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"Diabesidad": Diabetes Tipo 2 y Obesidad: las epidemias del siglo XXI

La obesidad (Índice de Masa Corporal o IMC superior a 30) y el sobrepeso (IMC entre 25-30) son uno de los principales factores de riesgo relacionados con la diabetes tipo 2, el tipo de diabetes más frecuente con un 90% del total. Hasta un 80% de las personas con diabetes tipo 2 tienen obesidad y en torno a un 45% de las personas con obesidad tienen también diabetes.

Esa estrecha relación entre diabetes tipo 2 y obesidad ha propiciado la aparición del término diabesidad acuñado por Paul Zimmet en 2001 para hablar de la unión de ambas. La obesidad y la diabetes tipo 2 suponen una auténtica epidemia mundial y constituyen un problema de salud pública de primera magnitud.

LA DIABETES  Y LA OBESIDAD EN EL MUNDO
La obesidad y la diabetes tipo 2 han alcanzado proporciones epidémicas. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la diabetes se está convirtiendo en una epidemia mundial relacionada con el rápido aumento del sobrepeso, la obesidad y la inactividad física. En el mundo hay más de 380 millones de personas con diabetes y las previsiones son de casi 600 millones en 2035. Si la diabetes se tratara de un país y las personas con diabetes fueran sus ciudadanos, estaríamos hablando del tercer país más poblado del mundo después de China y la India.


La prevalencia de obesidad y sobrepeso está en constante crecimiento. En el mundo, de acuerdo al Global Burden of Disease Study, la proporción de adultos con un IMC de 25 o más ha aumentado entre 1980 y 2013 del 29 al 37% en varones, y del 30 al 38% en mujeres. En cuanto a datos de obesidad infantil según la OMS más de 43 millones de niños menores de 5 años en el mundo tienen sobrepeso.

LA DIABETES Y LA OBESIDAD EN ESPAÑA
En nuestro país casi tres de cada diez españoles presentan obesidad y la prevalencia de la diabetes tipo 2 en mayores de 18 años alcanza casi el 14% de la población, una cifra que se duplica en mayores de 65 años. Según el estudio Di@betes, la prevalencia de obesidad y de obesidad abdominal en los españoles con diabetes conocida es del 50 y el 68% respectivamente.


En España, la prevalencia de obesidad en población adulta es del 23% a la que habría que añadir una prevalencia de sobrepeso del 39%, lo que nos sitúa entre los países de Europa con cifras más elevadas de obesidad y sobrepeso. A esta preocupante situación, hay que añadir un hecho todavía más grave, cuatro de cada diez jóvenes españoles de entre 8 y 17 años presenta obesidad o sobrepeso según el estudio sobre obesidad infantil Aladino (datos 2013). La prevalencia de sobrepeso en la población infantil está en un 24,6% y la de obesidad en un 18,4% . Estos son datos que deben encender todas las alarmas.

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¿PORQUÉ LA OBESIDAD Y LA DIABETES SON UN PROBLEMA?
La obesidad no sólo implica un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, también la obesidad se ha relacionado con un mayor riesgo de ictus, enfermedad coronaria y cáncer existiendo también un aumento de la mortalidad cardiovascular en personas con obesidad.


La obesidad y el sobrepeso son responsables del 44% de la carga de diabetes, constituyendo por tanto, el principal factor de riesgo modificable de esta enfermedad. La diabetes produce una serie de complicaciones a largo plazo que afectan fundamentalmente a la visión (retinopatía diabética), siendo la primera causa de ceguera en el mundo cuando no se controla la diabetes,  riñón (nefropatía diabética) siendo la primera causa de insuficiencia renal terminal  y neuropatía diabética además de aumentar la incidencia de patología cardiovascular y cerebrovascular. Complicaciones evitables manteniendo un adecuado control metabólico.

MODIFICACIONES DEL ESTILO DE VIDA: LA GRAN SOLUCIÓN
Los programas destinados a la reducción del sobrepeso o la obesidad, como el Diabetes Prevention Program Study  o el Diabetes in Europe-preventing Using Lifestyle, Physical Activity and Nutricional Intervention, han demostrado que la reducción del peso con modificaciones del estilo de vida se asocia a una reducción marcada del desarrollo de diabetes, incluso en ocasiones superior a la obtenida con medidas farmacológicas.

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Igual que el aumento de peso implica un mayor riesgo de desarrollar enfermedades, la reducción ofrece beneficios significativos. En personas con sobrepeso-obesidad y diabetes, una pérdida de peso disminuye la resistencia a la insulina y facilita el control glucémico. Pérdidas de peso importantes, como las que se asocian a la cirugía pueden incluso conseguir la remisión de la diabetes tipo 2. La pérdida de peso puede proporcionar otros beneficios clínicos como la mejoría de factores de riesgo cardiovascular como pueden ser la HTA o la dislipemia.


Las guías de tratamiento y prevención de la Diabetes tipo 2 recomiendan unánimemente las modificaciones del estilo de vida como el primer paso en el tratamiento de la enfermedad. Recomendación que no debemos nunca olvidar en cada paso que demos en el tratamiento. Aunque en el tratamiento de la diabetes tipo 2 necesitaremos sin duda tratamientos farmacológicos, la actuación sobre el peso y un estilo de vida basado en una alimentación adecuada y ejercicio físico debe ser uno de los pilares en el tratamiento de la cada vez más epidémicas  diabetes tipo 2 y obesidad.


En el caso de la población infanto-juvenil, la asociación obesidad y diabetes tipo 2 y su extrema gravedad, establece la necesidad de tomar medidas urgentes que incluyan medidas de detección, prevención y tratamiento precoz en un intento de detener esta epidemia.

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico    9.mar.2016 01:54    

Carta a la diabetes de una persona con diabetes tipo II

(Por el Dr. José María Ferrer)

Estimada Diabetes:

Quizá porque siempre estamos juntos, nunca me había planteado escribirte. Pero ya que tengo que compartir mi vida contigo y puesto que vas a estar siempre a mi lado, qué menos que dedicarte unas palabras.

Viniste en aquel invierno del 2011 y te quedaste. Hay enfermedades como la gripe y en muchas ocasiones la depresión o el cáncer, que vienen y después se van, pero tú eres de esas que vienen para quedarse, que difícilmente podemos echar. Recuerdo como fue aquel día en el que nos presentaron. Tengo que decir que no fue uno de los mejores días de mi vida. Había estado una semana antes en la consulta de mi médico de familia. Fui para enseñarle unos análisis del reconocimiento anual que me hacen en el trabajo. Había una nota al final del informe donde ponía que tenía la glucosa (lo que yo llamo azúcar) alta, 132 y que debía acudir a mi médico. Aunque no me hacía mucha gracia, fui a verle.

Revisó todas las pruebas y me dijo que me tenía que repetir el análisis de sangre para confirmar si mi glucosa estaba alta o no. Me explicó que para diagnosticar a alguien de diabetes era tan sencillo como tener dos análisis de sangre con una glucosa mayor o igual a 126. Yo pensé para mí que seguro que sería un error o algo puntual y por otro lado pensé en lo fácil que era tenerte como enfermedad. Pensaba que hacían falta más pruebas para cargar a alguien con algo tan pesado como tú. Diabetes, un diagnostico tan serio pero a la vez tan sencillo. Y allí estaba yo, una semana después, en la sala de espera de mi médico de familia, nervioso, tenso y expectante. Había estado mirando en internet lo que podía implicar tener la glucosa alta y sólo aparecía tu nombre: diabetes, diabetes, diabetes.

Se me ocurrió hablar con las personas que estaban como yo esperando para ser atendidas y creo que me puse peor, ninguna te tenía como enfermedad pero tenían otras cosas y parecía aquello un concurso de a ver quién tiene la enfermedad más grave. Por fin entré en la consulta. Mi médico me saludó afectuosamente con una sonrisa y me dio la mano. Pensé para mí “seguro que están bien, al fin y al cabo no le veo preocupado, si tuviera diabetes estaría más serio, más afectado”. Nada más lejos de la realidad, me informó de que en esa segunda analítica mi glucosa seguía alta: 140, por tanto, tenía diabetes.

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La verdad es que me derrumbé, se me vinieron a mi cabeza mi abuelo y una vecina que tenía cuando vivía en el barrio de Usera, ambos personas con diabetes, pero de los de insulina (aunque como casi todos empezaran con pastillas). Mi abuelo falleció ya hace unos años sin apenas tener vista. Recuerdo que tenía siempre la glucosa alta, se cuidaba poco y no le daba mucha importancia al hecho de padecer esta enfermedad. Mi vecina anda con el azúcar muy alto por tu culpa y sé que tiene el riñón regular.

La verdad es que aquella primera consulta con mi médico de familia fue muy importante para mí, todavía hoy aunque han pasado cinco años, la recuerdo. Mi médico me miró serenamente mientras a mí se me caía alguna lágrima tras la noticia, y eso que dicen que los hombres no lloran. Lo primero que me preguntó era que por qué estaba así y qué conocía sobre ti. Le expliqué lo que te he contado de mi abuelo, mi vecina, el miedo a la insulina, a las bajadas de azúcar, a que me produjeras ceguera, a que afectaras a mis riñones o a mi corazón, a no poder llevar una vida normal. La verdad es que lo veía todo negro.

A partir de lo que yo le conté sobre ti, él empezó a explicarme todo sobre cómo eres, por qué apareces, cómo debía controlarte para evitar que no me dieras problemas y qué iría pasando a lo largo de los años. Me contó que tú eres diabetes tipo 2. Fíjate, te pusimos hasta apellido. Estás muy relacionada con el sobrepeso y la obesidad como es mi caso, estaba un poco gordito. Bueno, la verdad es que estaba bastante gordito.

Tu hermana la diabetes tipo 1 se da sobre todo en los niños, quienes necesitan insulina desde el principio porque no la tienen. Ellos están más bien delgados. Me explicó que en mi caso todavía tengo insulina. La insulina es esa sustancia necesaria para disminuir el azúcar cuando comemos y es producida por el páncreas, un órgano que tenemos en el lado izquierdo de la tripa. Lo que ocurre es que en mi caso, por culpa de los kilos que me sobran, mi cuerpo se resiste a que esa insulina actúe como debe y por eso me sube la glucosa. Hay una resistencia a la insulina.

Después pasó a comentar qué tenía que hacer para que no me complicases la vida y mi futuro: debía bajar de peso, algo fundamental porque en parte es por eso por lo que tu apareciste. Debía comer de forma adecuada y hacer ejercicio, con media hora todos los días estaba bien. Para todo esto me ayudó mucho mi enfermera, Paloma. Paloma para mí ha sido y es muy importante, es como mi gran aliada para vencerte, siempre me anima. Me da consejos para comer mejor, reducir peso y me controla la glucosa periódicamente. Forma un equipo perfecto con mi médico. También aunque dio muchísima importancia a la alimentación y al ejercicio, me habló de los medicamentos para controlarte, la importancia de tomarlos todos los días y me informó de que a medida que pasaran los años iría necesitando probablemente más. Me explicó que esto sucedía porque mi páncreas se iría agotando de alguna manera y necesitaría más armas para vencerte. Me habló también de la gran temida insulina, la de los pinchazos. Me explicó que es un gran medicamento que ha salvado la vida a muchas personas. Me contó que es muy posible que en algún momento la necesite y que la pondremos sin problemas. Que no hay que tenerle ningún miedo, pero que si hacemos muy bien las cosas, ese momento tardará unos cuantos años.

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Así que siento decirte diabetes que te estás enfrentado a un ejercito muy bien formado y armado hasta los dientes. A veces oigo decir a mis conocidos que tienen miedo de ir a su enfermera o a su médico por si les regañan... ¡qué cosas!. Me llama mucho la atención porque a mí no me ha pasado nunca. Pienso que ellos no están allí para regañar, están allí para ayudar a que estemos mejor, para ayudarnos entre otras cosas a mejorar nuestra salud y a enfrentarnos a enfermedades como tú.

También recuerdo que un día acudí a mi médico. Era una época de mucho estrés, el trabajo, los exámenes de mis hijas, y me relajé en tu control. Dejé de alimentarme de forma ordenada, me pasé en las cantidades, se me olvidaba tomar el tratamiento algún día y te hiciste fuerte. Me empezabas a ganar algunas batallas. Resultado, en la analítica que me hago periódicamente vimos que me subió mucho la glucosa. Me dieron un aparato para medir mi glucosa en casa durante unos días, traje mis medidas después de una semana y la verdad es que eran un desastre, la mayoría de los días estaba fatal, de hecho estuve a punto de no ir pensando que de alguna manera había fallado a mi enfermera y a mi médico y porque no decirlo, por vergüenza por esos resultados. Me senté en la consulta, mi médico de miró y me dijo, “la verdad es que tienes cifras que no son tan buenas como hace 6 meses, pero fíjate este día (me señaló el único día que te había conseguido controlar) ese día estaba fantástico”. Me preguntó qué hice ese día, qué comí, si hice ejercicio. Se lo conté para acto seguido oirle darme la enhorabuena y hacerme ver que hacer las cosas como ese día, eran la clave para controlarte.

Entré avergonzado y salí reforzado, con ganas de vencerte todas las batallas.

Pues bien, querida diabetes, para finalizar esta tu carta debo decirte que llevamos ya cinco años juntos y de momento te tengo muy controlada. Quiero decirte que no te guardo rencor alguno porque al final, hasta voy a tener que despedirme dándote las gracias por haber venido. Gracias a tu llegada en aquel invierno del 2011 me he dado cuenta de lo importante que es cuidarse, mantener un peso adecuado, una alimentación sana, el ejercicio. Como dice el refrán “no hay mal que por bien no venga”. Siempre pedimos salud, decimos que lo primero es la salud. Pero la salud también hay que pelearla, trabajarla y hacer todo lo posible para conservarla.

Con cariño para José, Antonio, Severina, Paloma, Lourdes, Jesús y todos esos pacientes, enfermeras y médicos que con su esfuerzo consiguen que la diabetes cada vez esté mejor controlada y dé menos complicaciones.

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico    7.mar.2016 01:05    

"¿Cómo cuidar al cuidador?" Creando conciencia

La Fundació ACE - Instituto Catalán de Neurociencias Aplicadas ofrece en su página web información para aquellas personas que tienen familiares con Alzheimer a su cargo. Es de todos conocido el desgaste físico y psicológico de estas personas, que dedican muchas horas al día a sus familiares, máxime cuando su deterioro se ha hecho ya muy patente.

Para estas personas están dirigidos los consejos de esta infografía que hemos elaborado, basada en los datos que aporta la web de la fundación. Crear conciencia sobre los cuidadores y educarles en la conservación de la propia salud, es fundamental. 

Fundació ACE - Consejos para el cuidador

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Asimismo, la web de la fundación tiene una sección de consejos categorizados por temas que abarcan desde las dificultades de comunicación con el enfermo de Alzheimer, a la higiene del paciente, pasando por la prevención de accidentes o los consejos de seguridad ante la eventual agresividad de los pacientes entre muchos otros. 

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico    4.mar.2016 05:01    

Historia de un trasplante

(Por el Dr. José María Ferrer

Me gustaría contar una historia. Una historia dedicada al trasplante, al donante, al receptor.

Voy a intentar contar cómo es esa historia en la que el trasplante aparece, mezclando las experiencias que he tenido la suerte de compartir no solo en la consulta del centro de salud como médico de familia, sino también en todos esos veranos que pasé trabajando como enfermero en la unidad de nefrología y trasplantes de riñón del Hospital Clínico de Madrid. La historia podría tener muchos comienzos. Uno podría ser así…

Seguro que era un día soleado, uno de esos en los que piensas que algo bueno va a pasar, pero se va terminando el día y te das cuenta de que nada ocurre. De repente sonó el teléfono de casa, el fijo, ese que nunca suena ahora con los móviles echando humo. Serían las 23:30, una hora en la que cuando suena el teléfono piensas que algo malo ha debido de pasar, pero nada más lejos de la realidad. Era una llamada del Hospital informándome de que tenía que presentarme allí: había un posible trasplante y yo era uno de los candidatos para recibir esa inyección de vida que podría cambiarlo todo.

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Tuve una sensación que nunca antes había sentido, una especie de escalofrío invadió todo mi cuerpo, un escalofrío de alegría, de ilusión, de esperanza. Mi mujer se acercó y me preguntó quien llamaba y no me salían las palabras, se me pasaban por la cabeza los 3 años en hemodiálisis después de que mis riñones dijeran "basta", dejando de funcionar y limitando mi vida a esa máquina que debía soportar durante 3 ó 4 largas horas tres veces a la semana. Recordé los ingresos en el hospital, las cosas que me fui perdiendo por mi mala salud. Era algo duro, muy duro, que me fue agotando por dentro día tras día. Reaccioné y le expliqué lo que pasaba. Después llamamos a mis hijas y fuimos todos juntos al Hospital.

Llegamos ilusionados, esperanzados. No nos lo podíamos creer, sería posible que todo cambiara, que por fin mi salud mejorara después de tantos años en que la enfermedad era la protagonista de mi vida.

Después de unas horas haciendo distintas pruebas, de sangre, de radiología y tras una sesión de hemodiálisis (que yo rezaba para que fuera la última), se acercó el nefrólogo y me dio la gran noticia, una de esas noticias que te cambian la vida. Yo era uno de los dos elegidos para el trasplante -en el caso del trasplante de riñón se trasplanta un riñón del donante a cada paciente, por lo que fuimos dos los afortunados-. Regresó de nuevo ese escalofrío pero incluso con más intensidad. Estaba deseando compartir la noticia con mi mujer y mis hijas. Cuando se acercaron y me vieron la cara con una sonrisa de oreja a oreja y como asomaba alguna lágrima en mis ojos se dieron cuenta que había sido yo uno de los afortunados. Nos fundimos en un abrazo lleno de emoción, esperanza y gratitud hacia la familia y hacia la persona que me había regalado esta nueva oportunidad para vivir.

La verdad es que después de esa sensación de bienestar y de alegría llegaron los miedos. Estaba muy asustado ante la cirugía, la UCI, el postoperatorio... pero afortunadamente todo fue bien. Después de varias horas de cirugía fui a la UCI y de ahí a la planta del hospital. Tras 14 días estaba en casa con una nueva energía, me sentía libre, lleno de vitalidad gracias a ese órgano sano dentro de mi cuerpo. Me acordaba de los años tan duros que pasé, de mi familia pero sobre todo me acordaba, me acuerdo cada día y me acordaré siempre, del donante, de su familia y de su gran generosidad.

 

Hoy llevo mis controles, mi seguimiento en el Hospital, y ya han pasado más de 5 años desde entonces. Cuido mi riñón y lo mimo para que siga funcionando cada día, por mí, por mi familia y sobre todo por mi donante y su familia.

Termino agradeciendo una vez más a todos los profesionales que hacen del trasplante una realidad, a la Organización Nacional de Trasplantes que realiza un trabajo excelente, ejemplo de coordinación, de saber hacer para que todo funcione, y nunca me cansaré de repetirlo: gracias a los donantes y sus familias.

La donación es sin duda alguna uno de los mayores gestos de generosidad y solidaridad entre seres humanos. La inmensa mayoría de las personas en España cuando se les pide que donen en situaciones tan difíciles responden "sí", lo cual dice mucho de nuestra sociedad. Pero aunque seamos los primeros nunca es suficiente, todavía existen personas que por desgracia no llegan a tiempo y se quedan en el camino. Por eso, sigamos superándonos cada año como estamos haciendo. Donemos y regalemos vida.

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico    3.mar.2016 03:30    

La gran oportunidad de los trasplantes

(Por la Dra. Bárbara Pagán)

Desde hace más de 25 años la Organización Nacional de Trasplantes se ha encargado de coordinar la donación de órganos en nuestro país, convirtiéndonos en un referente internacional en este campo. En este tiempo hemos alcanzado una tasa de 35,12 donantes por millón de habitantes y aumentado en todas las modalidades de trasplantes, incluidos los trasplantes de médula ósea. Somos el país líder mundial de donaciones, gracias al altruismo de los donantes.

El trasplante de un órgano es la mayoría de las veces la última opción de tratamiento de algunas patologías que, de otra forma, llevarían a la muerte prematura de los pacientes.

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Fuente: www.ont.es




¿Qué órganos se pueden donar?

Cada vez es mayor la variedad de órganos y tejidos que pueden trasplantarse, desde los clásicos riñón, pulmón, corazón, pulmones, córnea, intestino... hasta los recientemente conseguidos cara y manos.

También podemos hacernos donantes de médula ósea. Esta reside en el hueso, y es la encargada de producir las células sanguíneas. Por ello se utiliza en el tratamiento de enfermedades hematológicas como las leucemias.

¿Cómo hacerse donante?

Para ser donante de órganos vale con haberlo declarado a la familia o bien obtener la tarjeta de donante en la página web de la ONT . Para ser donante de médula ósea, se puede hacer a través de la misma entidad, o en determinados hospitales de la red pública de salud. En estos casos, tras una extracción de sangre y la tipificación de la misma, se introducen los datos en un registro tanto nacional como internacional de donantes de médula ósea, hasta que sea necesario porque aparezca un receptor compatible.


¿Y después de haber sido trasplantado?

Ser receptor de un órgano es un privilegio del que no todos pueden disfrutar. Desgraciadamente, todavía son más los  pacientes candidatos a trasplante que los que lo reciben. Por ello, el paciente que ha recibido un trasplante debe ser consciente de lo afortunado que es, y estar preparado para cuidar el órgano que se le ha otorgado. De ahí que según en qué patologías, los criterios para entrar en lista de trasplante sean algo restrictivos.

El paciente trasplantado debe saber que si bien podrá llevar una vida normal, deberá ser cuidadoso y disciplinado con la medicación y las revisiones. Para evitar que el organismo rechace el órgano implantado, estos pacientes deben tomar medicación que suprime parcialmente sus defensas. El incumplimiento de este tratamiento puede derivar en un rechazo del órgano y en la pérdida del mismo.

El caso particular de la donación de médula ósea

Me gustaría aprovechar aquí para hablar de la donación de médula ósea, quizá el órgano menos conocido que podemos donar, y el cual además, podemos donar de forma repetida. Como ya mencioné antes, en la médula ósea se forman las células sanguíneas. En pacientes con leucemia, donde estas células son malignas, se implantan las células madre de un donante, que una vez arraigan en su médula ósea, producirán células sanguíneas normales no cancerígenas.

 

Medula

Para donar médula basta con contactar con la ONT, y acudir a uno de los Hospitales de referencia que se nos diga, y mediante una extracción de sangre normal, se tipifica la sangre y se nos incluye en un registro tanto nacional como internacional de donantes de médula.

Si se llegara a detectar un receptor compatible con nosotros, la donación se puede hacer de dos formas:

Mediante la filtración de las células madre circulantes en sangre del donante a través de una extracción sanguínea simple. Para que haya el mayor número de estas células en sangre periférica, se administran los días previos factores de crecimiento que las movilizan desde la médula ósea hasta la sangre periférica.

Mediante punción directa del hueso para extracción de dichas células. Esta punción se hace bajo sedación ya que es algo molesta.

Desde aquí queremos hacer un llamamiento a inscribirse en el Registro de Donantes de Médula Ósea para ayudar a los pacientes que lo necesitan. Es quizá el órgano más desconocido que podemos donar, y sin embargo es de vital importancia.

Para más información podéis contactar con la ONT o visitar la página http://www.fcarreras.org/es/donamedula donde se incluye un vídeo demostrativo.

¡Ánimo! Mañana podemos ser cualquiera de nosotros quienes lo necesitemos…

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico    2.mar.2016 14:48    

Carta al trasplante

Por el Dr. José María Ferrer (@DoctorJMFerrer)

Es difícil expresar en unas líneas lo que significas. Lo que has dado a tanta gente desde que empezaste a ser posible. Tú has conseguido que vuelvan a nacer tantos hombres, mujeres, niñas, niños... has conseguido que sus vidas no estén limitadas porque sus riñones se apagaron o porque su corazón, pulmón o su hígado estaban ya en la reserva y pedían un recambio urgente. Qué maravilla poder ver que cada día eres más numeroso, cada vez más duradero. Que cuando entras en nuestro cuerpo te cuesta más que te rechacemos. Cada vez es menos frecuente que nuestras defensas no vean en ti a alguien extraño y te acepten como lo que eres, alguien que nos aportará salud y mejorará nuestras vidas hasta entonces enfermas y agotadas.

Claro, que no serías posible sin toda esa gente maravillosa involucrada en que tú, que parecías hace tiempo imposible -prácticamente un milagro- ocurras: nuestra gran Organización Nacional de Trasplantes, ejemplo de coordinación y saber hacer para que todo sea una realidad, nuestros enormes profesionales sanitarios y no sanitarios. Los transportes, líneas aéreas, un largo etcétera de personas que hacen posible que los que estaban condenados a malvivir, tengan otra oportunidad llena de vida.

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Pero fíjate, aún siendo importante todo esto para que ocurras, sería imposible de llevar a cabo sin los grandes protagonistas. Aquellos a quienes debemos gran parte de tu existencia: los donantes y sus familias. Esta "Carta al Trasplante" va dedicada a ellos. A su fortaleza, bondad, generosidad. A su entereza. Porque sin pedir nada a cambio, en esos momentos de terrible sufrimiento por una pérdida, tienen fuerzas para decir 'SÍ' a la donación de órganos. Sí a regalar vida a otros. Desconocidos para ellos. Permitiéndoles así que vuelvan a tener una vida plena, llena de proyectos, y sin las ataduras por la fragilidad en la que estaban sumidos. Por eso, cuando ocurres nos acordamos no solo de la persona de la que procedes. También de su familia, porque aunque uno quiera donar e incluso lleve su carnet de donante y haya dejado dicho por activa y por pasiva que quiere donar, es la familia en última instancia la que debe decidir. Una decisión digna de admiración.

No hay día en que las personas que recibieron esa muestra de generosidad no se acuerden de todos vosotros. No saben quiénes sois, no conocen vuestras caras, vuestros gestos ni vuestras voces. Pero os llevan en su corazón... aunque lo que lleven sea, realmente, un riñón, un pulmón, un hígado o cualquiera de los órganos que se pueden donar. Nuestro más sincero agradecimiento y admiración.

¿Cómo no acordarnos también del donante vivo? Tantos padres, madres, hermanos, amigos y amigas capaces de entregar con valentía y sin pedir nada a cambio, parte de sí mismos a otro que lo está necesitando. Gracias también por vuestro coraje y por la palabra que más se repite en esta carta: gracias por vuestra generosidad. Finalizo agradeciendo a la sociedad española su generosidad. Que España sea desde hace 24 años la número 1 en trasplantes de órganos, no es fruto de la casualidad, sino de la gran solidaridad de todos los españoles que de forma altruista y en muchas ocasiones llenos de dolor, donan para dar vida a las personas que lo están pasando tan mal. Sin preguntar si la donación es para mujer, varón, joven, menos joven, del sur, del norte, de izquierdas o de derechas. Lo hacen con la colaboración de las Comunidades Autónomas porque lo fundamental es la vida. Y cuando tienes eso claro, el resto acaba siempre siendo secundario, terciario e incluso cuaternario.

La donación es sin duda alguna uno de los mayores gestos de solidaridad entre seres humanos. Dice mucho de nuestra sociedad que la inmensa mayoría de las personas en España cuando se les pide que donen en situaciones tan difíciles, respondan que sí. Pero aunque seamos los primeros nunca es suficiente. Todavía existen personas que por desgracia no llegan a tiempo y se quedan en el camino. Por eso, sigámonos superando cada año como estamos haciendo. Donemos y regalemos vida.

(Con cariño para Miguel, Carlos, Rafael y Magdalena, que con 81 años recibió vida y continúa a sus 88 años viniendo a verme cada mes con esa sonrisa que ilumina la consulta. A todos los que hacen posible que los trasplantes sean una realidad, a la Organización Nacional de Trasplantes y por supuesto, A LOS DONANTES Y SUS FAMILIAS)

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico   28.feb.2016 22:10    

Afrontando la demencia: Enfermedad de Alzheimer

Por la Dra. Bárbara Pagán.

El progresivo envejecimiento de la población y la mayor esperanza de vida, hacen que este término y esta enfermedad estén cada vez más presentes en nuestras vidas. La probabilidad de que alguien de nuestro entorno presente algún tipo de demencia, es muy elevada. Por ello, desde aquí, nos gustaría ampliar la información sobre qué es esta enfermedad (o enfermedades) y ayudar a aquellos que tienen que convivir con ella, a sobrellevarla.

¿Qué es una demencia?

La demencia es la pérdida de las facultades mentales, generalmente progresiva, debido a la edad o a una enfermedad, que se caracteriza por alteraciones de la memoria, la razón y alteración de la conducta. Dentro de las demencias, hasta el 70% son por Enfermedad de Alzheimer (EA). Existen otras menos frecuentes como la demencia vascular, demencias frontotemporales o la demencia por Cuerpos de Lewy.

¿Qué es la EA?

La EA es el tipo de demencia más frecuente como ya señalamos antes. Es un proceso degenerativo progresivo del cerebro de causa no aclarada, si bien sabemos que hay ciertas proteínas implicadas que favorecen la destrucción celular. Este daño comienza por las zonas del cerebro donde asienta la memoria reciente, aunque según avanza la enfermedad, se ven afectadas también las áreas del lenguaje y motoras.

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Evolución

Esta evolución es la que condiciona la aparición progresiva de los distintos síntomas: En la fase inicial predominan las alteraciones de memoria, sobre todo de la memoria reciente. Estas alteraciones pasan inicialmente desapercibidas y son difíciles de demostrar mediante exámenes médicos. Cuando el daño cerebral es más extenso los problemas de memoria se vuelven más evidentes, disminuye la capacidad de desempeñar tareas sociales, la capacidad de retener lo que se lee, y pierden capacidad organizativa. En este punto, los exámenes neurológicos pueden detectar la enfermedad.

Al evolucionar la enfermedad, la disminución de la memoria es cada vez mayor, con dificultad para recordar los nombres de personas conocidas, pueden necesitar ayuda para vestirse. En estas fases pueden dormir durante el día y estar despiertos, agitados y confusos durante la noche. Incluso pueden llegar a experimentar cambios significativos en la personalidad con agresividad hacia los cuidadores, y tendencia a pensar que el cuidador o cuidadores quieren hacerles daño. Pueden experimentar también agresividad.

Esta fase es muy estresante para los familiares ya que el cambio de personalidad puede llegar a ser muy llamativo, y el manejo de la agresividad en domicilio muy complicado. Se pueden administrar fármacos para intentar normalizar el ciclo del sueño, y controlar la conducta.

Finalmente pierden la capacidad de caminar, mantener conversaciones. En fases muy evolucionadas también pierden la capacidad de comer y beber, con atragantamientos frecuentes que conllevan ingresos frecuentes por problemas respiratorios. La inmovilidad progresiva favorece la aparición de lesiones cutáneas que llamamos “por presión”, ya que la piel de las zonas de apoyo se macera y termina ulcerándose, pudiendo llegar a infectarse. Pueden también aparecer alteraciones intestinales como estreñimiento prolongado por falta de motilidad intestinal que produzca procesos obstructivos.

Estas alteraciones se producirán a lo largo de años (8-10 años), pero nos parece importante que los cuidadores principales conozcan lo que ocurrirá con estos pacientes, para poder prever tanto las necesidades de cuidados. Además este conocimiento puede ayudar a prepararse para los cambios que la enfermedad produce en la familia, y saber dónde acudir.

¿Qué se puede hacer contra la enfermedad?

Hasta el momento, los fármacos utilizados para el tratamiento de la enfermedad solo mejoran temporalmente las habilidades cognitivas de los pacientes, pero no modifican de forma clara el curso de la misma ni evitan el deterioro progresivo.

A día de hoy, los ejercicios mentales, la lectura, el mantener el contacto social, son las actividades más eficaces en la prevención de la progresión de la enfermedad, y en mantener tanto el nivel cognitivo como la autonomía de los pacientes. En este punto, el estímulo de los cuidadores principales es primordial.

Aunque nos hemos centrado en la EA por ser la más frecuente, la evolución es similar en casi todas las demencias. En la demencia vascular, relacionada con microinfartos cerebrales, el control de la enfermedad pasa por el control de la tensión arterial, la diabetes y el colesterol. Sin embargo, el estímulo de la actividad intelectual también ralentiza la progresión.

Recursos

Con la evolución de la enfermedad, el manejo en domicilio de estos pacientes es más complejo, ya que precisan supervisión las 24 horas del día, la agitación nocturna a veces es difícil de controlar, y con el tiempo se mantienen encamados con todo lo que ello conlleva. Los familiares deberán contactar con su asistente social en el Centro de Salud, para solicitar las ayudas disponibles, siempre teniendo en cuenta que estas llevan su tiempo en ser concedidas. Además, existen asociaciones que pueden ayudar a conocer los recursos disponibles.

 

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Equipo El Ojo Clínico   24.feb.2016 11:52    

Carta a la depresión

(Por el Dr. José María Ferrer)

Buenos días, depresión:

Te escribo esta carta para despedirme. Viniste hace un año cargada de tristeza, insomnio, falta de apetito... y conseguiste que no tuviera energía ni ganas de hacer nada. Cuando intentaba hacer cosas que me gustaban no disfrutaba con ellas, estaba como en un "agujero negro" de esos de los que tanto se habla últimamente.

Mi familia no me entendía. No había motivos para que aparecieras. Yo no te llamé ni había causas aparentes para tu llegada, pero así fue, te apoderaste de mí y dejé de ser la que era. Me costó mucho reaccionar, estaba avergonzada y culpable de que hubieras venido. Me creía débil y muy, muy pequeñita. Estaba casi todo el día triste, solo salía a trabajar y no quería quedar con mis amigas. Ni siquiera arreglarme. Dejé de hacer todas esas cosas que me gustaba hacer. Yo no era así, mi familia no me reconocía. La verdad es que ni yo misma me reconocía.

Letter

Un día mi madre, tras verme así durante un mes, pidió cita con mi médico de familia y me obligó a ir pese a que yo no quería. Me daba pavor ponerme a llorar en la consulta (¡qué vergüenza!). El médico pensaría que soy débil y no me entendería. Y allí aparecí, me senté y rompí a llorar antes de empezar ni siquiera a hablar. Qué mal me sentí. Él me miraba sin decir nada aunque me transmitía tranquilidad, cercanía y seguridad. Algo que agradecí mucho en aquellos momentos, porque como después me explicó, a veces es necesario llorar y llenar los cubos de lágrimas que hagan falta y a partir de ahí empezar a subir los escalones que nos lleven a estar como estábamos antes. Le conté como me sentía, lo que me pasaba y la vergüenza que me daba mi llanto. En definitiva, mi estado de ánimo.

Y ese mismo día subí mi primer escalón, porque me explicó que lo que tenía era una enfermedad llamada Depresión y que es igual que cualquier otra solo que con algunos síntomas menos habituales. Ese día entendí que yo no era culpable de tenerla, del mismo modo que mi hermana no era culpable de ser asmática o mi padre de ser hipertenso, y que de la misma forma que ella no se planteaba pedir perdón cuando tenía tos, yo no debía sentirme mal por llorar. Igual que el asma afecta a los pulmones, mi depresión afectaba a mi cerebro, tenía en la reserva esas sustancias que contribuyen a mantener bien nuestro estado de ánimo.

Rainbow

Una vez entendí quien eras, que no era culpa mía y que no tenía qué avergonzarme de cómo estaba, pensé: “Bien. Sé lo que tengo, y ahora ¿qué hago para ser la que era?" Había dos cosas fundamentales para vencerte. Por un lado, tomar un medicamento que me subiría esas sustancias que tenía tan bajitas en mi cabeza (aunque me avisó mi médico de que tardaría unas tres semanas).  Y hacer más cosas: primero empezar a hacer pequeñas actividades que había dejado de hacer cuando te apoderaste de mí, como poner algo de música como hacía antes, dar y disfrutar de largos paseos, y otros tantos pequeños gestos que me irían llevando a hacer otras cosas...  hasta que un día me di cuenta de que ya no estabas. Había conseguido que te fueras.

Así que aprovecho esta carta para decirte adiós, aunque aún tendré que seguir tomando el medicamento para que no vuelvas. De todas formas, prepárate.  Porque si vuelves te volveré a vencer. Si algo sé, es que todos estos meses que has estado conmigo has conseguido que me vuelva más fuerte y segura de que soy capaz de vencerte una y mil veces.

Adiós, depresión.

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico   17.feb.2016 12:46    

Cuando la depresión llega en invierno: el trastorno afectivo estacional

¿Qué es el trastorno afectivo estacional?

Por el Dr. Fernando Mora

El trastorno afectivo estacional es ese tipo de depresión que aparece en una cierta época del año, sobre todo durante el invierno. Guarda relación con las horas de exposición a la luz solar, por lo que en muchas ocasiones los síntomas se inician al final del otoño o principios del invierno -cuando disminuyen las horas de luz al día-, tendiendo a desaparecer durante el verano. Existe un subtipo mucho menos frecuente que es el de inicio en primavera-verano con mejoría en invierno. El nombre de estacional, como se puede deducir, hace referencia a la relación de los síntomas con las estaciones del año.

¿Por qué sucede?

El funcionamiento de nuestro cerebro está regulado -en parte- por la exposición a la luz solar. La disminución de la exposición a este tipo de luz hace que bajen los niveles de algunos transmisores cerebrales (serotonina, melatonina) que son responsables de la regulación del estado de ánimo, de los ciclos de sueño-vigilia o del apetito. Tienen más riesgo de padecer este trastorno las personas que viven en países con noches invernales de mayor duración, como por ejemplo en los países nórdicos de Europa.


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¿Qué síntomas presenta?

Los síntomas son similares a los de otras formas de depresión, apareciendo tristeza, falta de energía y de iniciativa, problemas de concentración y atención, dificultades para disfrutar del ocio y de situaciones placenteras con tendencia al aislamiento, fatiga, desesperación, irritabilidad y ansiedad.

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Aparecen también cambios en el apetito y el sueño pero, a diferencia de otros tipos de depresión, puede haber una aumento de apetito y peso -lo habitual es que uno lo pierda -, así como un aumento de sueño incluso con somnolencia excesiva durante el día -lo habitual es el insomnio-.

¿Cómo se diagnostica?

Para el diagnóstico -como con cualquier depresión- hay que hacer un examen físico y analíticas de sangre para descartar otros trastornos que sean similares al trastorno afectivo estacional. Sin embargo, no existen pruebas complementarias específicas que él médico pueda hacer para diagnosticarlo específicamente, pues no hay una analítica concreta ni un prueba de imagen (resonancia, escáner, etc…) que confirme a su diagnóstico, pueden ayudar, pero no son definitivas. Es fundamental hacer una buena historia clínica al paciente, recogiendo sus antecedentes personales y familiares; así como una exhaustiva entrevista médica en la que se pregunte detalladamente por todos los síntomas que presenta y su relación con las estaciones del año y la baja exposición a la luz.

 

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¿Cómo es el tratamiento?

Como en otros tipos de depresión, la combinación de tratamiento farmacológico con psicoterapia es el tratamiento más eficaz para tratar este trastorno. Sin embargo, presenta la peculiaridad de que se utiliza la fototerapia para su tratamiento, es decir, la exposición, con una lámpara especial, a una luz muy brillante que imita la del sol. Debe iniciarse el tratamiento en cuanto se conozca en diagnóstico, a la vez que la medicación y la psicoterapia. En aquellas personas con antecedentes de haberlo padecido años previos, se recomienda empezar durante el otoño o a comienzos del invierno (antes del inicio de los síntomas). Se aplica durante unos 30 minutos cada día siguiendo las recomendaciones específicas del médico.

Sin tratamiento, la sintomatología puede mejorar por sí sola con el cambio de estación, sin embargo, en ocasiones puede evolucionar hacia una depresión crónica. La utilización de tratamiento farmacológico, psicoterapia y fototerapia consigue que síntomas se resuelvan más rápidamente, mejorando así el pronóstico de este trastorno.

Más información: "¿Por qué algunas personas sufren la "depresión de invierno"?" (BBC Mundo)

Categorías: Ciencia

Equipo El Ojo Clínico   16.feb.2016 14:14    

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Cristina Torres, Bárbara Pagán, José María Ferrer y Fernando Mora forman el equipo médico de El Ojo Clínico. En este blog comparten sus experiencias profesionales, ofrecen valiosos consejos y amplían los puntos de vista sobre las enfermedades que se abordan en el programa. Todo ello, desde una postura positiva y optimista.
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