Un millón de personas (y tutús) en el Orgullo de San Francisco
San Francisco está a rebosar este fin de semana. Un millón de personas amplían temporalmente la población de la ciudad para asistir al San Francisco Pride, una de las celebraciones del orgullo gay con más carisma del mundo.
El magnetismo de los festejos, muy despolitizados y convertidos en poco menos que una empresa desde hace ya bastantes años, se ha disparado con la decisión de hace unos días del Tribunal Supremo de los EE UU de dar vía libre al matrimonio homosexual. Desde la luz verde, en la sede del City Hall donde tuvo su oficina Harvey Milk, el primer concejal abiertamente gay elegido en una gran ciudad estadounidense, se forman cada día colas de hasta un centenar de personas para tramitar los papeles.
Frente al edificio municipal está establecida la sede de la celebración del San Francisco Pride, cuyo lema de este año es Embrace, Encourage, Empower (Abrazar, animar, dar poder). Dentro de unas horas tendrá lugar el desfile a lo largo de la calle Market, el centro neurálgico de la ciudad.
Las fotos intentan mostrar el ambiente en el recinto. La ola de calor de estos días queda patente en el escasísimo vestuario de los asistentes —aunque hace falta muy poco para que los sanfrasciscanos se quiten ropa—, entre los que abundan ruidosas pandillas de adolescentes ataviadas con tutús (una norma festiva cuyo origen se me escapa).
Como en toda fiesta callejera de esta ciudad dada a salir a la calle a la mínima, hay chiringuitos de telefonía móvil, música, mucho alcohol y barbacoas de pollo y vacuno.
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