7 posts de mayo 2013

Los taxis-app han llegado para quedarse

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En San Francisco (900.000 habitantes en la ciudad y 3,3 millones en el área metropolitana) circulan 1.735 taxis con licencia. Son los mismos, decena arriba o abajo, que hay en Zaragoza (679.000 habitantes). Ya pueden ustedes imaginar lo que cuesta encontrar un taxi libre por aquí.

En ocasiones es tarea imposible: pese a que hay nada menos que 29 compañías privadas dedicadas al negocio y aún suponiendo que usted tenga memorizados todos sus teléfonos, en horario punta nadie contesta al otro lado y si lo hacen es para reconocer que no tienen vehículos libres o, como me ha sucedido más de una vez, para mentirte prometiendo que en unos minutos te recogen y si te he visto no me acuerdo.

Un viernes cualquiera a partir de las cinco de la tarde, las esquinas de la ciudad están pobladas por desesperados con la vista en lontananza, elevando las manos en extrañas coreografías, gritando como chamanes en trance o dando patadas de impotencia contra el pavimento. Todos intentan buscar un taxi, pero casi nadie lo consigue.

Al modelo de taxis licenciados por la administración —el organismo responsable es la California Public Utilities Commision (CPUC)— le han salido competidores alegales que se aprovechan del déficit de taxis, la desesperación de los usuarios y el anacronismo de la ley para enfrentarse con las nuevas tecnologías, aliadas ideales de la idea de compartir antes que la de explotar.

Desde 2010 tres compañías de vehículos bajo demanda operan en la ciudad. Se solicitan mediante una app instalada en el smartphone y sus conductores no son taxistas profesionales, sino dueños de coches particulares que obtienen un sobresueldo con los viajes. Son Uber, SideCar (cuyos coches llevan un bigote rosa pegado a la parte frontal del capó) y Lyft. Son un boom y han provocado el nerviosisimo en el viejo monopolio de los taxis.

Aunque la CPUC multó en noviembre de 2012 a las compañías con 20.000 dólares bajo la acusación de que no pueden garantizar la seguridad de los pasajeros, las tres empresas han recurrido las sanciones alegando que han subscrito pólizas de seguro de hasta un millón de dólares de responsabilidad civil y que los conductores son evaluados antes de ser admitidos.

Las tres compañías siguen operando, cada vez tienen más clientes y han exportado la revolución de los taxis-app a otras lugares: Uber ofrece servicios en 31 ciudades del mundo —entre ellas algunas europeas (Milán, París, Ámsterdam y Londres)—, Lyft opera en Los Ángeles y Seattle y SideCar está presente en nueve localidades de los EE UU.

Los clientes están con los nuevos taxis. En una campaña online contra las multas han firmado ya 6.500 personas. Los promotores dicen que las empresas son "innovadoras" y traen "aire fresco" al problema del transporte urbano y la movilidad. La mayoría de los firmantes insisten en que los conductores ganan en la comparativa con los taxistas tradicionales: son más amables y cuidadosos —se trata de sus propios vehículos—. También destacan la calidad del servicio y su agilidad y coste —entre un 15 y un 25% más barato que el taxi tradicional—.

Aunque los taxistas también han demandado judicialmente a las nuevas empresas por supuestos perjuicios, parece que el modelo ha llegado para quedarse. En un movimiento muy revelador, la agencia local de transporte de la ciudad ha aprobado un reglamento que obliga a los 1.735 taxis locales a estar disponibles mediante una app y no sólo por el viejo sistema de centralita.

Otro indicio de que los taxis-inteligentes no van a desaparecer es que hace sólo dos días SideCar llegó a un acuerdo con la CPUC para seguir operando. El fundador de la empresa, Sunil Paul, señala en el blog de la compañía, que el cese de hostilidades reconoce que SideCar es "una plataforma tecnológica basada en el intercambio libre de trayectos en automóviles y no puede ser regulada como un servicio de transporte".

Epidemia de desalojos en San Francisco

Cada punto señalado con un marcador de posición en el mapa de arriba [aquí está la versión interactiva] indica el escenario de una tragedia. Cada marca precisa la ubicación de una casa de San Francisco cuyos inquilinos están condenados al desalojo.

¿Por qué? El motivo es diáfano según el modelo de ciudad que las autoridades desean: las casas pueden ser reformadas y divididas en mayor número de unidades. Con la operación los propietarios salen ganando —alquileres más altos—, los intermediarios de la promoción inmobiliaria sacan tajada y los munícipes, pese a la destrucción del tejido social de la ciudad, sueñan con repoblar San Francisco con hipsters del 2.0 con muy buenas nóminas.

A veces leer los diarios conduce al llanto. El mapa interactivo de los desalojos previstos —sólo entre marzo de 2012 y febrero de 2013 los caseros han presentado 1.757 solicitudes— lo publicó hace unas horas el San Francisco Bay Guardian, tanto en la versión semanal en papel, con una portada con el dramático titular "Epidemia de desalojos", como en la edición online, donde titulan "Urbicidio".

El modélico medio de comunicación tiene el sentido justiciero que a veces uno consideraba perdido en el periodismo y adjunta un documento de 49 páginas con las direcciones de todas las viviendas y los nombres de los propietarios que han puesto o quieren poner a los inquilinos en la calle.

¿Número de personas afectadas? No hay cálculos exactos, pero dado que hablamos de viviendas de clase media ocupadas por familias de, al menos, tres personas, el golpe social es de intensidad severa, sobre todo porque los desalojados, muchos de ellos con décadas de antigüedad como inquilinos y contratos de alquiler con subidas establecidas según el aumento del coste de la vida, no podrán encontrar por mucho que lo intenten otro lugar para alojarse que puedan pagar.

Los alquileres en San Francisco tienen dimensión estrafalaria y han subido un 53% en el último año: el alquiler medio en la ciudad por un apartamento de un dormitorio es de 2.700 dólares (unos 2.100 euros), el más alto de los EE UU. Por efecto dominó, los alquileres en la ciudad alternativa, la cercana Oakland, han subido un 28,5% y tampoco son asequibles: 1.961 dólares de renta mensual media (1.500 euros).

¿Cómo es posible esta situación? El instrumento legal del que se valen los caseros es la Ellis Act, una ley de 1985 del estado de California, que permite a los propietarios deshacerse de los inquilinos mediante el "cierre" del negocio de alquiler. El agujero legal permite que esta imprecisa cláusula sea empleada como subterfugio para recovertir la propiedad en un condominio de viviendas de alto nivel.

Los caseros desaprensivos ni siquiera se manchan las manos: hay leguleyos dispuestos a hacerlo en su nombre. Existen compañías de abogados que se ofrecen a asumir todos los trámites y echar a los inquilinos a cambio de un porcentaje en los suculentos beneficios de las operaciones.

Además de los miles de dramas que subyacen en la epidemia de desalojos —por citar uno cercano a este blog: el cierre del huerto urbano gratuito Free Farm, que debe abandonar el solar que ocupa antes de fin de año—, están en juego el estilo de la ciudad y el alma de San Francisco, el spleen que la hace única.

Estoy de acuerdo por entero con el editorial del San Francisco Bay Guardian:

"Parece que la loca, radical, artística y no convencional ciudad de San Francisco está sufriendo un ataque, como si estuviera cambiando para siempre una ciudad que una vez dio la bienvenida a olas de gente rara y descontenta, quienes, a su vez, dieron a la ciudad su reputación y atractivo sabor. Ya no hay ningún espacio para la clase obrera, la gente que, por ejemplo, mantiene en funcionamiento la industria número uno de la ciudad, que es la hospitalidad y el turismo, no la tecnología. Al final, si las tendencias continúan, esta va a ser pronto una ciudad muy diferente (...) Es difícil imaginar cómo lo mejor de San Francisco —la ciudad cuya cultura y sentido de locura han atraído a toda esta gente creativa— podrá sobrevivir".

El comentarista político Tim Redmond lo dice con más riñones:

"Cientos y cientos de inquilinos que una vez tuvieron pisos de renta controlada están perdiendo sus casas y, dado el precio de la vivienda, sus posibilidades para seguir viviendo en San Francisco. Cada pequeño marcador rojo [en el mapa] es una tragedia humana. Cada uno representa una ciudad que ya no tiene espacio para la clase media y mucho menos para los pobres. Me entran ganas de llorar. O vomitar. O algo".

Alimentos frescos (y orgánicos) a coste cero

[Foto: Jose Ángel González]
El bodegón, fotografiado sobre la mesa de la cocina de casa, costó cero dólares. Todo es orgánico, cultivado en un huerto urbano de la ciudad de San Francisco y me lo regalaron en el Free Farm Stand que celebran cada domingo.

El fundador de la granja gratuita se llama Dennis, pero prefiere ser conocido por su apodo, Tree (Árbol). Es un hippie activo de sesenta y tantos que sigue creyendo en las virtudes de lo colectivo y la posibilidad de que no haya dinero por medio para conseguir buenos alimentos.

En un solar cedido en 2010 por la Iglesia Luterana de Saint Paul al grupo de activistas y voluntarios que coordina Tree —el lugar, todavía un baldío cuando hicieron las fotos, puede verse en este mapa—, los agricultores urbanos gestionan un huerto donde cultivan casi de todo, desde frutas hasta plantas aromáticas, pasando por el variado arcoiris de las verduras, raíces y tubérculos. También recogen productos sobrantes de árboles particulares y organizan talleres de cultivo.

Cada domingo al mediodía, distribuyen buena parte de las cosechas en el Parque Niños Unidos del barrio de la Misión. La mecánica es sencilla: a partir de las 12, recoges un número; una hora más tarde, tienes acceso a los puestos de alimentos. Un grupo de voluntarios se encarga del reparto y la dosificación. Cada persona recibe lo suficiente como para, digamos, varias raciones. Sólo hay cierto límite —una o dos piezas por cabeza— en el pan y la bollería (exquisitos) y las macetas con plantas aromáticas y medicinales.

La Free Farm calcula que en los últimos seis meses ha repartido gratis casi 500 kilos de alimentos frescos.

[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]

Cacofónicos y sin humildad

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El principio fundador es de los que apetece secundar: "una red de recogida aleatoria de espíritus libres, unidos en la búsqueda de experiencias más allá de los límites de la sociedad tradicional".

La Cacophony Society —el nombre del club tampoco se queda corto en latido: nada como proponer la disonancia en esta dictadura universal de los armónico— nació en San Francisco en 1986.

Fundada sobre las cenizas del Suicide Club, inspirado en la novela de Stevenson El Club de los Suicidas, aunque sólo nominalmente (sus miembros no aspiraban a matarse, sino a la muy san franciscana francachela de emborracharse en cementerios y carnavalear en cualquier otro lugar), la Cacophony Society aspiró desde sus inicios a tener un mayor empaque en las pretensiones: citan al dadaísmo, el situacionismo y la idea de La Zona, el lugar donde, según la película Stalker (Andréi Tarkovsky, 1979), no rigen los dictados de la física tradicional.

¿Filósofos rupturistas?, ¿sociedad secreta anarquizante?, ¿activistas de un neomundo paralelo?... Nada más lejos. Estamos en San Francisco, donde la ruptura se reduce a las bromas, el disfraz y el estraperlo intelectual.

Mañana se presenta en sociedad el libro Tales of the San Francisco Cacophony Society, editado por Last Gasp a precio nada libertario (39,95 dólares, unos 31 euros). Es una historia ilustrada —el activismo de bajo nivel siempre le dio duro al flyer— sobre el grupo que, según los editores,"ha influido en todo lo subversivo, juguetón y antiautoritario de la cultura popular en los últimos veinte años". Modestia, como ven, ninguna. El entrecomillado induce a pensar que gracias a esta gente, y a nadie más, somos libres y felices.

¿Que huella han dejado los cacofonistas sobre la arena del tiempo?, ¿que cercas de alambre han cortado?, ¿a quién han liberado?, ¿qué trifulcas han montado?

1. Algunos flahsmobs cuyo fin último es la tajada alcohólica: un picnic en el Golden Gate Bridge, una ginkana en Chinatown, ataques inesperados de zombies, el desfile anual de San Estúpido... Aunque se atribuyen ser los inventores de la invasiva aparición en los centros urbanos de personas disfrazadas de Santa Claus (conocida como Santarchy), mienten: la iniciativa partió, en 1974, de un grupo danés de teatro político.

2. Dicen haber influido en El club de la lucha, la novela de debut (1996) del escritor Chuck Palahniuk. El autor siempre se ha desligado de la pretensión, pese a que los cacofonistas lo acosan cada vez que visita San Francisco.

3. Ésta es la buena. Uno de los eventos turísticos más rentables de los EE UU, el festival de alt-art Burning Man, fue organizado en sus primeras cinco ediciones (1986-1990) en la playa Baker de San Francisco por tres fundadores de la Cacophony Society, Larry Harvey, Jerry James y el artista John Law. Los dos primeros son propietarios, tras ganar varios juicios, de la boyante marca —el año pasado asistieron más de 50.000 personas y los tiques para este año cuestan 380 dólares que sólo dan derecho a entrar en el área desértica del festival— y Law los acusa de haber pervertido el sentido original de la celebración (investigada, por cierto, por evasión de impuestos).

 

Mapa interactivo sobre las histórias escondidas en el nomenclátor

[http://sfstreets.noahveltman.com]

Conquistadores españoles, hacendados mexicanos, políticos locales, millonarios, algún gánster... Las calles de San Francisco se ven de otra manera al pasear por el mapa interactivo sobre el nomenclátor del diseñador y desarrollador web Noah Veltman.

Desde Londres, donde está trabajando desde enero como grafista para la BBC, y empujado por la morriña que sentía por San Francisco, donde había vivido cuatro años, Veltman quiso llenar los huecos de su propia memoria. "Solía caminar por esas calles sin tener idea de los personajes que estaban tras los nombres (...) Hice el mapa porque pensé que sería una forma de conectar la colorida historia de San Francisco con la experiencia cotidiana, darle un nuevo sentido a los barrios y la ciudad", dice para explicar el empuje inicial que le llevó a desarrollar el proyecto de una cartografía virtual que añadiese contexto histórico y humano a la geografía local.

Al hacer clic en una calle o plaza, el visitante de la web puede enterarse de la biografía de la persona a la que están dedicadas o de las circunstancias que llevaron a los responsables políticos locales a bautizarla. El mapa es un recurso del que pueden sacar mucho partido los turistas, que pocas veces saben los motivos que explican el nombre de la calle por la cual están caminando.

En el proceso de recogida de documentación histórica, administrativa y humana Veltamn se ha encontrado con "duelos, tiroteos salón, justicia popular, espionaje, millonarios noctámbulos, exploradores, magnates, batallas, rebeliones..." que forman  una "historia local" que tiene para el vecino, el curioso o el visitante una "inmediatez" con frecuencia más reveledora que la de los grandes tratados.

Entre las historias ocultas en el nomenclátor favoritas del diseñador está la de Francisco Guerrero, cuyo apellido da nombre a una de las más bonitas avenidas del distrtito de la Misión. Terrateniente nacido en México en 1811, Guerrero llegó a ser alcalde de Yerbabuena, el pueblo sobre el que emergió la ciudad de San Francisco, y fue asesinado en 1851 con una piedra lanzada con una honda antes de que prestase testimonio en una audiencia relacionada con un fraude de altos vuelos. Al parecer, querían silenciarlo.

Veltman anuncia que al mapa de San Francisco seguirán los de Londres y Los Ángeles. Luego regalará el código de programación para que cualquiera pueda hacer el mapa de su ciudad.

La fiscalía demanda a la bebida energética Monster

Gama de productos y presentaciones de las bebidas Monster

"Atrévete a probar una lata de la bebida más extrema del planeta, Monster Energy. De nuestros laboratorios salió la fórmula que te proporciona el doble de estímulo que una bebida energética de tamaño normal. MONSTER te pega con una suave sabor (sic) y una potencia incomparable. EL TAMAÑO SI IMPORTA!".

El mensaje, tal cual, faltas de ortografía y de puntuación incluidas, es de la página web para España de Monster, la bébida energética que más se vende en los EE UU tras Red Bull, que sigue como líder con el 42% del mercado. Año tras año Monster acorta distancias y en 2012 se hizo con el 37% de las ventas, según datos de la web Energyfiend contra el abuso de la cafeína.

La Fiscalía de San Francisco acaba de demandar a Monster por poner en grave peligro la salud de los niños y adolescentes a los que está dirigida la estrategia comercial y publicitaria de la bebida. Según una declaración oficial emitida por el fiscal Dennis Herrera, los niveles de cafeína de la bebida causan una "significativa morbilidad entre los adolescentes", con episodios de hipertensión, infartos cerebrales y ataques cardiacos severos.

Herrera, hijo de un siquiatra colombiano emigrado a los EE UU y uno de los fiscales más radicales del país en temas de consumo y derechos individuales, ya había anunciado que investigaría en detalle a los fabricantes —la empresa Monster Beverage Corporation, con sede en Corona, 600 kilómetros al sur de San Francisco— y se había sumado a casi una veintena de médicos que solicitaron a la Federal Drug Administration (FDA, la agencia federal con competencias en alimentos) que ordenase a la marca una reducción drástica de la cantidad de cafeína en sus bebidas, algunas de las cuales, como la lata de 24 onzas (709 mililitros) de Mega Monster Energy, tienen 240 miligramos, equivalente a casi veinte cafés esspreso.

Según la regulación de la FDA, los fabricantes no están obligados a señalar en los envases la cantidad de cafeína, pero la agencia ha admitido que es sensible al endurecimiento de las normas tras la muerte de la adolescente Anais Fournier, de 14 años, que falleció de un ataque al corazón en 2012 tras beber un par de Mega Monster Energy en días consecutivos. Su familia ha demandado a la fabricante del preparado porque entiende que la niña fue víctima de una sobredosis de cafeína.

A la defensiva y bien armados con los abogados que les permite su tamaño —la empresa facturó el año pasado casi 2.000 millones de euros—, Monster, cuyas bebidas han sido relacionadas con la muerte de al menos cinco personas en los últimos tres años, ha denunciado a Herrera por menoscabo de imagen mercantil.

Para justificar la desmesurada cantidad de cafeína que añaden a sus preparados no se les ha ocurrido nada mejor que señalar a la cadena Starbucks, donde, dicen, "cualquier niño" puede comprar bebidas con tanta carga como las de Monster.

[Dennis Herrera]
Herrera responde que la comparación no es de recibo, porque Starbucks no se dirige a un público juvenil como Monster —en la página comunitaria Monster Army (Ejécito Monster) aparecen críos—; patrocina eventos de deportes adrenalínicos; es una de las marcas que más dinero paga a ídolos infantiles y juveniles, por ejemplo, al corredor de motos español Jorge Lorenzo, y colabora en la organización y promoción de conciertos de música heavy y trash.

"Las bébida energéticas basadas en la cafeína nunca te darán alas, pero sí te pueden causar problemas letales de salud, especialmente si eres un joven atacado tan agresivamente por los mercaderes", precisa el fiscal de San Francisco.

Según los estándares de la FDA, las bebidas con cafeína no pueden sobrepasar los 71 miligramos por una dosis de 12 onzas (0,35 litros). Las bebidas energéticas tienen entre 100 y 300 miligramos en una lata clásica de 8 (0,23). [Imagen: energyfiend.com]

George Lucas quiere el mejor enclave para su museo

Incluso el más intachable de los promotores imobiliarios —si es que ambas condiciones pueden coexistir en un mismo ser humano, que lo dudo— entregaría su alma al diablo a cambio del uso de los terrenos coloreados en el mapa.

El solar con trama azul es Crissy Field, una pradera de 28.000 metros cuadrados a ras de la bahía de San Francisco, frente un panorama que quita el hipo a cualquiera, tenga o no debilidad por la especulación.

Vista desde Crissy Field, con el Golden Gate Bridge a la derecha y las colinas del Condado de Marin enfrente [Foto: Wikimedia Commons]

La zona tintada de rojo en el mapa —con el valor añadido de Crissy Field como patio delantero— es el objeto de deseo del director-productor de cine George Lucas, que tiene dinero suficiente para desear el solar: es la 346º persona más rica del mundo y su fortuna, cifrada por Forbes en casi 4.000 millones de dólares (3.000 millones de euros), le permite el capricho con holgura.

El galáctico magnate, que en unos días, el 14 de mayo, cumple 69 años, está desde 2012 supuestamente retirado de la financiación de taquillazoseso dijo, aunque dejando la quinta entrega de Indiana Jones fuera de la ecuación—, y le sobra con el usufructo de las franquicias de sus productos y las operaciones mercantiles a gran escala.

"Me retiro. Me voy de los negocios, de la industria..., de todo ese tipo de cosas", declaró tajante a finales del año pasado, tras vender Lucas Films, su empresa matriz de producción, a otro imperio, Disney.

Cuando un potentado dice que se retira "de todo ese tipo de cosas" quizá está hablando en mandolariano, pero no, desde luego, en un idioma que usted o yo podamos entender. Uno imagina que retiro ha de ser, por pura lógica de diccionario, alejamiento, jubilación o excedencia (en el caso de Lucas cualquiera de la acepciones sería dorada: su refugio, el Skywalker Ranch, una hora al norte de San Francisco, ha sido definido por los pocos elegidos con acceso, como un cruce entre el Yellowstone del Oso Yogui y Disneylandia). Pero no es el caso. George Lucas opta ahora por ser curator y propietario de su propio museo.

[Foto: proyecto del Lucas Cultural Art Museum]
El director, guioniosta o productor de una treintena de películas que van de lo inolvidable (American Grafitti) a lo imperdonable (Howard... un nuevo héroe)  es uno de los tres finalistas para llevarse el gato al agua y explotar el enclave frente al Golden Gate.

El trust administrativo que gestiona la zona —un espacio protegido integrado en el parque Presidio, el mayor de San Francisco—, quiere explotar el magnetismo del lugar y su espléndida belleza. Se trata de aprovechar culturalmente (es decir, también con cafeterías y tiendas de gorras y camisetas) los terrenos donde los militares que fueron dueños de Presidio durante más de dos siglos (primero los de Nueva España, luego los de México y hasta 1994 los de los EE UU), tenían instalaciones que los nuevos gestores consideran obsoletas.

En noviembre de 2012 convocaron un concurso de ideas y recibieron 16 propuestas, que acaban de quedarse en tres. El próximo otoño decidirán a cuál le dan luz verde: dos son centros de interpretación medioambiental (The Bridge/Sustainability Institute y Presidio Exchange) y el tercero es el Lucas Cultural Art Museum.

¿De qué va el proyecto del sagaz cineasta-empresario aparentemente retirado? El packaging —ya hay página web— habla de tres líneas básicas —nada demasiado nuevo: descubrimiento, innovación y educación, esos valores abiertos ante los cuales es difícil poner mala cara—; el proyecto incluye cartas de recomendación de instituciones de impoluta solvencia pese al olor no siempre agradable del dinero: el Smithsonian Institute, la Academia de Hollywood y el Getty Trust; un portavoz de Lucas ha señalado que el magnate pondrá de su bien alimentado bolsillo 700 millones de dólares (530 millones de euros) para la construcción y puesta en marcha del museo y que donará su propia colección de arte, que contiene ilustraciones, cómics, vestuario y otros diseños de sus películas y arte digital.

"Quiero crear un lugar de encuentro donde los niños, padres y abuelos pueden disfrutar de todo, desde grandes ilustradores como Rockwell, NC Wyeth y Maxfield Parrish, hasta el cómic y las ilustraciones de libros infantiles, junto con exposiciones de moda, arte cinematográfico y arte digital", señala Lucas en la memoria del proyecto, con tanta precisión como un mal alumno que hubiese redactado el trabajo la noche antes de la fecha de entrega.

"Disfrutar de todo" tal vez sea la combinación de palabras más precisa de toda la documentación. Viniendo de un jerarca de las superproducciones de cine; un campeón, dicen, de la minuciosidad, y un adinerado empresario con suficientes posibles para pagar a los mejores colaboradores, el proyecto es básico, adolece de lagunas vitales —del edificio apenas se dice que será de estuco y que "complementará los diseños históricos de las construcciones vecinas pero sin olvidar su época"— y parece lo que es: la necesidad de perpetuación de un señor sobrado de sí mismo y confiado en que su apellido y el apoyo del Alto Consejo Jedi son suficiente garantía.

Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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