El declive del 3D en la taquilla española (y 2)
lunes 8.abr.2013 por Juan Herbera 0 Comentarios
En el post anterior repasábamos los resultados conseguidos por Avatar en nuestro mercado, haciendo hincapié en los excelentes registros obtenidos por las salas que exhibieron la versión en 3D. Aquel auge del nuevo sistema de proyección no ha durado tanto como se auguraba. Algunos datos más lo corroboran:
Poco más de dos años y medio después del éxito de Avatar, la propia Fox estrenaba uno de los títulos más atractivos de 2012 y que se dirigían a un público podríamos decir que similar al de la película de Cameron. Me refiero a Prometheus, la precuela de la reconocidísima Alien, el octavo pasajero, que volvía a ser dirigida por Ridley Scott. A primeros de agosto se pudo ver en 783 pantallas (casi el mismo número que las de Avatar), de las cuales un 38% (diez puntos más que las de la de Cameron) proyectaban la versión en 3D. Sólo un 24% de los espectadores (41 puntos menos que con Avatar) y un 30% de la recaudación (43 puntos menos) provinieron, al final de la explotación, del 3D. La media de recaudación por sala fue un 30.5% inferior en 3D (10.245€) que en el resto (14.755€) y el promedio de espectadores por pantalla fue un 48% peor en 3D (1.220) que en las demás salas (2.345). El precio medio del 3D había moderado, eso sí, el diferencial respecto al de las demás entradas: ahora era de un 33.6%.
Recordemos los números de Avatar en cada una de estas categorías: media de recaudación por sala en 3D, 243.580€ (2.277% superior a la de Prometheus); promedio de espectadores por pantalla en 3D, 26.890 (2.104% por encima que el de la de Scott). Ambas categorías mejoraban en mucho a los ratios que presentaba la versión en 2D. Sólo el precio medio de la entrada en 3D había mejorado con el paso del tiempo: con Avatar era un 7,7% más alto (9,06€) que con Prometheus (8,41€).
En la semana santa de 2010, todavía con el recuerdo de Avatar muy presente, se estrenaba Furia de Titanes, una de las diversas películas infladas a 3D (no rodadas originalmente con la nueva tecnología) que aprovecharon el momento de gloria del nuevo sistema de proyección. Con un 35% de salas en 3D (190 sobre 543) logró un 51% de la recaudación y aglutinó al 43% de los espectadores. Sus medias de recaudación y asistencia por pantalla eran todavía superiores en 3D (92% y 38.5% respectivamente) a los promedios del resto de salas, pero habían descendido porcentualmente de forma notable en relación a lo sucedido con Avatar. Parecía que el cansancio (o la decepción) entre los consumidores empezaba pronto. El precio medio de la entrada en 3D (8,97€) era un 38.4% más alto que en el resto (6,48€. Era este el que había subido desde los 6,27€ de Avatar).
Justo tres años después del fenómeno Avatar llegaba lo que debía ser otro fenómeno comercial de primer nivel: la nueva trilogía dirigida por Peter Jackson tras el éxito descomunal de El señor de los anillos. Su primera precuela, El hobbit: un viaje inesperado, llegaba a 1.052 salas de las que un 40% (423) proyectaban en 3D (probablemente no todas ellas exhibiendo en todas sus sesiones en 3D). Incluso con la expectativa de espectáculo garantizado sólo un 28.7% de los espectadores (860.000 sobre tres millones) eligieron la oferta en 3D lo que supuso un 33.8% de la recaudación final (7,7 millones de euros sobre 22,8 acumulados).
La recaudación media por sala en 3D (18.300€) fue un 24% inferior a la del resto (24.000€) y el promedio de espectadores por pantalla en 3D (2.030) un 40% más bajo que el generado en las demás salas (3.400). El precio medio acumulado en 3D (€9) era prácticamente el mismo que se obtuvo con Avatar, aunque habiendo pasado tres años y con la subida del IVA tres meses antes del estreno de El Hobbit, podemos deducir que la distancia respecto al precio medio del resto de las entradas se habría reducido considerablemente: sólo un 27.4% respecto a la entrada estándar (7,06€), ahora un 12.5% más cara que tras años antes. Ha tenido que venirse abajo el atractivo del nuevo sistema para que los precios se hayan ido ajustando. Sea porque se ha mantenido el precio máximo y se ha subido el estándar, sea por la disminución de sesiones exhibidas con incremento en relación a las proyectadas a precios inferiores.
Sé que son demasiados números pero eran imprescindibles para ilustrar correctamente la evolución y mostrar el declive del efecto del 3D en nuestra taquilla. Desconozco a dónde nos lleva el futuro. Desde luego no a donde auguró Jeffrey Katzenberg, para quien en 2009 y 2010 debía haber habido estrenos de blockbusters exclusivamente en 3D en todo el mundo. Ni tan siquiera con las animadas de Dreamworks ha sucedido nada parecido. El negocio es el negocio, amigo.
Errores cometidos al márgen, parece lógico pensar que seguirá habiendo títulos y salas para los que el 3D suponga un valor añadido en la experiencia del consumidor. No deberían ser excesivos en número, pues si se hacen bien las cosas ("inflados" no, por favor) los elevados costes de producción exigirán retornos también elevados y eso implicará incrementos en el precio de las entradas para salas con 3D. La espectacularidad bien entendida y bien presentada tendrá una clientela dispuesta a pagar algo más. Pero seguramente será también más exigente. Y bien que hará. No están los tiempos para comerse gato por liebre y, encima, pagarlo a precio de manjar. Tengámoslo en cuenta, por favor.