Ciudad de mil sets (todos negros)
Quizá sea difícil imaginar a San Francisco como a una ciudad oscura y escabrosa. La imagen que proyecta hacia el exterior es otra: frívola, bohemia, vibrante, luminosa, europea...
El reflejo, por supuesto, es una fantasía provocada por la distancia y el inmenso poder de los arquetipos.
En San Francisco manda la niebla, que llega sin anunciarse, veteando las calles con un algodón sucio que todo lo difumina. El escritor Ambrose Bierce anotó que la ciudad es "un punto sobre un mapa de niebla".
Con excepción de dos o, en el mejor de los casos, tres meses al año, es un lugar oscuro, de poca luz y siempre a merced de los caprichos de las brumas densas del Pacífico, que se encaraman a las colinas, llenan las noches con lamentos de sirenas marítimas y crean decorados más centroeuropeos que mediterráneos.
Mientras California hace surf, San Francisco pilla una faringitis.
Acabo de leer un bello libro que deberían emplear como apoyo logístico y background emocional todos los turistas antes de aventurarse.
Se titula, con todo el sentido, San Francisco Noir y es una guía, como detalla el subtítulo, de la ciudad como escenario de cine negro desde los años cuarenta hasta el presente. El autor es Nathaniel Rich, un periodista que adora el cine y, sobre todo, adora a San Francisco.
El autor aventura, y estoy de acuerdo, que la niebla y sus espectrales consecuencias sobre una ciudad victoriana, portuaria y descalabrada en subidas y bajadas, tiene la culpa de la abundancia de películas negras que se han rodado en San Francisco: más de cuarenta.
El cine negro (denominación, por cierto, que inventaron los críticos estructuralistas franceses: film noir) quiere mostrar el contraluz moral de la sociedad, que a menudo parece moverse en espasmos o ser manejada por poderes ocultos ante los que poco margen tenemos los seres humanos excepto, de vez en cuando, pegar unos tiros.
Los historiadores sostienen que la primera película negra fue El halcón maltés, dirigida por el gran rebelde John Huston (1906-1987).
El film discurre en numerosos escenarios de la intrincada San Francisco, entre ellos el callejón Burritt, donde una placa recuerda uno de los momentos más dramáticos de la película.
El halcón maltés está basada en una novela de otro brillante contestario, Dashiell Hammett (1894-1961), que vivió en San Francisco, trabajó aquí como detective privado y situó en la ciudad las aventuras de su anti héroe Sam Spade.
El escritor Don Herron lleva 28 años organizando un tour de cuatro horas a pie por los escenarios de la ciudad donde Hammett vivió y situó la acción de buena parte de sus novelas. Es la más larga y prolija gira literaria de todos los EE UU.
Tal vez la película donde San Francisco aparece retratada con más esplendor sea Vértigo, la obra cargada de simbolismo freudiano donde Alfred Hitchcock (1899-1980) narra las pesquisas de un detective que sufre de acrofobia persiguiendo a una mujer melancólica y misteriosa.
La ciudad que muestra Hitchcock, que filmó la película en un nuevo sistema de alta resolución, VistaVision, es blanquísima y de colores muy saturados, casi de pesadilla.
Otra obra maestra con momentos clave en San Francisco es La dama de Shangai, de Orson Wells (1915-1985). La celebrada secuencia de los espejos fue rodada en un parque de atracciones demolido en 1972, el Playland de Ocean Beach, y el beso entre Wells y Rita Hayworth se desarrolla en el acuario Steinheart.
El detective Harry Callahan (interpretado por un inexpresivo Clint Eastwood) también debutó en San Francisco en la mítica Harry, el sucio, la primera película que aprovechó la paranoia social contra los serial killers y propuso una respuesta del mismo calibre: un policia sin escrúpulos y de gatillo nada selectivo.
Entre muchos edificios emblemáticos de la ciudad, el set más recordado quizá sea el estadio de fútbol americano Kezar, escenario de un inolvidable enfrentamiento nocturno entre los dos sicópatas, el asesino Scorpio y el policía.
Pero dejémonos de moñadas y vayamos a la verdadera acción. La secuencia cinematográfica que mejor ha utilizado en beneficio propio la orografía torturada de San Francisco es la persecución de coches de Bullitt: 9 minutos y 42 segundos que cambiaron para siempre la manera de rodar y montar la acción.
El Highland Green Mustang que conduce el teniente Frank Bullitt (Steve McQueen) persigue a un Dodge Charger con dos pistoleros, arrasando todo lo que encuentran. El pique se desarrolla a velocidad real (hasta 170 kilómetros por hora) en un buen número de calles de la ciudad, pero separadas, no contínuas.
El director Peter Yates (1929-2011) pidió permiso para que los coches atravesaran el Golden Gate, pero las autoridades locales se negaron. Cualquier punto de San Francisco es un set de cine negro en potencia, pero al puente-pastel, ni tocarlo.
sgagoa dijo
El Golden Gate espectacular en b/n y a color
15 dic 2011