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Bushwick, capital Morgantown

Llevo tres días deprimido tras el subidón de adrenalina en Austin. El lunes por la mañana disfrutaba de una primavera tejana de 25 grados Celsius y a la noche, que dirían mis amigos del norte, aterrizaba entre tumbos y gañidos de vieja azorada en la primavera neoyorquina, la nieve arreciando y un grado bajo cero en el termómetro.

Para contrarrestar el bajón, hoy he decidido salir a darme un baño de bushwickitud. Me he mudado durante unos días a la calle Troutman, epicentro del Bushwick al que aspiro, a una casa frente a un colegio público, a apenas cincuenta metros de mi querido Central Café Brooklyn, a cuatro minutos del Tandem Bar y a siete de Little Skips. Por la ventana llegan los gritos de los chavales jugando al baloncesto, una versión latinoamericana cumbiera de "¿Qué sabe nadie?" o el eco de los charoles de alguna chavala modernuca de coloretes, trenzas y cuello abotonado.

La jornada de flaneur brooklynita tenía un objetivo: Morgantown, la zona del este barrio en proceso de ubercoolización más próxima a East Williamsburg, los alrededores de la estación de Morgan Ave, en la línea L. Allí están Bogart Street y sus galerías de arte. Allí está Roberta's, la pizzería en la que la familia Clinton cenó el pasado mes de septiembre. Allí está Kavé Espresso Bar, con el que he abierto el periplo.

Este local es un gozo de elegancia y sofisticación hipster al que se accede por una pequeña puerta lateral de un edificio mazacótico y tras atravesar un pasillo verde adornado por apliques y plantas que cuelgan del techo.

Kave_corridor

Ya dentro nos damos de frente con un viejo piano de cola y un amplio espacio con mesas metálicas y sillones de madera y asiento acolchado, tuberías vistas en el techo, decoración levemente vintage en lámparas y mobiliario y voluntariamente artística en las fotografías de las paredes, una iluminación suficiente pero amortiguada, una clientela joven y guayse, buen servicio y wifi. Un acogedor ambiente que solo se ve enturbiado -y no es poco- por el frío que en mi rincón siento al rato, ya que cuando se abre la puerta de la calle al fondo del corredor no hay otra puerta que aisle el largo espacio por el que se accede. Minipunto menos, que diría el náuGrafo.

Kave_espresso_bar
Intuyo un paraíso que por mayo será por mayo en este lugar, con sus ventiladores, su enorme patio, sus musas hispterianas y espacios para eventos y performances artísticas al otro lado de una puerta por la que no me he aventurado.

Para comer, peregrinación al citado Roberta's, ya tocaba, después de tanto hype. El entorno de la calle Bogart no puede ser más postpoético (Fernández Mallo) y periférico. Polígonos, alambradas con espinos a lo fuga de Colditz, amplios aparcamientos para camiones medio vacíos, grafitis, una bicicleta sabiamente medioxidada para darle el toque Hinault a la BH...

IMG_1751Por fuera, la pizzería es un búnker de hormigón gris, feo, aparentemente minúsculo. Como con el corredor de Kavé, se atraviesan dos cortinas y, ¡voilá!, un amplio interior nos acoge. Parece que les gusta la idea de umbral de cuento por estos lares. Y tras la cortina aquello es un Fraggle Rock de jóvenes y jóvenas modern@s, con sus vestidos livianos, sus melenas, sus pelos en la cara, sus pitufísticos gorros de lana y sus gafas a lo prima de Laura Palmer. Mucha madera oscura en la decoración, pizarras y tizas de colores en los menús que cuelgan de las paredes, tarros de cristal en lugar de vasos, pizzas en platos de metal. À la Bushwick. Peripatetismo burguemio.

Robertas_pizza
El comedor principal está ocupado por mesas corridas, al fondo hay una barra para otras siete u ocho personas donde una pareja de músicos juega a las cartas, a mi lado. Más allá, un patio con cinco o seis mesas más. Y todo bien montado, aunque casual, nada de guarrerías ni cutreces con la excusa de lo hipster.

IMG_1753Para comer, pido una pizza Da Kine. Error. No me doy cuenta de que lleva jalapeño. Estoy un poco cansado del picante, ese asesino del sabor. Sin tener en cuenta eso, está rica, aunque no es la mejor pizza del mundo, ni siquiera de la ciudad. Y, sin embargo, las circunstancias me llevan a un breve ataque de síndrome de Stendhal en forma de lagrimillas. Una Modelo y una Bronx Pale Ale quizá ayuden a esa hiperestesia, lo reconozco.

Para cerrar, capuccino y un poco de diletantismo de escritor en otro café de los IMG_1769alrededores de Bogart. Desde el Ange Noir Café escribo estas líneas, la compañía de "Song for Zula" en los auriculares. Realmente es un poco copia, todos estos cafés son parecidos, pero qué currucucus todos ellos. Al margen de sus vitrinas y campanas de cristal cobijando pastas, magdalenas y bagels, de sus menús escritos en tiza, de su depósito de agua en la barra para que el cliente se sirva, este tiene, hay que decirlo, cierta impronta propia, además de un pequeño escenario para lecturas poéticas, espectáculos, concursos, proyecciones de películas. 

Al fondo, la puerta de una cabina telefónica lleva al baño. Minipunto más para estos chicos.

En este café, ya estuve un domingo por la mañana, se puede ver el fin de semana a padres con sus niños, aspirantes ellos también, con sus playeras/tenis/sneakers de lengüetas enormes y sus capuchas, a hippies de cuarta generación, se llame como se llame lo que venga después de lo hipster. 

Esta noche, para terminar con la jornada prozaica, cruzaré el río para ir al Piano's o el Rockwood Music Hall. No me atrevo, en todo caso, a aventurarme más allá del Lower East Side. No vaya a ser que me engulla la inmensitud acristalada de Manhattan.

Categorías: Cultura , Gastronomía , Nueva York

Agustín Alonso G.   22.mar.2013 23:36    

Descubriendo Bushwick: Central Café Brooklyn

Ayer volví a Central Café Brooklyn, no como quien regresa a Manderley, sino un poco como quien se acoge a sagrado en cuestión de cafeterías cucas de barrios 'indies'. Ando estos días descubriendo IMG_0331cafés y bares y mercados y tiendas de mi barrio y esta cafetería tiene de momento todos mis respetos.

Para que nos entendamos, Bushwick es un barrio al este de Williamsburg. Williamsburg es como Malasaña pero elevado a la enésima potencia, todo glamur hipster, todo posturitas guayses, todo cuquismo, todo "atústae esa barba y ponte esos pantalones nuevos que bajas a comprar el pan", y como en este tipo de barrios hipstericamente gentrificados, tiene esa mezcla entre sitio realmente interesante y decorado de 'El show de Truman modernuqui'. (Ya hablé del Nitehawk Cinema, por ejemplo, gran lugar). Los transeúntes de Espíritu Santo se miccionarían paseándose por Bedford Avenue o pagando por ir al gimnasio Retro Fitness, Berry Street esquina con Metropolitan Avenue.

Pasear por Williamsburg un domingo por la mañana a la hora del brunch es como meterse en la película todavía no rodada del todavía no descubierto Douglas Sirk del posmoderneo cosmopolita. [Desde aquí lanzo la idea de un 'Billyburg, je t'aime', con Sarah Polley, Spike Jonze o Wes Anderson entre los cineastas seleccionados.]

Bushwick_google_map
Decía que Bushwick es un barrio al este de Williamsburg, lo que es decir uno de los espacios naturales de colonización de todos aquellos jóvenes y creativos que se hartaron de esa atmósfera IMG_0476Instagram que hay en Williamsburg o, más probablemente, de los precios de sus alquileres. La población previa a esa conquista del Este era hispana y portorricense y es la que todavía domina en la zona más alejada de Williamsburg. De hecho, es curioso comprobar que Bushwick está dividido en dos, con la Myrtle Avenue como frontera. Si haces una búsqueda en Yelp de "cafés wifi" o de "bars" compruebas que casi todos están del lado occidental de Myrtle. Lógico. Más cerca de Manhattan. Más cerca de Williamsburg. En la otra mitad del barrio -donde yo vivo- tienes groceries (colmados), laundries, mini markets, o sencillas taquerías, pero nada de locales pensados para jóvenes con barba y MacBook.


Central Café Brooklyn es recoleto, acogedor, tienen un sandwich de pollo riquísimo, sirven vino y cerveza, ponen wifi (of course, en estos sitios el wifi gratis es como el baño, se da por supuesto) y no está hiperpoblado. Y me caen bien sus camareros. El único pero es que no puedes pagar con tarjeta. Supongo que la tranquilidad de este café se debe a que la cafetería a la que peregrinan en masa los jóvenes de la zona es Little Skips, que está bien, no digo que no, más amplio, pero también más lleno de gente. Y no venden alcohol. Joer, y está bien el rollo de las tizas 
color pastel, las sillas como de pupitre de colegio, las muffin, los cupcakes y las galletas con grumos de chocolate. Pero yo quiero una birra, carayo. O un vino. Aunque sean las cinco de la tarde. Que el dulce engorda (XD). Por otra parte, probé un sandwich que no me gustó. 

Central_cafe_brooklyn

Así que ayer volví a Central Café Brooklyn a tomar un Starr Sandwich (sus bocadillos tienen los nombres de las calles de la zona, eso sí que es metagentrificación gastronómica) y un par de copitas de vino.

Y luego estuve en Goodbye Blue Monday, tratando sin éxito de darle incentivos a la creatividad literaria. Goodbye Blue Monday es un bar molón con un agradable ambiente de luces bajas que tiene eventos en vivo todas las noches: música, monólogos de humor, micrófono abierto... Y todo eso, sin importar que haya un público de 7 o de 25. Otro check en mi lista. Allí he descubierto que la Brooklyn Winter Ale es más suave que la Six Point, demasiado amarga para mi paladar ginproof. Otro día, si eso, os hablo de Miles, donde vi la Super Bowl, y de Tandem, lo más parecido a un bareto malasañero de imitación brooklyniana, también con camareros de flequillo engominado, dudosa inclinación sexual y mirada perdonavidas.

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Luciendo palmito en Little Skips

Categorías: Gastronomía , Nueva York , Viajes

Agustín Alonso G.    8.feb.2013 22:47    

Las razones equivocadas

"En este momento, me siento una verdadera newyorker". La frase, que podría haber sido guionizada por Woody Allen, era una exultación de fin de velada de Gema, después de comer una suerte de calzone de espinacas y queso y un cordero con guarnición de arroz y ensalada en un local que se autoproclama la "mejor cocina de Oriente Medio en Fort Greene", Black Iris.

Llevábamos unas tres horas ella, el crítico de arte Jonnathan Goodman y yo hablando de museos, planes de estudio, barrios de Nueva York, tallas de sujetadores, poesía, comida, parejas e hijos y periodismo en las recoletas calles que hacen frontera entre Clinton Hill y Fort Greene, en Brooklyn, cháchara acompañada primero por unos vinos italianos y luego por la deliciosa cocina oriental. Sin prisas para volver a casa, con todo el tiempo para arreglar el mundo en tan heterogénea e interesante compañía. Se sentía una "verdadera newyorker". 

Gema Álava es una artista española que lleva 11 años en Nueva York. Colabora en el MoMA, en el departamento de educación, guiando visitas de niños, VIPs y personas con discapacidad. Expone. Escribe. O, como aquella tarde, presenta su trabajo a universitarios. Esta vez, en el Pratt Institute, una prestigiosa escuela de arte y diseño en Fort Greene en la que Jonnathan imparte clase.

De camino al Pratt Institute, aparte de ser fustigado por el frío del invierno neoyorquino en toda su crudeza, pude echar un primer vistazo a la zona que rodea la BAM, el centro cultural más importante de Brooklyn, lo que es decir uno de los más importantes de la ciudad. Es una zona la de Fort Greene declarada Distrito Histórico desde hace tiempo, y gentrificada hasta las cachas a juzgar por los precios inmobiliarios y el de la carta de algunos restaurantes. 

El Pratt Institute posee un modesto pero coqueto campus de unas 10 hectáreas [wikipedia] ya en Clinton Hill. Un semisotano, una estancia con aire de almacén, con tuberías y conductos a la vista, hace de aula para once alumnos de 18-19 años, que se definen como pintores, escultores, ceramistas, diseñadores... y que pagan unos 50.000 dólares anuales por estudiar allí.

Mientras va proyectando parte de sus trabajos, Gema exhorta a estos jóvenes artistas a preguntarse a sí mismos por qué lo son. Más tarde lo discutíamos en referencia a quienes van de visita a los museos: buena parte lo hace por "las razones equivocadas", según Gema. Del mismo modo, trata de hacer ver a esos chicos que hay quien quiere ser artista por "las razones equivocadas". Ay, las razones que nos llevan a hacer las cosas.

Gema_pratt

En los proyectos que esta artista española se trae entre manos hay un hilo que los va enhebrando, la interacción experimental del público con la obra. Uno de los proyectos, por ejemplo, que ha venido desarrollando en años recientes, incluye la relación de conocidos artistas con obras de arte del MoMA, recogida a través de conversaciones entre la propia Gema, que hace de virgiliana sibila para los 24 participantes, y estos.

Ya habrá tiempo de hablar más del trabajo de Gema (¡y de que nos haga parte de la experiencia de ver el museo con los ojos vendados, a través de sus palabras!); me quedo ahora con su energía. Mientras tomábamos unos crostini con un vino suave y muy afrutado en Delkab Ave., ella, raptada por esa energía de Amélie española que-esta-noche-se-siente-newyorker, ya estaba proponiendo lecturas poéticas en el estudio de un amigo, nos enseñaba un pin creado por Lawrence Weiner que forma parte de uno de sus proyectos o nos hacía de celestina a los varones en la sala con la camarera, una fotoperiodista rubia de origen ruso embarcada en un proyecto de libro documental sobre rap en América.

Y por una noche, en un momento de alineamiento de los astros, yo también me sentí newyorker, o al menos sentí la idea de newyorker que me ha hecho venir a esta ciudad.

 

Bonus track - Tips gastronómicos:

Mike's Coffee Shop: una cafetería típica americana. Solo tomé un par de cafés con leche en taza de desayuno, pero hacía tanto frío fuera que el lugar me resultó insólitamente acogedor. El servicio era muy bueno y las críticas en Yelp confirman mis impresiones.

Roman's: italiano. Caro. Elegante. Sus aceitunas (ya sabéis que aquí no regalan ni los huesos) estaban muy ricas. De hecho, me vino a la cabeza la idea para burguemios de una olivoteca que alguna vez ha comentado Alberto. Los crostini de champiñones marinados, muy ricos. Los vinos: dos tintos, el Campi di Fonterenza "Pettirosso", un toscano que al principio sabe demasiado a frutas, pero luego va tomando cuerpo; y el Del Prete "Anne", de Puglia, cosecha de 2010, muy suave y también con un sabor claramente afrutado.

Black Iris - restaurante con cocina de Oriente Medio. Gran calidad y lugar agradable, bien de precio. También sirven comida para llevar y envían a casa. No ofrecen alcohol, pero el cliente puede llevarlo. Muy ricos el Spinach&Cheese Pie y la pizza Lambajin con cordero, cebolla, salsa de tomate, perejil y especias.

Categorías: Cultura , Gastronomía , Nueva York

Agustín Alonso G.   24.ene.2013 21:17    

Agus Alonso G.

Bio El Gentrificador

Aspirante inconsciente a perfecto burguemio, a estándar del coolismo wannabe. Siempre queriendo estar a la última y siempre llegando tarde. Cuando aparezco, los modernos huyen. Soy el umbral en el que lo alternativo pasa a mainstream, el momento más oscuro de la noche indie antes del amanecer de lo masivo. Señora, el gentrificador ha llegado a su barrio y los precios de los pisos se van a disparar. Este blog es junto al microespacio del mismo nombre en Radio 5, un espacio para nuevas voces, ideas y cultura emergentes. Mándanos tus propuestas a [email protected]
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