Una de manifa en Washington
lunes 18.feb.2013 por Agustín Alonso G. 0 Comentarios
"Fiebre neoyorquina, esa feroz inflamación que Nueva York parece siempre estimular: envidia, codicia, claustrofobia, excitación, bourbon, mujeres, acción, ego, justas, crueldad y manjares exquisitos en odiosos y caros restaurantes". Lo escribía Norman Mailer en Los ejércitos de la noche, personalísima crónica de su participación en la marcha sobre el Pentagono como protesta por la intervención de EE.UU. en la guerra de Vietnam [la cita es de la edición de Compactos Anagrama de 2007, con traducción de Jaime Zulaika. El original de Mailer es de 1968]
Fue la lectura hace unos meses de ese libro el que me llevó a decir que sí a un par de tipos que me abordaron en un café para sumarme a una expedición que partía desde Brooklyn para participar en Forward on Climate, una manifestación en Washington D.C. para pedir a Obama que impulse políticas contra el cambio climático. Se piensa uno que se va a ver envuelto en las más mailerianas aventuras, surfeando en la cresta del momento histórico, y se encuentra con una manifestación más, con toda la solemnidad que el Monumento a Washington y la Casa Blanca pueden ofrecer, pero manifestación al fin y al cabo.
Porque yo, mientras el frío me azota y deseo que aquello acabe ya, que ya hemos cumplido, me pregunto honradamente si sigue sirviendo actualmente manifestarse. "Tell me how the democracy looks like! This is how the democracy looks like!", jaleaban en la manifestación decenas de miles de participantes. Para algo sirve, sin duda, pero ¿son estas demostraciones masivas realmente la herramienta más poderosa al margen de la política partidista y parlamentaria? ¿Son las manifestaciones "lo más parecido a la democracia"?
Fue un viaje relámpago. Salida de Nueva York a las 7.00 y regreso a las 21.30, con nueve horas de ida y vuelta entre medias. Al llegar, hubo una serie de discursos en el mítico National Mall, al pie del obelisco homenaje a Washington, centrados los ataques en el oleoducto Keystone, un proyecto ya en marcha para transportar crudo desde Alberta (Canadá) a distintos puntos de Estados Unidos, y en el fracking, una técnica de inyección hidráulica (y química) para aumentar la extracción de petróleo y gas natural.
Representantes de naciones aborígenes candienses, un congresista, y representantes de la organización de la marcha (350.org, The Sierra Club y el Hip-Hop Caucus), arengaron a la multitud antes de marchar en torno a la Casa Blanca durante varias horas. Me entero a través de Reuters que Rosario Dawson y Evangeline Lilly andaban por ahí. Como también señala esta agencia, el día anterior un grupo de senadores de ambos partidarios reclamaron la aprobación del proyecto. Las encuestas muestran que la mayoría de ciudadanos está a favor del oleoducto.
Mientras el frío me castiga y espero a que llegue la hora de marchar rodeado de un ambiente absolutamente festivo, pienso si realmente tiene sentido poner tantas expectativas y esfuerzo en las manifestaciones. Me conmueve quienes se entregan desinteresadamente a organizar este tipo de reivindicaciones pacíficas. Se guían por sus principios, superando su tendencia a la comodidad, y demuestran que el ser humano no es una máquina autómata ni un manojo de intereses e impulsos. Pero no puedo dejar de pensar que quizá la democracia empiece a reclamar nuevas formas de hacer. Tal vez menos ruidosas, pero más transformadoras. No lo sé. O puede que solo sea nihilismo.