Ir al cine, ¿para qué? (II)
lunes 4.ene.2016 por Juan Herbera 1 Comentarios
En el artículo de la semana pasada poníamos sobre la mesa un interesante debate surgido en un coloquio celebrado en Manchester semanas atrás: ¿deben ser los cines espacios donde lo prioritario sean otras ofertas de ocio o bien deben seguir siendo las películas quienes tengan todo el protagonismo? Vistos los diferentes puntos de vista allí expresados vayamos ahora con mi opinión (personal, por supuesto).
Pues no tengo ni idea de cómo serán los cines dentro de diez años. Ni sé qué negocios serán más rentables, si aquellos con todo tipo de oferta alrededor de las salas o los que se centren en la actividad cinematográfica. Por ello, respeto absoluto a todo tipo de propuestas.
Ahora bien, como consumidor y profesional (sí, no tienen por qué ser antagónicas ambas realidades), sí sé lo que me gustaría que fuesen, que no es algo muy diferente a lo que siempre han sido (conceptualmente hablando): espacios donde disfrutar de una proyección cinematográfica. Es una definición sencilla, pero yo me exijo alguna explicación adicional.
El cine empezó siendo un espacio único, cuanto más grande mejor, donde la comodidad era algo relativo. Importaba que, cuanta más gente gozase de una experiencia novedosa, mejor para todos. Con el paso de los años la novedad lo fue menos y las alternativas de ocio cada vez mayores. Empezaba a ser necesario ofertar algo más que ayudase a disfrutar de esa experiencia cinematográfica. Y así, con el paso de los años, llegamos a las multisalas con grada, sonido y proyección digital de última generación. Y con la competencia de internet y los dispositivos móviles, las amenazas crecen, las audiencias bajan y surgen alternativas para complementar la exhibición de películas. Todo muy lógico y razonable.
Llamadme comercialmente bizco, pero sigo entendiendo el cine como ese espacio donde lo prioritario y primordial es la película. Cada cual que decida a qué audiencia quiere seducir y con qué tipo de películas. Tan respetable es hacerlo con Spectre y Los minions como con cine independiente o de autor. O con una combinación de todo ello. Ahí sí que será fundamental la utilización de las hojas de cálculo para intentar imaginar la rentabilización de las inversiones, que vendrá de la combinación de la política comercial del cine (precios, márgenes) y del número de espectadores que respondan a su llamada.
Lo que sí me parece crucial es entender la realidad del momento y del consumidor; saber con qué argumentos y propuestas se le puede convencer de que acudir a una sala de cine es una elección al menos igual de buena, cuando no mejor, que otras alternativas no solo para consumir productos audiovisuales sino para disfrutar del tiempo de ocio. Y ahí entran en juego desde la programación hasta el servicio al cliente pasando por la política comercial.
Gracias a la tecnología digital se puede optar por una oferta de sesiones mucho más variada que no perjudique el potencial comercial de cada título y que aumente el atractivo de la programación de cara al hipotético espectador. Ahí caben desde la combinación de versiones dobladas y originales hasta el mix de géneros, incluyendo la oferta de los denominados contenidos alternativos que atraen a una tipología de espectador que, quizás, no sea tan habitual en las sesiones cinematográficas tradicionales (especialmente ópera y ballet pero también programas estrella de las series de televisión más punteras).
La actualización de los sistemas de proyección y sonido en función de los últimos avances tecnológicos es algo que parece inevitable abordar dada la realidad del mercado en que nos toca y nos tocará vivir. La exclusividad de la experiencia pasa por encontrar en una sala de cine sensaciones (además de comodidades) que en casa o en un dispositivo móvil no se puedan disfrutar de igual forma. Pero la excelencia en la atención al cliente se logrará, además, por el trato que éste encuentre entre quienes le atiendan, ya sea por la flexibilidad en la resolución de dudas o inconvenientes durante la visita, ya sea por el contacto permanente y la preocupación por su satisfacción cuando el espectador no esté en la sala.
Esa excelencia en el servicio obligará a las empresas exhibidoras a un nivel de inversión cuya recuperación y rentabilización estarán ligadas a los ingresos, ya sean por taquilla o por otros conceptos. La solución no debe ser convertir la visita al cine en algo al alcance de unos pocos. No podremos vivir con precios muy bajos; sería imposible amortizar esos costes. Pero sí se puede y se debe apostar por soluciones imaginativas que combinen el respeto a los mínimos exigibles (de los que viven exhibidores y distribudores) con facilitar un mayor consumo entre las capas más amplias de la población en aquellos momentos en que los hábitos de consumo de cada mercado así lo permiten. Es decir, precios asequibles todos los días, incluido el fin de semana, con el fin de multiplicar la asistencia de forma que quede superado el riesgo de un precio medio inferior.
No estoy hablando aquí de la cuenta de explotación de un cine con restaurante o similares. Seguro que ofrece un mar de posibilidades que se me escapan.
Si imagino dos escenarios: uno, voy a comerme una hamburguesa y ya veré qué películas hacen, por si me interesa alguna; dos, voy a ver tal película y ya veré dónde me como una hamburguesa, no hace falta que os diga con qué opción me quedo. Mientras haya películas hechas para exhibir en una sala de cine (quizás no exclusivamente pero sí pensadas para verse en ese contexto) la prioridad tiene que ser la película. Eso nos obliga, seguro, a invertir en recuperar y reivindicar las bondades del cine como acto social colectivo; a volver a hacer pedagogía (y no solo entre los más jóvenes) con los medios actuales. Yo creo que vale la pena, que hay que apostar decididamente por que la película y el cine se exijan y se respondan mútuamente, sin olvidar en qué mundo viven ni despreciar a sus potenciales visitantes. Habrá otros nichos de mercado, pero este no me parece tan agotado como para darlo por perdido. Eso sí, habrá que reactivarlo, potenciarlo, fortalecerlo. Desde ya.
CINEASTA dijo
Que se esmeren en hacer cine comercial de calidad, que es lo que llena las taquillas, en un numero de peliculas anuales suficiente para mantener en pie la industria tal como está. Esto unido a los logicos avances técnicos correspondientes, asi como los de confort en las salas, es lo que puede avalar la larga vida de esta bendita industria.
Todo lo demas, para mi, son milongas.