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Buscando en eBay repuestos para los autobuses públicos

[Autobús articulado de la línea 38, la más utilizada en San Francisco. Foto: Jose Ángel González]
Uno de los rasgos diferenciales de San Francisco es la red de transporte público de la ciudad. En número de viajeros es la séptima de Estados Unidos (673.000 por semana, según datos de 2010, los últimos disponibles), las tarifas son ajustadas (2 dólares el trayecto sencillo para un adulto, 1,6 euros, con posibilidad de cualquier tipo de transbordo durante hora y media), los vehículos están preparados con rampas hidráulicas para que suban sillas de ruedas o andadores, tienen portabicicletas en la parte delantera y admiten cochecitos de bebés. Funcionan, aunque no todas las líneas, las 24 horas.

Hasta ahí la parte positiva. No es poca cosa si no quieres o no puedes usar el coche privado disponer de 80 rutas y una parada cada dos manzanas en cualquier barrio de la ciudad. Una rareza en un país entregado a la dependencia del automóvil.

Pero hay un patio de atrás repleto de anomalías y abandono en la situación presente del Muni, que es como todos llamamos aquí a los transportes públicos a partir del nombre de la empresa gestora, San Francisco Municipal Transportation Agency, controlada por el Ayuntamiento de la ciudad.

Con un presupuesto anual de 800 millones de dólares (633 millones de euros), la empresa tiene una flota de vehículos que están al borde de la ruina y con fallos técnicos que ponen en peligro la seguridad de los pasajeros, según reveló hace unos días un reportaje de investigación del semanario SF Weekly.

Que los autobuses de Muni se caen a pedazos es una constatación que cada día padecemos los usuarios. La flota, que no ha sido renovada desde principios de los años noventa, cruje, rebota, parece a punto del desmorone y carece de fuelle para superar los tremendos desniveles de una ciudad donde las colinas son la topografía dominante. El ahogo se traduce en las estadística: es la red pública con la velocidad media más baja de los EE UU,  11 kilómetros por hora.

Lo que no sabíamos es que la empresa tiene serios problemas para afrontar el mantenimiento de los buses, sobre todo los más de 300 trolebuses que cubren 14 de las líneas de transporte.

El reportaje informa —sin que la gerencia del Muni lo haya negado— que se está alargando la vida útil de los trolleys más allá de lo aconsejable porque no hay manera de comprar piezas de recambio: dada la edad de los vehículos ya no se fabrican. La empresa tiene que pujar en subastas de eBay en países de Europa oriental para conseguir algunos repuestos.

Es de tal magnitud la carencia que los mecánicos canibalizan —el verbo se ha convertido en oficial y ya es utilizado en notas internas de la compañía— cualquier vehículo que llega averiado a los talleres para extraer todas las piezas posibles para otros autobuses.

El manejo interno de la empresa no contribuye a mejorar la situación. En una ciudad que desea convertirse en referente de la cultura high tech y las megacompañías del 2.0 del cercano Silicon Valley, todo el proceso administrativo se sigue realizando a mano, sin ni siquiera códigos de barras para las piezas. Para solicitar el cambio de una bombilla, por ejemplo, el trámite ha de pasar por cinco departamentos y nadie puede garantizar que no se produzca algún tipo de error en la cadena de amanuenses.

¿Soluciones? En lo que respecta al Ayuntamiento, ninguna. Al contrario: en el presupuesto inicial de este año había una partida de 44,5 millones de dólares para mantenimiento que han decidido reducir a 11 (de 35,2 a 8,7 millones de euros).

Los dos millones de viajeros anuales del Muni no están en buenas manos cuando suben a un autobús y la negligencia de la empresa sucede en una ciudad donde el dinero no falta gracias a la boyante situación de los imperios de Internet.

Empiezo a pensar que las autoridades locales —de cuyo entreguismo a las fortunas tecnológicas ya hablé en el blog— desean que los autobuses se deshagan y el 20% de los habitantes de la ciudad que no tienen coche emigren a otros municipios.

  [Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]

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Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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