El horror de Auschwitz explicado a través de los supervivientes del holocausto
sábado 27.ene.2018 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Hace unos días visité la exposición "No hace mucho y no muy lejos" coordinada por el Museo estatal de Auschwitz-Birkenau, que puede verse hasta mediados de junio en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid. Me impresionaron varias cosas... ver uno de los vagones en los que trasladaron a decenas de miles de personas hacia una muerte segura. Puede verse en el exterior del recinto, junto a Plaza Castilla de Madrid. Otra de las imágenes más ligadas al exterminio es la de los zapatos y el pelo de los prisioneros. En el museo polaco hay unos 110.000 zapatos, y en la exposición, uno solo. El de una mujer, de color rojo, muy simbólico por su elegancia y porque demuestra como su propietaria no sabía donde iba a ser trasladada, porque de haber sido consciente, nunca habría llevado un calzado tan refinado. Junto a él una frase extraída del libro "Vi una montaña", de Moshe Schulstein.... "Somos los zapatos, los últimos testigos. Somos zapatos de nietos y abuelos, de Praga, París y de Amsterdam, y, como somos de tela y de cuero -y no de carne y hueso- nos hemos salvado de arder en el infierno". En 2018 hay todavía supervivientes con nosotros, están vivos, tienen ochenta y muchos años o noventa y tantos.
Ocurrió hace 72 años y no demasiado lejos, porque Madrid de Auschwitz está tan solo a 2.754 kilómetros. En las paredes del centro de exposiciones no solo se explica cómo se llegó a aquella barbarie, apoyada por una sociedad que se dejó adoctrinar por sus líderes, sino sobre todo frases.... pensamientos de algunos de los supervivientes de los campos de concentración construidos en una docena de pueblos de Alemania y Polonia.... las leí todas... y fue entonces cuando comprendí el horror que vivieron miles de gitanos, comunistas, homosexuales, prisioneros de guerra o judíos, que fueron deportados a aquellos centros de humillación y vileza. No solo las leí, copié algunas y las transcribo, porque creo que pueden expresar mejor el holocausto, que miles de palabras intentando interpretarlo. Las comparto, igual que las fotografías, con los lectores del blog... y los oyentes del programa semanal Canal Europa de RNE-R5.
Nada es ni se parecerá a lo que vivieron quienes cruzaron aquella puerta... pero podemos intentar imaginar que era subir a uno de aquellos vagones que estacionaron en el andén de Auschwitz....imaginar qué sintieron quienes se encontraron con las alambradas electrificadas y empezaron a andar dejando abandonadas las maletas y todos los recuerdos. Qué sintieron al ponerse el pijama de rayas y entrar en un barracón, donde se hacinaban en el suelo y las literas. Auschwitz es hoy una advertencia permanente de los peligros del odio y la intolerancia.
"Cuando los vagones están llenos y se ha embarcado ya la cuota prescrita de deportados, se cierran las puertas. El comandante da la señal de salida. Suena el silbato, y su pitido atraviesa a cada uno de los que se encuentran en el campo de concentración para llegar hasta lo más recóndito de su persona. Y con eso empieza a alejarse aquella serpiente de aspecto mugriento con las entrañas llenas". (Philip Mechanicus, periodista neerlandés, "En depósito", 1943/1968. Mechanicus fue asesinado en Auschwitz).
"Ya no hay nada que sea nuestro: nos han quitado la ropa, los zapatos y hasta el pelo. Si hablamos, no nos escuchan, y si nos escuchasen, no nos entenderían. Nos quitarán incluso el nombre.... y, si queremos conservarlo, tendremos que encontrar dentro de nosotros la fuerza necesaria para hacerlo". (Primo Levi, superviviente de Auschwitz, 1946)
"Clavo la mirada al frente mientras me quito la ropa. Tengo miedo, pero me aferro a la esperanza de que, si no miro a nadie, nadie me verá. Dudo antes de quitarme el sostén. Mis pechos son dos botones de flor en desarrollo, tensos y sensibles. No puedo dejar que nadie me vea. Decido dejármelo puesto. en ese momento sonó un disparo, una descarga ensordecedora. Algunas mujeres rompen a gritar. Otras sollozan. Yo me quito el sostén. Nos han quitado un peso. El peso de la individualidad. De las asociaciones. De la identidad. Del pasado reciente" (Livia Bitton-Jackson, superviviente de Auschwitz, 1997)
"Maximilian Grabner y Franz Hössler estaban de pie en el tejado del crematorio. Grabner se dirigió a los judíos, que no sospechaban que iban a encontrarse con su destino: "Ahora los van a bañar y a desinfectar, porque no queremos ninguna epidemia en el recinto. Cada uno de ustedes se ocupará en el campo conforme a su condición profesional. ¿A qué se dedican? ¿Hay algún zapatero entre ustedes? Los necesitamos con urgencia; así que no duden en presentarse ante mí después". Sus palabras despejaban cualquier duda o atisbo de sospecha (Pery Broad, soldado de la SS, 1945)
"Sobre la puerta de entrada se leía: "Ducha". Hasta había alcachofas de ducha en el techo, aunque nunca llegó a pasar una gota de agua por ellas. Aquellos pobres inocentes estaban apretados unos contra otros, apiñados. Entonces se destaba el pánico cuando se daban cuenta al fin de la suerte que los aguardaba. Las puertas se cerraban, y diez minutos más tarde, se había conseguido la suficiente temperatura para propiciar la condensación de ácido cianhídrico, que era la sustancia con la que iban a morir condenados. Entonces, el SS-Unterschafrührer Moll introducía el gas por un pequeño conducto. Se oían gritos de terror, pero poco después ya se había hecho el silencio. Veinte o veinticinco minutos más tarde se abrían puertas y ventanas para ventilar las cámaras y se arrojaban los cadáveres de una vez a los fosos para incinerarlos". (Andre Lettich, superviviente de un Sonderkommando de Auschwitz, 1946)
"Queréis saber
y hacer preguntas,
pero no sabéis qué preguntar
ni cómo preguntar
conque inquirís
de cosas sencillas
hambre
miedo
muerte
de las que no sabemos responder
con palabras que entendáis.
Nuestras palabras
no os son comprensibles
entonces inquirís de cosas más sencillas
dinos por ejemplo
cómo pasabais el día,
un día tarda en pasar
escucharéis sin paciencia
pero si os damos la respuesta
seguiréis sin saber cómo pasábamos el día
y supondréis que no sabemos responder (Charlotte Delbo -superviviente Auschwitz, 1971)
"Aprendí de los otros niños, mediante la jerga que usábamos en el campo de concentración, que todavía cabía esperar algo peor: el doctor Mengele. En una de mis "visitas" a la enfermería me sacaron tanta sangre que salí pálida y muy débil. Ni siquier fui capaz de reconocer a mi propia madre cuando, aquella noche, como de costumbre, vino a verme al exterior del barracón y me llamó por mi nombre. La piel se me llenó poco después de llagas y dejé de ver. Tenía tres o cuatro años. (Lidia Maksymowicz -de soltera Ludmila Boczarowa- superviviente de Auschwitz, 2016).
"Visité Treblinka para informarme de cómo estaban llevando a término las operaciones de exterminio. El comandante del campo.... estaba usando monóxido de carbono, y yo dudaba de la eficacia de sus métodos. Así que, al crear el edificio de exterminio de Auschwitz, opté por el Zyklon B, ácido prúsico cristalizado que introducíamos en las cámaras por una pequeña abertura. Tardaba entre tres y quince minutos en matar a los que estaban dentro, dependiendo de las condiciones climáticas. Otra mejora que introdujimos con respecto a Treblinka fue la construcción de cámaras de gas en las que cabían dos mil personas a la vez, mientras que en las diez que teníane llos solo podían entrar doscientas. Además, las víctimas de Treblinka sabían casi siempreque las iban a exterminar, y en Auschwitz nos esforzamos en engañarlas para que pensasen que solo pretendíamos despiojarlas". (Auschwitz Kommandant Rudolf Höss, 1946)
"Todo el mundo corría constantemente el peligro de volverse un Muselmann: lo único que hacía falta era contraer un resfriado leve o hacerse una rozadura en el pie con el calzado, sufrir un forúnculo o mostrarse distraído un día y atraer así la atención de uno de los de la SS o un recluso importante en el trabajo o el barracón. Entonces le cae a uno el primer mazazo. La debilidad que provoca esto hace que trabaje con más lentitud.... y que reciba por ello otro castigo. Con esto se vuelve un muerto viviente, pierde toda fuerza de voluntad y deja de tener dominio alguno sobre su propia persona: la imagen clásica del Muselmann. (Wladyslaw Kuras Kiewicz, superviviente de Auschwitz, 1947)
"Tenía uno que tener un compañero, un compañero que lo cuidase y a quien cuidar; un compañero con el que poder organizar comida y compartirla. Había que tener a alguien al que ayudar, porque solo no era posible subsistir. Nadie sobrevivía solo. Había quienes no querían compartir nada. Siempre tenían miedo de compartir siquiera un trozo de pan. Y esos eran los que antes perecían" (Mike Vogel, superviviente de Auschwitz, 1999).
"Una vez que se echaba el Zyklon B, el gas empezaba a subir desde el suelo y se producía una refriega espantosa en la que los más fuertes trataban de encaramarse a más altura. Era una lucha instintiva a muerte. Por eso los niños, los más débiles y los ancianos acababan siempre en el fondo, y los más fuertes, arriba. Porque, en aquella lucha a muerte, los padres ni siquiera se daban cuenta de que tenían debajo a sus hijos. (Filip Müller, superviviente de un Sonderkommando de Auschwitz, 1985).
"La experiencia de la aniquilación de los judíos europeos posee la peculiaridad trágica de que no hay supervivientes que puedan dar su testimonio. Hay, claro, supervivientes de Auschwitz; pero no de las cámaras de gas: nadie puede decirnos que estuvo allí; nada podrá nunca hacernos decir gracias a la veracidad de su relato: "Es como si yo hubiese estado allí". En todas las matanzas de la historia ha habido supervivientes, testigos directos que estuvieron allí. En las cámaras de gas murieron cientos de miles de judíos de toda condición social, de todas las edades, hombres y mujeres, niños y ancianos, y ninguno puede testificar. Tenemos pruebas, pero no testimonios. En la memoria colectiva de la humanidad, legendaria o histórica, fabulosa o documental, existirá siempre este vacío ontológico: nadie podrá decirnos nunca lo que fue estar allí". (Jorge Semprún, superviviente español de los campos de concentración de Buchenwald, 1998)
Y lo peor de todo, como nos recuerdan los organizadores de la exposición, es que "sucedió y en consecuencia puede volver a suceder". En 1979, la Unesco declaró los campos de exterminio Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau patrimonio de la humanidad.