4 posts de agosto 2012

Carnaval 'majo'

[Foto: Jose Ángel González]
Mi Japón
empieza con un haiku de Yosa Buson (Aún más conmovedoras / A la luz de linternas / Las oraciones en noches frías) y acaba con los títulos de crédito de la tristísima Tokyo Story, de Yasujirō Ozu. Es decir, es un Japón bastante acotado, tanto por la inflexible dictadura temporal  —el poeta vivió en el siglo XVIII y la película es de 1953—, como por mis opciones, desvaríos y carencias, que son bastantes y van a más.

He frecuentado con agrado algunos productos japoneses extra (las fotos del acechador Daido Moriyama, un par de novelas del suicida tradicionalista Yukio Mishima, las películas de Akira Kurosawa...); he sucumbido, como todos los occidentales, frente las redes trendy del consumo de pescado crudo y tengo alguna cámara fotográfica made in Japan del tiempo lejano en que no las franquiciaban para que las ensamblasen los esclavos chinos.

Ahí termina mi japonesismo. No me gustan el manga, la ceremonia del té, el zen y el aikido (soy de Robert Crumb, café y tai-chi); jamás me pondría un kimono excepto en privado y, si estuviera en mi mano, prohibiría por decreto ley las vídeo consolas y los animales rechonchos con poderes sobrenaturales. Para superbicho me basta con el cerdo.

Admito, en suma, que no soy el más indicado para ejercer la crítica, pero quizá ustedes se hayan formulado en los espacios de arena del insomnio la misma pregunta que me acosa: ¿qué demonios pasa en ese país para que todo lo kawaii (bonito, majo, riquiño, adorable, cute, verbigracia, pegajoso) se convierta en objeto de devoción e incluso los aviones de transporte de pasajeros lleven mascotas alienantes sobre el fuselaje?

Sin que abunde en mi perplejidad creciente —la semana pasada me enteré en un libro de la existencia de restaurantes de shabu-shabu donde las camareras que sirven las lonchas de carne no llevan bragas bajo las falditas: no pants shabu-shabu, el nombre produce escalofríos—, ya pueden imaginar con que ánimo asistí este fin de semana en Japatown al J-Pop Summmit Festival de este año, una parranda callejera montada con la excusa de celebrar la cultura pop japonesa y sus múltiples nichos.

Con potente financiación de la retalista japonesa de casual-wear que patrocina al tenista Novak Djokovic, Uniqlo —que está a punto de abrir su primera tienda en San Francisco— y de Sega —cuyo lema corporativo lo dice todo: "la vida es diversión"—, el festival fue un punto de encuentro para todos los cosplayers con deseos de exhibirse disfrazados de sus kemonomimi, héroes venerados y todas las variedades de lolita que la imaginación admite, que son muchas más de las que usted y yo podamos presentir en nuestras noches más afiebradas.

Soy gallego. El disfraz, según me ha enseñado la atávica tradición del antroido, es solamente una forma existencial de ocultarse y cualquier trapo es válido para ese destino. Si tienes que ir a una tienda y pagar media nómina por el material con copyright, el disfraz bifurca su circunstancia: artificio y atraco.

Les dejo unas cuantas fotos que hice en el J-Pop. Yo me retiro a leer a Yosa: Sobre la imagen santa / se permite un excremento / la golondrina . O, si me lo permiten, a recordar una cantiga: Adeus martes de Entroido, / adeus, meu amiguiño, / ata Domingo de Pascua / non comerei máis touciño.

[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]

Diez flores mustias en el pelo de Scott McKenzie


La muerte de Scott McKenzie, anunciada hace unas horas en su web personal, ha convocado a los traficantes de tópicos: "eterno hippie", "voz de la contracultura", "banda sonora del flower-power", "icono hippie"...

Los tópicos, como casi siempre, son mentiras o verdades a medias. Diez datos históricos sirven para situar a McKenzie —un actor manejado, una víctima— y su canción, podríamos decir, única, San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair), en su verdadera puesta en escena: una tragedia frecuentada por la ambición, la mercadotecnia y los abusos y una melodía banal que nació como música para promocionar un evento y terminó teniendo más sentido entre los disidentes antisoviéticos que entre los hippies.

1. El tema no es una inocente soflama generacional. Fue compuesto como jingle e himno para promocionar comercialmente el Monterey Pop Festival, un negocio montado para hacer dinero del verano del amor de 1967.

2. El festival —al cual pertenece el vídeo que abre la entrada, con McKenzie cantando-musitando (nunca fue un prodigio de voz) la pieza— fue montado por los brokers Ben Shapiro —que ahora es sionista ultraortodoxo— y Lou Adler, manager de The Mamas and The Papas —y futuro productor, para desgracia de la salud del género humano, de las películas de Cheech & Chong—. Los dos procedían de Los Ángeles, frecuentaban los ambientes elitistas de Hollywood, no sabían nada de contracultura y sólo veían en San Francisco una marca comercial para hacer caja.

3. No les fue mal. Sólo con la venta de entradas sacaron unas ganancias netas de 250.000 dólares (equivalentes hoy, una vez aplicados los cálculos de inflacción, a 1.550.000 dólares, 1.214.000 euros). Bastante más recibieron y siguen recibiendo sus herederos de la explotación del excelente documental Monterey Pop (D.A. Pennebaker,1968).

John Phillips
4. El mejor parado fue, sin duda, John Phillips, líder de The Mamas & The Papas, colega de adolescencia de McKenzie, compositor único del himno —del que se han vendido unas siete millones de copias—, socio de Adler en el festival y millonario instantáneo gracias al pelotazo indecente de aprovechar su condición de organizador para promover la canción como si de una hossana se tratara, cerrando los tres días de festival en una condición de poder que resultaba cómica: ¡por detrás, nada menos, de Buffalo Springfield, The Who y The Jimi Hendrix Experience!.

5. El Monterey Pop Festival fue boicoteado por los activistas más radicales de la naciente cultura subterránea de San Francisco, mosqueados, con bastante razón, por la apropiación del verano del amor por los linces de Los Ángeles. El grupo con más predicamento entre los hippies, Grateful Dead, intentó montar un concierto gratuito en el recinto exterior, pero la policía no les dejó tocar. Tras el festival, en una maniobra de guerrilla, los dead robaron el equipo de música utilizado en Monterey, se lo llevaron en un par de camiones al Golden Gate Park de San Francisco y organizaron una jam session libre. Después hicieron llegar un sardónico mensaje a Philips: "Aquí tenéis vuestros amplificadores. Cuando vengáis a recogerlos, aseguraos de llevar flores en el pelo".

6. San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair) tuvo éxito instantáneo en los hit-parade. Aunque en EE UU nunca fue número uno en ventas y no pasó del cuarto puesto, en casi toda Europa, donde el hippismo se recibía mediatizado y filtrado por los media, sí consiguió ser la canción del verano, un cliché.

Scott McKenzie
7. La pieza tuvo una repercusión inesperada en la Primavera de Praga, cuando, tras la invasión de los tanques soviéticos, en agosto de 1968, fue considerada un símbolo de resistencia pacífica y libertad. Lo mismo sucedió en otros países satélite de la antigua URSS. McKenzie fue invitado a Alemania en 1991, tras la caida del Muro de Berlín, y conoció a personas que habían sido detenidas por la Stasi, la temible policía política de la RDA, por cantar o silbar San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair).

8. Cada vez que McKenzie cantó la canción en EE UU desde 1970, dedicó el tema a los veteranos de la Guerra de Vietnam, la intervención bélica que había unificado las protestas y la política de los hippies, que quemaban cartillas militares y se fugaban a Canadá para no ser alistados.

9. El compositor del tema, John Phillips, murió en 2001 tras un infarto. Tenía 65 años y había dilapidado una fortuna en caprichos de millonario —por ejemplo, comprar la casa que había pertenecido al magnate de la prensa amarilla William Randolph Hearst, el verdadero Ciudadano Kane— y, sobre todo, en heroína, que consumió ávidamente.

10. Una de las hijas del compositor, Mackenzie Phillips (1959), fue bautizada en honor a Scott McKenzie. Ha declarado que a los 11 años su padre la introdujo en la cocaína y que entre los 19 y los 29 mantuvo con él una relación incestuosa consensuada.

Flyer sobre la Muerte del Hippie, happenig organizado en otoño de 1967 en San Francisco por los Diggers, activistas radicales

Lance Canales & The Flood: "No necesitamos toda esa electricidad"

Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]

Golpeas el suelo con un palo y tienes resuelta la mitad del asunto. También podrías levantar y dejar caer la azada, chocar un par de piedras, patear el polvo con la rabia de todos tus ancestros, hincar los dientes en una manzana verde, palmearte las caderas hasta que tengan el color de los arándanos rotos, auscultar el crepitar del fuego y la danza de tu propio corazón, clavar estacas... Podrías encontrar el consuelo del ritmo en cualquier parte: uno-dos, bum-bum, tac-tac.

La música de Lance Canales & The Flood, está basada en patrones antiguos y simples (que no significa simplón sino plural, cooperativo, público) fecundados en el Delta del Misisipi, ese lugar de humedad cenagosa que visto desde el espacio tiene la forma de la mano de un anciano con los dedos cubiertos de musgo.

Descritos en algunas hojas promocionales como el producto de un encuentro entre Tom Waits y Bruce Springsteen, Canales y su grupo necesitan poco instrumental para consumar el oficio del blues: una proletaria cigar-box guitar; el contrabajo espeso de David Quinday y la caja, las escobillas, el stomp box y el cajón de Zak Parrish.

Tres tipos armados de madera y gemidos.

No hacen falta relojes o electricidad cuando los escuchas. Podrían cambiar el escenario por un porche, un cementerio, una barcaza o la trasera de un almacén donde el alcohol es de contrabando y la tristeza rotunda e irresistible.

El sábado pasado tocaron en el Biscuits & Blues de San Francisco, un lugar contaminado por la dulce maldición del blues. Hice las fotos durante la actuación, que también sirvió a una amplia parroquia para celebrar el cumpleaños de un viejo amigo de este blog, Darren J. de León, DJ Aztec Parrot.

Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales nació en Dinuba en 1971 y creció en la cercana y humilde ciudad de Orosi, una zona agrícola y ganadera del área central de California (ahora vive en Fresno). Su padre era entrenador de caballos. "Crecí sobre un caballo. Creo que aprendí a montar y a lazar antes que a andar", dice con orgullo, para demostrar que tiene derecho genético a interpretar canciones terrosas y con raíces. Le asisten, y no es poca cosa para contribuir al cocktail salvaje, las sangres mezcladas de una tribu nativo americana y de algún añejo ancestro español con raíces sefarditas.

¿Por qué tocas con instrumentos antiguos?
Me gusta la crudeza acústica. El sonido de la cigar-box guitar sólo lo puedes conseguir con ella. Por alguna razón no me gusta tocar la guitarra eléctrica y no estoy interesado en todo ese milón de pequeños pedales de delay, distorsión, wah wah... ¡No puedo con ello, no me interesa todo eso! Dame una guitarra para que la enchufe a mi amplificador y basta. Me gusta que mi música suene igual con o sin electricidad, saber que podríamos hacer el mismo show en un porche o en la esquina de la calle. No necesitamos toda esa electricidad.

¿Es posible tocar blues sin ser negro?
Mi familia procede del sur de Texas, de la zona del Golfo de México, y aquella región está muy cerca del blues. Lightnin' Hopkins nació y creció por allí, como mi padre y mi abuelo, cuyas historias llenaron mi vida. Mi abuelo nació en 1898, cabalgó este país, sufrió la Gran Depresión, la Dust Bowl... Ese tiempo marcó mi niñez, crecí escuchando historias de los años treinta y cuarenta alrededor de la chimenea. En casa no teníamos televisión, pero sí un piano. Por eso esta música está fresca en mí.

¿Por qué cantas sobre el dolor?
Es más real cuando sufres. Lo mejor de ti sale de la tristeza y el sufrimiento. Si la vida es fácil tus canciones no van a ningún sitio.

¿Tiene mercado en los EE UU la música que haces?
Es duro... La gente no sabe de qué va... A veces pienso que la música con ráices tendría mejor recepción en otros países.

¿Han olvidado en este país?
Sí, han olvidado. Han olvidado lo que es escuchar algo desnudo y natural. Quizá por ahí afuera no haya tanto estereotipo.

  Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]

Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]
Lance Canales & The Flood [foto: Jose Ángel González]

[Las dos canciones de Lance Canales & The Flood insertadas en esta entrada forman parte de su disco Elixir, editado por Black Oak Records]

Una mini Copa de América para el uno por ciento

[Foto: America's Cup]

Dicen que la Copa América (el nombre oficial es America's Cup, en inglés) es el evento deportivo que más dinero mueve, sólo superado por los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol.

Cuando en 2011 San Francisco fue elegida como sede para la edición de este año, la 34ª y la primera en los Estados Unidos desde 1995, los organizadores estimaron que en la ciudad entrarían unos 1.400 millones de dólares, unos 1.130 millones de euros.

El alcalde Ed Lee, radiante como siempre que habla de dinero, prometió que la copa de vela crearía 9.000 empleos y haría de San Francisco un centro de referencia mundial para los deportes marítimos.

Con el anuncio empezaron a circular las habituales utopías arquitectónico-especulativas. Los organizadores pidieron al ayuntamiento que invirtiera 111 millones de dólares, casi 90 millones de euros, en un plan para "revitalizar" el frente costero de la ciudad, convirtiendo cuatro de los antiguos muelles del puerto en centros comerciales y deportivos. Las simulaciones digitales mostraban cúpulas voladizas de materiales transparentes y una flota de yates sólo al alcance de milmillonarios anclada en las nuevas instalaciones.

Los supervisores municipales (equivalentes a los concejales españoles), pese al entusiasmo del alcalde Lee, pararon el plan por la difícil situación financiera de las arcas locales —con un déficit sostenido de entre 300 y 500 millones de dólares anuales en el último cuatrienio, entre 242 y 403 millones de euros, que ha derivado en recortes sociales y la dilación de inversiones urgentes, como la mejora del casi ruinoso parque móvil de autobuses públicos—.

['Estadio Solar' propuesto para la Copa América]
[Propuesta de reforma de dos de los muelles del puerto]

Los planes de los promotores —aliados con las fuerzas vivas económicas de la ciudad— alcanzaron un nivel cercano al delirio, con la difusión de la creencia de que a San Francisco llegarían miles de turistas de primerísimo nivel, es decir, forrados de dinero (llegaron a proponer habilitar un centro de seguimiento de las carreras para espectadores VIP en la isla de Alcatraz), que los alquileres y precios de las propiedades experimentarían un alza notable y que la bonanza sería la consecuencia única de las regatas.

El excéntrico magnate Larry Ellison, quinto hombre más rico del planeta (36.500 millones de dólares de fortuna personal, unos 30.000 millones de euros), accionista mayoritario y CEO de la empresa de gestión de datos Oracle y promotor del equipo que defiende el título, el Oracle Racing, se atrevió a dar a la ciudad un ultimátum y amenazar con retirar la sede si el Ayuntamiento no colaboraba.

La situación mundial de recesión larvada y la grosería de tanta ostentación han bajado los humos a casi todos. La Copa América de 2013, cuya fase final, un mano a mano de 17 carreras entre el Oracle y el equipo que venza en las regatas preliminares de la Louis Vuitton Cup, se celebrará entre el 7 y el 22 de septiembre, se ha convertido en un espejo de los tiempos, con la más pobre participación de toda la historia.

Sólo cuatro sindicatos se han inscrito en la prueba para intentar llevarse el trofeo. Son barcos de Suecia, Nueva Zelanda, Italia y Corea del Sur. En la edición celebrada en Valencia en 2007 hubo once tripulaciones y los organizadores de San Francisco 2012 siempre dieron por sentado que a la ciudad acudirían quince aspirantes. Uno de los participantes históricos, Francia, no ha tenido reparo en justificar la ausencia por el carácter incongruente del evento con la zozobra económica y social.

[Circuito de las regatas]

La mini Copa de América resultante, la única que podía esperarse dados los costes de este deporte de élites —se calcula que es necesario un presuesto de unos 40 millones de dólares, 32 millones de euros, para participar— parece importar a estas alturas bien poco y se promociona con sordina.

Pese a todo, podrán con el uno por ciento. Medio millón de adinerados turistas son aguardados en la ciudad para ver las maniobras de los espectaculares catamaranes que disputarán la fase final de la regata. Desde hace un año, dicen los agentes de propiedad inmobiliaria, los fanáticos de la vela o la vanidad social andan buscando viviendas de lujo situadas frente a la zona de competición. Se barajan alquileres de 100.000 dólares semanales (80.000 euros).

Los 9.000 empleos se han desvanecido.

Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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