VOD, Netflix, ventanas más cortas... La nueva distribución cinematográfica (I)
lunes 5.ene.2015 por Juan Herbera 1 Comentarios
Para quienes seguimos creyendo en esto del cine como una forma de entretenimiento que tiene algo de incomparable cuando se disfruta en una sala oscura, en pantalla grande, con buena calidad de imagen y sonido y, a poder ser, rodeado de otros como tú para darle un componente social nada despreciable, observar la realidad y afrontar los retos que esta plantea, dadas las características especiales que cada momento conlleva, no puede suponer ni un problema insalvable ni un inconveniente que convenga esquivar. Nos va en ello la supervivencia de esa experiencia de ocio. Y si hay que revisar y cambiar modelos, pues se hace. Y si hay que convivir con otras experiencias paralelas que mucha gente elige, pues se convive. Siempre que las cartas estén sobre la mesa y sin marcar todo es discutible. Y negociable. Suena a ingenuo, pero no veo otra salida. Y yo sí quiero que esa salida siempre exista y esté abierta.
Quizás por eso me entretengo en reproducir artículos de la prensa especializada internacional que bucean en las aguas de los cambios que la industria cinematográfcia tiene que encarar más pronto que tarde a la vista del empuje a que le somete el mundo digital. El que viene a continuación se publicó en Vulture el pasado día 10 de diciembre. Lo firma Nick Schager y se titula '6 formas en que el modelo de distribución cinematográfica está cambiando'. Sugerente, ¿verdad?. Para quienes opten por una traducción lo más aproximada posible, ahí va el contenido.
Los norteamericanos adoran ir al cine pero mientras los ingresos por taquilla han crecido incrementalmente a lo largo de los últimos años (en 2013 la recaudación batió el récord con $10,9 billones -10.900 millones de dólares- en Estados Unidos y Canadá) ello es consecuencia únicamente del aumento del precio de las entradas; la asistencia continúa cayendo en picado. En 2014 se estima que solo se venderán 1,24 billones de entradas (1.240 millones) en los cines norteamericanos, por debajo de los 1,34 billones (1.340 millones) de 2013 y los 1,36 billones (1.360 millones) de 2012. Esa alarmante caída subraya que algo va mal en el paisaje de la exhibición cinematográfica. Y cualquiera con televisión por cable, conexión a internet y una cuenta de Netflix sabe que una parte significativa tiene que ver con el rápido cambio de la distribución. Con los servicios de on-demand y streaming funcionando a lo grande y los cines respondiendo con diversas soluciones ingeniosas el sistema de distribución convencional está experimentando una transformación sísmica. A continuación, un vistazo a seis diferentes formas en que el tradicional modelo (de explotación en las salas de cine) se está poniendo patas arriba.
VOD
El VOD es la principal espina clavada del lado de los cines, con el visionado on-demand como un medio de los distribuidores de esquivar las grandes pantallas en su conjunto. Mientras esto está pendiente de involucrar algún gran estreno, pequeñas y medianas películas han ido probando, cada vez más, que debutar en VOD un poco antes del estreno en las salas, o simultáneamente, es una estrategia rentable. El verano pasado, RADiUS-TWC estrenó Snowpiercer en VOD solo dos semanas tras su llegada a los cines y, en Octubre, la decisión había dado sus frutos generosamente, ya que la película había recaudado aproximadamente $4,6 millones en taquilla y unos magníficos $7 millones en ventas de VOD. Aunque las cifras de VOD suelen ser difíciles de conseguir (solo RADiUS facilita sistemáticamente datos que no son los de las salas) el innegable éxito de Snowpiercer llevará sin ninguna duda a los distribuidores de títulos que no sean grandes apuestas comerciales a seguir el ejemplo, lo que significa que en un futuro muy próximo podemos esperar una importante cantidad de títulos que estarán inmediatamente disponibles para alquilar con solo un click de un aparato remoto.
Netflix
Habiendo hecho ya incursiones en la producción y distribución televisivas con éxitos como House of Cards u Orange is the new black Netflix ha puesto ahora su mirada en usurpar también el control de la distribución cinematográfica. La primera salva de la compañía llegará en 2015, cuando estrenen Crouching Tiger, Hidden Dragon 2: The Green Legend el mismo día que la película llegue a los selectos cines IMAX. Sin embargo, un cambio aún más drástico y radical se avecina tras el reciente anuncio del acuerdo entre Netflix y Adam Sandler, por el cual el cómico producirá y protagonizará cuatro nuevas películas para el gigante del streaming. Es un acuerdo que confirma que Netflix no solo tiene como objetivo distribuir ciertos títulos exclusivamente entre sus miembros sino hacer también esas películas. De este modo se convertirá en una ventanilla única para la producción y la exhibición. Con ello, implica que en el futuro, compañías con recursos como Netflix, Amazon o Hulu, tratarán de evitar totalmente la maquinaria de Hollywood, creando y entregando contenido por sí mismos.
Quedan para la próxima semana los cuatro restantes retos, que no son poco atractivos cada uno de ellos: la contracción de la ventana entre el estreno en salas y la salida en internet, las nuevas plataformas que ofertan modelo de distribución a medida en la red (caso de Bit Torrent), la apuesta de los grandes circuitos americanos de adquirir directamente derechos de distribución para garantizar la exclusividad de la exhibición en los cines y las nuevas fórmulas de exhibición a la carta que presonaliza la empresa Tugg. Si con todo esto alguien piensa que la distribución cinematográfica es la misma que hace veinte años es que no sabe o no quiere entender el mundo en que vive.
Gonzalo Martín dijo
Hola, Juan: tiempo sin venir, pero que sepas que sigo leyendo.
No quisiera parecer un tanto "te lo dije". Pero la lógica de la tecnología es imparable: ¿a qué velocidad crece la fibra en los hogares? ¿Qué tasas de penetración esperamos en la próxima década de anchos de banda capaces de dar HD para todos? Uno cree que la mayor parte de las personas, al final, es mucho menos sensible a la "calidad" de la proyección que al contenido mismo. Si se han podido ver películas en las ventanas ridículas de los teléfonos de la era previa a los smartphones, si la gente ha visto sin rubor películas pirateadas de las salas con el sonido de las reacciones del público e imagen dudosa ¿no cabe esperar que millones de hogares conectados por fibra con elección de decenas de contenidos con un botón bajo demanda no son un mercado amplísimo? ¿que es mucho mayor que el que tiene una sala de cine cercana y no paga parking ni gasolina y es más barato?
En la historia de la comunicación, ningún medio ha matado a otro medio: el cine en sala superó a la televisión. Y el teatro sigue ahí con tele y con cine. Pero sí cambia las reglas del juego. La cuestión es que se consumen películas y series y que la demanda existe. Por dónde lleguen es lo mismo: la superioridad de la sala sólo se percibe, en la práctica, por los profesionales y superaficionados. Sí, si a la gente le preguntas te dirá que sí, que la sala es lo mejor, pero luego cuando hay que decidir con el voto real que es el dinero, en la mayoría de las veces prefiere su hogar y su conveniencia. Y son muchos más espectadores que los que caben en las salas. ¿No tiene sentido un mundo donde los Netflix, Amazon, etc. se lancen a por la masa absoluta de golpe? ¿Quién no compra ya en Amazon? Tienen los correos electrónicos de todos, sus tarjetas de crédito y la confianza en una calidad de servicio que los distingue y pueden crear las condiciones de marketing para crear el efecto "tengo que ver". Y sin condicionantes de horario ni de día de la semana.
Francamente, yo creo que es una realidad inevitable, y eso no implica que el cine en salas desaparezca, otra cuestión es cuánto ocupe, al final de este siglo, dentro de nuestras rutinas en comparación a otras formas de consumo.