Después de la bandera de cuadros
Que las carreras no se acaban hasta que se baja la bandera de cuadros es una obviedad. Pero más allá de las 20, 22 o 26 vueltas que toquen, un Gran Premio no termina hasta que cada uno se va a su casa. Y en los aeropuertos se suceden encuentros y conversaciones entre maletas, esperas, comidas rápidas y compras varias.
Y así más o menos estaba anoche la Terminal 1 del aeropuerto de Chicago, minutos antes de que saliese un vuelo con destino Frankfurt. Como el paddock de un circuito, más o menos. Suele haber dos denominadores comunes en la cara de los pilotos: el cansancio y la sonrisa. El primero, justificadísimo por el calor extremo que soportaron durante la carrera. La sonrisa, es curioso, independientemente de que hayas ganado, subido al podium o, simplemente, hayas terminado la carrera. Claro, el que ha triunfado exhibe más dientes que el que se ha caído . Ejemplo, Mika Kallio, que explicaba a Alex Hoffman – ex piloto y ahora metido en labores de comentarista de la televisión alemana – por qué se había ido al suelo. Eso sí, con el folio ya en blanco y encarando con optimismo la siguiente cita.
También hay tiempo en la espera para el reencuentro de tres viejos amigos: Dani Pedrosa, Alberto Puig e Hiroshi Aoyama. Probablemente recordaron momentos de sus dos temporadas como compañeros de equipo. Dani fue uno de los pilotos a los que ví más contentos con el título de Hiro en 250 cc la temporada pasada. El japonés reaparecía en Indianápolis después de perderse cinco carreras por la fractura en una vértebra dorsal. Un mes sin moverse de la cama y después, la rehabilitación.
Me acerqué a él cuando terminó su encuentro.
- ¿Qué tal estás, mucho dolor?
- Un poco-, contestó.
- Y ahora, a Misano, sin tiempo para recuperarse, ¡¡¡qué duro!!!
- Más duro es estar dos meses en casa sin correr-, me espetó sin perder la sonrisa y sin soltar de entre sus manos la protección que utiliza para la espalda cuando se sienta. Como un corsé sofisticado, de plástico y piezas de metal
La conversación deriva a su vida en Barcelona, “una ciudad fantástica”, donde por cierto reside a escasos 200 metros del domicilio de Alberto Puig.
Llega el embarque, el despegue y, poco después, el silencio. Pasan 8 horas de cabezadas, lloros de bebés y algún ronquido. Qué envidia me da Pol Espargaró. El avión está a punto de aterrizar y sigue KO pegado a una ventanilla, adornado por unos cascos tuneados que hacen las veces de bufanda. Tal vez sueña con el podium conseguido, ganar el domingo en Misano. A lo mejor va más allá y se ve campeón del mundo.
Esta tarde - de lunes – hemos llegado a Barcelona. Esperando el equipaje, he comentado con Dani Pedrosa la carrera. “Acabé muerto!!!” Todo sea por la tercera victoria de la temporada, algo que no había alcanzado hasta ahora en MotoGP. Y aunque siempre se declara poco amigo de los números, es probable que sepa que está en su mejor curso desde que subió de cilindrada. Los números, que al final dan y quitan razones, así lo dicen. 183 puntos a estas alturas, 11 más que en 2008. El problema es que por delante tiene a un martillo pilón que en su peor carrera de la temporada acabó tercero.
¡¡¡Nos escuchamos en Misano!!!!
pedrosista dijo
hablaste con martillo pilon o todavia estaba deshidratado(en mi pueblo eso es estar cabreado)un tercer puesto que le ha sentado como la quina
03 sep 2010