6 posts de noviembre 2013

Condenan a muerte al octogenario Asesino del Alfabeto

[Joseph Naso en el tribunal - Foto: AP]

Una sentencia judicial acaba de poner un primer punto y final a uno de los casos más perturbadores de los asesinos en serie de los EE UU. El hombre de la foto, Josef Naso, que cumplirá 80 años en enero de 2014, ha sido condenado a muerte por el asesinato de cuatro mujeres en los años setenta y noventa.

Como todas las víctimas —Roxene Roggasch, Carmen Colon, Pamela Parsons y Tracy Tafoya— tenían las mismas iniciales en los nombres de pila y apellidos, los medios de comunicación llamaron a Naso El Asesino del Alfabeto.

Un juzgado del Condado de Marin, lindante con el norte de San Francisco, ha dictado una sentencia que aplica a Naso la pena capital, y el condenado engrosará la lista de los 745 presos que están en el corredor de la muerte en el estado de California, donde no ha habido ejecuciones desde 2006, cuando un tribunal federal consideró que el sistema de la triple inyección letal causaba demasiado dolor y sufrimiento a los condenados. Las autoridades estatales han anunciado que están a punto de optar por un nuevo método de una sola inyección.

El juicio de Naso despertó una gran expectación, no sólo por los crímenes, sino por la edad del acusado ("asesino geriátrico", señalaron algunos medios) y la negativa de éste a contar con un abogado y, por tanto, asumir su defensa personalmente. Arrogante y sin mostrar ningún signo de nerviosismo o tensión, Naso sostuvo a lo largo de todo el proceso que es inocente de los crímenes de las cuatro mujeres, todas dedicadas a la prostitución, asfixiadas y abandonadas muertas en parajes alejados de zonas rurales.

No es el primer juicio que deberá afrontar Naso, que se dedicaba como profesional a la fotografía. La policía de Rochester, en el estado de Nuevo York, cree que también es el autor de otros tres asesinatos en la zona, a la que viajaba con frecuencia. Las víctimas se llamaban Carmen Colón, Wanda Walkowicz y Michelle Maenza, también con iniciales coincidentes. La primera, asesinada en 1971, tenía el mismo nombre y apellido que una de las muertas en California.

Las sesiones del juicio, a las que asistieron familiares de las víctimas, fueron tensas y estuvieron plagadas de incidentes. Naso acusó a la Policía de tenderle una trampa y de colocar una media de nylon con su ADN en el cuello de una de las víctimas, aunque la prueba de cargo definitiva fue un diario con fotos de las mujeres asesinadas y anotaciones redactadas por el criminal.

El condenado cometió "aborrecibles y repugnantes" actos que causaron "crueles sufrimientos" a las mujeres, a las que humilló aún más "documentando los crímenes en diarios y fotos", dijo el juez Andrew Sweet al leer la sentencia. "Su presencia en este mundo, señor Naso, lo ha convertido en un lugar mucho peor", culminó el magistrado mirando directamente a los ojos del acusado.

Las últimas palabras del Asesino del Alfabeto ante la corte fueron: "Siento compasión y remordimiento por cualquiera que fallezca y por las personas que deja atrás, pero yo no cometí estos crímenes. No soy un monstruo".

La hija de una de las víctimas alzó entonces la voz: "¡Espero que viva usted 110 años para que sufra lo suficiente!".

La Asociación Nacional del Rifle coloca a San Francisco en el objetivo

[Fusil de asalto AR-15]
La Asociación Nacional del Rifle (NRA en su acrónimo en inglés) acaba de presentar una demanda contra el Ayuntamiento de San Francisco por la ordenanza municipal, aprobada en octubre, que prohibe en los límites municipales los cargadores de más de diez balas. La NRA y, es de suponer, la grandísima mayoría de sus cinco millones de asociados —cifra que provoca pánico y conduce a la antesala de la paranoia si vives en este país—, sigue teniendo en la mirilla a la ciudad, una de las más restrictivas de los EE UU en cuanto a la posesión y uso de armas de fuego.

La demanda de la NRA no es más que otro ataque contra la política de la ciudad y la mayoría de sus vecinos. En 2012 el "club de derechos civiles", forma jurídica de la asociación de defensores de la bala libre y el gatillo como derecho divino, también se querelló contra otra disposición adoptada por el City Hall de San Francisco para obligar a todos los propietarios de armas de fuego a tenerlas guardadas bajo llave en casa y prohibir la munición de punta hueca. La NRA consideraba las disposiciones una locura —"¿qué puedes hacer si necesitas el arma en medio de la noche y la tienes guardada?", dijo su abogado—, pero el juez tuvo el buen criterio de desestimar la demanda de los riflistas.

Esta vez la querella, que fue presentada por varios policías jubilados y cuatro personas más, instrumentalizados por la NRA para no aparecer en la foto y dar al asunto apariencia ciudadana, está relacionada con la prohición de que los propietarios de armas usen cargadores con más de diez balas, cantidad que no parece suficiente a los defensores del todo vale.

"Estos cargadores son usados habitualmente por ciudadanos respetuosos con la ley y para fines legales, sobre todo autodefensa de sus hogares", dicen los demandantes. Limitar la capacidad de los cargadores a diez balas "disminuye la seguridad pública dando ventaja a los criminales violentos", añaden.

El abogado de la ciudad, Dennis Herrera, ha afirmado que su oficina está preparada para "litigar violentamente" para que su cumplan las ordenanzas locales y acusa a la NRA de tener a San Francisco como "uno de sus blancos principales" en la cruzada por liberalizar el uso de armas de fuego.

Los cargadores de más de diez balas —los hay hasta de 90 cartuchos— son utilizados sobre todo en los rifles y fusiles de asalto. El modelo más popular en los EE UU es el AR-15, del que hay cuatro millones en posesión de civiles en el país. Es capaz de disparar 800 balas por segundo del calibre 223 (5,7 mm de diámetro). Los proyectiles salen del fusil a una velocidad de mil metros por segundo. Fue una de las armas que usó Adam Lanza para perpetrar la matanza de la escuela primaria de Sandy Hook, de la que el 12 de diciembre se cumple un año. 

Otro barrio de San Francisco con restos radioactivos


Segunda entrada consecutiva con peligroso telón de fondo radioactivo.

Un informe oficial interno obtenido esta semana por el Center for Investigative Reporting —a sus periodistas no les resultó fácil y tuvieron que exigirlo amparándose en la Public Records Act Request, una ley del estado de California que fomenta la transparencia y obliga a la entrega a quien lo solicite de cualquier documento administrativo— revela que en Treasure Island hay suficiente cantidad de radioactividad como para que la salud de los residentes esté en peligro.

La islita de 2,3 kilómetros cuadrados situada en la bahía de San Francisco puede contener basura atómica enterrada en el suelo y no hay garantía alguna de que se trate de una zona segura, dice el memorando del Departamento de Salud Pública. "Deben ser realizados nuevos anális sobre la probabilidad de que alguna persona, especialmente miembros sensibles de la población (Por ejemplo, niños) toquen algún fragmento radioactivo y se vean expuestos", señala el informe, que puede ser consultado aquí íntegro (36 páginas).

En la isla viven dos mil personas y el Ayuntamiento de San Francisco tiene en marcha en la zona un plan para construir 8.000 viviendas. El alcalde de la ciudad, Ed Lee, viajó a China en abril para traer dinero fresco de inversores del gran gigante asiático y regresó con un sólo contrato: la promesa de inversión de 1,7 millones de dólares (1,1 millones de euros) en la nueva urbanización de Treasure Island.

Mientras Lee estaba al otro lado del Pacífico en el lugar aparecieron escombros contaminados,pero el Ayuntamiento se limitó a remitir a los vecinos una carta tranquilizadora, asegurando que la descontaminación de la isla había sido completada, pero ocultando la aparición de cascotes con niveles altos de radio y estroncio y la evidencia de que muchas alambradas del lugar impiden el acceso a terrenos por peligro de exposición a sustancias peligrosas.

[Foto: Michael Short, The Bay Citizen]

 Construida entre 1936 y 1937 con material de relleno, la isla artificial fue la sede de la Golden Gate International Exposition de 1939. Dos años más tarde se convirtió en sede de una base militar de la marina de los EE UU, que operó hasta 1997. La Armada usó el lugar como zona de atraque y reparación de barcos con armas atómicas.

Aunque los militares han afirmado que dejó la isla limpia de contaminación radioactiva mediante un plan de limpieza de seis años, diversas mediciones efectuadas en los últimos años demuestran lo contrario.

La nueva urbanización que defienden los responsables municipales será construida y vendida por por Lennar Coroporation, la segunda empresa más potente del sector en los EE UU y una de las 500 más ricas del país, y la misma que también tiene en sus manos la edificación de 12.000 viviendas en Hunter's Point, la otra zona radioactiva de la que les hablé hace unos días.

[La antigua base naval de Treasure Island]

Arte y ladrillazo sobre una zona 'atómica'

[Foto: Jose Ángel González]

Este fin de semana fue el último de estudios abiertos de artistas que organiza ArtSpan en San Francisco desde hace 37 años. Como escribí cuando les hablé de la edición de 2011, la idea es que los creadores abran su espacio de trabajo al público, que así puede entrar en los límites privados donde se cuece el guiso artístico y saborearlo in situ.

Es casi imposible visitar todos los open studios —hay unos 800 en la ciudad, como puede verse en este abigarrado mapa en PDF—, de modo que elegí el emplazamiento de Hunter's Point Shipyard, la antigua zona de astilleros situada en la esquina sudeste de la ciudad. Siete antiguos edificios y almacenes del lugar, ocupados hasta los años ochenta del siglo XX por la Armada de los EE UU, son, desde 1983, los espacios de trabajo de los 300 socios del colectivo Hunter's Point Shipyard Artists, una de las colonias de artistas más numerosa del país.

La visita al lugar —muy mal comunicado si quieres llegar en transporte público, como fue mi caso: casi una hora y media de autobús— garantiza una jornada variada: mal arte, buen arte, ambiente muy relajado, posibilidad de moverte a tu libre albedrío y algo de comida y bebida gratis que los pintores, escultores, ceramistas, orfebres, dibujantes, grabadores, fotógrafos y artesanos ofrecen como presente a los visitantes.

Antes de ponerme a escribir esta entrada sólo conocía Hunter's Point como uno de esos espacios industriales abandonados y luego reutilizados que demuestran el cariño de una ciudad por su patrimonio y la capacidad de reinventarle un nuevo uso. Ahora sé algo más. Documentarse es, además de necesario, muy deprimente.

En la zona de Hunte's Point ya han empezado las obras de urbanización de uno de los proyectos inmobiliarios de mayor dimensión de San Franciso, The Shipyard: 12.000 viviendas apadrinadas por un plan municipal de cambio de uso de los terrenos y promovidas por Lennar Coroporation, la segunda empresa más potente del sector en los EE UU y una de las 500 más ricas del país. Los planes de reurbanización, como es habitual muy bien publicitados con idílicas simulaciones virtuales, aseguran que habrá viviendas a la venta en junio de 2014, aunque las obras registran un considerable retraso.

Los edificios rodeados de espacios verdes, zonas arboladas y estanques pristinos, van a estar plantados en un terreno que fue la base, entre 1945 y 1969, del Naval Radiological Defense Laboratory (Laboratorio Naval de Defensa Radiológica), en su momento una de las mayores instalaciones militares de los EE UU dedicadas a la descontaminación de barcos que habían sido portadores de armas atómicas.

La consecuencia es fácil de adivinar: Hunters Point terminó sufriendo una concentración peligrosa para el ser humano de metales pesados y elementos radiactivos (estroncio, radio y cesio) tanto en el suelo como en las aguas subterráneas. En 1989 fue incluido en la lista oficial de lugares tóxicos del estado de California y la Agencia Nacional de Protección Ambiental obligó a una limpieza a fondo. Después de retirar 20.000 camiones de tierra contaminada con material químico y otros 4.000 con basura atómica, el informe final del organismo, datado en 2012, considera que sólo la tercera parte de la limpieza se ha completado.

En suma, fui a ver arte a una bellísima zona industrial abandonada —vean este reportaje de espectaculares fotos nocturnas— y terminé enterado de otro pelotazo inmobiliario y de la temeridad de vender alegremente viviendas en un lugar donde los contadores Geiger crujirían a toda potencia.

  [Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]

Noche poblada de calaveras

Día de los Muertos en la Misión, la celebración más concurrida dedicada a la muerte como parte del ciclo de la vida de las celebradas fuera de México.

Como cada año [publiqué una entrada en 2011 sobre el desfile], miles de personas, mucho ruido, bastantes referencias a la epidemia de desalojos de inquilinos en la ciudad y un ambiente mucho más contenido que el de Halloween, que en los EE UU —y en su paraguas de influencia— se ha convertido en una especie de rave con derecho a roce.

Aunque al Día de los Muertos tampoco le queda demasiado del rito inicial de respeto a los ancestros y conmemoración de los difuntos —hay mucho estadounidense participando de la  ceremonia por motivos meramente festivaleros—, una noche poblada de calaveras siempre es asombrosa y, como corresponde a toda paradoja (morir para saber vivir), revitalizante.

Les dejo con las fotos.

[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]
[Foto: Jose Ángel González]

Los buses privados para los empleados de Silicon Valley colapsan San Francisco

[Tráfico de líneas de autobús privadas entre San Francisco y Silicon Valley - Stamen Design]
El mapa es una representación visual del tráfico de autobuses-lanzadera entre San Francisco y Silicon Valley. La leyenda de colores diferencia a los vehículos de los seis grandes imperios techies (Apple, eBay, Electronic Arts, Facebook, Google y Yahoo) y el grosor de la cada línea es proporcional al número de viajes por día que realizan los buses, gratuitos para los empleados de las compañías.

La empresa que elaboró el mapa, Stamen Design, uno de los mejores estudios del mundo en representaciones gráficas —Crimespotting, un mapa interactivo sobre la criminalidad en Oakland, sigue siendo una referencia imprescindible de trabajo atractivo y riguroso—, lo tuvo más fácil para buscar datos sobre homicidios y robos que con los muy secretos y opacos shuttles que llevan a trabajar y devuelven a sus casas a los empleados del 2.0.

Como ninguna de las megacorporaciones de Internet ofrece datos públicos sobre el número de vehículos —informaciones periodísticas calculan que sólo Google tiene un centenar—, las rutas, la frecuencia y el número de pasajeros, la gente de Stament tuvo que seguir a los autobuses durante semanas. Utilizaron bicicletas para evitar los embotellamientos, contaron visualmente la cantidad de buses y cruzaron los datos en el primer y único mapa que ofrece una idea objetiva de la influencia negativa en la movilidad del área metropolitana causada por la flota de vehículos privados. Es decir, es la primera vez que el problema es visible.

Cada día 35.000 personas hacen el trayecto de ida y vuelta entre San Francisco y Silicon Valley a bordo de los autobuses de lujo con aire acondicionado, wifi, lunas tintadas y ningún rótulo, como si temiesen ser identificados, sobre la pintura blanca exterior (los de Google, los de Facebook son azules). Las paradas en la ciudad no están señaladas y carecen de permiso municipal. Pese a ello, muchas son las mismas de los autobuses públicos urbanos, cuya frecuencia y funcionamiento son  entorpecidos por las lanzaderas privadas —no hay exageración en la afirmación: los autobuses de los techies circulan con una cadencia de uno cada cinco minutos entre las 6 de la mañana y la medianoche—.

[Un Google-Bus]
La enorme cantidad de viajeros que hacen la ruta de unos 65 kilómetros a bordo de los autobuses gratuitos, similar en número al 35% de todos los viajeros que usan el Caltrain, la red de trenes de cercanías del área metropolitana de San Francisco, son uno de los signos del drástico cambio social que la economía techie está provocando en la ciudad.

Se trata de personas jóvenes y de alto o altísimo poder adquisitivo que cobran salarios extravagantes —un recién licenciado en programación informática del más bajo nivel salarial de Google puede recibir 150.000 dólares anuales (unos 110.000 euros) más 250.000 en primas (182.000)—, que no desean vivir en las inmediaciones de Silicon Valley, suburbios residenciales y aburridos que pierden de calle con la atmósfera cool de San Francisco. El nuevo boom de las megacorporaciones de Internet es el principal responsable de que la ciudad se haya convertido en la de alquileres más caros de todos los EE UU.

Contra la incómoda presencia no regulada de la enorme flotilla de autobuses y para denunciar su carácter simbólico se han organizado manifestaciones en barrios como Mission, uno de los lugares preferidos por los techies pare residir pagando lo que haga falta.

El Ayuntamiento, principal valedor de la reconversión de San Francisco en la "verdadera capital de Silicon Valley", como gusta de decir el alcalde Ed Lee, ha tenido que hacer algo de caso a las protestas y ha prometido que impondrá a los autobuses privados un número establecido de paradas fijas y cobrará a las empresas techies un impuesto por utilizarlas. Hasta ahora, las lanzaderas circulaban a su libre albedrío por la ciudad y no pagaban un céntimo por utilizar la infraestructura local.

Jose Ángel González


Crónicas vitales de un periodista español emigrado a la Bahía de San Francisco, en California, el estado con mayor presencia de latinos e hispanohablantes de los Estados Unidos.
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