Formas y formas de ver cine
viernes 1.feb.2013 por Agustín Alonso G. 5 Comentarios
Me encanta el cine y me encanta verlo en salas de cine. Por eso me resultan cada vez menos llevaderas las carencias y falta de creatividad de la exhibición de cine en España. La industria del cine y parte del periodismo que la apoya no deja de llorar y lamentarse por un mundo que se va, a lo Cinema Paradiso.
Toda la culpa es de los zoquetes de los espectadores, o de la LOGSE, la culpa es del Gobierno, la culpa es de las nuevas tecnologías, la culpa es de Enrique Dans. La culpa nunca es de lo incómodos que son algunos cines o de que no ofrezcan alicientes al espectador, especialmente al espectador al que realmente le gusta el cine, que muchas veces tiene una pantalla de pulgones más que pulgadas en su casa.
Desde que el Gobierno aumentó el IVA de los productos del ámbito de la cultura y el espectáculo en septiembre, he visto en cines de España 21 películas, 6 de ellas españolas, 5 europeas y 2 en 3D. Salvo una, Operación E, que vi invitado a un preestreno, he pagado las entradas del resto con dinerete de mi propio recortado sueldo. Digo esto como argumento de autoridad para lo que viene porque no pertenezco a esa especie autóctona de los críticos de todo lo que huela a cine en España aun sin catarlo.
Esta semana he vivido uno de los momentos más sublimes de mi existencia. ¿Os acordáis del diálogo de Pulp Fiction sobre "las pequeñas diferencias" entre Vincent y Jules casi al comienzo de la película?
"-En Europa tienen la misma mierda que aquí, pero hay pequeñas diferencias -¿Por ejemplo? -Cuando vas a un cine en Amsterdam puedes comprar una cerveza, pero no te hablo de una cerveza en vaso de cartón viejo, sino en uno de cristal"
Pues en el Nitehawk Cinema, Williamsburg, Brooklyn, se cumplió para mí ese sueño. Y lo cumplí precisamente viendo una de Tarantino, a modo de realización metacinematográfica. Dos pintas de Blue Point y una hamburguesa con patatas aderezaron el visionado de Django unchained (Django Desencadenado). El Nitehawk cuenta con mesa y menú para cada dos asientos y un hueco para el vaso. Y, por supuesto, hay espacio para las piernas. Lo dicho, sublime, a pesar de la longitud desmesurada de la película (joer, ¿no decían que los Weinstein eran manostijera?).
Nada que ver con lo que en Madrid te pueden ofrecer los cines Princesa -los Renoir, en general-. O los Verdi. O los Golem (aunque estos son más cómodos y tienen una oferta en la cartelera más personal). O los Ideal (aunque sus palomitas dulces me tienen cautivado). Me refiero a cines en versión original, claro, que no me gusta el cine mutilado.
Quizá esta soflama tiene algo de Paco Martínez Soria. Quizá en Madrid, en otras partes de España, tenemos algo así y no me he querido enterar porque solo tengo ojos para lo yanqui. Cosas como la Phenomena experience, recuperando títulos míticos de los 80 en 35 mm, son un camino abierto. O las reposiciones de grandes clásicos de los Verdi (este verano lloré con Centauros del desierto). Lo que sé es que a mí me gusta el cine, me gusta la experiencia de poder verlo en una gran pantalla, en versión original, cómodamente, y tomando una cerveza. Me gusta el cine espectáculo, me gusta el cine independiente, me gusta el 3D bien empleado (bravo por La vida de Pi)... me gusta el cine como arte y como espectáculo. Me gusta disfrutarlo.
Mientras no haga un esfuerzo por reinventarse, los lamentos de una distribución sonarán a rancia cantinela cuando la gente prefiera quedarse en casa viendo en su pantallón XXXL la peli o la serie de televisión en DVD o recién descargada. En su sofá favorito y con una litrona de los chinos o una botella de vino a mano.
El mismo día que fui a ver la de Tarantino, estuve en otra sala, los AMC 25, típicos multicines junto a Times Square, disfrutando de Gangster squad. Pantallón, buen sonido, cómoda butaca, hueco para las piernas... Ver cine así es otra cosa. La película no inventa la pólvora, tiene un guion sin matices y una realización que busca el espectáculo más que el riesgo, aunque también un gran reparto y una estética, la de los 20 del siglo pasado, llena de magnetismo. Pero la testosterona que chorrea por todas partes se disfruta de otra manera en esas condiciones.
Además, ver este cine tan americano en un cine americano, como que enriquece la experiencia subjetiva. Me gusta pensar que sería similar a la contemplación de un cuadro del barroco español colgado en su hueco original en el Palacio Real.
Señores distribuidores, y amantes del cine en general en España, sospecho que este tipo de iniciativas (también reseñable el esfuerzo de proyección en el ReRun Theater, del que ya hablé) tiene que ver no solo con el amor al cine, sino con la pasión por reinventarse que tienen en Nueva York y el caracter emprendedor que lleva a la gente de aquí a innovar, a ofrecer algo nuevo y diferente.
Sospecho que durante mucho tiempo, posiblemente toda mi vida, seguiré dejándome los dineros en las taquillas de los cines de España. Pero me gustaría que, ya que lo hago, me ofrecieran un servicio mejor, una experiencia más plena.
val dijo
jajjajjjajjajajjajjajjajjajaj ;-)
Adelin Savillon dijo
En Honduras se puede disfrutar una película en VIP, en las cadenas Cinepoliz y Cinemark en Tegucigalpa.
Agustín Alonso G. dijo
Bravo por la variedad. De verdad, hay algunos cines que son incomodísimos. Y no están las cosas como para ir de perdonavidas con el espectador.
Carlos dijo
Yo español en México disfruto de los cines VIP (mas baratos que una entrada normal en España) con sólo 50 personas en la sala, separadas por casi mas de dos metros. Lo asientos son butacas reclinables y puedes cenar desde sushi hasta bebidas alcoholicas.
En Barcelona también se podrían ir poniendo las pilas.
Agustín Alonso G. dijo
Pues sí, aunque Barcelona no lo conozco como para opinar. Pero eso de las salas VIP suena muy bien...