Aprender de los errores y apostar por el futuro, esa asignatura pendiente.
lunes 18.may.2015 por Juan Herbera 2 Comentarios
Octubre de 1993. Se acababa de vivir una auténtica locura con el primer fin de semana de estreno de Parque Jurásico. El responsable de uno de los complejos multisala más concurridos de la época, sito en el cinturón industrial de Barcelona, me explicaba una anécdota tras otra: colas interminables en taquilla desde horas antes de abrir las mismas (no existía la venta anticipada; ¡¡no existía internet!!) con la consiguiente picaresa en lo que al puesto a ocupar en la fila (con compra-venta/soborno de lugares incluido); la seguridad del centro comercial totalmente superada; aglomeraciones en los vestíbulos, en las entradas a las salas (no se hacían sesiones numeradas); descontrol al acomodar; quejas de clientes; algun retraso en los inicios que se acumulaba en sesiones posteriores. De limpieza de salas nadie hablaba. Todo daba igual: las cifras de asistencia y recaudación eran más que sobresalientes; lo nunca visto. Decía la persona en cuestión: el público hubiese pagado lo que fuera por una entrada en esos primeros días.
Eran los años de recuperación. Se venía del desastre causado por la aparición del vídeo a mediados de los ochenta, años en que otro tipo de oferta de entretenimiento, viniendo el país de donde venía, también ayudaron a alejar público de los cines con el consiguiente cierre se innumerables salas. A mediados de los noventa el crecimiento en número de pantallas empezó a ser muy notable; los centros comerciales incorporaban siempre multisalas (muchas veces minicines...). Poco a poco iban a empezar a fijarse en el mercado español algunas cadenas de exhibición extranjeras que, pocos años después, acabarían sumándose a la fiesta y modernizando el parque de locales de nuestro país.
Se daban por buenas muchas cosas que, quizás, no se hubiesen tenido que aceptar con tanta naturalidad (me refiero muy especialmente a todo lo relacinado con la atención al cliente y la calidad de los servicios prestados en los cines) porque todo era novedoso. Y había que confiar en que, con el paso de los años, una vez consolidado el mercado y, con él, una nueva mentalidad en el sector de la exhibición, muchas de esas prácticas irían desapareciendo.
Cierto que la calidad de las salas españolas mejoró y mucho en la década inicial del siglo XXI; se puso al nivel de otros mercados punteros y por delante de buena parte de los vecinos europeos. No se puede decir lo mismo del servicio y la atención al cliente. Para más desgracia, el inicio de la crisis sectorial (que podríamos situar en 2005, tres años antes de que la económica empezase a hacer estragos en todo el país) con caídas muy notables de la asistencia tuvo como consecuencia inmediata el frenazo a las inversiones en remodelación y modernización de instalaciones y nuevos y más profundos recortes en el personal de los cines cuya misión era atender a los espectadores. La esperada evolución no se concretó.
Abril de 2015. Multisalas de un centro comercial del centro de Barcelona; sesión de las seis de la tarde de un sábado para ver Cenicienta. Una madre con dos niñas ha comprado sus entradas por internet (pagando, cómo no, el recargo que la empresa en cuestión cobra por cada entrada). Llega con tiempo suficiente para hacer la inexcusable compra en el bar del cine; se dirige a la sala diez minutos antes de la hora marcada para el inicio de la sesión. Espera; a la hora en cuestión se abren las puertas de acceso a la sala; empiezan a salir espectadores de la sesión anterior al mismo tiempo que los de la siguiente acceden. La pantalla todavía está en proyección, con los títulos de crédito sin finalizar, y con algún espectador esperando a que terminen. Y empleados empezando a recoger lo más llamativo de los restos que hayan quedado del pase previo (aún sin concluir). En un momento todo acaba: la sesión anterior, la recogida parcial de cajas y vasos y ya se puede empezar la nueva proyección. Tarde, como es de suponer.
Han pasado 22 años y aún estamos así. Entonces, con el estreno de Parque Jurásico, a muchos nos podía parecer que todo estaba permitido por las circunstancias. Ahora, con Cenicienta acabando su carrera en las salas, con poca afluencia, y en un cine de una de las ciudades más importantes de Europa (con un precio también de altísimo nivel), no hay justificación posible. Se sigue programando mal, sin tener en cuenta la duración de las películas y el tiempo mínimo imprescindible entre sesiones para que la operativa no afecte al espectador (saliente y entrante). Y eso que con la digitalización se puede jugar mucho más con horarios y salas. Pero hay que saber. Y querer. Y preocuparse de lo que pasa en los complejos. Y pensar que lo más importante es el espectador. Más aún que la recaudación puntual de una sala o sesión. Y que hay que dar explicaciones cuando algo falla. Y que hay que ofrecer una compensación si la experiencia es poco satisfactoria por culpa de la empresa. Y que hay que estar ahí. Con ganas, pensando en el presente y en el futuro. Vivir del pasado no resuelve nada. Lo complica todo si no se sabe hacer una lectura en positivo, si no se aprende de los errores y se rectifica.
Duele ver cómo una de las grandes cadenas del país decide cobrar un recargo en cada entrada en el fin de semana de estreno de Vengadores: la era de Ultrón. Así, por las buenas. Sin avisar. Y con precios de salida ya muy elevados. Se desprecia al espectador.
No me olvido de las grandes distribuidoras. En Alemania ese mismo título ha sido el causante del boicot de empresas exhibidoras independientes al saberse que la distribuidora había incrementado las condiciones de contratación de forma unilateral. Se desprecia al espectador también así, porque la distribuidora debe saber (sabe) que una decisión como esa tendrá como consecuencia, si no en todos los casos sí en muchos, un aumento del precio de la entrada. Y esa espiral no es buena para nadie. Esa teoría de aprovechar el momento, en un espectáculo como ha venido siendo el cine durante décadas, me parece una frivolidad y un abuso injustificable. Con ese criterio, si para La era de Ultrón todo vale, ¿qué habría que hacer con las películas de las que, comercialmente, nadie espera casi nada? También las grandes distribuidoras tienen títulos así en su catálogo. Echad un vistazo a los informes de taquilla de este blog e identificaréis unas cuantas cada semana.
Hemos perdido una oportunidad de cambiar muchas cosas en nuestro mercado cinematográfico. Lo hemos tenido en la punta de los dedos; empezamos a dar pasos en la buena dirección. Pero al final fallamos. Falló la voluntad, la mentalidad. Como en muchos otros aspectos de la vida económica del país. No somos peores que nadie, pero no hemos sabido aprovechar las oportunidades para demostrar nuestro potencial. La picaresca, el chanchullo, el cortoplacismo, la desconfianza atávica, el frentismo, el "quítate tú para ponerme yo", el miedo a lo nuevo, el no cambiar por evitar tener que dar explicaciones, el arrinconar al que apunta maneras por si se convierte en una amenaza. Todo eso nos pierde y nos condena.
Lo mío es pasión por este lado de la industria del cine, el de la comercialización y el análisis de mercado. No sé si podré seguir vinculado a él en lo que me quede de carrera profesional. Pero seguiré convencido de que hay otra manera de hacer las cosas y confiando en que esa manera llegue también aquí. Un mercado de casi 150 millones de espectadores hace menos de 15 años se lo merece. Que nadie me diga que eso era tan irreal como los 78 millones de 2013. No. Aquí hay potencial de crecimiento. Lo que faltan son ganas de arriesgar para buscar la recuperación. Alguien me dijo una vez, hablando de cosas relacionadas con contratación y estrenos: si no tiras de tres, no ganas. No es una teoría que me convenza para todo en la vida. Pero ahora, aquí, la firmo. No aseguro que vuelvan los 146 millones de entradas vendidas pero el margen de mejora es de 68 millones. El partido se ha complicado demasiado. Vale la pena probar algún triple. Aunque lo tenga que tirar esa joven promesa que casi siempre está en el banquillo en los momentos decisivos. Si entra, salvados.
Cineasta dijo
Totalmente de acuerdo. Y muchos detalles mas que se podrian citar al respecto. Por ejemplo yo asisto al cine en un complejo de muchas salas (actualmente doce) cercano a mi ciudad (en mi ciudad de 120.000 habitantes no lo hay) y tienen una costumbre que es que peliculas de estreno en su primera semana no la programan a horario completo. Yo entiendo que en casos a partir de la segunda, lo hagan asi
. ¡ Pero la primera !. y les cito dos titulos solo por no extenderme: POS ESO una pelicula española de animación para mayores la estrenan con un solo pase a las 22,40 h. Sweet Home, pelicula española de los productores de Rec con un unico pase a las 20,20. En dicho complejo tienen funciones desde las 16 hasta las 22 y los fines semana matinales y golfas.
Y he citado esos dos titulos de peliculas digamos menores, pero con peliculas de "medio pelo" tambien ocurre. Y algunas de majors. Yo no me explico ni como lo consienten las distribuidoras. Y lo hace una empresa de exhibición que tiene solo unos siete complejos.
Miguel dijo
Noticia hoy en elmundo.es:
"La resaca de la Fiesta del Cine ha traído cambio en la película más taquillera. Los Vengadores: La era de Ultrón ha dejado paso a Mad Max: Furia en la carretera, que alcanza el primer lugar con un millón de euros recaudados, dejando a los superhéroes de Marvel con 830.000 euros en segunda posición...
Queda claro que la Fiesta del Cine en España ha servido para atraer público una vez más..."
Sin comentarios la última frase. Qué verguenza y qué falta de miras.
Según tus estimaciones Mad Max debería haberse movido en los 1,5 millones, por lo que un millón escaso va a ser una cifra más que decepcionante.
Y gran post el de hoy. Me ha traido buenos recuerdos de aquellas sesiones de Parque Jurásico en Madrid, a reventar, igual que en Barcelona. Y de que pasaran los meses y el gigantesco cartel siguiera inamovible del cine Proyecciones, en la calle Fuencarral. Otros tiempos.
Un saludo!