Gino Rubert y Stig Larsson
Confieso que, si puedo evitarlo, no leo best sellers. Me gusta un poco ir a contracorriente, o por lo menos creerme que voy a contracorriente. Pero este verano caí en las garras de uno, que me devoró en unos cuantos días con sus noches, mientras disfrutaba al quedarme sin aliento hasta la página 2304. Se trata de Millenium, la trilogía del sueco que no quería ser una autor comercial y que murió poco antes de saber que haría millonarios a su padre y a su hermano y que provocaría una disputa salvaje entre estos y su compañera de toda la vida Eva Gabrielsson por los derechos de autor. Si no os enganchasteis en verano, probadlo ahora. Las islas blancas de nieve de Suecia os esperan.
En España los libros de Millenium irán ya siempre asociados a una cara, la de Tamara Villoslada, artista argentina y ex del pintor Gino Rubert, a quien no le importa que sus ojos estén en todas las librerías del país y en millones de librerías particulares. Conocí a Gino para el reportaje que preparé para Miradas. Y sé que a él no le gusta que su nombre esté tan unido al de Stieg Larsson, más que nada porque él ya era pintor, y de los buenos, con su universo propio, mucho antes del fenómeno editorial del 2009.
Gino es hijo de un gran filósofo catalán y de una psicoanalista mexicana. Su tío mexicano, que fue su mentor, también pintaba, y su leit motiv eran los vampiros. Si os habéis fijado, las mujeres de Gino parecen mujeres sin sangre, son blanquecinas. Además, en las pinturas al natural, se ve que su largo pelo está pegado y es pelo humano. En el taller del pintor, hay una chica ayudante que, entre otras cosas, pega el pelo. Algo tendrá que ver su saga familiar con las torturadas mujeres rubertianas.
Pero no, no son mujeres torturadas. Gino me dijo que son ambiguas, tanto pueden ser víctimas como verdugos. A él le gusta que resulten inquietantes, que provoquen extrañeza. Y eso es realmente lo que siente una cuando las mira. Rechazo y atracción a un tiempo. Sobre todo, atracción porque están minuciosamente bien pintadas.
En Círculo de Lectores de Barcelona están expuestas ahora mismo, y hasta el 9 de enero, las ilustraciones que Gino Rubert hizo en el 2005 para el libro Salomé, de Oscar Wilde, con traducción al castellano de Pere Gimferrer. Salomé es un arquetipo femenino que combina astucia e inocencia a un tiempo y que domina a los hombres a su antojo en aras de su libertad.
La editora de Destino, Silvia Sesé, fue quien encargó a Gino la ilustración de las portadas de Larsson. Lo que no podían adivinar, ni Silvia Sesé, ni Gino, ni Larsson ni nadie, es la traca mediática en la que se estaban metiendo.