Mi ocupación durante la Copa del América
Esta entrada es redundante. Comprar libros y discos es el vicio al que tengo derecho, uno de los únicos. Si además tienen precio de la generación de mis abuelos, es un vicio que puedo disfrutar sin trajinar mis fatigados fondos económicos.
Hace unos meses, en la entrada Un disco o un libro por 0,77 euros, les hablé de una de las formas que adquiere el edén en la tierra: la megaventa de materiales culturales que organizan dos veces al año los Amigos de la Biblioteca Pública de San Francisco. La de septiembre se está celebrando: es la 49ª de la historia y ofrecen 500.000 objetos culturales —libros, DVD, vinilos, discos compactos, cintas, audiolibros y otros productos editoriales— a entre uno y tres dólares la pieza (entre 0,77 y 2 euros).
Mientras quienes colocamos la cultura por encima de cualquier otro derecho enloquecíamos en el interior del pabellón de 5.000 metros cuadrados de Fort Mason, otros miles se dedicaban a ver como dos catamaranes de milllonarios competían por la Copa del América a escasos metros. El mundo y la vida son un combate dialéctico: unos preferimos letras y otros, pamplinas.
Estos son los tesoros discográficos de este año: 14 vinilos por 14 dólares. Usados pero no maltratados, viejos como la belleza y bravos como el mar que los catamaranes intentan en vano convertir en una especie de circuito de carreras para pijos.
Entenderán mi entusiasmo: no puede haber más que goce en un lote que contenga a Bob Dylan (Another Side of Bob Dylan, 1964), Neil Young (After the Gold Rush, 1970), Aretha Franklin (Live at Fillmore West, 1971), Joni Mitchell (Court and Spark, 1974) y Leonard Cohen (New Skin for the Old Ceremony, 1974).
Además de estas joyas —muchas de las cuales ya tengo en vinilo, CD y mp3, pero ¿quién se niega a la adopción de discos incluseros que te conmovieron en el pasado?—, en los abarrotados cajones de la superventa aparcieron obras no menos rutilantes pero más inesperadas: el debut homónimo de The Paul Butterfield Blues Band (1964), el primer grupo polirracial que hizo blues; Goodbye and Hello (1974), del llorado Tim Buckley; McCartney (1970), el disco hecho en casa del exbeatle tras la ruptura del grupo; la antítesis del anterior, el abigarrado Double Fantasy (1980) que grababa John Lennon cuando fue asesinado; el despampanante cofre de seis discos (a un dólar también, el cofre se entiende como un solo producto) The Smithsonian Collection of Classic Jazz; una recopilación de los Beatles para el mercado estadounidense y dos dobles discos de grandes éxitos, uno de Buddy Holly y otro de las Supremes.
Ya saben dónde pueden encontrarme durante los próximos días: pegado a los altavoces, esa forma electroacústica del cielo en la tierra.
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