JALISCO, EL ALMA DE MÉXICO
“No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el reeeey”. Escuchar a Jorge Negrete a todo volumen es la mejor inspiración para recordar nuestro viaje a Jalisco. Canciones de la generación de nuestros padres que a mí, llámenme viejuna, me encantan.
Y es que México es el país que mejor canta al desamor, al olvido y al tequila. Un país que ha fascinado a artistas de todo el mundo y que produce iconos como otros producen futbolistas. Es el país de Zapata y de Mario Moreno, de Chavela Vargas y de Frida Khalo, de María Félix y del subcomandante Marcos.El México intelectual, revolucionario, cantinero, indígena, kitsch. El país que nos recibió con los brazos abiertos tras la Guerra Civil y donde hoy nos sentimos como en casa.
Cuando supe que mi destino era Guadalajara, la capital del estado de Jalisco, la alegría fue doble. Jalisco es México al cuadrado por ser la tierra donde nació el tequila, el mariachi y el charro, tres esencias de la mexicanidad. Hay países con una identidad más resbaladiza, más escondida, pero en Jalisco sientes México en cada rincón.
Sólo salimos de Jalisco para ir al estado vecino de Michoacán y ver la Noche de los Muertos. Aquí entendimos en qué consiste la famosa cultura de los muertos mexicana, tan indígena y tan cristiana. Completamente alejada del carcelario culto a la Santa Muerte -muy vinculado al narcotráfico- que se ha hecho famoso en los últimos años. Y tan alejada también de nuestra manera de recordar a los que se fueron. En México miran la muerte de cara, incluso bromean con ella y la representan en calaveras de azúcar o en catrinas.
El día 1 de Noviembre no es un día triste porque las personas que has perdido vienen a visitarte. Por eso debes contruir un altar con todo lo que le gustaba al muerto: su tequilita, su paquete de cigarrillos, sus enchiladas... Es bonito pensar que un día al año vuelves a vivir con los que has perdido. Muchas familias se quedan a dormir en el cementerio, comen, beben y cantan. Algunos hasta bailan sobre las tumbas.
Me encantó conocer un pueblo tan legendario como Tequila, pasear entre los campos de agave de una hacienda y bromear con los jimadores, enamorados de su tequila a pesar de trabajar bajo el sol durante generaciones. Por la noche empinamos el codo en la primera cantina de Guadalajara y recordamos historias de charros, de tiros y de mujeres.
Me reí como nunca en la lucha libre viendo cómo se insultaban, de buen rollito, los de la grada barata y los de la grada cara. Y casi echo una lagrimita cuando el marido de Magdalena se emocionó con el mariachi que le llevamos de sorpresa.
Me gustó el guiño punk del Tianguis Cultural, espacio de reunión de todas las tribus urbanas de Guadalajara. Tanto como ver la alegría de una quinceañera el día de su barroca puesto de largo, herencia de un emperador austríaco que se dejó caer por México en el siglo XIX. Y como Jalisco está bañado por el Pacífico, nos fuimos a Puerto Vallarta a recordar “Vacaciones en el Mar” y “La Noche de la Iguana”. ¡Y allí tuve mi primer bautismo submarino!
En fin, que son muchas cosas, porque Jalisco es mucho Jalisco... Así que sólo puedo decir una cosa: ¡VIVA MÉXICO, CABRONES!
Gracias a todos