Dejarse llevar suena demasiado bien
Llueve en el canal
La corriente enseña el camino hacia el mar
Todos duermen ya
Copenhague además de ser una bella y equilibrada ciudad, es también una bella y equilibrada canción.
Dejarse llevar
Suena demasiado bien
Jugar al azar
Nunca saber dónde puedes terminar
O empezar
Lo que acabas de leer es el estribillo. Te aseguro que merece la pena que la escuches entera. Como también merece la pena que te escapes un fin de semana a la capital de Dinamarca. Si todavía no has hecho ninguna de las dos cosas te estás perdiendo dos grandes placeres.
“Luis, tu próximo destino es Dinamarca”, me dice Carmen, mi directora, después de comprobar que el otro país que teníamos en mente se caía de nuestra agenda por motivos que (creedme) no vienen al caso. “Dinamarca? Copenhague?... rubios, rubias, canales, bicis y algo más”, pienso yo. Dos semanas después me iba a dar cuenta de hasta qué punto ese pensamiento era una aberración. Mea culpa. Tenía un mal día, nada más.
Dos semanas después, en Copenhague, iba a encontrar respuesta a una pregunta que venía rondándome por la cabeza desde 1992, casi torturándome. Tanto a mí como a mi grupo de amigos del colegio San José de Calasanz de Micer Mascó, en Valencia. La respuesta a esa pregunta estaba esperando en Dinamarca. Sólo había que ir a por ella. Y ya la tengo, chicos. Luego os la cuento.
Sabiendo ya mi nuevo destino, llego a casa y lo primero que hago es ponerme “Copenhague”, la canción de la que os hablaba hace 15 líneas. Busco en la estantería de mis discos. Grupo: Vetusta Morla. Disco: Un día en el mundo. Track: 4. Un temazo.
Él corría, nunca le enseñaron a andar
Se fue
Las luces pálidas
Ella huía de espejismos y horas de mar
Mientras Pucho, Guille y compañía enlazan una nota con otra y ésta con la siguiente con precisión y estilo, yo me voy trasladando a esa ciudad tejida entre canales. Como si el mismísimo Hans Christian Andersen me estuviera contando un cuento al oído, yo me imagino frente a la famosísima estatua de la Sirenita. Me dejo llevar porque suena demasiado bien. Poco a poco se me va despertando el gusanillo por conocer Dinamarca. Y tengo que deciros que aún no se me ha dormido.
Yo os invito a que hagáis la prueba. Alguien colgó esto en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=Mw2cy_7rWF0
Después de escucharla será más fácil que tú y yo estemos conectados a través de este relato.
El viernes 8 de Mayo, Manu (mi nuevo cámara, otro crack) y yo volamos hacia Dinamarca. Y en el avión, metida en mi bolsa de mano, junto al i-pod y a la última novela de Juan Marsé, llevaba conmigo esa pregunta que arrastraba desde 1992. Ahí, guardadita.
4 horas después pisamos por primera vez el aeropuerto de Copenhague. Recuerdo que mi primera reflexión se gestó en el taxi hacia el hotel: “un país donde los taxistas escuchan jazz tiene que ser un país especial… escuchar jazz en lugar de a Jiménez Losantos siempre será, como mínimo, más relajante”. No iba desencaminado.
Al día siguiente conocimos a Elena en Rayuela. Rayuela es un invento, una ilusión, un universo paralelo que ella ha creado con forma de librería. Si visitáis Copenhague no dejéis de tomaros allí un café. Cuando hayáis ido entenderéis por qué os lo digo.
Por cierto, qué grande es Elenita. Cuando me contaba su historia, me venía de nuevo a la cabeza una frase de la canción de Vetusta Morla: “el valor para marcharse, el miedo a llegar…”. Ella tuvo el valor para irse por amor, pero tenía miedo a lo que se encontraría. Ahora es feliz. Salta a la vista. Tan enamorada ella, tan alocadamente sensata. Cuando cuenta cómo se enamoró de su chico danés se te pone la piel de gallina. Cuando los ves juntos, todavía más. Comprobadlo: mirad el programa.
Al día siguiente conocimos a Julio. A este granadino, como dice la citada canción de Vetusta Morla, "la corriente le enseñó el camino hacia el mar...". Se enamoró de una danesa muy guapa (sin ser rubia). Tuvo una niña. La vida en España no le convencía. Su danesa, Mayo, echaba de menos su tierra y... efectivamente, la corriente le llevó hasta el mar de Dinamarca.
Visitamos el colegio donde él "guerrea" cada tarde con decenas de niños rubios como la cerveza. No os lo perdáis: metros y metros de césped y de naturaleza donde los chavales corren y juegan al fútbol. Un lujo.
Viéndoles jugar, rescaté de la memoria la famosa pregunta. Ésa que nos hacíamos los amigos en el recreo cuando éramos unos enanos locos por el fútbol: ¿cómo podía ser tan bueno, tan único, tan señor, tan exquisito… el mítico Michael Laudrup? Sí, eso nos preguntábamos. Había (y hay) muchos jugadores buenos, muchos cracks, pero ese danés, Laudrup, era especial. ¿Por qué? Después de conocer su país, yo ya tengo mi teoría, pero para exponerla antes tengo que aportar más datos.
En Helsingor, la ciudad de Hamlet, conocimos a Nacho, un gran tipo. A él también le coresponde una estrofa de nuestra canción de hoy: "jugar al azar, nunca saber donde puedes terminar… o empezar...". Imposible resumirlo mejor. Él sólo tenía clara una cosa: que tenía que cambiar su vida. Costase lo que costase. Y así lo hizo. Por cierto, si visitáis su restaurante probaréis el mejor vino (español) que yo he probado jamás. Gracias, Nacho.
La canción de Vetusta deja una frase para cada uno de los españoles a los que conocí allí. Ángel, un almeriense que emigró por amor, tuvo una niña, se separó y ahora no puede volver... "sueña con despertar en otro tiempo y en otra ciudad".
Jesús, ese madrileño que "corría, nunca le enseñaron a andar", es uno de los personajes más divertidos que he conocido. Con él todo va deprisa, todo es fácil. El carnaval de Aalborg (una ciudad al norte de Dinamarca) es una auténtica locura pero si además vas con él ya se convierte en una experiencia metafísica. Y eso a pesar de que un cubalibre cueste 10 euros y te lo sirvan en vaso de plástico. Un escádalo que aprovecho para denunciar desde aquí. Uníos!
Y para Ángela (madrileña, arquitecta técnica) "dejarse llevar sonaba demasiado bien" y así lo hizo. Se fue a estudiar, encontró trabajo y a un novio que canta como los ángeles y se quedó. Para qué complicar la vida cuando es sencilla, no?
Pues bueno, estos son los protagonistas de "Españoles en... Dinamarca". Y en cuanto acabe de sonar "Copenhague", la canción de Vetusta Morla (de la que espero que ya seáis fans) os cuento mi teoría sobre Laudrup...
Aeropuertos, unos vienen otros se van
Igual que Alicias en ciudad
El valor para marcharse
Miedo a llegar
Ella duerme tras el vendaval
Se quitó la ropa
Sueña con despertar
En otro tiempo y en otra ciudad
Dejarse llevar
Suena demasiado bien
Bien. Lo prometido es deuda: la historia es que Laudrup, el "gran danés", tenía unos campos de fútbol inmejorables, unas chicas lindísimas ante las que lucirse (como todo chaval de 14 años), un frío insufrible que le hacía no estar parado con el balón. Además volvía a casa escuchando jazz en el taxi y no podía beberse ni un cubata porque allí son carísimos. Sin olvidar que es danés, con toda la elegancia que ello implica. Resultado: sólo podía salir un genio del balón.
Con él, como con Dinamarca, dejarse llevar suena demasiado bien.