín de Jack Kerouac, la caspa de Bob Dylan, el despiadado desamparo de Neil Young, la pose de existencialista cínico de Tom Waits...

Regalo todos mis discos a cambio de un blues, uno solo, el mismo de siempre. Sólo hay un blues y es cantado de modo infinito por todas las voces.

Cambio hoy el tono del blog. Ni merengue ni charanga. La música latina es blandita y amanerada frente a la negra. Deeper than blue.

Las fotos que hoy silencian el temario habitual (es necesario romper la botella para conocer la sed) las hice el viernes por la noche en mi club favorito de San Francisco -al menos por ahora-. Se llama Rasselas y arde como el infierno. Lógico: además de mis compañeros de parranda sólo conté a cuatro blancos más entre el negrerío. Todo lo demás, negro como la negra noche.

Esta mañana, mientras el mundo entero renegaba -con toda la razón- de la indecencia del sistema, una pregunta emergió de la neblina del trasnoche: ¿por qué no hay apenas negros en las manifestaciones de Occupy Wall Street y las demás protestas indignadas de los EE UU?

De antemano advierto, no tengo respuesta.

Sé que cuando Curtis Mayfield murió, nadie en mi barrio dijo move on up now. Cuando Curtis Mayfield murió, tendido en una cama de hospital de Georgia (on my mind), habíamos olvidado que algún día, hace mucho, gritamos: "people get ready".

Curtis Mayfield estaba paralizado desde que el equipo de luz de un concierto le cayó encima en 1990. No podía tocar, pero sí componer y cantar, aunque con mucho esfuerzo.

En el hospital, poco antes de la muerte, compuso un disco titulado New World Order (Nuevo orden mundial). Grabaron su voz estrofa a estrofa. No podía con más palabras antes del zarpazo del dolor. Todo camino es una suma de pasos.

El viernes por la noche me rozaron los cuerpos de la raza. Mi raza presunta, mi raza imposible. La raza de Curtis.

"Las fronteras son como cuchillos"

Darren J. de León [foto: Jose Ángel González]

Darren J. de León, DJ Aztec Parrot
Nacido en San Bernardino (California - EE UU)
Poeta y locutor de radio, 46 años

Tiene sangre mescalera y mexicana. De la primera procede la capacidad para deducir cómo "vibran los colores, haciendo que los espíritus se enciendan". De la segunda obtiene la certeza de que "caminar" es la única forma válida para desplazarse ("no me gusta la gasolina, ni siquiera la bicicleta, necesito tener raíces").

 Darren J. de León anda estos días peregrinando de ciudad en ciudad, buscando olor a tierra y esperanza en los campamentos del movimiento Occupy Together. La semana pasada estuvo en el de Nueva York, Occupy Wall Street. Hace unos días se pasó por Occupy San Francisco y Occupy Oakland. En unas horas sale para Occupy Los Ángeles.

"La gente está hablando. Es el momento de hacerlo. El occupy movement es real, es una progresión de lo que sucede en otros lugares del mundo", dice Darren.

- ¿Qué encontraste en Occupy Wall Street?
- Muchos chicos blancos. Probablemente sean niños de papá cuya familia ha sido tocada por la crisis. No reciben los 5.000 dólares al mes que esperaban, sino tal vez 2.000... Bien, es una realidad. Es bueno que hablen en un país donde la clase media alta está siendo tratada como clase media baja y la clase media baja como pobres. Me identifico con los pobres, pero estos chicos son víctimas y quieren hacerse escuchar. Es saludable.

- ¿Se desvenecerá el movimiento si el poder hace oídos sordos?
- Eso es lo de menos. Quizá el momentum pase, sí, pero algo real ha empezado. Es una desgracia como el gobierno ha permitido que las grandes corporaciones y bancos de este país se enriquezcan... Algo real ha empezado.

Darren vive en el área de la bahía de San Francisco desde hace 18 años. Supo que debía establecerse en la ciudad porque "si hay algún lugar en el mundo donde puedas desarrollarte y vivir como poeta es éste".

Desde 1996 formó parte del grupo de spoken word Los Delicados, que combinaban poesía y percusión afrocubana con performance, teatro y danza ("éramos los hippie chicanos de la ciudad"), luego coordinó actividades artísticas para un centro cultural y dió clases en secundaria de literatura y poesía.

En 2003, casi por casualidad, se le presentó la posibilidad de hacer un programa en la emisora KPFA, una de las frecuencias más libres del área de San Francisco. Desde entonces se encarga de Radio 2050 (los sábados a las 18:30, hora local). Emite entrevistas, música y reseñas con figuras emergentes de la "diáspora panlatina". Unos trescientos artistas han pasado por el espacio, cuyo archivo está disponible online.

En la radio utiliza su heterónimo, DJ Aztec Parrot. Lo de pinchar música le viene de lejos: debutó a los 12 años en una fiesta de su colegio.

Darren J. de León [foto: Jose Ángel González]

-¿De dónde procede tu familia?
-Durante tres generaciones hemos vivido en San Bernardino, un suburbio al este de Los Ángeles, pero por mis ancestros soy una mezcla de mescalero-apache de Nuevo México y de mexicanos de la Baja California.

-Hay algo nativo americano en tus rasgos...
-Para mí no hay diferencia: son la misma gente, subieron y bajaron por el continente libremente hasta que las fronteras los separaron. Los fronteras son como cuchillos.

-¿Qué te queda de mescalero?
-Dicen que a través de la mescalina modificaban su ADN y creo que mantengo algo de esa tradición. Los colores son muy vibrantes para mí. Puedo ver su esencia. Cuando camino, por la naturaleza o por un barrio, los colores son las expresiones y manifestaciones del verdadero lenguaje de esos lugares... La naturaleza nos habla con los colores.

-¿Qué color tiene tu alma?
-Lo he meditado mucho y creo que es verde.

-¿Por qué?
-El verde no representa la ira o los celos o el reciclaje... Representa la tierra. El verde también es la basura. Para mí no es desagradable, la basura es limpia, es natural...

  Uno de los programas de DJ Aztec Parrot  en la emisota KPFA 

Los indignados de San Francisco

foto: Jose Ángel González

  foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

  foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

  foto: Jose Ángel González

foto: Jose Ángel González

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foto: Jose Ángel González

Hice las fotos ayer por la tarde, en el campamento de Occupy San Francisco (Ocupemos San Francisco), el apéndice en la ciudad del virus rebelde e indignado que se extiende por EE UU desde septiembre. En el momento de escribir esta entrada la protesta ha calado en 958 ciudades.

Los manifestantes de San Francisco no tienen ni la organización ni el poder de convocatoria de los de Nueva York, pero lo intentan con ánimo, buen humor y coraje.

Se han instalado frente a la sede en la ciudad de la Reserva Federal -a la que todos aquí llaman por sus siglas, FED-, el banco central estadounidense, un ente extraño, como tantas cosas en este territorio, mitad público y mitad privado que se encarga de guardar todos los fondos del sistema financiero yanqui. Asusta con sólo mencionarlo.

Las demandas de los manifestantes de San Francisco no difieren de las del resto de grupos que están proliferando en el país: meter en cintura a los bancos y sus políticas depredadoras (en el primer cuarto de este año han aumentado los beneficios de explotación hasta colocarlos a la altura de 2007, al comienzo de la crisis), solicitar que el dinero público no se use para remediar los descalabros causados por los juegos sucios de las altas finanzas, exigir que los impuestos graven al uno por ciento de estadounidenses que acaparan el 99 por ciento de la riqueza de la nación...

Las peticiones tienen difícil calado en una ciudad como ésta, libérrima en lo social (el gran debate local de los últimos meses ha sido si los muchos practicantes del nudismo urbano deben llevar una toalla para utilizarlas al poner sus culos sobre cualquier espacio público), pero muy conservadora en lo económico por el poder -larvado y no siempre visible- de las mega corporaciones del punto com establecidas en la zona.

Pero los indignados de Frisco siguen ahí, frente al edificio que simboliza la esencia de la injusticia social.

Hace dos días la Policía llegó de madrugada al campamento y se llevó en camiones municipales buena parte de los enseres que habían acumulado, sobre todo mobiliario. ¿Motivo? Uno bastante peregrino en un lugar donde cada dos por tres se montan jaranas que dejan patas arriba la vida ciudadana: los objetos entorpecían el paso a los viandantes.

Los agentes no estaban hoy agresivos. Al contrario, parecían entretenidos con el espectáculo de música, asambleas, improvisación y alegría del campamento. Para un periodista español sigue resultando marciano poder retratarlos o grabarlos en vídeo con la certeza de que no te partirán la cámara -o la cara- como sucedería en España.

¿Sensación? Ambivalente. Gran parte de los indignados son del estilo, para entendernos, vagabundo neo hippie. Otros, es verdad, son gente de clase media, trabajadores y jubilados.

Un detalle chusco. Como demuestra la foto de abajo, en EE UU hacen falta buenos profesores de Geografía. La bandera de España aparece bajo un texto donde los indignados agradecen "a todos los países árabes" por la "inspiration en estos protest revolutionaria".

foto: Jose Ángel González

Grabé y edité un pequeño vídeo para que mis palabras y fotos no sean las únicas mediadoras entre los visitantes del blog y los acampados de San Francisco.

 

El 'sabor' que conquistó a los EE UU

Louie Louie, una canción insertada en la memoria colectiva. No es para menos: se trata de la segunda pieza musical más grabada de todos los tiempos -tras Yesterday, de los Beatles-. Existen un millar de versiones del original, compuesto y cantado por Richard Berry (1935-1997), un músico tocado por la desgracia: vendió el copyright de Louie Louie en 1959 por 750 dólares para poder pagarse una fiesta de matrimonio decente.

Todos sabemos corearla (Duh duh duh, duh duh; duh duh duh, duh duh... Louie Louie, me gotta go) pero quizá no seamos capaces de reconocer el origen de la cadencia rítmica imborrable de la canción. El golpe sincopado es un chachachá copiado literalmente de un tema del compositor cubano-estadounidense René Touzét (1916-2003).

No es el primer caso de apropiación, casi siempre inocente y falta de mala intención, que los músicos de los EE UU ejercieron sobre sus compañeros latinos residentes en el país. Desde la década de los años cuarenta del siglo pasado, el sabor se ha injertado en buena parte de los géneros de la música popular estadounidense: jazz, rock and roll, punk, hip-hop...

La exposición American Sabor: Latinos in U.S. Popular Music (Sabor Americano: los latinos en la música popular de los EE UU) explora la forma en que la salsa, la rumba, el mambo, el merengue o el chachachá, lejos de permanecer estancados en los guetos lingüísticos o sociales latinos, se han extendido y conquistado a los sajones.

Conga dancing - Courtesy Keystone/Hulton Archive/Getty Images

La muestra, que ahora está en la Biblioteca Pública de San Francisco, se centra en los cinco grandes centros de producción de la música latina: Nueva York, Miami, San Antonio (Texas), Los Ángeles y San Francisco. En la sección de cada ciudad se presentan la historia de los estilos musicales vernáculos, sus orígenes e influencias, las biografías de los músicos y vídeos con entrevistas a los protagonistas.

Lydia Mendoza - Courtesy of Lydia Mendoza

La enumeración de súper estrellas es deslumbrante: Selena, Celia Cruz, Joe Bataan, La Lupe, Rubén Blades, Willie Colón, Flaco Jiménez, Héctor Lavoe, Gloria Estefan, Cachao, Herp Alpert, Los Lobos, Ritchie Valens, Carlos Santana...

Pero la exposición también se detiene en artistas menos conocidos como los chicano-punk The Brat, el gran guarachero Joe Cuba o la Alondra de la Frontera, Lydia Mendoza, una pionera a la que en España deberíamos descubrir de una vez (pinchen aquí y pasmen con una grabación de 1934).

Drum Circles - Courtesy Estate of Jerry Stoll

American Sabor: Latinos in U.S. Popular Music, organizada por el servicio de exposiciones intinerantes del Smithsonian Institute, puede disfrutarse a distancia con una intensidad similar a la presencial. La web de la muestra (bilingüe español-inglés) incluye todo el material audiovisual, tiene un jukebox personalizable e incluso un mezclador que permite jugar online a ser productor musical.

Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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