Greil Marcus regresa a los Doors
Deberíamos estar de enhorabuena. El hombre que aparece en la foto, Greil Marcus (San Francisco-EE UU, 1945), acaba de editar un nuevo libro -y van, si me salen bien las cuentas, unos trece-.
Marcus es, según algunos, entre los que me incluyo, el mejor crítico vivo de música rock. Ocupa el puesto porque ha entendido que no se puede escribir sobre el género y sus múltiples formas si no lo haces siguiendo tres pautas. Primera: hacerlo porque la música de la que hablas te gusta, porque eres fan y tienes algo que decir. Segunda: no olvidar que el rock es hijo de muchos padres. Tercera, una consecuencia de la anterior: mirar alrededor y colocar al rock en su época, en el contexto del torbellino cultural, económico y social de la segunda mitad del siglo XX.
Hice la foto el martes en la librería Booksmith. El lugar no era casual: está en la calle Haight, no lejos de la intersección con Ashbury, una esquina que merece una entrada en las enciclopedias porque fue el vórtice donde se gestó el Verano del Amor de 1967.
Marcus presentó en tan resonante ubicación el ensayo The Doors. A Lifetime of Listening to Five Mean Years (algo así como The Doors. Una vida escuchando cinco años fantásticos).
Un libro sobre los Doors, el grupo que condensa mejor que ningún otro la alteración, la fantasía, el sueño y la violencia de los años hippies, presentado en un escenario hippie por un escritor que vivió los años hippies y los considera algo muy distinto al "lugar maravilloso para visitar con que los han empaquetado los media".
El evento prometía.
Suele circular en el gremio periodístico un consejo para quienes dicen querer ser críticos y escribir como Greil Marcus. Dice más o menos: "¡Ni se te ocurra escribir como Greil Marcus!".
Hay algo de verdad en la súplica. Sólo Marcus puede escribir como Marcus sin caer en la pomposidad. Su estilo es fanático y no admite prisioneros. Es inútil buscar en sus páginas un breviario de heroicidades, dimes y diretes y cronologías detalladas de cuántas veces, por poner un muy habitual ejemplo, pronunció John Lennon la palabra "madre" desde que tenía acné hasta que lo acribilló un demente.
Este tipo al que gusta el blues canónico de las plantaciones de algodón, pero también algunas canciones de Lady Gaga, como confiesa en el libro sobre los Doors, es capaz de citar, en el mismo párrafo y sin pedir perdón, a Michel Foucault, Linda Lovelace y, siempre, lo reclame o no el guión, a Bob Dylan, a quien ha dedicado varios de sus mejores libros, entre ellos Like a Rolling Stone. Bob Dylan en la encrucijada, una de las pocas obras de Marcus traducidas al español (otro, éste una obra mayor, es Rastros de carmín, un intento de trazar una "historia secreta del siglo XX" que vincula al punk con todas las vanguardias europeas, desde el dadaísmo al situacionismo).
The Doors. A Lifetime of Listening to Five Mean Years nació en el asiento de un coche, como "salido de la nada", contó Marcus a los asistentes a la presentación.
Durante varios años, el escritor tuvo que conducir con frecuencia casi diaria desde Berkeley, donde vive, hasta la residencia de ancianos de San Francisco en la que está internado su padre. Durante los trayectos, con frecuencia de larga duración por los atascos que se registran en el Puente de la Bahía, escuchaba la radio. Le sorprendió la frecuencia con que sonaban canciones de los Doors.
"Me fascinó que, tantos años después, los temas sonasen mejor, más llenos de vida, y pensé que sería divertido escribir un libro para explicar por qué las canciones siguen vivas. No es un libro histórico, ni tampoco un estudio psicológico sobre la infancia de Jim Morrison. Es un libro sobre canciones. Quise analizar la música de los Doors, saber qué la hace distinta, qué la mantiene viva, qué la hace especial".
El libro no es de los mejores de Marcus. Parte de la culpa, claro, la tienen los Doors, un grupo que, pese a la opinión de Marcus, no ha soportado bien los embates del tiempo y se ha hundido todavía más por la torpe avaricia de Ray Manzarek, el mediocre organista que maneja la marca desde la muerte de Morrison.
Del acto me gustó especialmente una reflexión de Marcus al ser preguntado sobre el posible paralelismo entre los movimientos actuales de indignación y la revuelta underground de los años setenta.
El escritor alertó sobre una "crucial diferencia" entre ambos contextos: "Los sesenta fueron una época de enorme prosperidad económica y abundancia material. Ese dinero sostuvo e hizo posible la sensación de alegría y descubrimiento de los años hippies. Ahora falta el dinero".