Sexting sí, pero responsable
Llamamos sexting al envío de mensajes (texto, imagen, vídeo) de contenido erótico por medio de teléfonos móviles. Aunque el anglicismo suene a moderno, esta práctica no es nueva. Si leemos las cartas eróticas (casi pornográficas) que el escritor James Joyce envió a su mujer Nora en 1909 vemos que tratar de excitar y de excitarse, de compartir sensaciones y divertirse son objetivos comunes en los diferentes tiempos. Con el sexting lo que ha cambiado es la herramienta que usamos para enviar estos contenidos.
Como forma de compartir el erotismo con otra persona, el sexting no es malo en si mismo. Al contrario, puede aportar chispa a la relación. El problema lo encontramos cuando ese material pasa a ser compartido y el o la protagonista de la fotografía o vídeo pierde el control del contenido y, con él, queda expuesta su intimidad. En algunas ocasiones compartir los vídeos eróticos ajenos se hace como una simple (y discutible) “gracia”. En otras, se aprovecha para humillar o extorsionar. He aquí los riesgos del sexting.
Sexting y adolescentes
El sexting aparece muchas veces vinculado a usuarios jóvenes. Pero no es una práctica exclusiva de ellos. Algunos datos apuntan a que más de la mitad de los adultos envían imágenes de contenido picante por medio de teléfonos móviles. Si hablamos de adultos jóvenes, el porcentaje aumenta considerablemente. Pero prestamos especial atención al sexting en adolescentes porque ellos están muy inmersos en la tecnología y muchas veces no son conscientes de los riesgos que puede suponer. Y esto les convierte en un colectivo más vulnerable.
Ante esta situación es importante que los chicos y las chicas entiendan los riesgos reales que existen y si van a enviar un contenido de este tipo lo hagan de manera responsable. Para empezar, solo hacerlo con personas de total confianza. Si alguien presiona, mejor no hacerlo. Si hay dudas, mejor no hacerlo. Si nos decidimos a enviarlo, mejor no mostrar nunca la cara, borrar el contenido enviado y pedir que lo borren. Por cierto, aunque está claro que nunca se debería presionar para conseguir un contenido de este tipo, en ciertas parejas pueden instalarse dinámicas de chantaje (“si me quieres, envíamelo”, “qué te cuesta”). Forma parte de la educación sexual enseñar formas de relacionarse sanas y positivas.
Por el otro lado, también quienes reciben este contenido tienen que tratarlo con responsabilidad. Hay que tener la ética de respetar la intimidad del otro y no difundir vídeos o imágenes de otros por muy divertido que nos parezca. Y aunque la ética debería ser motivo suficiente, no está de más recordar que la ley pena el reenvío de estos contenidos.
Sobre todo esto hablé en Esto me suena. Las tardes del Ciudadano García en RNE. A continuación encontráis el podcast, a partir del minuto 32.