Condenan a muerte al octogenario Asesino del Alfabeto
Una sentencia judicial acaba de poner un primer punto y final a uno de los casos más perturbadores de los asesinos en serie de los EE UU. El hombre de la foto, Josef Naso, que cumplirá 80 años en enero de 2014, ha sido condenado a muerte por el asesinato de cuatro mujeres en los años setenta y noventa.
Como todas las víctimas —Roxene Roggasch, Carmen Colon, Pamela Parsons y Tracy Tafoya— tenían las mismas iniciales en los nombres de pila y apellidos, los medios de comunicación llamaron a Naso El Asesino del Alfabeto.
Un juzgado del Condado de Marin, lindante con el norte de San Francisco, ha dictado una sentencia que aplica a Naso la pena capital, y el condenado engrosará la lista de los 745 presos que están en el corredor de la muerte en el estado de California, donde no ha habido ejecuciones desde 2006, cuando un tribunal federal consideró que el sistema de la triple inyección letal causaba demasiado dolor y sufrimiento a los condenados. Las autoridades estatales han anunciado que están a punto de optar por un nuevo método de una sola inyección.
El juicio de Naso despertó una gran expectación, no sólo por los crímenes, sino por la edad del acusado ("asesino geriátrico", señalaron algunos medios) y la negativa de éste a contar con un abogado y, por tanto, asumir su defensa personalmente. Arrogante y sin mostrar ningún signo de nerviosismo o tensión, Naso sostuvo a lo largo de todo el proceso que es inocente de los crímenes de las cuatro mujeres, todas dedicadas a la prostitución, asfixiadas y abandonadas muertas en parajes alejados de zonas rurales.
No es el primer juicio que deberá afrontar Naso, que se dedicaba como profesional a la fotografía. La policía de Rochester, en el estado de Nuevo York, cree que también es el autor de otros tres asesinatos en la zona, a la que viajaba con frecuencia. Las víctimas se llamaban Carmen Colón, Wanda Walkowicz y Michelle Maenza, también con iniciales coincidentes. La primera, asesinada en 1971, tenía el mismo nombre y apellido que una de las muertas en California.
Las sesiones del juicio, a las que asistieron familiares de las víctimas, fueron tensas y estuvieron plagadas de incidentes. Naso acusó a la Policía de tenderle una trampa y de colocar una media de nylon con su ADN en el cuello de una de las víctimas, aunque la prueba de cargo definitiva fue un diario con fotos de las mujeres asesinadas y anotaciones redactadas por el criminal.
El condenado cometió "aborrecibles y repugnantes" actos que causaron "crueles sufrimientos" a las mujeres, a las que humilló aún más "documentando los crímenes en diarios y fotos", dijo el juez Andrew Sweet al leer la sentencia. "Su presencia en este mundo, señor Naso, lo ha convertido en un lugar mucho peor", culminó el magistrado mirando directamente a los ojos del acusado.
Las últimas palabras del Asesino del Alfabeto ante la corte fueron: "Siento compasión y remordimiento por cualquiera que fallezca y por las personas que deja atrás, pero yo no cometí estos crímenes. No soy un monstruo".
La hija de una de las víctimas alzó entonces la voz: "¡Espero que viva usted 110 años para que sufra lo suficiente!".