Las razones equivocadas
jueves 24.ene.2013 por Agustín Alonso G. 0 Comentarios
"En este momento, me siento una verdadera newyorker". La frase, que podría haber sido guionizada por Woody Allen, era una exultación de fin de velada de Gema, después de comer una suerte de calzone de espinacas y queso y un cordero con guarnición de arroz y ensalada en un local que se autoproclama la "mejor cocina de Oriente Medio en Fort Greene", Black Iris.
Llevábamos unas tres horas ella, el crítico de arte Jonnathan Goodman y yo hablando de museos, planes de estudio, barrios de Nueva York, tallas de sujetadores, poesía, comida, parejas e hijos y periodismo en las recoletas calles que hacen frontera entre Clinton Hill y Fort Greene, en Brooklyn, cháchara acompañada primero por unos vinos italianos y luego por la deliciosa cocina oriental. Sin prisas para volver a casa, con todo el tiempo para arreglar el mundo en tan heterogénea e interesante compañía. Se sentía una "verdadera newyorker".
Gema Álava es una artista española que lleva 11 años en Nueva York. Colabora en el MoMA, en el departamento de educación, guiando visitas de niños, VIPs y personas con discapacidad. Expone. Escribe. O, como aquella tarde, presenta su trabajo a universitarios. Esta vez, en el Pratt Institute, una prestigiosa escuela de arte y diseño en Fort Greene en la que Jonnathan imparte clase.
De camino al Pratt Institute, aparte de ser fustigado por el frío del invierno neoyorquino en toda su crudeza, pude echar un primer vistazo a la zona que rodea la BAM, el centro cultural más importante de Brooklyn, lo que es decir uno de los más importantes de la ciudad. Es una zona la de Fort Greene declarada Distrito Histórico desde hace tiempo, y gentrificada hasta las cachas a juzgar por los precios inmobiliarios y el de la carta de algunos restaurantes.
El Pratt Institute posee un modesto pero coqueto campus de unas 10 hectáreas [wikipedia] ya en Clinton Hill. Un semisotano, una estancia con aire de almacén, con tuberías y conductos a la vista, hace de aula para once alumnos de 18-19 años, que se definen como pintores, escultores, ceramistas, diseñadores... y que pagan unos 50.000 dólares anuales por estudiar allí.
Mientras va proyectando parte de sus trabajos, Gema exhorta a estos jóvenes artistas a preguntarse a sí mismos por qué lo son. Más tarde lo discutíamos en referencia a quienes van de visita a los museos: buena parte lo hace por "las razones equivocadas", según Gema. Del mismo modo, trata de hacer ver a esos chicos que hay quien quiere ser artista por "las razones equivocadas". Ay, las razones que nos llevan a hacer las cosas.
En los proyectos que esta artista española se trae entre manos hay un hilo que los va enhebrando, la interacción experimental del público con la obra. Uno de los proyectos, por ejemplo, que ha venido desarrollando en años recientes, incluye la relación de conocidos artistas con obras de arte del MoMA, recogida a través de conversaciones entre la propia Gema, que hace de virgiliana sibila para los 24 participantes, y estos.
Ya habrá tiempo de hablar más del trabajo de Gema (¡y de que nos haga parte de la experiencia de ver el museo con los ojos vendados, a través de sus palabras!); me quedo ahora con su energía. Mientras tomábamos unos crostini con un vino suave y muy afrutado en Delkab Ave., ella, raptada por esa energía de Amélie española que-esta-noche-se-siente-newyorker, ya estaba proponiendo lecturas poéticas en el estudio de un amigo, nos enseñaba un pin creado por Lawrence Weiner que forma parte de uno de sus proyectos o nos hacía de celestina a los varones en la sala con la camarera, una fotoperiodista rubia de origen ruso embarcada en un proyecto de libro documental sobre rap en América.
Y por una noche, en un momento de alineamiento de los astros, yo también me sentí newyorker, o al menos sentí la idea de newyorker que me ha hecho venir a esta ciudad.
Bonus track - Tips gastronómicos:
Mike's Coffee Shop: una cafetería típica americana. Solo tomé un par de cafés con leche en taza de desayuno, pero hacía tanto frío fuera que el lugar me resultó insólitamente acogedor. El servicio era muy bueno y las críticas en Yelp confirman mis impresiones.
Roman's: italiano. Caro. Elegante. Sus aceitunas (ya sabéis que aquí no regalan ni los huesos) estaban muy ricas. De hecho, me vino a la cabeza la idea para burguemios de una olivoteca que alguna vez ha comentado Alberto. Los crostini de champiñones marinados, muy ricos. Los vinos: dos tintos, el Campi di Fonterenza "Pettirosso", un toscano que al principio sabe demasiado a frutas, pero luego va tomando cuerpo; y el Del Prete "Anne", de Puglia, cosecha de 2010, muy suave y también con un sabor claramente afrutado.
Black Iris - restaurante con cocina de Oriente Medio. Gran calidad y lugar agradable, bien de precio. También sirven comida para llevar y envían a casa. No ofrecen alcohol, pero el cliente puede llevarlo. Muy ricos el Spinach&Cheese Pie y la pizza Lambajin con cordero, cebolla, salsa de tomate, perejil y especias.