4 posts de junio 2012

Los políticos abandonan 70 espacios protegidos de California

Los espacios protegidos de los que se desentendarña la Administración [Mapa: www.savestateparks.org]

California. La palabra siempre tuvo poder de ensueño para mí. Mucho antes de atreverme a venir, intenté expresarlo en un libro, el único que he escrito.

En Bendita locura. La tormentosa epopeya de Brian Wilson y los Beach Boys (Editorial Milenio. Lleida, 2001) tuve el atrevimiento de bosquejar a distancia la tierra en la que finalmente he terminado. Voy a cometer ahora un segundo acto de osadía: citarme.

"Los californianos inventaron el concepto de estilo de vida. Sólo eso ya justifica su condena", dice sardónicamente el novelista Don DeLillo. Si el american way of life es la efigie más venerada en el altar de los mimetismos, California fue durante medio siglo el símbolo dentro del símbolo. Cada cual transportaba en su repertorio sensitivo una fotografía, por supuesto en rutilante Kodachrome, de un panorama de naranjales frente a la costa dorada, mecida por vientos tibios. California, Oeste Lejano, donde aún era posible el verano sin fin, donde, como decía la canción "Surf city", escrita por Brian Wilson, aguardaban "dos chicas para cada chico". Los códigos oficiales radiografían el ensueño. El lema que preside el escudo estatal es Eureka (en griego, lo encontré) y el animal que aparece en la bandera es un oso grizzly, dueño de grandes bosques para cultivar su indolente independencia, aunque solamente hasta que las balas de los cazadores extinguieron la especie hace unas décadas.

Tierra final de la peregrinación hacia el Pacífico de los pioneros y destino de millones de buscadores imantados por la fiebre del oro de mediados del siglo XIX; edén descrito por Jack London, Mark Twain, Ambrose Bierce, Dashiel Hammett, Raymond Chandler, John Steinbeck; paisaje coreografiado por Isadora Duncan; guarida de la generación beat y sus hijos bastardos, los hippies... California, maravilla y resumen de una nación que, ufana de sí misma, se considera también continente.

Todo suena a piedra preciosa. No es extraño que aparezca situada “muy cerca del Paraíso Terrestre” en la primera referencia literaria conocida, "Las Sergas de Esplandián", escrita en 1510 por el español Garci Rodríguez de Montalvo, que sitúa el origen de la palabra California en los vocablos latinos calida (calor) y fornax (horno). Cuando Hernán Cortés, en 1535, navegó la costa del Pacífico, creyó descubrir en este territorio la opulenta isla legendaria donde reinaba Califia, jefa de amazonas negras que sólo una vez al año, con afán meramente reproductor, recibían a los hombres.

(...)

Estación término occidental cercada por el Pacífico, pero también vasto punto de fuga con suficiente amplitud para la aventura o la perdición (1.300 kilómetros de norte a sur y 400 de este a oeste, con una superficie de 411.049 kilómetros cuadrados, equiparable a la suma de Gran Bretaña, Cuba, Taiwan, Sicilia, Jamaica, las islas Canarias y las Baleares), California era un lugar exótico para el mundo, una especie de lejano patio de atrás. Hasta 1868, cuando se terminó la línea interoceánica de ferrocarril, el camino hacia el oeste estaba reservado a los bravos. Los infectados por la fiebre del oro preferían bajar en barco hasta Panamá, atravesar este angosto país por tierra, arriesgarse a morir de una fiebre más mortífera, la malaria tropical, y subir de nuevo por mar hasta San Francisco.

(...)

Con una de las rentas per cápita más altas del mundo y un valor total de bienes y servicios sólo superado por la suma de todos los demás estados del país juntos. California es el granero de Estados Unidos, con la mayor producción agrícola de heno, almendras, brócoli, higos, flores, uvas (y vino, del que Robert Louis Stevenson habló, en 1879, como "poesía líquida"), limones, ciruelas, tomates, lechugas, nueces, naranjas, huevos y arroz. La floreciente industria forestal está en retroceso: antes de la llegada de los españoles había 607.000 hectáreas de secoyas (Sequoia sempervivens), pero sólo han sobrevivido a la voracidad de los madereros unas 40.000 hectáreas de estos árboles proteicos de hasta 90 metros de alto y 4.000 años de edad.

Sin embargo, a pesar de los males del progreso y la mundialización del paisaje, aquella percepción fabulosa del pasado, aquel río de sueños sobre un vergel abierto a los osados o los solitarios, sigue fluyendo por debajo del barniz de la identidad contemporánea. El escritor Richard Brautigan lo explicó de esta manera: "California nos necesita, por eso nos llama (…), haciéndonos dejar detrás de nosotros todo lo que sabíamos. Y aquí estamos, atraídos por California como si la energía misma,sombra de esa flor metálica y marfileña, nos hubiese llamado desde el fondo de otra vida. Aquí estamos para construir California hasta el final de los tiempos, como un Taj Mahal en forma de parquímetro".

El californiano John Steinbeck, autor de "Las uvas de la ira" (1939) y "Al este del Edén" (1952), también reflexionó sobre la esencia de su tierra, dominada por el "asombro y el respeto mágicos" ante el paisaje, con el océano balanceando las secoyas, transmisoras de "silencio y sobrecogimiento", y la llegada continuada de extranjeros hipnotizados por el jardín de la abundancia.

Parque estatal de Tomales Bay [Foto: © Oscar Vasquez for CA State Parks 2008]
Les ahorro más sufrimiento autocitándome. Lo que quería insinuar ya queda explicado: edén, jardín en el patio de atrás, vergel desmedido colgando sobre el Pacífico... Eso imaginaba en mis sueños de papel hace ya una década.

El mapa que abre esta entrada demuestra como son tratados los sueños en estos tiempos de hiperrealismo. Cada una de las setenta aspas rojas es un espacio natural protegido que corre peligro inminente de dejar de ser vigilado, tutelado y cuidado por la Administración, que quiere cerrar parques estatales, algo que no había sucedido nunca en California, ni siquiera durante la Gran Depresión. Nada menos que 70 de los 279 que bendicen este territorio están en alerta roja.

¿Motivo? Creo que no hace falta responder a la pregunta. La respuesta empieza a ser la misma casi siempre y en cualquier parte: falta de fondos públicos. El gobernador del estado, el demócrata, según afirma, Jerry Brown, —si quieren decirle algo pueden escribirle a sus casas virtuales: Twitter, Facebook—, que ya no tiene edad ni porte para aparecer en la prensa rosa como el soltero de oro que solía ser, desveló en enero de 2011 que iba a talar los bosques. La figura léxica es bruta pero cierta: Brown dijo que para cuadrar las cuentas del estado para el bienio fiscal 2012-2013 era necesario cortar los 22 millones de dólares (17,5 millones de euros) destinados a los 70 espacios naturales protegidos que pretende dejar huérfanos.

Parque Estatal de Portola Redwoods

Es verdad que las cuentas públicas son muy malas (20.000 millones de dólares de deuda, 16.000 millones de euros) y que nadie quiere buscar a los responsables y hacerles pagar —¿les suena?—, pero dejar al pairo a 70 playas, bosques, marismas, humedales, serranías, valles y rías parece un poco extremo dado que, por un lado, el ahorro es mínimo —el presupuesto estatal es de 140.000 millones de dólares— y, por otro, que el abandono de la tutela y vigilancia administrativas supondría la casi segura ruina de los parques en forma de incendios forestales, vandalismo, vertidos y demás tropelías que suelen llegar de la mano del hombre.

El anuncio del cierre de los parques, que en realidad supone su abandono y falta de mantenimiento, provocó la movilización inmediata de grupos ambientalistas, naturalistas y ecologistas. Save Our State Parks y la California State Parks Foundation son dos de los colectivos más activos. Los 279 espacios protegidos de California generan unos ingresos de 6.000 millones de dólares al año y dan empleo, directo o indirecto, a 56.000 personas en 48 condados (el estado tiene 58), señalan los promotores de las campañas en favor de los parques.


La movilización ha logrado salvar hasta ahora a 31 espacios naturales gracias a la recaudación de dinero y las aportaciones de particulares, incluso de los propios rangers que se encargan de la vigilancia de los parques. Algunas estimaciones consideran que la cifra puede llegar a 50 parques salvados antes del uno de julio, fecha límite establecida por el gobernador Brown para mandar a paseo a los santuarios verdes.

¿Buena noticia? Según como se mire. A corto plazo, sí lo es: algunos de los parques condenados por la Administración no corren un riesgo inmediato. Pero a medio plazo sólo se trata de aplazar el drama, porque el dinero recaudado sólo cubre el presupuesto hasta 2013 y no hay indicios de que el año próximo vaya a cambiar la política.

La solución, muy acorde con la veneración monoteísta del dólar que prima en los EE UU —y se exporta—, parece pasar por encontrar benefactores privados que se encarguen de mantener y cuidar lo que hasta ahora siempre había sido público.

El vídeo que inserto para terminar se titula The First 70 (Los primeros 70). Es un cortometraje recién estrenado dedicado a la riqueza natural de California que los políticos han decidido desatender. El "asombro y el respeto mágicos" no van con ellos.


 

Buscando en eBay repuestos para los autobuses públicos

[Autobús articulado de la línea 38, la más utilizada en San Francisco. Foto: Jose Ángel González]
Uno de los rasgos diferenciales de San Francisco es la red de transporte público de la ciudad. En número de viajeros es la séptima de Estados Unidos (673.000 por semana, según datos de 2010, los últimos disponibles), las tarifas son ajustadas (2 dólares el trayecto sencillo para un adulto, 1,6 euros, con posibilidad de cualquier tipo de transbordo durante hora y media), los vehículos están preparados con rampas hidráulicas para que suban sillas de ruedas o andadores, tienen portabicicletas en la parte delantera y admiten cochecitos de bebés. Funcionan, aunque no todas las líneas, las 24 horas.

Hasta ahí la parte positiva. No es poca cosa si no quieres o no puedes usar el coche privado disponer de 80 rutas y una parada cada dos manzanas en cualquier barrio de la ciudad. Una rareza en un país entregado a la dependencia del automóvil.

Pero hay un patio de atrás repleto de anomalías y abandono en la situación presente del Muni, que es como todos llamamos aquí a los transportes públicos a partir del nombre de la empresa gestora, San Francisco Municipal Transportation Agency, controlada por el Ayuntamiento de la ciudad.

Con un presupuesto anual de 800 millones de dólares (633 millones de euros), la empresa tiene una flota de vehículos que están al borde de la ruina y con fallos técnicos que ponen en peligro la seguridad de los pasajeros, según reveló hace unos días un reportaje de investigación del semanario SF Weekly.

Que los autobuses de Muni se caen a pedazos es una constatación que cada día padecemos los usuarios. La flota, que no ha sido renovada desde principios de los años noventa, cruje, rebota, parece a punto del desmorone y carece de fuelle para superar los tremendos desniveles de una ciudad donde las colinas son la topografía dominante. El ahogo se traduce en las estadística: es la red pública con la velocidad media más baja de los EE UU,  11 kilómetros por hora.

Lo que no sabíamos es que la empresa tiene serios problemas para afrontar el mantenimiento de los buses, sobre todo los más de 300 trolebuses que cubren 14 de las líneas de transporte.

El reportaje informa —sin que la gerencia del Muni lo haya negado— que se está alargando la vida útil de los trolleys más allá de lo aconsejable porque no hay manera de comprar piezas de recambio: dada la edad de los vehículos ya no se fabrican. La empresa tiene que pujar en subastas de eBay en países de Europa oriental para conseguir algunos repuestos.

Es de tal magnitud la carencia que los mecánicos canibalizan —el verbo se ha convertido en oficial y ya es utilizado en notas internas de la compañía— cualquier vehículo que llega averiado a los talleres para extraer todas las piezas posibles para otros autobuses.

El manejo interno de la empresa no contribuye a mejorar la situación. En una ciudad que desea convertirse en referente de la cultura high tech y las megacompañías del 2.0 del cercano Silicon Valley, todo el proceso administrativo se sigue realizando a mano, sin ni siquiera códigos de barras para las piezas. Para solicitar el cambio de una bombilla, por ejemplo, el trámite ha de pasar por cinco departamentos y nadie puede garantizar que no se produzca algún tipo de error en la cadena de amanuenses.

¿Soluciones? En lo que respecta al Ayuntamiento, ninguna. Al contrario: en el presupuesto inicial de este año había una partida de 44,5 millones de dólares para mantenimiento que han decidido reducir a 11 (de 35,2 a 8,7 millones de euros).

Los dos millones de viajeros anuales del Muni no están en buenas manos cuando suben a un autobús y la negligencia de la empresa sucede en una ciudad donde el dinero no falta gracias a la boyante situación de los imperios de Internet.

Empiezo a pensar que las autoridades locales —de cuyo entreguismo a las fortunas tecnológicas ya hablé en el blog— desean que los autobuses se deshagan y el 20% de los habitantes de la ciudad que no tienen coche emigren a otros municipios.

  [Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]

El dibujante más presente en San Francisco

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El autor de la pieza de arriba, Building the Iron Horse (Construyendo el caballo de hierro), es Owen Smith, uno de los artistas más presentes en el paisaje urbano de San Francisco. Su escena sobre la construcción del Golden Bridge será convertida en un mural en el hospital de Laguna Honda, cuya renovación será inaugurada a finales de este año. En los nuevos edificios, que albergarán a 780 personas mayores de 60 años, habrá once murales del artista.

No es la única oportunidad de ver en instalaciones públicas el trabajo del pintor. Residente en el área de la bahía, en Alameda, y nacido hace 47 años un poco más al norte, en Fremont, Smith acaba de estrenar cartelería en 44 estaciones del BART (Bay Area Rapid Transit), el servicio de tren de cercanías que vertebra ambas márgenes de la Bahía de San Francisco (7,1 millones de habitantes y casi 20.000 kilómetros cuadrados).

Vale la pena la contemplación online de los carteles para quienes no tienen la oportunidad de verlos de cerca. Son maravillosos: combinan la luz irredenta de California, el realismo existencial estadounidense que heredó Smith de su admirado Edward Hopper y el estilo prepop, entre la candidez y la picardía, de las novelas pulp.

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Habrán caído en la cuenta de que las tres ilustraciones están basadas en otros tantos libros conectados con la desmedida producción literaria de San Francisco, una ciudad a la que han considerado refugio o escenario escritores de todo pelaje.

Los dibujos de Smith que abren en las estaciones del BART ventanales hacia lo imaginario se refieren, desde arriba, a La llamada de la selva (The Call of the Wild, 1903), de Jack London; El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1930), de Dashiell Hammett, y El club de la buena estrella (The Joy Luck Club, 1989), de Amy Tan.

Las ilustraciones siguen un mismo patrón: presentan a una persona leyendo cada uno de los libros en vagones del cercanías que resultan inundados por las novelas y sus personajes, tangibles gracias a la poderosa soledad de los lectores. Smith se ha documentado para el trabajo y, en un guiño muy librista, hace que los ejemplares en los que permanecen enfrascados los viajeros correspondan a las primeras ediciones.

Smith ha declarado que le gusta la idea de leer en el transporte público y no es la primera vez que prepara obras similares. El metro de Nueva York le encargó hace unos años unos murales de mosaicos para la estación de la calle 36 de Brooklyn. Había vivido unos años en la ciudad con su mujer, pero, cuando tuvieron dos hijos, regresaron a la Bahía de San Francisco, que les parece más habitable para los críos.

Muy estimado en el sector de la creación gráfica —ha firmado casi una veintena de portadas para la revista The New Yorker y fue el dibujante del disco Forgotten Arm (2005), de Aimee Mann, que ganó un Grammy al mejor packaging—, Smith ya había inundado las calles de la ciudad en 2008 con una serie de posters sobre la huella en San Francisco del inolvidable Dashiell Hammett, tal vez el más vernáculo —elegante, izquierdista, amigo de la juerga...— de los muchos escritores que, como el ilustrador Smith, encuentran en la ciudad un latido único.

[Owen Smith]
[Owen Smith]

¡Tanta Frida!

[Izquierda: pubhlicidad de la colección de homenaje a Frida Kahlo de Gaultier e 1988 . Derecha:

El reclamo de Frida Kahlo no suele fallar. Admirada hasta la veneración, perseguida por las celebrities —Madonna no deja escapar una subasta—, centro de un negocio que a ella le hubiera parecido obsceno —la Frida Kahlo Corporation—, utilizada para ilustrar sellos de correos y billetes de banco, biografiada en películas malas, reducida a la condición de maniquí en muñecas larguiruchas, inspiradora de manuales que te enseñan a "vestirte como Frida" y colecciones de alta costura de Jean Paul Gaultier —ya saben, el de los corsés que valen un riñón—, la artista que hizo del dolor un auto de fé mientras mantenía abiertas todas las heridas de la contradicción (creía en el estalinismo, pero se llevó a la cama a Trostky; abjuraba del patriarcado, pero se dejaba ningunear por el perverso Diego Rivera) murió como una santa roja, envuelta en la bandera comunista y con el más que posible suicidio ocultado por los amigotes porque los comunistas, según el credo, no se matan.

Las Fridas actualizadas de las ilustraciones que abren esta entrada forman parte de una exposición itinerante que ha recalado en San Francisco: The Fashion World of Jean Paul Gaultier: From the Sidewalk to the Catwalk (El mundo de la moda de Jean Paul Gaultier: de la acera a la pasarela). Es una muestra sobre el rutilante diseñador que exhibe hasta el 19 de agosto el Museo deYoung, una de las pinacotecas públicas —aunque el arte en los EE UU nunca es del todo público: el patronazgo y el mecenazgo privados siempre están en el ajo— de la ciudad.

Con la excusa de la exposición, el museo convocó el sábado el casting Viva Frida! From the Bluehouse to the Catwalk (¡Viva Frida! De la Casa Azul a la pasarela): un llamamiento a mujeres dipuestas a emular a la artista en la categoría Frida tradicional o proyectarla hacia el presente en la de Frida ahora. Las seleccionadas participarán en un desfile de moda "al estilo Gaultier" el 29 de junio.

Retraté y hablé con algunas de las Fridas que se presentaron a la convocatoria.

[Foto: Jose Ángel González]

Linda Gamino
28 años
Encargada de una tienda y bailarina

Estoy aquí porque soy bailarina y artista y me gusta participar en todo lo que tenga que ver con Frida Kahlo, a quien admiro profundamente, es una inspiración como artista y persona. Hace unos años, tras un accidente, una mala caída, tuve una lesión de espalda, un problema grave en las vértebras, y fue la obra de Frida la que me ayudó a superar el dolor y el trance. Cuando vi La columna rota, el cuadro en el que Frida se autorretrató con el corsé que usaba por su accidente, fue la primera vez que lloré ante una obra de arte.

[Foto: Jose Ángel González]
Renée Heidtman
31 años
Profesora de Yoga, terapeuta, pintora

Frida Kahlo es una de mis artistas favoritas porque trascendió, supo convertir el dolor en arte. Ha sido una inspiración para mí toda mi vida.  Mi pintura de algún modo se relaciona con la de ella: yo también hago autorretratos y también he tenido problemas físicos que he sabido superar. Creo que hoy soy una Frida muy tradicional. Es lo que intento, retratar a la verdadera Frida y su forma de ser. He nacido aquí, mis ancestros son alemanes, estoy lejos de la cultura mexicana, pero vivir en California te hace estar cerca y me gusta idealizar esa tradición mexicana.

[Foto: Jose Ángel González]
Karla Milugo
24 años
Artista, arregla acordeones, pinta

Estaba en el museo y me enteré de esto de pronto. No sabía nada y no me hizo falta prepararme porque siento que puedo hacer algo más que disfrazarme de Frida, soy una performer. Soy capaz de conectar con la expresión de Frida sin tener que recurrir al estilo mexicano... Mira, llevo manchas de pintura en los pantalones y una flor de lavanda en el pelo. Soy el tipo de Frida que conecta espiritualmente para transmitir sus emociones. Pinto autorretratos y a veces hago vídeos mirándome al espejo. Me siento cerca de Frida y otras mujeres artistas que crean no para ser famosas, sino para procesar la vida. Creo que estamos unidas internamente.

[Foto: Jose Ángel González]

Anu Keshavan
No revela la edad: "Dejé de contar a los 25. Y no hace mucho de eso"
Estudia un doctorado
Se dedica a la "innnovación social"

Frida engloba y cruza todas las fronteras. Me gusta. Cuando pienso en ella pienso que fue libre, fuerte, sexy, seductora... Cruzó culturas, clases sociales, géneros... Celebrando el arte se celebró a sí misma como persona. Yo soy así, un espíritu libre, soy la Frida de ahora: valiente, seductora y libre, una ciudadana del mundo. He vivido en cuatro países y he tomado lo que me interesaba de cada cultura. Nací en la India he vivido en Alemania, Suiza, Inglaterra... No sé de dónde soy y a Frida le pasaba lo mismo: su padre era de Alemania y su madre de México[Foto: Jose Ángel González]

Garza
49 años
Bailarín y trabaja en un programa de investigación sobre el VIH

Conocer a Frida ha sido una experiencia revitalizadora. Su pasión  por el arte y la forma de expresar ideas, sentimientos y dolor han sido inspiradores para mí. Frida es Latinoamérica entera, también Perú, mi país natal: las raíces profundas de lo indígena y lo hispánico. Creo que hoy soy la Frida folklórica y tradicional, pero también la Frida que está libre a pesar de la prisión de su propio cuerpo. Todos tenemos una, la mía son mis propios miedos, pero estoy enfocado en encontrar mi libertad.

[Foto: Jose Ángel González]
Iris Hood
27 años
Hace un doctorado en biofísica y pinta

Me siento profundamente conectada con el trabajo de Frida y su arte. He traído una selección de mis pinturas, que creo que tienen que ver con su forma de expresión, porque mi pintura está relacionada con la suya desde que empecé, a los diez años. Pintar es para mí un diálogo con la vida y creo que Frida hizo lo mismo: su trabajo fue un diario de su vida. Mi apariencia es mucho más moderna que la de ella, pero no me intimidan las diferencias.  Soy una Frida moderna y valiente.

[Foto: Jose Ángel González]
Catalina Quijano
40 años
Pintora y traductora

Entre Frida y yo hay algo enorme, porque en mi vida me han tocado cosas muy parecidas a las de ella. Me tocó un accidente muy similar en México, con un autobús. No pude caminar durante años. Yo no sabía nada de su vida, pero poco a poco me enteré de aspectos que no podía ignorar. Tenemos las mismas cejas, somos latinas, el accidente, yo también pinto... La gente me decía: "eres como la Frida", pero yo no hacía caso. Luego, en 1995, tras el accidente, empecé a enterarme más de su vida, me identificaba con su dolor... Ella vivió en 1930 en San Francisco durante un año, mientras Diego Rivera hacía sus murales. Su segunda cirugía fue aquí, como la mía, y fue un éxito, como la mía. La primera había sido en México, también la mía y a ninguna nos salió bien. A veces me da un poco de escalofrío tanta similitud. ¡Su modo de vida es tan parecido al mío! Lo único que no tengo es un esposo pintor que sea un sapo gordo, así de grande...

En el casting hubo otras Fridas —incluso una radical con máscara de bondage que se definía como "Occupy Frida"—.

No sé si, como la verdadera Frida, pasan de vanidad y preferirían "hablar con obreros y albañiles antes que con esa gente estúpida que se hace llamar gente culta". Tampoco creo que importe. Por un día no hubo frontera entre todas las Fridas.

[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Frida Kahlo, 1931 - Foto: Imogen Cunningham]

Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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