Ed Koch, el alcalde de Nueva York que merecía una película
lunes 4.feb.2013 por Agustín Alonso G. 2 Comentarios
"Cuando la leyenda se convierte en hecho, publica la realidad" (When the legend becomes fact, print the legend)
El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford
"Tenía que hacer que la gente me siguiera, y comprendí que tenía que ser bigger than life. ¡Era teatro!"
Edward I. Koch en Koch, de Neil Barsky
El viernes 1 de febrero, el mismo día que se estrenaba Koch, un documental de Neil Barsky sobre la figura política del que fuera el 105º alcalde de Nueva York, su protagonista moría a los 88 años de un fallo cardíaco, como si quisiese irse de este mundo con un guiño final, un gag, una zapateta que resumiese su carácter y que al mismo tiempo subrayase su partida, dándole el protagonismo del que sin duda se consideraría merecedor.
Ed Koch fue "el Alcalde" de Nueva York para una generación, un político difícilmente clasificable que transitó de posiciones económicas de centro izquierda a un conservadurismo pragmático, aunque siempre liberal en lo social, fue un filón para la prensa con sus machadas y sus frases abruptas -que le ganaron enemigos por doquier-, una figura imprescindible para entender una de las épocas más definitorias de la ciudad, y más tarde, ya retirado de la primera línea política, crítico de cine o gastronomía, actor esporádico, escritor de novelas, comentarista político y apoyo buscado por unos y otros en sus aspiraciones presidenciales.
"Creo en Dios, creo en la vida después de la muerte, creo en un premio y un castigo. Y pienso que yo seré premiado", dice el regidor de la Gran Manzana entre 1977 y 1989 en un momento de la película, que, aunque también pone el foco sobre los puntos oscuros de su gobierno, es fundamentalmente el retrato de un gigante de la política, de un personaje que podría ser digno del universo John Ford y cuya imagen más representativa lo muestra en la boca del metro apretando las manos de sus ciudadanos y posibles votantes y diciendo: "¿Cómo lo estoy haciendo?" (How'm I doin?).
"Ser querido y respetado era muy importante para él. Yo diría que era su oxígeno", dice una de las voces autorizadas del documental.
Del Bronx a alcalde de una ciudad rota
Edward I. Koch, nacido en 1924 en el Bronx, era hijo de una familia judía originaria de Polonia y emigrada a Estados Unidos. Trabajó desde muy niño para colaborar con la economía familiar y fue llamado a filas para luchar en la Segunda Guerra Mundial, acabando como sargento antes de reincorporarse a la vida civil. Estudió Derecho y a partir de 1952 se involucró en política en las filas del Partido Demócrata.
Entre 1967 y 1969 fue concejal de Nueva York y entre 1969 y 1977 fue congresista, labrando una imagen de independiente liberal capaz de llegar a acuerdos con los conservadores, según el perfil que The New York Times le dedica.
En 1977, Nueva York se encontraba al borde de la bancarrota, sumida en una aguda crisis económica y azotada por el crimen, la pobreza y la droga. Era la ciudad de la violencia y las bandas que retrató la película Los guerreros de la noche o, desde Little Italy, Martin Scorsese. Ed Koch fue elegido alcalde tras luchar en las primarias demócratas contra otros seis duros candidatos, entre ellos Mario Cuomo, padre del actual gobernador del estado de Nueva York y él mismo gobernador, después de derrotar en 1982 a Koch en el camino.
Ed Koch salvó a la ciudad de la quiebra y puso las bases para construir la prosperidad que hoy disfruta Nueva York. Con una política de recortes que buscaba equilibrar el presupuesto de una ciudad con 400 millones de dólares de deuda, se enfrentó a los sindicatos y a algunas minorías, que no pudieron en su pulso contra aquel político que afirma en el documental que no estaba dispuesto -"no way to be mayor"- a dejarse gobernar por "el miedo" y que "no importa cuán impopular me hiciesen" las decisiones que creyera necesarias para salir de aquel infierno.
Aquel tipo larguirucho y calvo, de verbo afilado, fuerte carácter y sonrisa fácil, incluso para contestar a su entrevistador "it's none of your fucking business" ("no es tu jodido problema") cuando le pide una confesión sobre su inclinación sexual, fue reelegido en dos ocasiones con un apoyo de más del 75% de los votos.
Las críticas de afroamericanos y gays
En su haber, el que sus glosadores consideran probablemente el mayor de sus logros: el fomento de políticas de edificación y reordenamiento urbanístico que buscaba aliviar los graves problemas de vivienda que llenaban las calles de Nueva York de familias pobres sin un techo. A él se debe la transformación del Midtown de Manhattan de distrito de prostitución y drogas a lo que hoy es (también con prostitución y drogas, aunque de alta alcurnia, eso sí).
En su contra, se le acusa de políticas contra las minorías, especialmente los negros y los homosexuales. En su primera legislatura, incumplió la promesa de no cerrar el hospital Sydheim de Harlem, un símbolo de la comunidad afroamericana (el mismo Koch reconoce en el documental que fue "un grave error") y los recortes en ayudas sociales golpearon obviamente con más fuerza a esta minoría, que le acusa además de una reacción feble a las agresiones racistas que se produjeron en Nueva York en los años 80, incluyendo varias muertes de jóvenes negros a manos blancas.
El hecho de que Koch acusara en varias ocasiones a los líderes de la comunidad afroamericana de "antisemitas" tampoco ayudar a cerrar la brecha racial. "Era muy difícil en esa época hablar por blancos y por negros", afirma en la película el periodista del Times Michael Powell tratando de contextualizar.
"Era la némesis de la comunidad negra", protestó el representante de Brooklyn en el Ayuntamiento cuando se votaba en 2011 que el puente de Queensboro pasase a incluir el nombre de Koch. "¿Era racista?", se pregunta en Koch el líder de la iglesia baptista abisinia, Calvin O. Butts, "Peor que eso: un oportunista".
Aunque en su primer mandato aprobó una ley que prohibía la discriminacion de los homosexuales en el acceso a vivienda y cargos públicos, la comunidad gay fue especialmente crítica con Ed Koch, acusándole de no hacer nada frente a la epidemia de sida que asoló en los 80 la ciudad, y afirmando que se debía a que él mismo era homosexual y no quería significarse. Koch, que nunca se casó y que afirmó en un par de ocasiones ser heterosexual, defendió el derecho a que la inclinación sexual de un político no fuese motivo de escrutinio público. Lo cierto es que tuvo que contrarrestar una campaña que lo tildaba de gay ("Vote Cuomo, don't go homo") y que podía dañar sus aspiraciones a la alcaldía en 1977, haciéndose acompañar en los actos electorales por su amiga y ex miss América, Bess Myerson.
"Sus socios y admiradores, empujados a explicar cómo el alcalde podía ser tan popular al tiempo que reducía servicios urbanos y haciendo enfadar aparentemente a tantos colectivos, insistían que Mr. Koch tenía extraordinarios instintos políticos y un don teatral, y que su franqueza solo reflejaba lo que muchos neoyorquinos habían pensado siempre de sí mismos", resume el extenso obituario del Times del que muchos consideraban un perfecto representante del neoyorquino medio.
Una personalidad de extremos
"Sé que soy un tipo de los más honestos que han ocupado este puesto", decía Koch al comentar las terribles dudas (¿qué pensarán mis ciudadanos de mí? ¿qué dirán en el futuro?) que le atormentaron cuando estallaron los escándalos de corrupción que sacudieron su tercer y último mandato.
El entonces fiscal Rudolph Giuliani persiguió implacablemente una red de sobornos y tráfico de influencia que involucraba a algunos de sus principales aliados políticos y que terminó por debilitar la relación de amor entre el alcalde y su ciudad, que eligió en 1989 a su primer alcalde afroamericano para sustituirlo, el también demócrata David Dinkins, al que cuatro años después sustituiría Giuliani.
Nueva York no solo estaba en crisis, sino deprimida, dice una de las personas entrevistadas en el documental, y Koch fue un líder para ella. El Koch que Neil Barsky presenta es un personaje a ratos histriónico creado por él mismo, populista y dicharachero, pero también una personalidad política con la talla que exigen los tiempos de crisis. Un tipo capaz de contestar cara a cara a ciudadanos y periodistas reconociendo su parte de responsabilidad en los graves casos de corrupción que brotaron a su alrededor. Ay.
Koch ha sido enterrado este lunes en Nueva York, acompañado por el calor de miles de personas, entre las que se contaban representantes políticos de diferente signo y ciudadanos de a pie. No se puede saber si era el final que hubiera diseñado para el guion de su teatrero periplo vital, pero al menos tuvo tiempo para diseñar su propio epitafio y su tumba hace dos años:
“He was fiercely proud of his Jewish faith. He fiercely defended the City of New York, and he fiercely loved its people. Above all, he loved his country, the United States of America, in whose armed forces he served in World War II” ("Estuvo ferozmente orgulloso de su fe judía. Defendió ferozmente la ciudad de Nueva York y amó ferozmente a su gente. Sobre todo, amó su país, los Estados Unidos de América, en cuyo ejército sirvió en la Segunda Guerra Mundial")
¿Hubiera sido o no un personaje para John Ford?
Desde mi oficina dijo
Pues ahora que lo dices sí que puede tener un encaje en alguno de los personajes de John Ford. Me viene a la memoria el papel de Spencer Tracy en "The Last Hurrah".
Bravo por el artículo!
Agustín Alonso G. dijo
¡Totalmente! En ello estaba pensando básicamente, pero hay en todo él un toque del Ford, mezcla de los personajes que encarnaron Ward Bond o John Wayne.