Lo que también fastidió el IVA al 21% (además del precio de las entradas)
lunes 7.mar.2016 por Juan Herbera 0 Comentarios
He leído que el acuerdo entre el Partido Socialista y Ciudadanos incluye la rebaja del llamado 'IVA cultural' del 21% al 10%. No hace falta que os diga que sería una excelente noticia para el sector cinematográfico en nuestro país. No solo pensando en el precio de las entradas (seamos realistas: era más fácil imaginar un incremento del precio, como mayoritariamente así sucedió, cuando se produjo la subida en septiembre de 2012 que ahora que se recorra el camino inverso cuando llegue la bajada) sino también en cómo afecta una medida así al negocio de la distribución.
Y no es poca cosa, porque la diferencia entre un IVA al 7% como estaba hace tres años y medio y el actual obliga a una sustancial modificación de la recaudación bruta necesaria para llegar a lo que denominamos break-even (también conocido como 'punto muerto'), la cantidad que retorna al distribuidor tras la explotación en las salas y que le permite cubrir los gastos imprescindibles para estrenar una película.
Las variables que intervienen en este ejercicio son diversas y cambiantes, según sea el contrato que firme el distribuidor con el comercializador de los derechos: mínimo garantizado e inversión en lanzamiento (el clásico P&A en terminología anglosajona) suelen ser las partidas de gasto que el distribuidor debe comprometer antes de que el título llegue a los cines. Y es la suma de ambas lo que tendrá que recuperar para alcanzar el break-even (según sea el porcentaje del coste del Mínimo Garantizado que el distribuidor aplique a la explotación en theatrical el importe del break-even será mayor o menor; para títulos con potencial comercial medio o bajo cada vez es más frecuente que el objetivo sea recuperar el 100% con lo que generen las salas). A partir de ahí entra en juego el fatídico IVA cultural.
Cuando se hace el cálculo de lo que una película puede recaudar en los cines se hace siempre en bruto, es decir, lo que entra por taquilla tras la compra de las entradas por parte de los espectadores. A esa cantidad hay que descontar el IVA (que va a las arcas del Estado) y se obtiene la denominada recaudación neta, la que será objeto de reparto entre exhibidora y distribuidora en base al acuerdo comercial a que hayan llegado y de la cual también se liquidará la parte correspondiente a derechos de autor.
Haciendo un ejercicio de imaginación, para una película que pudiese recaudar tras su paso por las pantallas españolas un millón de euros, tras descontar el IVA, los autores y aplicar el porcentaje de facturación (supongamos que la distribuidora recibe el 40% de la taquilla neta una vez liquidados los impuestos), en el escenario del IVA al 7% el retorno final para la distribuidora hubiese sido de 353.400€ mientras que con el IVA actual, al 21%, esa cifra se reduce hasta los 300.200€.
Gracias a este ejercicio el distribuidor ya sabe lo que suponen el IVA, los autores, la facturación media y el retorno final (previo a la liquidación al productor). Ahora 'solo' tiene que cruzar estos datos con su inversión inicial (mínimo garantizado y costes de lanzamiento) y obtendrá el break-even. Por culpa de la subida del IVA al 21% la recaudación necesaria para cubrir el brek-even, en un ejercicio como el anterior, creció cerca de un 18%, de forma que algunos proyectos podrían haberse demostrado inviables por culpa de ese incremento ya que, según cual fuese el importe de la inversión inicial, podría no verse asequible esa mayor recaudación en salas.
Así pues, no solo los espectadores sufrieron la subida del precio de las entradas por culpa del IVA al 21%. También distribuidores y exhibidores vieron mermar la parte del pastel a repartir y, en el caso de los primeros, eso ha supuesto tener que afinar más sus estudios de viabilidad con el riesgo de tener que abandonar alguna operación por un excesivo riesgo en su rentabilización.
Que el IVA cultural pase a situarse en el 10% no resolverá los problemas de la industria pero será, sin duda alguna, un balón de oxígeno para buena parte de sus actores. Y eso, en un momento en que la taquilla parece dar, ahora sí, síntomas de recuperación (¡crucemos los dedos!), sería doblemente positivo. Si las recaudaciones se van recuperando (fruto de un aumento de la asistencia) habrá mejor predisposición entre distribuidoras independientes para apostar por títulos que antes podrían haber quedado aparcados; si a eso le sumamos un break-even menos exigente los escenarios de viabilidad mejoran por ambos lados. No es solo que pudiesen llegar más títulos; es, también, que alguno de los que llegue pueda gozar de una mayor inversión en P&A.
No se trata de explicar el cuento de la lechera (alguien podría aducir que una mejora de la situación general podría, también, hacer crecer el importe del Mínimo Garantizado que se le pida a las compañías distribuidoras); este mercado ha sufrido ya muchos reveses en los últimos años. Se trata, sencillamente, de confiar, de exigir, que una medida como la rebaja del IVA sea un compromiso de cumplimiento ineludible en los primeros meses de la nueva legislatura. Más allá de sus efectos positivos, como los que acabamos de imaginar, es una cuestión de dignidad; revertir algo que nunca debió suceder y que tanto daño hace a la imagen de la cultura en nuestro país. Desde el cine, además, apostaremos porque el resultado conlleve también mayor crecimiento. Y de eso todos saldrán beneficiados. Apretemos, pues.