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SEMANA 6. ¿THE END?

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Parecía una película sencilla; dos actrices, tono intimista, pocas localizaciones… Pero estoy agotado como si hubiese rodado la nueva de James Bond. Nos hemos movido mucho -físicamente, por supuesto-: hemos descendido en trineo por la nieve, exhumado cadáveres, buceado en lo profundo de un lago, nos hemos perdido en un bosque y hemos hecho espeleología; también hemos rodado ferias de pueblo, cenas de gala palaciegas y otras más íntimas a muchos metros de altura; en la historia hay muchos animales (me di cuenta cuando los rodaba, no cuando los escribía) y una niña maravillosa (Bruna González) y muchos actores franceses hablando en francés (David Kammenos, Lucy Tillet, Fred Adenis y ¡Richard Bohringer!); y un coche molón y una casa en la que pasa todo, hasta varias épocas pasan. 

Este movimiento externo podría parecer suficiente para dormir 36 horas seguidas al terminar el rodaje (nunca había dormido tanto ni había sentido tanto cansancio), pero creo que hay otro, más profundo, atroz, arrollador, que mueve el mundo de una manera subterránea y que es implacable y que es el que cansa de verdad: el movimiento emocional interno por el que han transitado dos heroínas: Anabel y Chiara, Susi Sánchez y Bárbara Lennie. Qué genias, qué intrépidas, qué divertidas, qué emocionantes, qué camino difícil se han marcado, qué ganas de llegar el lunes a montaje para seguir viéndolas, cómo sudan el alma sin pudor y a corazón abierto. 

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Todo este ascenso al Everest también se lo han cargado unos cuantos más. A ver, he rodado poco, apenas tres películas antes que esta. En las dos primeras coincidí con gente maravillosa, pero inevitablemente se colaron algunos soberanos hijos de puta que a lo largo de las intensas semanas de rodaje son capaces de contaminar el alma y minar la moral del resto del equipo. En la segunda la negrura de algunos fue tan intensa que terminamos pringados en una masa densa parecida al petróleo, una que yo tardé diez años en quitarme de encima antes de volver a rodar.

La desconfianza era tal que mi tercera película fue algo como escoger a un equipo de diez personas, algo muy parecido a tu familia, y dedicar tres años a hacerlo con libertad, sin prisa y dejando que lo creativo tomara las riendas.

“La enfermedad del domingo” era como volver al cine grande, o mejor, empezar de nuevo. Tenía la misma carga de nervios, de ilusión, de ganas y de que no me asaltara lo que me había pasado antes. Porque apostaté hace casi un año, sino juraría que rezaba para que los señores de negro, esos que utilizan estrategias de distracción para apartar la posibilidad de estar centrado en lo creativo, no hicieran acto de presencia en esta producción. 

No sólo ni asomaron, sino que el orden del universo, me ha mandado a un grupo de gente que… ay, ese grupo de gente. Gente luminosa, con alma, con voz y muchísimo que aportar a esta historia. Joder. Hay una huella profunda en esta película que han dejado todos y cada uno de los que han trabajado en ella. Nunca en mi vida he recibido tanto, con respeto, con cariño y diversión. 

He recuperado la confianza y la ilusión en esta profesión gracias a los que me han acompañado en esta travesía. He aprendido, he cambiado para siempre. La creatividad no es buena practicando el onanismo (haciéndose una paja, vaya), necesita de otras creatividades para multiplicarse y hacerse enorme infinita. La creatividad es de orgías. Y menuda nos hemos marcado, compañeros.

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Ya lo sé, tiendo a la intensidad y en este diario he sido intenso y retórico hasta la saciedad. Pero prometo que la película que he hecho es sobria y parca en emociones (probablemente gracias a las actrices y a los consejos de esas gentes y no a mí). También tiene humor e intriga, así que no os dejéis llevar por las apariencias y dadle una gran oportunidad.

Me despido de este diario y de la magnífica gente que me acompañó rodando la historia. Lloré poco el día del fin de rodaje (uno se imagina las cosas y son siempre mucho más apoteósicas), pero es que creo que aún no lo he asimilado. Mañana regreso a Madrid (Barcelona también ha sido grande). Allí me llegará la llorera, o no. Tal vez ya estoy en eso otro que viene ahora, darle sentido a todo, colocarlo todo -lo que se ve y lo que no- asentar las emociones. “La vida es perfecta, querida”, le dije en una ocasión a Bárbara durante el rodaje. Y ella me contestó: “Imperfectamente perfecta”. Pues eso.

Nos vemos en el cine. Gracias. Por todo.

 

Ramón Salazar.-

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Categorías: Cine

Ramón Salazar    3.abr.2017 12:30    

SEMANA 5. ¡ES EL TODO, BÁRBARA!

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Ha sido un rodaje relativamente tranquilo. Una minuciosa preparación nos ha hecho fluir, cumplir plazos, rodar todo lo que queríamos rodar y el tiempo ha jugado a nuestro favor. Hasta el viernes pasado.

Bárbara Lennie estaba sentada en la ventana de la planta de arriba, mirando hacia el exterior, concentrada para una de las secuencias más dramáticas y complejas de la película. Comenzamos a rodar. Su personaje -Chiara- trata de contener todo aquello que no se ha permitido mostrar durante toda su vida. Todo va bien, la emoción fluye. De repente Bárbara corta a Chiara y dice: “Disculpad, creo que el equipo de fuera va a salir volando”. Cortamos la toma, nos asomamos y aquí lo que vimos:

La secuencia tenía una iluminación compleja, una iluminación nocturna con un entramado de focos y palios sobre altos trípodes para alcanzar la planta superior. Un viento comenzó a zarandear todo el chiringuito y eléctricos y gente de producción se posaron sobre la base de los trípodes para que no se volcaran. Entonces nos azotó el huracán acompañado de una lluvia despiadada. Un lodazal bajaba de la montaña arrasando con carpas y monitores. Saltó la luz y el ruido era tan ensordecedor que no valía nada por sonido. En fin, que todo lo que no había ocurrido en cinco semanas aconteció en una sola noche, todo junto. He de decir que gracias al estoicismo de todos los que aguantaron fuera el diluvio universal los de dentro pudimos rodar la secuencia que queríamos. No sé cómo agradecerlo lo suficiente.

Y sentada en el alféizar de la ventana, con su cuerpo en medio del temporal y su mirada en el pasado de su personaje, como una niña pequeña ajena a la muerte; ella. Ella.

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Le tocaba esa escena que clavó en la prueba. Hace más de un año, dije a las directoras de casting que las actrices me podían llamar para preguntar sobre el personaje. Barbara no lo hizo. Me parecía demasiado joven para el personaje. Pero llegó y, sin muchas palabras de por medio, agarró una pelota de tenis que le di para la escena (en la realidad es una taza de té caliente). Es, con diferencia, la secuencia más difícil de la película. Empezó a hablar mirando por una ventana que no existía (por la que el otro día veía volar al equipo de eléctricos) y a decir -cargada de odio, asco y mesura- las palabras que yo había escrito un año antes. Arrasó, como el huracán del viernes. Cuando intenté hablar con ella después cogió su mochila como si estuviera ruborizada y se marchó. Yo me quedé mudo, con esa sensación de congoja al ver que algo que has escrito ya tiene voz y cuerpo, como cuando ves aparecer al chico que te gusta en la discoteca y haces como que no te das cuenta o no te importa, pero el corazón te va a mil y te vas a mear encima.

Lo que más me gusta cuando trabajo con una actriz con la que no he trabajado antes es observarla en secreto (sin que me vea) y tratar de entender cómo funciona en el proceso creativo; qué movimientos emocionales ejecuta antes de entrar en su personaje. Con Barbara no lo he conseguido. He tratado de esconderme en recovecos, detrás de columnas, etc… para estudiarla sin ser visto. Allá donde me coloque, por bueno que sea el escondrijo, es contar a cinco y ella gira la cabeza justo en la dirección hacia mí. Me mira tranquila como diciendo “te pillé” y me sonríe cómplice. Menos una vez que me debió ver tan concentrado en descifrarla que abrió los ojos incrédula como diciendo “quita de ahí, puto Nosferatu” y yo aparté mi cuello de búho.

Antes de rodar me soltó un: “Vamos a comer un día, ¿no? Y Hablamos”. Y allí, sentados en la terraza de un restaurante cool de Barcelona, delante de nuestras ensaladas de quinoa, me sometió al tercer grado más intenso que nadie me ha hecho sobre un personaje. Mientras me sometía a las preguntas justas (y con justas me refiero a todas las que luego han jugado en la creación de su personaje, no las que caen en saco roto) me percaté de una cosa: un gesto que le he visto repetir y en el que creo se haya su secreto.

Un eje de mirada estaba en mis ojos mientras me preguntaba. Pero cuando yo contestaba y le daba la información su eje de mirada cambiaba. Miraba ligeramente a su derecha y cuarenta y cinco grados en sentido descendente mientras se asentía a sí misma. En algún lugar por ahí abajo hay una puerta de entrada a la forma en la que selecciona, procesa y ordena meticulosamente la información sobre el alma de sus personajes.

Cuando estamos rodando y me acerco entre tomas a darle información al oído para que nadie más nos oiga, la noto bajar la cabeza como para escucharme, pero es para mandar la nueva información a través de su eje secreto. Dice “vale” bajito, cinco segundos después otro “vale”. Y poco después, en la toma, lo ves. Lo ves todo. Absolutamente todo.

Yo me he enamorado de ella. Porque no se parece a nada ni a nadie y esa es la gente a la que merece la pena amar, la que hace de tu vida una sorpresa. Y me pasa que tengo la sensación de no haberle declarado abiertamente mi amor. Y los dos meses de campamento llegan a su fin, llega septiembre y el final y el corazón me late porque cada uno se irá a casa, a su ciudad y no le habré dicho: “Oye, me gustas. ¿Quieres bailar conmigo?”, que traducido a lo nuestro del cine quiere decir: “Quiero volver a trabajar contigo. ¿Qué quieres que te escriba?”.

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Categorías: Cine

Ramón Salazar   27.mar.2017 12:30    

SEMANA 3. SEXO EN RODAJE

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Está siendo reconfortante el movimiento antes de la calma. Hasta ahora no hemos parado, hemos viajado sin descanso por las localizaciones de rodaje. Sobre guión parecía una película íntima y controlada. Pero al rodarla se ha revelado como una pequeño laberinto lleno de recovecos. Los personajes secundarios han ido y venido y terminado la película en un pestañeo: Miguel Ángel Solá, Greta Fernández, Manuel Castillo, Fred Adenis, Lucy Tillet, Mónica Van Campen, Iván Morales o Carla Linares han llegado a la historia, han arrasado como un huracán y se han marchado dejando siempre una breve sabor amargo -como de domingo por la tarde-, un anhelo de volver a verlos pronto sabiendo que ya no será en este rodaje. 

Parece que hemos estado tres semanas haciendo fiestas de bienvenida y despedida para los que abandonan el campamento los primeros. Ahora, con tres semanas por delante, queda el grueso de la película y prácticamente sólo estarán Susi Sánchez y Bárbara Lennie. Se han reservado. Estas tres semanas atrás ni siquiera han coincidido mucho, ahora les queda la miga, las entrañas, cocinar la trama a fuego lento. Qué disfrute.

Hay alguien que me ha tocado el corazón. A pesar de tener menos presencia que las protagonistas, resulta un tercer vértice fundamental para conocer los estragos del pasado en la historia. Es Greta Fernández. Es rabiosamente joven y escandalosamente buena actriz. Tiene la mirada de alguien que ha transitado largo tiempo por la vida y el peso en lo que pronuncia se esparce como escupitajos del alma. Me ha dejado con ganas de más. Porque en esta breve historia de amor nuestra he podido ver todo lo que le queda por ofrecer. 

Siempre me ha parecido de mal gusto utilizar los posesivos para hacer referencia a la película o a la gente que te acompaña en el proceso de construirla: MI película, MI actriz, MI equipo. Con el tiempo y los años me parece que casi nada en esta vida nos pertenece y el MIMIMI me pone nervioso. 

Claro que si me toca hablar de Ricardo de Gracia, el director de fotografía de “La enfermedad del domingo”, esta película, esta máxima mía se resquebraja un poco y se vuelve frágil.

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Ricardo y yo coincidimos en la misma promoción de la ECAM (Escuela de Cine y Audiovisual de Madrid) allá por el año 1997. No recuerdo compartir mucho con él aquellos años (yo andaba descubriendo la ciudad como buen recién llegado y colándome en los estrenos de cine y buscando el amor en las calles). En “Hongos”, el primer corto que hice, todo el equipo era gente de la escuela y allí apareció Ricardo como 2º operador. Sabía traducir mi voz a través del objetivo y era elegante en la composición y el movimiento de la cámara. Nos entendimos bien. Hemos trabajado juntos en todas las películas que he hecho. A partir de la segunda ya no sólo como 2º operador, sino también a cargo de la dirección de la fotografía. 

En esta película nos hemos consolidado como equipo indivisible. Hemos trabajado juntos en el proyecto casi un año antes de empezar a rodar. Reuniones/veladas en las que trabajábamos el guión por localizaciones, dando evolución a cada lugar importante de la historia y decidiendo qué entidad tendría dentro de la historia. Ha siso un trabajo delicioso, pausado y con tiempo, en los que una reunión podía terminar en un debate filosófico (Ricardo ha vuelto a la universidad y la filosofía corre a raudales cada vez que te reúnes con él). 

Por eso, si dijera de Ricardo que es MI director de fotografía no estaría aludiendo al matiz posesivo del adjetivo, sino al hecho de que no he hecho ninguna película sin él y que vamos de la mano en esto de hacer cine. Su pasión por hacer que lo que ocurre dentro del plano sea sublime me hace reconciliarme con todo. Saltar y abrazarnos cuando el plano sale bien me hace sentir como un niño que marca un gol frente a sus padres. Pleno, eufórico.

A estas alturas del diario habréis notado que la alusión al sexo del título no era más que una burda trampa para conseguir más lectores.

Pasado el ecuador de rodaje, entramos en la cuarta semana. Rodaremos el ataque de un insecto asesino, duchas alucinógenas, cenas indigestas y una secuencia de un vigilante espía. Yo de ustedes permanecería al tanto.

Ramón Salazar.-

 

P.D.- La semana que viene o la siguiente dedicaré todo el diario a hablar de las dos protagonistas. Estoy tardando para profundizar y prometo contarlo todo.

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Categorías: Cine

Ramón Salazar   13.mar.2017 12:30    

SEMANA 2. EL PUEBLO

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Es tan curioso nuestro comportamiento a veces. Como eso de sentir nostalgia de algo que aún no hemos perdido, de algo que aún tenemos la capacidad de disfrutar y aún así tememos ya el momento de no estar sintiéndolo: sentir tristeza por unas vacaciones maravillosas que aún están sucediendo; ese amor apasionado que ya sufrimos pensando en el día que lo hayamos perdido… Qué raros somos.

En nuestra segunda semana llegamos al pueblo francés de Prats-de-Mollo. Como un campamento el equipo se instaló en los diferentes hotelitos alrededor de la plaza principal. Cuando te asomabas al balcón por la mañana podías ver los camiones, el equipo ya en marcha yendo al teatro del pueblo donde nos reuníamos a comer, o incluso sentías ganas de asomarte al balcón en ropa interior y gritar: ¡Marcellooooooooo! como estuvo a punto de hacer Marieta (mi querida script) al verme bucólico paseando por la plaza una mañana.

Se trataba de un paisaje complicado, allí de sopetón bajan las temperaturas y se pone a nevar. A pesar de todo el tiempo nos ha acompañado de manera cómplice. Queríamos nublado y así amanecía, si deseábamos sol parecía que nos lo concedían. Hasta que el jueves saltaron las alarmas: inesperadamente el viernes nos sorprendió con una previsión de lluvia y nieve aterradora. Nos quedaba por rodar una importante secuencia exterior y si nos llovía se iría a la mierda. La audacia de mi ayudante de dirección, Victor Cuadrado (a partir de ahora Víctor) puso en marcha la maniobra de alarma y cambió el plan de rodaje esa misma mañana. Si rodábamos esa secuencia antes y no durante la madrugada tal vez tendríamos posibilidades. Aunque todo presagiaba lo peor. 

No sé por qué me acompaña una actitud nueva en este viaje, en este momento de mi vida: la de no luchar contra lo que inevitablemente tenga que ocurrir, dejar las cosas ser y aceptarlas. Alguien del equipo decía el otro día que si no aceptas al destino como tu co-director estás jodido. Y yo, se ve que estoy de acuerdo.

Me sorprendí un par de veces pidiendo a mi co-director que me diera de tregua un par de horas, con eso me bastaría, aunque estuviese planificada para un rodaje de siete horas, si me concedía esos ciento veinte minutos me conformaría. 

A las siete estaba previsto el diluvio, pero no aconteció. Comenzamos a rodar en un carrusel que viajó desde muy lejos para nuestra historia (me pregunto cuántos niños habrán girado en él antes de hacerlo con la Lennie). El equipo unido para que todo fluyera a buen ritmo. Las ocho, las nueve. Tenía todos los planos que quería. Entonces decidí inventarme uno nuevo. Lo preparamos. Y “kaboooooooooommm”. Lluvia rabiosa. El alcalde del pueblo (que interpretaba al taquillero de la atracción) nos miró y negando con la cabeza insinuó que ya no pararía. Sentí la vocecilla del co-director diciéndome que ese plano no estaba dentro del acuerdo, que no abusara de su confianza. Me pareció justo y le di las gracias.

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Me gustan los cementerios. Siempre hay alguno de ellos en mis historias. Mientras se preparaba una escena me di un paseo por el del pueblo que tiene como característica ser un mirador. Situado en la parte alta puedes admirar el pueblo en su esplendor allá abajo. En Prats sus muertos están bajo tierra, pero por encima de los vivos.

Cuando leo los nombres de las tumbas me pregunto cuánto tiempo llevan esas personas ahí sin que alguien haya pensado en ellas. Y me parece curioso que una señora que murió en el año 72 (antes de que yo naciera) es ahora pensada por mí al pasearme frente a su tumba y por un instante vuelve a existir. Y me pregunto cuántos años pasarán hasta que alguien se vuelva a fijar en ella, escondida en esa esquina olvidada de un cementerio poco transitado. 

El campamento terminó con la semana y hoy, después de mucho tiempo y como me ocurría de pequeño, vuelvo a sentir ese sensación de domingo por la tarde. Echo de menos lo que he vivido allí. Tengo nostalgia de la felicidad de este momento de mi vida.

Por suerte mañana bien temprano esta historia sigue. Vuelvo al rodaje. Toca retratar los bosques llenos de bruma, las escenas de intrigas palaciegas, una secuencia no apta para claustrofóbicos y otra que desafía la ley de gravedad. Yo que ustedes permanecería atento.

Ramón Salazar.-

 

P.D.- ¡Qué equipo! ¡Qué fortuna la mía!

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Categorías: Cine

Ramón Salazar    6.mar.2017 12:31    

La enfermedad del domingo

Bio La enfermedad del domingo. Cuaderno de rodaje.

Estamos rodando “La enfermedad del domingo”, una película producida por Zeta Cinema que cuenta con la participación de TVE. Acompáñanos en este maravilloso camino a través de este diario de rodaje en el que semanalmente os contaremos nuestras experiencias durante este proceso que transcurrirá a lo largo de seis semanas. “La enfermedad del domingo” es un drama íntimo y directo cargado de intriga, donde lo que se dice nada tiene que ver con lo que realmente se quiere decir y en el que el pasado y el presente coexisten escondidos en los recovecos de un espeso bosque. ¿Qué pasaría si un domingo por la tarde, esperando delante de la ventana, tu madre no regresa? No solo ese día. Nunca. Y esa sensación del domingo se convirtiera en algo perpetuo, para toda la vida.
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