Lavan la cara al mítico mural del Edicifio de Mujeres de San Francisco
La street view de Googlemaps no hace justicia al abigarrado mural que decora dos de las fachadas del Women's Building (Edificio de Mujeres) de San Francisco. Alegoría sobre el "poder sanador de la sabiduría femenina a lo largo del tiempo" —dicen—, el enorme fresco exterior es también un recordatorio de la maternidad, el matriarcado en las culturas indígenas, la nobleza y la entrega de las mujeres.
Se parece demasiado a alguna carpeta afiebrada de Santana, al que es lícito imaginar correteando y faltando al colegio en el barrio (aquí se crió), y abunda en mazorcas de maíz, manos de ancianas, referencias históricas casi obligatorias (Rigoberta Menchú, por ejemplo), corrientes de agua y otros elementos de cierta poética popular.
Pintado en 1994 según el proyecto de siete artistas (Juana Alicia, Miranda Bergman, Edythe Boone, Susan Kelk Cervantes, Meera Desai, Yvonne Littleton e Irene Pérez) y ejecutado con la ayuda de casi un centenar de voluntarias, el mural se titula Maestra Peace, un lema que pretende sintetizar el poder de las mujeres como signo, guía y pacificadoras.
En una ciudad donde el muralismo callejero es una seña de identidad (lo que ha domesticado su raíz libertaria y convertido a los artistas y comisarios del género en recolectores de ayudas públicas y privadas, es decir, en decoradores de espacios acotados), el mural Maestra Peace es una obra de arte muy llamativa que aparece en todas las guías turísticas. Aunque no le falta dramatismo —al menos no el que va parejo con el tamaño—, en ocasiones peca de la idealización, frecuente en estos lares, de la arcadia indígena y el ejercicio del costumbrismo patriotero. Es decir, es un mural que queda bellísimo en un edificio pero, detalle a detalle, resulta de un folklorismo irritante digno de tiendecita de souvenirs de segunda categoría (si es que existen las de primera, que yo no las conozco).
El Women's Building, situado en la calle 18ª del barrio de La Misión, entre las calles Valencia, patria hipster, y Guerrero, fue construido en 1910. Antigua sede de un gimnasio y de logias masónicas —la calle 18ª se llamaba entonces de la Hermandad— y, desde 1935, centro de reuniones y bar de los Sons of Norway (Hijos de Noruega), una fraternidad de inmigrantes nórdicos con afán por convertirse en poder fáctico, en 1979 fue comprado por el San Francisco's Women's Centers, un colectivo feminista montado en 1971 por activistas que procedían de los rescoldos del hippismo y los movimientos de conciencia latina.
El grupo sigue llevando la gestión del tremendo edificio, por el que cada año pasan, según sus gestoras, 20.000 personas. Entre los servicios que prestan, algunos gratuitos y otros de pago, hay talleres de informática; asesoría fiscal, laboral y legal; reparto de alimentos, y clases de cocina, yoga y zumba —estamos en California: estás perdido si no sabes sintonizar los chakras y mover las caderas—.
También alquilan salones para todo tipo de actividades, desde charlas y reuniones, hasta fiestas bautismales, primeras comuniones y esas ceremonias tan escasamente liberadoras de los Quince, donde las niñas, obligadas a dejar de serlo por imperativos socio culturales, bailan un vals con sus papás, desechan el último juguete y cambian las zapatillas de guerra de la niñez por los zapatos de tacón del triunfo.
Al mural de Maestra Peace le habían deslucido la cara los elementos. Los desconchones y masas de pintura levantadas eran abundantes y, desde hace meses, la directiva del Women's Building lanzó una campaña para restaurarlo. El objetivo era reunir 130.000 dólares (algo más de 100.000 euros) y en la recolección del dinero colaboraba SF Beautiful, un grupo filantrópico y enmascarado —no dicen quiénes son ni de dónde sacan la financiación— dedicado a la cosmética urbana.
El Ayuntamiento de la ciudad puso a fondo perdido casi la mitad del dinero (55.000 dólares) y el resto ha salido de donaciones particulares. Los andamios ya están montados en torno al edificio y algunas de las siete artistas del proyecto original se han puesto manos a la obra con la restauración. Trabajarán tres días a la semana, han informado desde la gerencia del Women's Building. No ha trascendido si reducirán el número de mazorcas de maíz.
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