Arte y ladrillazo sobre una zona 'atómica'
Este fin de semana fue el último de estudios abiertos de artistas que organiza ArtSpan en San Francisco desde hace 37 años. Como escribí cuando les hablé de la edición de 2011, la idea es que los creadores abran su espacio de trabajo al público, que así puede entrar en los límites privados donde se cuece el guiso artístico y saborearlo in situ.
Es casi imposible visitar todos los open studios —hay unos 800 en la ciudad, como puede verse en este abigarrado mapa en PDF—, de modo que elegí el emplazamiento de Hunter's Point Shipyard, la antigua zona de astilleros situada en la esquina sudeste de la ciudad. Siete antiguos edificios y almacenes del lugar, ocupados hasta los años ochenta del siglo XX por la Armada de los EE UU, son, desde 1983, los espacios de trabajo de los 300 socios del colectivo Hunter's Point Shipyard Artists, una de las colonias de artistas más numerosa del país.
La visita al lugar —muy mal comunicado si quieres llegar en transporte público, como fue mi caso: casi una hora y media de autobús— garantiza una jornada variada: mal arte, buen arte, ambiente muy relajado, posibilidad de moverte a tu libre albedrío y algo de comida y bebida gratis que los pintores, escultores, ceramistas, orfebres, dibujantes, grabadores, fotógrafos y artesanos ofrecen como presente a los visitantes.
Antes de ponerme a escribir esta entrada sólo conocía Hunter's Point como uno de esos espacios industriales abandonados y luego reutilizados que demuestran el cariño de una ciudad por su patrimonio y la capacidad de reinventarle un nuevo uso. Ahora sé algo más. Documentarse es, además de necesario, muy deprimente.
En la zona de Hunte's Point ya han empezado las obras de urbanización de uno de los proyectos inmobiliarios de mayor dimensión de San Franciso, The Shipyard: 12.000 viviendas apadrinadas por un plan municipal de cambio de uso de los terrenos y promovidas por Lennar Coroporation, la segunda empresa más potente del sector en los EE UU y una de las 500 más ricas del país. Los planes de reurbanización, como es habitual muy bien publicitados con idílicas simulaciones virtuales, aseguran que habrá viviendas a la venta en junio de 2014, aunque las obras registran un considerable retraso.
Los edificios rodeados de espacios verdes, zonas arboladas y estanques pristinos, van a estar plantados en un terreno que fue la base, entre 1945 y 1969, del Naval Radiological Defense Laboratory (Laboratorio Naval de Defensa Radiológica), en su momento una de las mayores instalaciones militares de los EE UU dedicadas a la descontaminación de barcos que habían sido portadores de armas atómicas.
La consecuencia es fácil de adivinar: Hunters Point terminó sufriendo una concentración peligrosa para el ser humano de metales pesados y elementos radiactivos (estroncio, radio y cesio) tanto en el suelo como en las aguas subterráneas. En 1989 fue incluido en la lista oficial de lugares tóxicos del estado de California y la Agencia Nacional de Protección Ambiental obligó a una limpieza a fondo. Después de retirar 20.000 camiones de tierra contaminada con material químico y otros 4.000 con basura atómica, el informe final del organismo, datado en 2012, considera que sólo la tercera parte de la limpieza se ha completado.
En suma, fui a ver arte a una bellísima zona industrial abandonada —vean este reportaje de espectaculares fotos nocturnas— y terminé enterado de otro pelotazo inmobiliario y de la temeridad de vender alegremente viviendas en un lugar donde los contadores Geiger crujirían a toda potencia.
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