La mayor colección privada de fotos está en un muelle de San Francisco
Fotos en penumbra y sin información ajena a la que emana de las imágenes: ni fichas informativa con el nombre del autor, el título de la obra, el lugar y la fecha; ni textos explicativos en las mamparas; ni mucho menos guías, sean presenciales o grabadas. La foto y tú, nada más.
En el emplazamiento de un viejo muelle portuario de San Francisco, clavado por pilotes al fondo de la bahía, han instalado una de las galerías de fotografía más extremas del mundo. Se trata de entender las fotos con las entrañas y los ojos, sin saber nada más.
Pier 24 es la galería privada dedicada sólo a fotografía más grande de los EE UU —2.600 metros cuadrados, mayor, por ejemplo, que las salas de exposiciones temporales del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía—.
¿Precio de la entrada? Ni un céntimo. La pinacoteca fotográfica de San Francisco abre de lunes a jueves, de 9 a 17 horas y nunca cobra.
¿Atestado de público? Al contrario, los gestores quieren garantizar la tranquilidad del encuentro intimo con las imágenes mediante un sistema de cita previa (un apunte necesario: solicité cita hace dos semanas, no hay una lista de espera inasumible). Nunca hay más de veinte personas por grupo y la soledad es tan infrecuente en un espacio expositivo que, acostumbrados como estamos a las verbenas artísticas de multitudes, incluso resulta incómoda en un primer momento.
¿Te meten prisa? Ni por asomo: cada grupo tiene dos horas para hacer lo que quiera dentro de la instalación.
Otras excepcionalidades: no hay vigilantes paranoides siguiendo al visitante como si éste fuese un vándalo en potencia y puedes hacer todas las fotos que quieras (sin flash), dejando en evidencia esas disposiciones aldeanas de los museos oficiales que pretenden venderte en la librería una postalita por cinco euros.
Acabo de visitar este extraño lugar. Aunque lo que exhiben en este momento no me chifla —la muestra temática A Sense of Place—, la política de Pier 24 es rompedora porque está basada en un principio simple: el respeto por la fotografía y la creencia de que se trata de un arte mayor capaz de golpear las emociones con la misma intensidad que cualquier otra expresión plástica.
Algo así sólo es posible merced al capricho personal de una persona con la cartera bien forrada. La galería del muelle es la iniciativa personal de Andy Pilara (71 años), que ha labrado desde los años setenta fortuna suficiente como broker de inversiones y negociante de mercados como para montar la Pilara Foundation, propietaria del Pier 24 y, es de suponer, buen instrumento para desgravar impuestos.
Pilara descubrió la fotografía hace sólo diez años. Sintió, dice en una entrevista, "una pasión que no puede describirse con palabras" e inició la compra de obras de algunos de los autores más notables del género. La liquidez y el ansia le han llevado a reunir dos mil fotografías, una de las colecciones particulares más importantes del mundo, con piezas de Walker Evans, Dorothea Lange, Robert Frank, Diane Arbus, August Sander, Daido Moriyama...
Su pretensión es que los visitantes a la galería dialoguen con las imágenes en un espacio en penumbras y tranquilo.
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