Bloqueo del escritor
martes 9.dic.2014 por Asier Ávila 1 Comentarios
La idea perfecta no existe. Como tampoco los argumentos originales, las tramas jamás escritas
o los personajes construidos sin influencia alguna. Muchos creemos que en la literatura casi
todo lo importante está dicho y escrito. Así que no me extraña que más de uno sufra de crisis
creativa o tenga serias dudas a la hora de arrancar una nueva novela. Porque ¿Cómo sabes
que tienes una buena idea y no una copia de otra? ¿En qué momento te das cuenta de que
vale la pena escribir ese libro?
Cada escritor tiene sus trucos, manías y supersticiones. Todo vale si con eso se soluciona
el supuesto terror a la página en blanco. Cuentan que Víctor Hugo mandaba a sus criados
que le escondieran la ropa para así obligarle a quedarse en casa y ponerse a escribir. El
superventas Dan Brown asegura usar unas botas antigravedad que le permiten colgarse del
techo cual murciélago para conseguir el estado de relajación ideal. Manda narices. En cambio
Haruki Murakami se relaja corriendo todos los días un par de horas, y apuesta por la rutina
levantándose siempre a las 4 de la madrugada para ponerse a escribir.
Otros echan mano de la superstición. Isabel Allende empieza sus novelas el 8 de enero y tras
encender una vela. Hemingway solía trabajar con una pata de conejo en el bolsillo para alejar
los malos augurios mientras que Truman Capote nunca empezaba ni terminaba ningún texto
los viernes.
También la obsesión tiene mucho que ver con la escritura, con el miedo al fracaso y con el
hecho de no saber si ya se está preparado para empezar una nueva historia. En algunos
casos, esa inseguridad y obsesión pueden alcanzar límites dramáticos. El suicidio de David
Foster Wallace, por ejemplo, no se puede desvincular de la propia creación literaria. ¿Vale la
pena tanto sufrimiento?
Puedo dar fe de que uno de los principales enemigos de la escritura es la tecnología.
Distracciones cotidianas como chequear el correo, buscar información sobre cualquier cosa,
ver videos o actualizar tu estado en las redes sociales puedes arruinarte una jornada de
trabajo. Por eso ya han surgido aplicaciones pensadas para los escritores y sus ordenadores.
Y no es ninguna broma. Hay algunas que restringen el uso del navegador limitando la entrada
a ciertas webs; otras te marcan el ritmo, obligándote a escribir un número concreto de páginas
a riesgo de iniciar una molesta batalla de mensajes y sonidos. Incluso las hay que te proponen
fondos sonoros para una escritura más relajada. ¿El mundo exterior se ha convertido en una
amenaza para la creatividad?
Las dudas, la propia certeza de no disponer de una buena historia e incluso la falta de tiempo,
han llenado papeleras y cajones de ideas descartadas o inacabadas. Claro que en ocasiones
se han vaciado cuando el heredero de turno decidió convertirlas en obra póstuma. Como ha
sucedido con Nabokov, Stieg Larsson o José Saramago. Estoy convencido de que no siempre
el autor desaparecido estaría contento con esa decisión, pero sería un mal Impostor, si ahora
quisiera abordar un tema tan delicado que no va con este post literario de hoy.