En 1516, un anciano Leonardo da Vinci, montado en una mula, cruza los Alpes en dirección a Francia. Lleva con él tres cuadros: La Gioconda, S. Juan Bautista y La Virgen, el Niño y Santa Ana. En las alforjas guarda croquis, diseños y varios manuscritos: los códices de Leonardo, actualmente dispersos en bibliotecas del mundo. Su viaje, del que poco se sabe, responde a un llamamiento del rey de Francia, Francisco I, que quería mostrar todo su poder a través de castillos esparcidos por el Valle del Loira.
Llegó a la ciudad de Amboise y su mentor le ofreció alojamiento en un castillo cercano que durante 200 años había sido casa real y residencia de verano de sus antepasados. En Clos Lucé pasaría sus tres últimos años de vida.
"Leonardo trabajó durante 10 años para los franceses, François Saint-Bris, miembro de la familia propietaria del edificio, nos recuerda que en Milán ya pintó la obra 'La Virgen de las Roca' cuando Carlos II de Amboise era gobernador del ducado de Milán y más de cuatro años para Francisco I".
El viaje a Francia era un trayecto difícil, pero Leonardo, que empezaba a tener problemas jurídicos en Italia, -algunos le criticaban que no acaba muchos de los proyectos que comenzaba-, y además había iniciado experimentos con cadáveres mediante la técnica de la disección, como explica Elizabeth Laré.
Esta semana, el 2 de mayo, se cumplen 500 años de la muerte de Leonardo en ese castillo. En ese mismo edificio el músico y director español Jordi Savall ha preparado el Concierto de las Naciones (Le Concert des Nations), que podrá escucharse a finales de septiembre en la sala de exposiciones del castillo. Es una de las más de 500 propuestas culturales, gastronómicas, musicales, pictóricas y teatrales que se han organizado a lo largo del año en la región del Loira.
Del 6 de junio al 8 de septiembre, el castillo expondrá la tapicería de la última cena de Leonardo da Vinci, una obra maestra de seda y plata para Francisco I. Es la primera vez que este tapiz de más de 490 metros y 9,15, abandona los Museos Vaticanos.
Clos Lucé, su última morada
Parc L. daVinci ©L.deSerres
Atravesamos la misma puerta que cruzó cuando llegó a este castillo... su figura sigue impregnando el lugar. Todavía mantienen el atelier del pintor y la habitación en la que murió y donde redactó su testamento. Se conserva la sala Renacentista, donde Leonardo recibía al rey, a los embajadores, a las más altas personalidades del reino y a los artistas que le visitaban. Otra de las estancias, es la cocina con su gran chimenea y donde Mathurine, la cocinera, le preparaba comidas vegetarianas.
La llegada de da Vinci, revolucionó el arte y la vida de la corte francesa en muchos aspectos. Como por ejemplo las fiestas, tanto en el vecino palacio real de Amboise como en su vivienda. Una de las más recordadas es la que organizó para celebrar la batalla de Marignan. "Fue una fiesta de marqueting político, nos dice François Saint-Bris, dónde el rey convocó a todos los embajadores del mundo, y los nobles de su país que disfrutaron de un espectáculo que representaba el universo, y que transmitía el poder real".
Se cree que en Clos Lucé, da Vinci acabó de pintar la Gioconda. Como nos explica la guía del castillo "hay testigos, como el secretario del cardenal de Aragón, que aseguran haber visto un cuadro de una dama florentina".
La relación entre Francisco I y Leonardo fue casi filiopaternal. En el castillo de Amboise se encuentra una pintura que recoge como el genio italiano moría a los brazos de su último mecenas: el rey de Francia. Una historia no real, ya que no estaban juntos cuando murió da Vinci.
Uno de los lugares más especiales de Clos Lucé es el el parque cultural Leonardo. Un jardín que tiene vida, porque se puede subir a casi todos los artilugios, manipularlos y juguetear con ellos. Entrar dentro de un tanque de madera, manipular la ametralladora,navegar en un barco de vapor o cruzar el puente de doble tramo de veinte metros de altura. Todos de tamaño real.
Atelier de dessin ©L.deSerres_Chateau-duClos-Luce
Rodeado de pinos centenarios, esta el antiguo prioato del Espíritu Santo del siglo XV, convertido en un restaurante. Allí encontramos a Stefan Sósa, estudioso y maitre de la comida renacentista. Nos explica que "fue Francisco I el que decidió añadir la leche y la crema en las recetas, para conseguir platos más suave y suntuosoa. Como si lo relacionara con la arquitectura renacentista".
Aunque da Vinci es admirado hoy en día, no siempre tuvo este reconocimiento. El ir y venir de sus restos mortales, así lo demuestra. La capilla en la que fue enterrado, en el palacio real de Amboise, fue destruida y sus huesos esparcidos por alrededor, y no fue hasta el siglo XX, cuando se encontró su osamenta y algunas monedas con las que había sido enterrados. Desde entonces su tumba está en el interior de la capilla de San Huberto.
Una aplicación nos ayuda a buscar la sepultura de Leonardo y seguir todas las vicisitudes que sufrió su cadáver.
El objetivo de Francisco I, un rey ambicioso, autoritario y guerrero, era convertir a Francia en un foco de importancia artística, cultural y de riqueza similar a Italia. Estaba convencido que la genialidad de Leonardo da Vinci le ayudaría. El genio florentino, no solo ideó castillos, sino que los tres cuadros que transportaba en la mula, San Juan Bautista, La Virgen, el niño y Santa Ana y la Gioconda, forman parte del fondo pictórico del Louvre.