Sevilla, capital de las expediciones del siglo XVI
domingo 25.ago.2019 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
En 1519, Sevilla era una ciudad cosmopolita, un hervidero de gente venida de otros lugares de Europa, buscando gloria postrera, riquezas y un lugar en las naves que partían hacia América. El comercio y el intenso tráfico marítimo con el continente descubierto por los europeos en 1492, era su motor económico. José Luis Griera, especialista en el siglo XVI y marinero voluntario en el galeón Andalucía, destaca que la antigua Hispalis conocía su segunda época dorada.
Uno de esos hombres que soñaban con descubrir nuevas vías de navegación o nuevas tierras era el portugués Fernando de Magallanes. Había llegado a finales de 1517 a Sevilla, con unos mapas náuticos y la teoría de que si la tierra era redonda, se podía alcanzar las islas de las especias atravesando las nuevas tierras descubiertas y alcanzando las Molucas por el occidente.
Esperaba conseguir permisos y financiación para una aventura arriesgada, como nos explica Teresa Buzo.
Imaginamos a Magallanes recorriendo durante más de dos años las calles de aquella metrópoli, epicentro del comercio marítimo mundial durante más de un siglo.
Quizá Magallanes entró a la ciudad por una de principales vías de acceso al recinto amurallado de la ciudad: la puerta de Jerez, una de las más cercanas al puerto y a los centros de poder de la ciudad. Pero, ¿qué se dice de aquel militar, explorador, marino y navegante portugués que había sido menospreciado en su país?
Gráfico del acuario de Sevilla Foto: angelaGonzaloM
De ascendencia noble, desde los primeros días mantiene una relación con su paisano portugués, Diego Barbosa, que es el Teniente de Alcaide del Alcázar de Sevilla, lo que le permite acercarse al rey Carlos I, durante su matrimonio celebrado en la ciudad. Visita en varias ocasiones el edificio, ya que, además de las competencias portuarias, bajo su jurisdicción se incluía la gestión y administración de las Atarazanas, la catedral y la torre del Oro que eran algunas de las instituciones encargadas del comercio con las Indias. Las relaciones con Barbosa eran tan estrechas, que el navegante se casó con su hija Beatriz. Entre sus amistades estaba el Alcaide, principal Jorge de Portugal.
Uno de los lugares que más visitaría el navegante portugués fue la Casa de la Contratación, situada muy cerca del Alcázar. Controlaba todo el tráfico marítimo y recibía los cargamentos y tesoros que llevaban los barcos mercantes. Para Magallanes, lo importante era que se encargaba de inspeccionar, aprovisionar las naves que partían, daban instrucciones a las flotas y cuidaban el registro de todas las embarcaciones.
Durante el tiempo que destinó a negociar con la corona española para financiar su viaje y captar a la tripulación estuvo acompañado de Ruy Faleiro, un cosmógrafo portugués con el que había aprendido parte de sus conocimientos náuticos y con el que había concebido la idea de llegar a la isla de la Especiería por América. Junto a él se desplazó hasta Valladolid, donde el 22 de marzo de 1518 firmó las capitulaciones.
El acuerdo establecía entre otros puntos, que durante diez años los dos hombres mantendrían los derechos a los viajes posteriores que se realizasen, no concediendo la Corona permiso a nadie que no fuese a ellos. A cambio debían encontrar el paso entre el Atlántico y el Pacífico, y respetar la demarcación establecida en el Tratado de Tordesillas, que le prohibía atravesar aguas y territorios portugueses. También quedaba por escrito que serían dueños de la quinta parte de beneficios obtenidos con las especias que consiguieran llevar al puerto de Sevilla.
Para llegar a este acuerdo también fue importante el papel de la colonia lusa en Sevilla, que le apoyaron para obtener el favor del rey, conseguir financiación y reunir recursos materiales y económicos. Desde su casa, una mansión nobiliaria situada en la calle de la Borceguinería, Magallanes seguía con intensidad todos los trasiegos del viaje.
David Ruiz, historiador de ingeniería naval, y miembro de la Fundación Nao Victoria, nos explica que "uno de los espacios más frecuentados y bulliciosos de aquella época eran las gradas o escalinatas de la catedral, principalmente la calle Alemanes, el centro de tratos y negocios más concurrido de la ciudad". La lonja al aire libre, estaba ocupada por comerciantes y banqueros que vendían esclavos y toda clase de productos.
Era el escaparate de la sociedad sevillana y el nombre de la calle da idea de la multiculturalidad de la ciudad en aquella época. Años más tarde allí se subastaría la nao Victoria, tras regresar de su vuelta al mundo. El veneciano Andrés Navajero, detallaba que "las calles de la ciudad son anchas y hermosas, pero las casas en general no son muy buenas; hay, sin embargo algunos palacios que no los he visto mejores ni más bellos en toda España, dentro de sus muros muchos jardines y solares, porque es corto su vecindario".
Sevilla contó con una de las mayores instalaciones náuticas de la Baja Edad Media en Europa, solo comparables con el Arsenal de Venecia. Eran las Reales Atarazanas, donde se construían y reparaban los barcos de la época. Conseguida la financiación, por allí pasaron las cinco naves que conformaron la Armada del Maluco. Compradas en Cádiz llegaron en un estado lamentable y antes de su partida fueron limpiadas, calafateadas, emplomadas y embreadas. Eran unas naves pequeñas de 25 metros de largo y 8 de ancho. En su interior llevaban todos los alimentos necesarios para la expedición.
La antigua Hispalis miraba al Guadalquivir, un puerto seguro, que permitía preservar las mercancías que llegaban, y almacenarlas sin riesgo a ataques de corsarios o enemigos. Juan Manuel Gavira, del departamento de educación y estudios medioambientales del Acuario de Sevilla, nos ofrece más detalles de aquel río que se había convertido en Puerto de Indias.
Sevilla, milla 0, en homenaje al lugar desde el que zarparon las naves de Magallanes. Foto: angelaGonzaloM
Parte de la vida de la ciudad se desarrollaba en el puerto. Allí se encontraban navegantes, funcionarios, marineros, artesanos, bribones y buscavidas llegados de toda Europa esperando una oportunidad para embarcarse al encuentro de alguna fortuna.
La salida de las expediciones suponía todo un acontecimiento en la ciudad. Una de ellas fue la liderada por Fernando de Magallanes que inició en Sevilla una travesía de casi 70.000 kilómetros que duraría más de mil días, a través de tres océanos y tres continentes.
El volumen de productos en la ciudad era tal que incluyeron una cantidad importante de provisiones, con más de cien toneladas de productos y 6.000 litros de aceite, vino de Jerez y vinagre para cuando escaseara el agua. Insuficiente para una expedición que se alargó tres años.
En las cinco naos embarcaron marineros de varias nacionalidades, principalmente españoles y portugueses, pero también italianos, griegos, alemanes, franceses, alemanes, un hindú y un malayo. Una tripulación cosmopolita como la ciudad que dejaron el 10 de agosto de 1519.
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