Huecos en la cobertura de la sanidad pública
Por Noemí Martínez
Tarjetas sanitarias anuladas. Es la sorpresa con la que se encuentran personas que han dejado de percibir su prestación por desempleo y acuden al médico solicitando el servicio de la, supuestamente, sanidad pública gratuita. Su tarjeta no es válida: ya no pertenecen al sistema. En ese caso, tienen tres opciones: hacerse beneficiario –unos tres meses entre uno y otro trámite- de una persona de la que dependan económicamente –cónyuge o padres, es lo habitual-; acreditarse como persona sin recursos; o indicar que tu renta o patrimonio no supera 7.000 euros. Opciones que son, pese a lo que nos pueda parecer, totalmente legales. El problema es que apenas se conoce. ¿Quién avisa al usuario de la sanidad pública de que un cúmulo de circunstancias –muy habitual ahora, por cierto- pueden hacerte perder ese derecho?
Nos sorprende también a nosotros escuchar que se producen tantos casos. Hemos contado el de Dori, de Murcia, que nos llamó hace días, pero hoy, durante el directo, hemos conocido muchos más: Lucía, de Bilbao, lo vivió hace muchísimos años... ¿Por qué iba a ser dependiente de su padre o marido por estar en paro?, se pregunta. Ella había generado ese derecho... ¿Qué pasa si se separa? El hijo de María Jesús, de Madrid, se ha enterado esta misma semana de que a él también le ocurría. Su pareja se va a quedar en paro en breve... Cuando ambos se encuentren sin trabajo tendrán que recurrir a sus familias, nos comenta. A Mercedes, también de Madrid, le ocurre, dice, desde hace 12 años: por entonces, tres meses después de haber terminado de recibir la prestación se quedó sin tarjeta. Josefina es beneficiaria de la tarjeta de su marido desde que, hace 18 años, tras una operación le dijeron que era la única forma de no tener que pagar por ella. Y Manuel, de Asturias, fue a una oficina de empleo para informarse: tras tres meses sin prestación, se quedaría sin tarjeta.
Un caso tras otro. Quizá también es el tuyo. Las autoridades sanitarias se escudan en su legalidad y en los recovecos a los que aferrarse para seguir contando con este derecho. Lo que nos queda claro es lo que también nos decían, entre otros, Ramón, de Valencia y Francisca, de Murcia. Ahora, cuando afloran todos estos casos con la crisis, reflexionamos sobre los huecos en la que creíamos verdad suprema: la sanidad pública en España no es universal.
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