Epidemia de desalojos en San Francisco
Cada punto señalado con un marcador de posición en el mapa de arriba [aquí está la versión interactiva] indica el escenario de una tragedia. Cada marca precisa la ubicación de una casa de San Francisco cuyos inquilinos están condenados al desalojo.
¿Por qué? El motivo es diáfano según el modelo de ciudad que las autoridades desean: las casas pueden ser reformadas y divididas en mayor número de unidades. Con la operación los propietarios salen ganando —alquileres más altos—, los intermediarios de la promoción inmobiliaria sacan tajada y los munícipes, pese a la destrucción del tejido social de la ciudad, sueñan con repoblar San Francisco con hipsters del 2.0 con muy buenas nóminas.
A veces leer los diarios conduce al llanto. El mapa interactivo de los desalojos previstos —sólo entre marzo de 2012 y febrero de 2013 los caseros han presentado 1.757 solicitudes— lo publicó hace unas horas el San Francisco Bay Guardian, tanto en la versión semanal en papel, con una portada con el dramático titular "Epidemia de desalojos", como en la edición online, donde titulan "Urbicidio".
El modélico medio de comunicación tiene el sentido justiciero que a veces uno consideraba perdido en el periodismo y adjunta un documento de 49 páginas con las direcciones de todas las viviendas y los nombres de los propietarios que han puesto o quieren poner a los inquilinos en la calle.
¿Número de personas afectadas? No hay cálculos exactos, pero dado que hablamos de viviendas de clase media ocupadas por familias de, al menos, tres personas, el golpe social es de intensidad severa, sobre todo porque los desalojados, muchos de ellos con décadas de antigüedad como inquilinos y contratos de alquiler con subidas establecidas según el aumento del coste de la vida, no podrán encontrar por mucho que lo intenten otro lugar para alojarse que puedan pagar.
Los alquileres en San Francisco tienen dimensión estrafalaria y han subido un 53% en el último año: el alquiler medio en la ciudad por un apartamento de un dormitorio es de 2.700 dólares (unos 2.100 euros), el más alto de los EE UU. Por efecto dominó, los alquileres en la ciudad alternativa, la cercana Oakland, han subido un 28,5% y tampoco son asequibles: 1.961 dólares de renta mensual media (1.500 euros).
¿Cómo es posible esta situación? El instrumento legal del que se valen los caseros es la Ellis Act, una ley de 1985 del estado de California, que permite a los propietarios deshacerse de los inquilinos mediante el "cierre" del negocio de alquiler. El agujero legal permite que esta imprecisa cláusula sea empleada como subterfugio para recovertir la propiedad en un condominio de viviendas de alto nivel.
Los caseros desaprensivos ni siquiera se manchan las manos: hay leguleyos dispuestos a hacerlo en su nombre. Existen compañías de abogados que se ofrecen a asumir todos los trámites y echar a los inquilinos a cambio de un porcentaje en los suculentos beneficios de las operaciones.
Además de los miles de dramas que subyacen en la epidemia de desalojos —por citar uno cercano a este blog: el cierre del huerto urbano gratuito Free Farm, que debe abandonar el solar que ocupa antes de fin de año—, están en juego el estilo de la ciudad y el alma de San Francisco, el spleen que la hace única.
Estoy de acuerdo por entero con el editorial del San Francisco Bay Guardian:
"Parece que la loca, radical, artística y no convencional ciudad de San Francisco está sufriendo un ataque, como si estuviera cambiando para siempre una ciudad que una vez dio la bienvenida a olas de gente rara y descontenta, quienes, a su vez, dieron a la ciudad su reputación y atractivo sabor. Ya no hay ningún espacio para la clase obrera, la gente que, por ejemplo, mantiene en funcionamiento la industria número uno de la ciudad, que es la hospitalidad y el turismo, no la tecnología. Al final, si las tendencias continúan, esta va a ser pronto una ciudad muy diferente (...) Es difícil imaginar cómo lo mejor de San Francisco —la ciudad cuya cultura y sentido de locura han atraído a toda esta gente creativa— podrá sobrevivir".
El comentarista político Tim Redmond lo dice con más riñones:
"Cientos y cientos de inquilinos que una vez tuvieron pisos de renta controlada están perdiendo sus casas y, dado el precio de la vivienda, sus posibilidades para seguir viviendo en San Francisco. Cada pequeño marcador rojo [en el mapa] es una tragedia humana. Cada uno representa una ciudad que ya no tiene espacio para la clase media y mucho menos para los pobres. Me entran ganas de llorar. O vomitar. O algo".
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