De los dos puentes de San Francisco, éste es el pobre, el Bay Bridge, que no aparece en las postales ni recibe la visita asombrada de millones de turistas, como su hermano pudiente, el Golden Gate.
Me gusta el Bay Bridge: tiene un algo de obrerista y no padece del engreimiento fancy de su hermano. El día de fin de año, antes del festival de fuegos artificiales que ofreció la ciudad, le hice la foto de arriba. No parecía demasiado afectado por la efeméride. Pienso que de haber tomado la foto hace 60 ó 70 la imagen sería la misma.
Conexión entre dos territorios que son antagónicos y reflectantes —al oeste, San Francisco, ciudad carísima, cívica, amiga del lujo y la heterodoxia; y al este, Oakland, violenta, quebrada socialmente, trabajadora y rebelde—, el Bay Bridge (casi 8 kilómetros en dos tramos que salvan el obstáculo de la bellísima bahía) debe inaugurar en 2013 una esperada y muchas veces postpuesta renovación que llega con seis años de retraso sobre los plazos previstos y un desfase prespuestario de dimensión escandalosa: 6.300 millones de euros (unos 4.600 millones de euros) por encima del gasto inicial anunciado.
Supongo que para decorar con un aire high-tech tanta mala planificación técnica y económica, van a convertir el puente en una "monumental escultura" lumínica, la mayor del mundo, según sus promotores. Está realizada con diodos emisores de luz, leds.
El proyecto, bautizado como The Bay Lights (Las luces de la Bahía), lo ejecutará el "maestro de las luces" Leo Villareal (Albuquerque-EE UU, 1967), especializado en montajes en lugares públicos de algo que se parece a la decoración de interiores pero él prefiere llamar arte.
Visible desde San Francisco, pero no desde los carriles viales del puente, no se vayan a despistar los 270.000 conductores diarios, el "sueño" de Villareal —que ha emulado virtualmente el resultado en el vídeo insertado más arriba— tendrá 1,6 kilómetros de largo y 152 metros de alto y estará formado por 25.000 leds programables colocados en la estructura metálica de la obra.
"Incorporaré 255 niveles distintos de brillo y secuencias de luz para que la pieza se convierta en un espejo", asegura el artista, que también destaca la "eficacia" energética de la obra: consumirá sólo 30 dólares diarios en energía eléctrica, unos 23 euros.
Las cifras que importan, desde luego, nada tienen que ver con el recibo de la luz. The Bay Lights costará bastante más: unos 8 millones de dólares (6,13 millones de euros), de los que casi 6 ya han sido aportados por empresas, consorcios hoteleros y donantes privados. Uno de los socios más dadivosos ha sido el bufete Morrison & Foerster —más de mil abogados, 16 oficinas en cinco países, una ganancia que ronda los 1.000 millones de dólares anuales (766 millones de euros) y clientela de gran tonelaje, sobre todo entre las instituciones financieras más poderosas—.
Las mentes tras la idea de la iluminación con leds del puente de los curritos, la empresa Iluminate the Arts, calcula que la ciudad saldrá ganando, porque el proyecto reportará 97 millones de dólares a la económica local (74 millones de euros). No explican cómo han podido calcular un intangible, pero manejan la cifra con alegre discrecionalidad en notas de prensa, estadillos y demás material de autobombo.
Acabo de leer unas declaraciones del líder de la firma, Ben Davis, que susurran entre líneas más de lo que dicen: "Casi tuve un orgasmo cuando crucé en bicicleta el Golden Gate. Pero, como mucha otra gente, siento un amor más profundo por el Bay Bridge y es fantástico ver este puente trabajador y elegante brillar de nuevo en nuestras conciencias".
La escultura de leds, que tiene previsto el encendido inicial en marzo y permanecerá activa hasta 2015, sólo ocupa el primer tramo del puente, es decir, el primero si empezamos a medir desde San Francisco. Oakland, como siempre, se queda a oscuras.
¿Amor por el Bay Bridge o por la ciudad a la que alimenta el veterano puente con la mano de obra necesaria y entregada que entra en San Francisco cada mañana bien temprano y regresa a dormir cada atardecer al otro lado de la bahía porque en San Francisco sólo pueden pagar el alquiler los directivos y empleados de la boyante y mimada segunda ola del 2.0?