Fillmore, donde San Francisco es 'soul'
"Corazón y alma de San Francisco". El lema del distrito de Fillmore suena mejor, más descriptivo y realista, en inglés: "Heart and Soul of San Francisco".
Ninguno de nosotros, los pálidos, tiene derecho a atribuirse cada una de las muchas acepciones de la palabra soul. Algunos de los significados —el principio de la vida, la zona espiritual de los humanos, la parte inmaterial de la persona...— podemos entenderlos con nuestra pobre racionalidad judeo-cristiana, monoteista, nacida en la seca e infértil arenisca de los desiertos, pero otras —el refugio de las emociones y los sentimientos, la certeza de los lazos de sangre y piel— son demasiado lejanas, pertenecen a las sabanas y las selvas, a las bodegas-mazmorra de los barcos de esclavos, al trabajo en grupo bajo la solana inclemente de los algodonales, a los ritos panteistas a la luz de las fogatas...
Los mejores momentos desde que llegué a San Francisco los he pasado en el barrio de Fillmore. Ya he hablado en el blog de mi club favorito, el Rasselas, un lugar que arde como el infierno, y de la Iglesia de San John Coltrane, donde cada domingo ofician una liturgia con el jazz como evangelio. Ambos lugares están en la calle Fillmore, que vertebra el distrito, donde reside parte de la comunidad negra de la ciudad.
Este fin de semana se celebró la 28ª edición del Fillmore Jazz Festival, un evento callejero que organizan los comerciantes y las asociaciones comunitarias del barrio. Asistieron más de cien mil personas.
Además de poder profanar en todas las formas posibles las premisas de una dieta sana —avisté un nuevo hallazgo para la relación de las espectaculares perversiones gastronómicas estadounidenses: calamares fritos regados ¡con azúcar glass!—, el festival ofrece actuaciones musicales en tres escenarios, situados a lo largo de las diez manzanas de la calle dedicadas al evento. También hay un mercado callejero, performers de la improvisación y mucha fiesta.
Lo mejor, para mi gusto, fue sentirme otra vez como un etnógrafo fascinado, y comprobar la manera en que el barrio mantiene la esencia vital de los años cuarenta del siglo XX, cuando Fillmore era el Harlem del Oeste y en los clubes de jazz —entre ellos el mítico Jimbo's Bop City, que abría todos los días de 2 a 6 de la madrugada y cobraba a un dólar la entrada a todos excepto a cualquier músico, que era admitido gratis a cambio de que participase en la jam session eterna que se celebraba en la tarima— podías encontrar a Coltrane, Count Basie o Charlie Parker compartiendo la misma descarga por el placer de sudar en comunión bajo los mismos focos.
Queda bastante de aquel sentido de hermandad en Fillmore. Es fácil emborracharse, bailar con un estilo ridulamente blanco ante la inigualable perfección de los negros, reafirmarse en que Prince, George Clinton o Kanye West son avatares de la misma deidad rítmica y entrar en el rito panteista de la danza, siempre abierta a la admisión de nuevos fieles.
Dejo un reportaje fotográfico. No estoy seguro de que resuma la intangible belleza de Fillmore y su gente, pero esa fue mi pretensión al disparar.
0 Comentarios