750.000 personas en el Bluegrass de 2013
Es una cita a la que no he fallado desde que vivo en San Francisco. No soy especial, cientos de miles de personas hacen lo mismo que yo cada primer fin de semana de octubre desde 2001: asistir al Hardly Strictly Bluegrass, el festival musical gratuito de mayor dimensión del mundo.
Aún tengo el cuerpo estremecido y baqueteado por la edición de este año, que terminó hace unas horas en el Golden Gate Park. Con un calor al que no estamos acostumbrados en esta ciudad templada —los termómetros superaron los 30 grados de máxima—, la concurrencia, según las primeras estimaciones de los organizadores, ha sido de unas 750.000 personas en las tres sesiones, desde el viernes 4 hasta el domingo 6. Un record.
He contado en el blog la génesis del Bluegrass —el regalo a la ciudad del milmillonario hillbily Warren Hellman, que, además de ser un buitre de las finanzas, estaba enamorado de la música rústica— y la particularísima filosofía del asunto —una celebración para todos, sin concesiones al tribalismo, las élites o los esnobismos del moderneo—, de modo que paso de repetirme y les voy a dejar con unas cuantas fotos que intentan, acaso vanamente, reflejar estos tres últimos días en las praderas de dulce parque.
Antes de pasar a la pura verdad de la imagen, unas notas:
1. Mis siete magníficos. Es imposible abarcar todo el festival. Este año había casi un centenar de actuaciones en seis escenarios. Mi elección, parcial y subjetiva, fue ver a Low (turbios y chirriantes), Father John Misty (un chico guapo que se lo cree demasiado), Calexico (dignos fabricantes de bandas sonoras para películas de far west contemporáneo), Bettye LaVette (una señora de casi 70 años que sigue desangrándose cada vez que siente el blues), Nick Lowe (aquella vieja definición de los ochenta sigue vigente: "El Jesucristo de lo cool"), Los Lobos (fantásticos como es norma y saliendo soberanamente bien parados tras el atrevimiento de versionar, con la ayuda de Boz Scaggs, el What's Going On de Marvin Gaye) y Richard Thompson (que me puso la piel de gallina, me devolvió a mis años juveniles e hizo que me preguntara otra vez cómo demonios no es este tipo legendario una superestrella).
2. Visiones bluegrass. Al Bluegrass van niños, padres, abuelos —a veces en el mismo grupo integeneracional—, pies negros, hipsters, pijos, perros, gatos, loros, pandillas de adolescentes, descamisados, señores que leen imperturbables el diario, familias armadas con sillas plegables y dos platos y postre para comer, vendedores de abalorios y todo tipo de fauna... No es un festival para teenagers sino para cualquiera. Entre las visiones más dementes de este año me quedo con la señora que, a mi lado y mientras Los Lobos tocaban rancheras picantes, resolvía, inmutable en su sillita de lona, un cuadernillo de pasatiempos de encontrar las diferencias entre dos dibujos.
0 Comentarios