5 posts de septiembre 2013

Mi ocupación durante la Copa del América

Esta entrada es redundante. Comprar libros y discos es el vicio al que tengo derecho, uno de los únicos. Si además tienen precio de la generación de mis abuelos, es un vicio que puedo disfrutar sin trajinar mis fatigados fondos económicos.

Hace unos meses, en la entrada Un disco o un libro por 0,77 euros, les hablé de una de las formas que adquiere el edén en la tierra: la megaventa de materiales culturales que organizan dos veces al año los Amigos de la Biblioteca Pública de San Francisco. La de septiembre se está celebrando: es la 49ª de la historia y ofrecen 500.000 objetos culturales —libros, DVD, vinilos, discos compactos, cintas, audiolibros y otros productos editoriales— a entre uno y tres dólares la pieza (entre 0,77 y 2 euros).

Mientras quienes colocamos la cultura por encima de cualquier otro derecho enloquecíamos en el interior del pabellón de 5.000 metros cuadrados de Fort Mason, otros miles se dedicaban a ver como dos catamaranes de milllonarios competían por la Copa del América a escasos metros. El mundo y la vida son un combate dialéctico: unos preferimos letras y otros, pamplinas.

[Foto: Jose Ángel González]
Estos son los tesoros discográficos de este año: 14 vinilos por 14 dólares. Usados pero no maltratados, viejos como la belleza y bravos como el mar que los catamaranes intentan en vano convertir en una especie de circuito de carreras para pijos.

Entenderán mi entusiasmo: no puede haber más que goce en un lote que contenga a Bob Dylan (Another Side of Bob Dylan, 1964), Neil Young (After the Gold Rush, 1970), Aretha Franklin (Live at Fillmore West, 1971), Joni Mitchell (Court and Spark, 1974) y Leonard Cohen (New Skin for the Old Ceremony, 1974).

Además de estas joyas —muchas de las cuales ya tengo en vinilo, CD y mp3, pero ¿quién se niega a la adopción de discos incluseros que te conmovieron en el pasado?—, en los abarrotados cajones de la superventa aparcieron obras no menos rutilantes pero más inesperadas: el debut homónimo de The Paul Butterfield Blues Band (1964), el primer grupo polirracial que hizo blues;  Goodbye and Hello (1974), del llorado Tim Buckley; McCartney (1970), el disco hecho en casa del exbeatle tras la ruptura del grupo; la antítesis del anterior, el abigarrado Double Fantasy (1980) que grababa John Lennon cuando fue asesinado; el despampanante cofre de seis discos (a un dólar también,  el cofre se entiende como un solo producto) The Smithsonian Collection of Classic Jazz; una recopilación de los Beatles para el mercado estadounidense y dos dobles discos de grandes éxitos, uno de Buddy Holly y otro de las Supremes.

Ya saben dónde pueden encontrarme durante los próximos días: pegado a los altavoces, esa forma electroacústica del cielo en la tierra.

[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]



Un robo de 'smartphone' cada 3,5 segundos

Smartphones

San Francisco es un lugar seguro. Según las estadísticas oficiales del FBI está en el puesto 60º en porcentaje de delitos entre las 75 ciudades de más de 250.000 habitantes de los EE UU. En 2011, el último año computado, hubo 50 homicidios, 131 violaciones, 2.105 asaltos, 4.174 sustracciones de vehículos y 37.500 robos.

La policía de la ciudad advierte que las cosas empeoran y en lo que va de este año, aunque los delitos violentos han descendido, los robos han aumentado notablemente, un 18,5% y ya superan los 45.000. La culpa de las malas estadísticas la tiene la sustraccción de smarthphones, más de la mitad del total de los objetos robados en San Francisco.

Con el creciente grado de penetración social de los móviles inteligentes —el smartphone es el mejor amigo del 61% de los estadounidenses—, la sustracción de estos gadgets, caros y fáciles de revender en el mercado negro, tiene carácter de epidemia. A más de 1,6 millones de personas le robaron el móvil en los EE UU el año pasado —una sustracción cada 3,5 segundos—, según un informe de la empresa de análisis Lookout.

Los delitos son tan frecuentes que los transportes públicos de San Francisco han empezado a emitir por la megafonía de los vehículos mensajes en tres idiomas (inglés, español y chino) recomendando a los viajeros que mantengan los "ojos abiertos" y no se abstraigan en la contemplación hipnótica de las pantallas.

La Policía de la ciudad ha creado una unidad especial de agentes encubiertos para intentar poner coto a los robos y detener a compradores de smarthpones robados, que se ofrecen en la calle a entre 20 y 200 dólares según el modelo.

Pese a que estamos hablando de delitos sin violencia cometidos por descuideros —aunque ya ha habido casos que terminaron en tragedia, como el de un hombre de Filadelfia que recibió un tiro por forcejear con el ratero—, los agentes han comprobado que los ladrones se han profesionalizado y hacen uso de tácticas imaginativas para obtener dinero rápido y con escaso riesgo.

Anotan tres tipos de modus operandi novedosos:

El buen samaritano. El ladrón del móvil escapa pero es interceptado por una persona que logra recuperar el teléfono aunque no detener al caco. Cuando el propietario del smartphone se deshace en elogios hacia el valiente ángel guardián, éste, cómplice del ladrón, le pide una "recompensa" por su heróica intervención.

La línea defensiva. El ladrón o ladrona se hace con un móvil en un bar o restaurante y sale corriendo. La víctima intenta iniciar la persecución pero en la puerta es interceptado por dos tipos de gran envergadura que no le dejan pasar y, una vez pasados unos minutos, también se evaporan.

El Karate Kid. Táctica de choque: patada o golpe a la mano con que la víctima sostiene el móvil, el teléfono sale volando y un cómplice se lo lleva. Ambos salen pitando en direcciones opuestas.


Los activistas antiespionaje obligan a la NSA a desclasificar 1.800 documentos

[Logotipo de la NSA reformado por la EFF]

La Electronic Frontier Foundation (EFF) ha dado un varapalo de dimensión histórica a la National Security Agency (Agencia Nacional de Inteligencia, NSA), el Gran Hermano del Ministerio de Defensa de los EE UU en el que 30.000 funcionarios se dedican a espiar e interceptar cada día 1.700 millones de comunicaciones telefónicas y electrónicas, según supimos gracias a la valentía del disidente Edward Snowden.

La EFF, un grupo de abogados con sede en San Francisco que lleva más de veinte años luchando por la libertad de expresión y el derecho a la privacidad en la esfera electrónica, ha logrado que la NSA desclasifique 1.800 documentos que hasta ahora eran considerados secretos y no podían ser consultados por los ciudadanos.

Se trata de informes del United States Foreign Intelligence Surveillance Court (Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera de los EE UU, FISC), el organismo jurídico que concede a la NSA permiso para rastrear y espiar comunicaciones y ésta utiliza para entrar con casi total impunidad en los discos duros que albergan los metadatos de las empresas de telefonía e Internet, que no han destacado precisamente por defender la privacidad de sus clientes —sólo en el último semestre de 2010 Facebook y Microsoft recibieron peticiones de espionaje a 19.000 y 32.000 usuarios respectivamente y las entregaron sin rechistar—.

El asunto tiene especial importancia porque algunos de los análisis jurídicos apuntan que la NSA no tenía derecho a desarrollar el programa de espionaje dado que la Patriot Act, la ley de 2001 que coordina los trabajos de inteligencia antiterrorista, no faculta a la agencia, como ésta sostiene, para el control indiscriminado de comunicaciones sin que medie una orden judicial previa de un tribunal de la administración ordinaria de justicia.

La EFF, el 16 de junio, y luego la American Civil Liberties Union (Unión de Libertades Civiles) han demandado al Gobierno de Obama por entender que el espionaje discrecional es anticonstitucional. A la acción judicial —muy silenciada por gran parte de los medios de comunicación estadounidenses— se han sumado ya 22 organizaciones civiles, sociales y religiosas. El proceso, que está sustanciando un tribunal de distrito de California, el mismo que ha ordenado la publicación de los informes secretos, podría llegar, según los demandantes, al Supremo.

La EFF ha colgado en su web todos los documentos desclasificados. Pueden encontrarse aquí y aquí en formato PDF y en inglés. El Gobierno, que negó todas las acusaciones de Snowden en un primer momento —empleando la habitual acusación de traidor a la patria e insinuando desarreglos mentales—, ha tenido, a la chita callando, que admitir que niguna de las revelaciones del exempleado de una empresa de servicios de la NSA era mentira.

Ahora, en un movimiento muy geek, la administración ha abierto un Tumblr donde también postea los informes revelados por orden judicial. Hay una diferencia muy reveladora entre los demandantes y demandados: los primeros permiten que en los farragosos PDF se pueda buscar por palabras o términos; en los del Gobierno han capado la opción.

[Comparativa de las directivas de privacidad de las empresas telefónicas y de Internet - Fuente: Electronic Frontier Foundation]

John Muir, el 'apóstol' de Yosemite

[Extensión del Rim Fire - Mapa:www.esri.com]

El mapa —publicado por la web de la empresa de seguimiento de catástrofes ESRI— puede dar una idea bidimensional de la magnitud del incendio forestal del Rim Fire californiano que asola desde hace tres semanas una zona de Sierra Nevada lindante con el oeste del Parque Nacional de Yosemite.

Ningún mapa, sin embargo, es capaz de reflejar la dimensión real: hasta el momento han  ardido 1.020 kilómetros cuadrados. Un punto de referencia necesario para trasladar la cifra a terreno conocido: el término municipal de Madrid tiene 605 kilómetros cuadrados de superficie. El incendio, que a estas alturas, con el 80 por ciento de los frentes del fuego controlados, es el tercero en dimensión en la historia de California, ha quemado el equivalente a casi dos veces la extensión de la capital de España. Al  parecer se inició por la imprudencia de un cazador que encendió una fogata ilegal y los trabajos de los casi dos mil bomberos y otro personal del operativo antiincendio han costado casi 90 millones de dólares, unos 69 millones de euros.

La amenaza del incendio al Parque Nacional de Yosemite —convendría aquí recordar que la pronunciación fonética correcta del nombre es yosémiti y no, como he escuchado con errónea insistencia en noticias españolas, yosemait— me invita a glosar brevemente a su apóstol, el místico naturalista John Muir (1838-1914), una figura que permanece injustamente confinada a la épica local estadounidense cuando se trata de un personaje de la misma o superior altura en humanismo que, por ejemplo, el protohippie Henry David Thoreau.

[John Muir, 1907 - Foto: Francis M. Fritz, Wikimedia Commons]

Tres frases de Muir para intentar resumir el pensamiento trascendental de este naturalista de radical y hermosa aproximación a la tierra y sus dondes:

  • "Todas las personas necesitan de la belleza como del pan, un lugar donde disfrutar y meditar. Es la naturaleza quien cura y da fuerzas al cuerpo y el alma".
  • "Sube a las montañas para obtener sus buenas nuevas. La paz de la naturaleza fluirá en ti como fluye la luz del sol en los árboles. Los vientos soplarán su frescura dentro de ti y las tormentas su energía".
  • "Las montañas son fuentes de hombres tanto como de ríos, glaciares y suelo fértil. Los grandes poetas, filósofos, profetas y hombres capaces cuyos pensamientos y acciones han movido al mundo, han bajado de las montañas".

Nacido en Dunbar, en la costa de Escocia, en una familia que emigró a los EE UU en 1849, practicaba el integrismo de los Discípulos de Cristo y obligaba a los hijos como castigo a memorizar la Biblia —de la que Muir hizo buen uso en sus muchos escritos—, el padre del naturalismo americano fue un ecléctico universitario que nunca terminó los estudios de Química porque prefería vagar por los bosques y aprender ciencia sobre el terreno. Sólo tuvo un empleo en su vida, aserrador en una fábrica, y por una esquirla que se le clavó en un ojo estuvo a punto de perder la visión.

En la oscuridad de la convalecencia encontró una nueva luz. "Dios tiene que llegar a casi matarnos para enseñarnos sus lecciones", escribió antes de decidir que sólo sería feliz dedicándose a tiempo completo a estudiar las plantas y la naturaleza.

Emprendió un viaje de iniciación con la tenacidad de quienes saben que sólo a pie eres capaz de entender los territorios que atraviesas. Caminó más de 1.600 kilómetros, de Indiana a Florida. Su intención era llegar a Sudamérica y encontrar el nacimiento del Amazonas, pero una malaria lo llevó a las puertas de la muerte.

Recuperado, viajó a Cuba y, finalmente, en 1868 se desplazó a San Francisco y, de allí, a Yosemite. Pasaría el resto de su vida dedicado a la interpretación,  defensa e difusión de la riqueza natural y la belleza de la zona, un valle alpino formado hace unos diez millones de años por la erosión causada por los glaciares de Sierra Nevada.

[Cabaña de Muir en Yosemite - ILustración: Sierra Club]
Si todos los seres humanos tenemos un lugar al que creemos pertenecer, Muir lo encontró en el valle y los circos glaciares circundantes. Vivió humildemente durante varios años en una cabaña que levantó él mismo. Primero consiguió un modesto empleo como pastor de un rebaño de ovejas, pero luego se dedicó simplemente a escribir lo que veía. Firmó 300 artículos y una docena de libros con sus experiencias y reflexiones.

¿Otro científico dispuesto a buscar el nombre en latín de cada plata? Nada más lejos: Muir subía sin ningún adminículo de escalada las radicales paredes de granito para sentir la piedra, permanecía horas al lado de una torrentera para escuchar el agua, se encaramaba a los árboles más altos para experimentar el baile del viento con las copas, durante un fuerte temblor de tierra salió corriendo de la cabaña para exclamar gozoso: "¡Bienvenido, bendito terremoto!"....

[John Muir a los 34 años. Foto: H. W. Bradley - Wkimedia Commons]
Después de que Yosemite fuese declarado espacio natural protegido en 1864 —fue el primero de los EE UU en tener un estatus especial de protección—, Muir se convirtió en el adalid del lugar, criticó en artículos periodísticos los desafueros cometidos por la presión de la creciente avalancha de turistas. Su campaña dio resultado cuando el entones presidente Theodore Roosevelt visitó Yosemite y fue acompañado por Muir en una larga exploración. A su regreso a Washington, el mandatario creó el departamento National Park Service para gestionar los parques estatales y garantizar que se mantengan salvajes.

Cofundador del Sierra Club —una organización dedicada a la defensa de la integridad de los espacios naturales que tiene ahora 1,3 millones de miembros—, Muir fue, como escriben algunos de sus biógrafos, el "santo patrón de la naturaleza virgen" y el responsable, con su carácter "soñador" y su activismo lírico, de extender la idea de que la tierra, los mares, los cursos de agua, los árboles y la creación entera nos ayudan a cultivar la humildad y ser mejores personas.

Convencido de que la naturaleza es la única casa del ser humano, el apóstol de Yosemite quizá tuviera algo pertinente que decir sobre el incendio que empezó el 18 de agosto en el límite occidental del área que consideraba un santuario. Tal vez, como algunos de los grupos naturalistas californianos que han alzado la voz contra los mensajes tremendistas de estas semanas, contemplaría el fuego, siempre frecuente y cíclico en la zona, como una forma de regeneración y renacimiento y no como un desastre apocalíptico.

Para quienes necesiten indagar en la figura y la obra fascinantes de este personaje místico existe un buen documental, producido por la tele pública estadounidense PBS, que se puede ver en línea: John Muir in the New World.

[Valle de Yosemite en torno a 1878- Foto: Carleton Watkins - Wikimedia Commons]

No se me ocurre mejor forma de concluir que con otras frases de Muir que, como todas las suyas, tienen la sedosa cualidad de parecer oraciones:

  • "Mantente cerca de corazón de la naturaleza y su clara ruptura de las distancias. Sube de vez en cuando una montaña o pasa una semana en el bosque. Tu espíritu regresará totalmente limpio".
  • "Nunca vi un árbol descontento. Se agarran al suelo y les gusta. Aunque estén arraigados, viajan".
  • "Ve a la naturaleza en silencio y soledad. No te sobrevendrá mal alguno".

San Francisco 'inventa' el 'bicing'

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San Francisco acaba de estrenar un servicio de bicicletas compartidas.

No es novedad —en 500 ciudades del mundo existen alternativas similares, inventadas en los años sesenta por los provos holandeses y desarrolladas como opción municipalizada a partir del ByCyklen de Copenhague de 1995—, tampoco se trata de una apuesta numéricamente notable —sólo se han puesto en circulación 700 vehículos para toda el área metropolitana de San Francisco cuando en el mundo hay un parque de más de medio millón de bicis compartidas— y, desde luego, de popular no tiene ni la intención —las tarifas son de 9 dólares al día (6,8 euros) o bien 88 al año (67 euros) mientras, por ejemplo, en Barcelona, el carnet anual de Bicing cuesta 46,46—. El máximo tiempo de uso continuado es de media hora. A partir de entonces se pagan suplementos que hacen que el servicio sea más caro que las bicis de alquiler turístico.

El Bay Area Bike Share recién estrenado tiene 70 estaciones de recogida y entrega de bicis en San Francisco (solamente en el centro financiero y turístico, una zona escasamente habitada pero donde se emplaza el negocio), Redwood City, Mountain View, Palo Alto y San José, es decir Silicon Valley, patria de las muy queridas empresas del 2.0.

No se trata de un sistema de bicicletas públicas urbanas (BPU) al estilo de los implantados en Barcelona o París, por citar a dos ciudades punteras, con 6.000 y 20.000 vehículos respectivamente, donde los ayuntamientos entregan la gestión a empresas privadas pero corren con cierto nivel del gasto para abaratar el servicio. En San Francisco hubo colaboración administrativa municipal pero toda la explotación es privada. Estamos donde estamos y lo socializante sigue siendo pecado aunque se trate de algo tan correcto y limpio como desplazarse sobre bicicletas, no consumir más combustible que el muscular y ser agente activo del cero emisiones.

El sistema de bicis compartidas del Área de la Bahía de San Francisco —de la parte buena de la zona, porque en Oakland, donde la brecha económica-social tiene dimensión de fosa abisal, no está previsto que llegue el plan— es gestionado por la empresa Alta Bicycle Share.

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La firma, que también gestiona bicicletas compartidas en otras ciudades de los EE UU (Boston, Washington DC, Nueva York, Chicago...), acaso animada por el fervor hispster que ha despertado el estreno del servicio —ya tiene una huella social, lo primero es lo primero, más amplia que la propia red de estaciones y el número de bicis (Facebook, Twitter, Flickr, Instagram, Tumblr)—, afirma en la página web que estamos ante "la única empresa del mundo dedicada a los sistemas de bicicletas compartidas a gran escala".

¿Desvergüenza? ¿Subidón? ¿Miente que algo queda? La experiencia de estos dos años y medio viviendo en la tierra de la fantasía, el envoltorio y los currículos inflados me hace sospechar que algo hay de cada posibilidad.

Eso sí, la bicicleta, de color azul celeste, es digna de aparecer en una película de neo nouvelle vague. Los fabricantes, Public Bike System Company, también conocidos como Bixi, participan de la sesión de fuegos de artificio y se declaran, sigamos en clave francesa, la crème de la crème y los de más éxito en la construcción de bicicletas para compartir: en el mundo, exclaman con brío, hay 14.6000 de sus unidades circulando.

En una ciudad China, Wuhan, hay 90.000 bicis compartidas, todas fabricadas y gestionadas por la misma empresa: son tan airosas como las de San Francisco y un 80% más baratas para el usuario. [Foto Jim Dyer - www.flickr.com/photos/jym]/

Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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