Tres mil edificios de San Francisco, sin seguridad antiterremotos
El poste con los cuatro altavoces, situado a dos manzanas de mi casa, es uno de los muchos idénticos que pueblan el paisaje urbano de San Francisco. Cada martes, a las doce del mediodía, emiten una larga sirena de emergencia. Aún ahora, después de haberla escuchado con tanta frecuencia, sigue asustándome con un poder que debe asentarse en un atavismo: pienso en bombardeos, platillos volantes, inesperados ataques de entes extraterrenos...
Una locución mecánica —difícil de entender y algo orwelliana en el tono vehemente— anuncia tras la sirena que se trata de una prueba del sistema local de alerta de terremotos. Hay una ligera posibilidad de que el ingenio funcione y avise con unos cuantos segundos de antelación de la llegada de un temblor importante. Eso dicen.
El mapa detalla y sitúa los edificios de la ciudad de San Francisco que son potencialmente inseguros en caso de terremotos. Lo acaba de publicar The San Francisco Public Press, una modélica organización independiente y sin ánimo de lucro dedicada al periodismo de investigación, esa especie amenazada de muerte y condenada a la dictadura de la e-frivolidad.
En un reportaje especial titulado Bracing for the Big One (Preparándonos para el grande), la publicación trimestral —editada en glorioso papel, sin anuncios publicitarios (está financiada por una treintena de organismos cívicos, profesionales y comunitarios) y con un PVP de un dólar (0,75 euros)— revela que la segura llegada de un gran movimiento sísmico en los próximos años no ha sido tomada nada en serio por las autoridades pese a que se trata de una lotería con premio seguro: los expertos calculan que hay un 28% de probabilidades de que el área de San Francisco, de altísima actividad sísmica y atravesada por fallas que no dejan de bailar el twist, sufra un terremoto de una magnitud mínima de 6.7 grados en los próximos diez años. Si el margen se amplía a los próximos 25 años, la probabilidad de un gran cataclismo es del 68%.
¿Qué sucedería en tal caso? Las proyecciones indican que una repetición del gran terremoto de 1906 (7.9 grados) mataría de inmediato a 5.800 personas y provocaría daños materiales estimados en 6.000 millones de dólares (4.500 millones de euros) solamente en infraestructuras y construcciones.
La cifra de víctimas mortales podría ser mucho más alta por culpa de la pasividad temeraria del Ayuntamiento de la ciudad. Pese a las alertas y los informes de expertos, los responsables de la seguridad pública han consentido que en San Francisco vivan 58.0000 personas en peligro extremo de que sus viviendas o locales de trabajo les caigan encima en caso de un seísmo de gran magnitud. Es decir, uno de cada catorce vecinos de la ciudad están en peligro de muerte, según la investigación de The San Francisco Public Press.
La publicación detalla casi tres mil edificios —aporta de cada uno la ubicación exacta: calle y número— cuyos propietarios no han realizado las revisiones y modificaciones de retrofit antisísmico necesarias según las normativas locales para garantizar que las construcciones no se derrumben a las primeras de cambio por tener malas estructuras, hormigón poco dúctil o primeras plantas suaves y vulnerables al colapso.
El Ayuntamiento, que obliga en teoría a la adaptación, no se ha mostrado nada preocupado y se lo toma con una sorprendente pachorra: desde 2009 sólo 53 edificios se han adaptado a la normativa de retrofit. A este ritmo serían necesarios 195 años para que el plan de códigos de construcción antisísmicos se universalice. El Grande llegará mucho antes.
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